Esta web utiliza cookies, puedes ver nuestra la política de cookies, aquí Si continuas navegando estás aceptándola
Política de cookies +
La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Amanda y su jefa
ADVERTENCIA: Esta página contiene textos, imágenes o enlaces que pudieran ser considerados no apropiados para personas menores de la edad legal. Por eso se hace esta advertencia. El contenido de los mismos es evidentemente "para adultos" y de contenido explícitamente sexual por lo que, hecha esta advertencia, si finalmente decides continuar, lo haces bajo tu única y exclusiva responsabilidad. No se obliga a entrar, es más, se recomienda que aquellas personas que puedan sentirse molestas, o incluso ofendidas, con el contenido de lo que aquí aparece, que se abstengan de hacerlo.

Amanda estaba enfadada, de mal humor y totalmente deprimida. Disimulaba como podía intentando engañar a todo el mundo. Estos días Amanda sentía asco y odiaba muchas cosas, especialmente a quien había sido su novio hasta hace poco y que después de siete años de relaciones la había abandonado por una mujer de treinta y ocho años. Solo pensar en eso provocaba que sus ojos se le llenaran de agua y alguna lágrima resbalara por sus mejillas.

A veces se encerraba en el baño y se miraba en el espejo, sus veintidós años estaban bien aprovechados. Se veía a si misma como una chica hermosa, delgada, pelo bonito, ojos bonitos, boca bonita, piel bonita, tetas proporcionadas y un agradable apretado culito. Con la ropa de trabajo del gimnasio, pantalón corto de deporte y camiseta blanca, habitualmente sin sujetador, se veía atractiva. No era capaz de entender la decisión de su pareja que solo era capaz de calificar como idiota.

Desde detrás del mostrador de recepción del gimnasio, Amanda observaba el pasillo vacío, acababan de salir los últimos los clientes y el momento del cierre no tardaría en llegar.

Quien apareció fue su jefa Martina una mujer elegante y sofisticada de treinta y pocos años. Para Amanda era una buena jefa siempre atenta y pendiente de sus empleados por quien manifiesta especial cuidado y preocupación.

― ¿Cerramos? ―dijo alegremente Martina mientras pasaba por delante del mostrador mirando hacia Amanda y al notar algo preguntó― ¿Todo bien?

―Si, increíble ―dijo suspirando Amanda.

Martina se detuvo, había notado algo así que retrocedió sobre sus pasos y acercándose al mostrador miro a Amanda a los ojos y le inquirió ―¿Todo bien de verdad Mandy?

Amanda quiso utilizar la respuesta que ya tenía interiorizada pero no lo pudo evitar y los ojos se le inundaron y para ocultarlo bajó la cabeza sobre el pecho. Tampoco pudo evitar un sollozo. Martina pasó tras el mostrador y tomo a su empleada por los hombros que acarició suavemente.

―Ánimo Mandy, no llores guapa.

―No lo puedo evitar Martina ―y Amanda estalló en sollozos.

―¿Qué es lo que te sucede Amanda ―dijo ya con evidente preocupación Martina.

―Mi novio me ha dejado ―respondió hipando entre sollozos la joven Amanda.

Martina entonces la abrazó desde detrás mientras le susurraba al oído palabras de ánimo intentando Amanda se dejó hacer sintiéndose comprendida, consolada y segura. El calor del cuerpo de su jefa la reconfortaba y la hacía sentirse bien.

Martina la abrazó más fuerte y Amanda se cogió a los brazos de su jefa e instintivamente hizo algo que condicionaría lo que habría de pasar esa noche. Su jefa lo interpretó como un indicio, como un mensaje para ella. Inadvertidamente, Amanda había acariciado con sus manos los brazos de Martina, algo que si bien en si mismo era bastante inocente había despertado olvidados sentimientos de deseo.

Martina liberó a Amanda del abrazo y la volvió hacia ella y tímidamente, como con un poco de vergüenza dijo en voz baja ―Espérame aquí, no te muevas, solo necesito uno minutos.

Amanda aceptó sonriendo. Su jefe se acercó a la puerta de entrada que cerró desde dentro con llave, apagó casi todas las luces y volvió al mostrador donde la esperaba Amanda. Martina pasó detrás del mueble, apartó la silla y preguntó ―¿Dónde íbamos?

Amanda respondió con una risa nerviosa mientras se dejaba abrazar por su jefa colocada por detrás de ella. No se movió cuando los brazos de Martina cruzaron sobre su pecho, ni cuando sus manos agarraron el borde inferior de su camiseta, ni cuando sintió los dedos de su jefa sobre la piel de sus costados. Tampoco dejó de acariciar la piel desnuda de los brazos que la abrazaban.

―Muchas gracias Martina, eres muy amable pero no es necesario tanto, no hacía falta que cerraras la puerta.

―No es gran cosa Mandy ―dijo besándola en el cuello con suavidad

Rápidamente añadió― No puedo molestar a los empleados.

