LA VIDA SEXUAL DE BEDRI
PARTE II
De los primeros besos.
¿Alguno de vosotros se acuerda de la primera vez?, Si, de la primera vez que
lo hicisteis. Seguro que si, que como a mi os ha quedado un recuerdo imborrable.
A mí de momento me ha quedado una pequeña cicatriz en la parte de la espalda
donde esta pierde su casto nombre, que se usa para sentarse y que es más
comúnmente conocida como culo.
Esto de la primera vez sigue un protocolo, un orden más o menos
predeterminado. Se empieza por el beso más o menos casto y más o menos mal/bien
intencionado y se acaba por el más lujurioso de los coitos. Pero eso solo en el
mejor de los casos.
El primer beso suele ser fugaz. Pero fugaz fugaz. Fugaz en todos los
sentidos, visto y no visto. Tanto que a veces ni enteras. El lugar, uno
cualquiera, normalmente apartado pero casi siempre el mismo, generación tras
generación. Esa es era de las razones por las que nos solían pillar siempre. El
primer beso no acababa muchas veces en un cabezazo por pura cuestión de azar. El
acercamiento era rápido, el alejamiento también. Con los ojos bien abiertos, si
los cerrabas te dabas de morros. El beso a veces, era tan leve que ni sonaba.
Otras veces sonaba demasiado, trompetero por llamarlo de alguna manera. A veces
sonaba tanto que todo el mundo miraba. Otras uno de los dos se volvía atrás y el
otro estiraba los labios al aire buscando en vano, adelantando la cabeza tanto
que a veces tenías que dar un paso adelante para no perder el equilibrio y
caerte literalmente de morros. Luego afectaba a los dos un pudoroso rubor que
solía ir acompañado de un incontenible ataque de risa floja. En cuanto tenías
ocasión salías corriendo a contarlo a tu mejor amigo/a que ni se inmutaba ¿Solo
eso? era lo único que te solía decir. Pero eso si, durante unos días te sentías
más ligón del grupo. Bedri ha dado un beso a "nombre de chica" pensabas con
expresión bobalicona. Esos días te ibas a casa más contento que unas
castañuelas. Antes de entrar en casa te mirabas en todos los escaparates no
fuese a ser que se notase. Te sentabas a cenar y tenias la impresión de que todo
el mundo te miraba.
Luego venía el beso en la boca. Ese ya era diferente. Los labios apretados, a
veces tanto que se quedaban blancos. Los ojos muy abiertos. Eran también besos
rápidos, apresurados, robados algunas veces. También pudiera ser que te dieras
un cabezazo. Este no sonaba nada, bueno el beso que cuando te dabas de morros si
que sonaba. Al retirarte también te daba la risa floja pero más disimulada.
Volvías a salir pitando a contarlo. A tu amigo/a le seguía pareciendo muy poca
cosa pero tu te seguías yendo a casa como unas castañetas que es como algunos
turistas llaman a las castañuelas. Antes de entrar en casa te restregabas bien
los morros no fuese a notarse algo. En la mesa, a la hora de cenar todo el mundo
te miraba.
Los que ya eran más espectaculares y un avance extraordinario en la
experiencia sexual eran los besos con lengua. Manoseos aparte, que los podía
haber en los otros besos, en estos lo que había era mucha saliva. Bueno y
también otras cosas. Una de las primeras cuestiones que aprendí del beso con
lengua era la razón por la que se le llama también de tornillo aunque quizás
hubiera sido más correcto llamarle de taladro. También recuerdo haberme casi
asustado más de una vez al ver tan cerca de mí el ojo de ella. Sobre todo con el
de una morena de ojo inmensamente grande y verde, muy verde, muy grande. No, no
es que ella solo tuviese un ojo, pero es que a esa distancia solo veía uno.
Bueno, si te pones bizco ves los dos, pero muy borrosos y al fin y al cabo no es
esa tu intención. Ver los ojos digo. Ah, se me olvidaban los ruidos que se oyen,
los jadeos no son exactamente consecuencia de la pasión del momento, sino de las
dificultades para respirar o tragar. En cuanto dejabas a la chica salías volando
a contárselo a tu amigo/a. Tu seguías con la sonrisa de oreja a oreja y con la
mirada ida aunque a él/la parecieran no darle ninguna importancia. Te parabas
delante del escaparate de la tienda de al lado del portal de tu casa para
comprobar que no se te notaba nada. La dependienta te miraba con cara de asombro
y cuando te ibas se partía de risa. En la cena seguías teniendo la impresión de
que todo el mundo te miraba.
Ahora recuerdo un beso de esos, creo que ya mencioné algo sobre él. Fue en la
iglesia, bueno, exactamente en los soportales. Es que eran muy apañaditos para
estas cosas. Oscuros, discretos, apartados, con varias salidas. Pues eso, ya que
pasábamos por allí pues que entramos. Buscamos un lugar apropiado, no éramos los
únicos. Que esa es una constante en el sexo furtivo, todos vamos a los mismos
sitios, al mismo tiempo, a hacer lo mismo. Ella se apoyó de espalda contra una
pilastra, yo me acerqué. Ella sujetó mi cabeza con sus manos y la atrajo hacía
sí. Juntamos nuestras bocas, mis manos buscaron en sus caderas. Más exactamente
en la parte de atrás. Nuestras lenguas se entrelazaron, la de ella llegó hasta
mi epiglotis, casi me ahoga, hice un esfuerzo y como pude tragué. Algo duro pasó
por mi garganta entre un río de saliva suya y mía. Después de un tiempo cuya
duración no podría precisar nos separamos. Los dos estábamos congestionados, el
morreo fue tan intenso que respirábamos con cierto afán. Nos miramos, ella hizo
un gesto, buscando como si echase en falta una muela. "Mierda, el chicle no se
donde lo he puesto" exclamó. "Yo si" le dije "creo que me lo he tragado". Ella
me miró y me espetó con cara de mosqueada: "Joder tío, podías haber comprado tu
¿no?, que acababa de meterlo en la boca y no estaba muy masticado". Capté la
indirecta y la ocasión siguiente me llevé un paquete de cheiw, de cinco chicles.
Estaban un poco reblandecidos de tanto tiempo en mi bolsillo. Más a delante eso
me pasaría otras veces con otras cosas distintas a los chicles pero también de
goma. Ella se comió tres y yo dos, así compensamos. Con ella me aficioné a los
chicles de menta. Luego nos dedicamos a comer otras cosas pero yo durante un
tiempo tuve que conformarme con los chicles. Aunque viéndola con aquel afán al
mascar el chicle yo no me fiaría mucho.
Ahora que viene a cuento, recuerdo aquella película tan esperada "¿Por quien doblan las campanas?" basada en la
novela homónima de Ernesto Hemingway. El protagonista era Gary Cooper que
interpretaba a un norteamericano que combatía al lado de los gubernamentales en
la guerra civil española que siguió al golpe de estado del 18 de julio de 1936.
Ella era Ingrid Bergman. Claro, ambos dos, chico y chica acaban enamorándose y
en un momento de la historia se quieren dar un beso, de los cinematográficos en
blanco y negro y ella le espeta algo así como: "¿Qué hago con la nariz?". Y ese
fue uno de los grandes enigmas de nuestras secretas tertulias de
preadolescentes. Porque no es por nada, pero algunos inconvenientes si que
planteaba. Sobre todo para aquellos que somos gente con narices. La película
acababa diciendo "doblan por ti". Por cierto ¿qué hiciste tu con la nariz en tu
primer beso?...
En la fase de la mano, ya no se trataba tanto de morrear como de tocar. La
cuestión era llegar con la mano todo lo lejos que fuera posible; de alcanzar los
rincones más apartados y escondidos del cuerpo de la pareja. Esta fase suele ir
también por partes, normalmente coetáneas de las equivalentes en el beso. Se
empieza con roces, como que no quiere la cosa y se acaba encharcado.
El primer punto de roce suele ser el brazo, la rodilla, luego vas subiendo o
bajando pero también centrándote. El culo es uno de los primeros objetivos.
Parece mentira que una cosa tan grande sea tan difícil de tocar. Al menos eso es
lo que te parece en esa época. Ahora si, cuando lo consigues es difícil
soltarte. Es una época en la que te encanta pasear con las manos en los
bolsillos traseros del pantalón de ella. Pasa lo mismo que con las tetas, una
vez que te haces a tocarlas, en cuanto tienes ocasión te aferras a ellas como si
en ello te fuera la vida. Cualquier excusa es buena para poner sobre ellas tus
manos. Con razón eso de un par de carretas llenas de tetas ... ¿o es las tetas
como un par de carretas?... lo que sea... tetas que puedas tocar no las dejes
escapar...
Uno de los puntos más complicados de alcanzar manualmente en esta época de la
evolución sexual es ese que se esconde entre los muslos. Es increíble la
dificultad que algunas chicas tienen para poder separar las rodillas. Cuando lo
logras es posible que llegues a creerte todo un experto a juzgar por la reacción
de ella. Se queda quieta, con los ojos entrecerrados, en blanco a veces. Jadea
como si acabase de subir las escaleras corriendo. Juer, si solo le has tocado la
costura del pantalón vaquero, ¿qué pasará cuando le bajes la cremallera?. Yo a
veces he pensado si mis manos estarían frías. ¿Y cuando te "toca" ella? Esa si
que es toda una experiencia... Pero eso si, en cuando puedes... sales pitando a
contárselo a tu amigo/a que para no variar no te hace ni caso. Tu cuando llegas
a casa, antes de cenar, te lavas las manos hasta con lejía si es preciso, que a
ti ya te han contado el chiste de las croquetas de pollo...