En ese instante, las manos de Amanda se detuvieron dejando de acariciar los brazos de su jefa que le preguntó―¿Mandy estás bien?

―Si Martina, tengo miedo haber llegado demasiado lejos.

―¿Confías en mi Mandy?

―Si Marina, claro que si.

―¿Y estarás bien Mandy?

―Si Martina, muy bien.

Amanda sonrió y se acurrucó entre los brazos de Marina ―mejor que nunca ―le susurró mientras volvía a acariciar suavemente los brazos de Martina y apoyaba su cabeza contra la de su jefa que entendió estos gestos como una señal de asentimiento y aceptación.

Amanda pronto sintió los labios de su jefa moviéndose por el cuello besándola tiernamente y a sus brazos descruzándose y como las manos entrando bajo la camiseta empezaban a acariciarle el vientre suave y plano. Amanda cerró los ojos y suspiró mientras notaba como aquellas manos avanzaban hacia sus firmes pechos de los que solo su novio había disfrutado. Su respiración se hizo más pesada y girando la cabeza buscó con su boca la boca de su jefa. Sus labios se encontraron y ambas mujeres comenzaron a gemir suavemente con el calor de la lujuria. Martina se apretó fuerte contra su empleada y su mano pellizcaba un pezón mientras la otra se desliaba sin oposición bajo la cintura de los pantalones de deporte de Amanda.

Martina apartó la cara y miró a Amanda que asintió con la cabeza mientras volvía a buscar la boca de su jefa mientras la experta mano de esta se deslizaba dentro de su pantalón hasta su depilado y suave pubis y después los dedos alcanzaron la increíblemente húmeda rendija el coño. Martina se deshizo de las caricias de las manos de Amanda y se fue decididamente por coño de su empleada que respondió a sus provocaciones.

Amanda nunca siquiera se había imaginado estar con una mujer, solo su novio había tenido acceso a su cuerpo y sus favores. Pero ahora se entregaba totalmente a Martina que a su vez, tampoco nunca se había imaginado que tendría algo íntimo con su empleada más joven.

Martina se comportaba como una lesbiana experta besando a su hermosa empleada a la que acariciaba inconteniblemente los pechos que le parecían celestiales mientras que sus hábiles dedos se introducían entre los labios de la vulva acariciándole el clítoris a Amanda. Martina exprimía cada segundo casi sin creerse su suerte.

Cuando Martina notó la llegada del orgasmo de Amanda rompió el beso y quitó sus manos de la entrepierna de la empleada, la giró para ponerla de frente a ella, se arrodilló y con ambas manos le bajó el pantalón a Amanda arrastrando las braguitas en el mismo movimiento mientras esta jadeaba de excitación y adelantaba su cadera ofreciendo su coño a la lengua de Martina que pronto alcanzó su objetivo.

Amanda grito de placer al hundirse la lengua de Martina en su interior. Ya había tenido relaciones sexuales pero nunca nada comparable a la lengua y los dedos de su jefa haciéndole el amor.

Su jefa parece no tener bastante con los néctares de Amanda que arrancaba con los hábiles me movimientos de su lengua y los chupetones de los labios en el clítoris de Amanda si no que levantó las manos aferrándose a los duros y firmes pechos de su empleada, cuando los jadeos y movimientos de Amanda anunciaba la proximidad del clímax le pellizcó los minúsculos y durísimos pezones e aquellas perfectas tetitas.

El delgado cuerpo de Amanda se retorcía en el éxtasis mientras Martina la lamía y chupaba con intensidad. Amanda se creía notar como en una nube de eufórico placer sexual.

―Es increíble ―grito Amanda cuando el placer comenzaba a calmarse.

Martina le acercó la cara para besarla suavemente― esto no tiene porqué acabar aquí podríamos ir a mi casa ―continuó sin dejar de besar a su empleada.

Amanda sonrió y por toda respuesta se subió los pantalones y ofreció el brazo a su jefa. Fe fueron al vestuario de empleadas donde Amanda se desnudó para ducharse mientras su jefa la contemplaba. Luego ya vestida le dio un fuerte e intenso abrazo y se prepararon para salir del edificio.

Mientras caminaban por la calle se miraban embelesadas y sonrientes

Marina preguntó― ¿Estás bien Mandy?

―Mejor que nunca Martina.

Anónimo

Otro relato ...




Poco a poco, cada vez hay más relatos porque poco a poco os vais animando a escribirlos y a enviarlos para compartirlos. A lo mejor, tienes cosas que contar y que te apetece compartir, pues este es el sitio. Si lo deseáis, puedes enviar tu relato a la dirección que figura en este enlace enviar relatos prohibidos

Y si lo que quieres es copiar algún relato y compartirlo en tu sitio, o en otro, no olvides copiar y pegar también el enlace de donde lo has obtenido. y el nombre del autor, no cuesta nada y es de justicia.

Y si estás interesado en adquirir esta página, debes de saber que está en venta. Si tienes interés, puedes contactar con nosotros aquí.