Se empieza tocando por encima de la ropa. Luego la mano aprende a deslizarse
por debajo del vestido. Pero advierto, mucho cuidado con las manos; si están
demasiado frías puede que ella de un respingo y tu interpretarlo de forma
incorrecta. Si están demasiado sudorosas la pringaras innecesariamente y
causarás mala impresión. Mucha precaución también con los granos, siempre están
en el peor de los lugares, precisamente ahí donde queremos poner la mano. Mucho
ojo también con los botones, cremalleras y demás cierres. Sobre todo mucho
cuidado con tu cremallera, puede causar algunos muy dolorosos inconvenientes.
Poco a poco vas evolucionando y entras en la fase del desnudo. En cuanto
tienes ocasión no solo besas y tocas, también desnudas. Como ella se despiste
puede acabar completamente desnuda y tu aferrado a sus tetas mientras intentas
desesperadamente tener más manos. Hablando de tetas, parece mentira que el
simple cierre de una prenda tan tonta como el sujetador pueda complicar tanto
una relación. Puede incluso acabar con las más optimistas expectativas a corto
plazo. Un cierre "defectuoso" de sujetador puede complicar hasta limites
insospechados una planeada tarde en lugar adecuado y tranquilo. Coñe, si sabias
que ibas a estar sola en casa toda la tarde y que yo iba a pasar por ahí ¿por
qué te pusiste el sujetador más difícil de quitar que tenias en el cajón? Yo aún
recuerdo un tira y afloja de una tarde memorable, memorable de lo de recordar
para no olvidar y no olvidar para no volver a caer en el mismo error. Otra cosa
a tener en cuenta es que este es uno de los momentos en los que más ordenado se
debe ser con la ropa, la de cada uno en un montón o en su defecto, si os
sorprenden, los dos debéis huir por el mismo sitio y en la misma dirección. No
os suceda que os tengáis que ir a casa con un delicado y rosado suéter de
angora. Además de la comprensiva reacción de tus "amigos" tragarás
innecesariamente un montón de pelos que no habías previsto tener cerca de la
boca.
Y lo de la boca... digo...todas esas cosas que se pueden hacer con la boca y
que no son precisamente besos...la verdad es que...no es por nada, pero lo
normal es que al principio te de un poco de repelús ...¡¡¡tanto pelo!!! Y no es
por nada, pero a todo el mundo las ostras le dan un poco de yuyu la primera vez
que las come, digo esto por poner un ejemplo. Y en este caso no hay limón. Juer,
y cuando es ella la que ... la verdad, las primeras veces ... tantos dientes...
recuerdo ahora a una chica que .. en fin, nada ... profidén la llamábamos.
Ah, se me olvidaba, a partir de aquí, a vuestro/a mejor amigo/a ni agua, que
no se entere de absolutamente de nada... ni mu... con la cantidad de buitres que
hay por ahí... ahhhh que tiempos aquellos, ahora que viene a cuento recuerdo una
vez que... jo... la pena fue que nos pillaron y tuvimos que salir corriendo. El
inoportuno no nos reconoció, no contaba con encontrarse allí a nadie a aquellas
horas, y menos en aquella función. Menos mal que no le dio por perseguirnos
porque la agachada era su hija... Echamos a correr escaleras arriba y nos
quedamos escondidos entre el tercero y el cuarto. Solo cuando oímos cerrarse la
puerta del primero salimos y cada uno se fue a su casa. Yo al cuarto y ella al
primero. Era ya la hora de la cena y al sentarme, mi padre me recordó la
conveniencia de ir por la calle con la cremallera de la bragueta completamente
subida y recalcó eso de completamente. Me puse colorado, como siempre, y dije la
sandez acostumbrada. Era una buena formula para no tener que dar muchas
explicaciones. Esta vez no me miraban a mi. Miraban a mi hermano pequeño, dos
años menor, que literalmente lloraba de risa mientras se sujetaba la barriga y
me miraba completamente congestionado.
Yo insisto, hace falta un manual de instrucciones. Para nosotros pero también
para vosotras. Porque ya que se menciona lo de manual, no es el primero que
acaba casi despellejado al intentar ella algo que podría definirse como
estiramiento del prepucio. Ya, ya se que nadie te lo ha enseñado y que es la
primera vez pero evidentemente no es así. Menos mal que la Naturaleza es sabia.
Y sobre todo no hagáis caso a vuestro/a mejor amigo/a que no va a colmar
vuestras aspiraciones de reconocer vuestros méritos.