Esta web utiliza cookies, puedes ver nuestra la política de cookies, aquí Si continuas navegando estás aceptándola
Política de cookies +
La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Crucero, primera parte
ADVERTENCIA: Esta página contiene textos e imágenes que pudieran ser considerados no apropiados para personas menores de la edad legal. Por eso se hace esta advertencia. El contenido de los mismos es evidentemente "para adultos" y de contenido explícitamente sexual por lo que, hecha esta advertencia, si finalmente decides continuar, lo haces bajo tu única y exclusiva responsabilidad. No se obliga a entrar, es más, se recomienda que aquellas personas que puedan sentirse molestas, o incluso ofendidas, con el contenido de lo que aquí aparece, que se abstengan de hacerlo.

Con Ethel somos amigas muy confidentes y con alguna exclusividad; nos conocemos perfectamente bien y, muchas veces ni siquiera hace falta la formulación de preguntas ni respuestas aclaratorias a muchas de nuestras conductas percibidas por la otra.

Hace ya bastante tiempo, junto a un grupo de mujeres que compartimos un estándar más o menos de propiedades afines, veníamos manteniendo una suerte de calendario de reuniones con distintos rótulos que justificaran las mismas, aunque claramente, el objeto poco y nada solía tener que ver con ese rótulo formal.

Un día apareció integrada casi al abordaje, una desconocida y atractiva mujer, que justificaba su incorporación al grupo, por haberse mudado a nuestra región y, el hecho de que su marido estaba comenzando en la misma actividad que el resto, provocó que se sumara de una manera asociativa. Claro que hubo alguien que la invitó y nos la presentó amadrinándola. Parecería que hablamos de una secta satánica. No, para nada. Simplemente que en muchos casos, o la mayoría, somos esposas, hijas o, madres de hombres que tienen la responsabilidad de mantener viva una actividad tradicional que se encuentra permanentemente amenazada por distintos tipos y naturaleza de intereses. Muchos de ellos, realmente repugnantes, lo cual en casi todos los casos de grupos productivos en cualquier rubro, suele suceder que ante cualquier agresión externa, hay una tendencia a agruparse, asociarse, agremiarse o corporativizarse como mecanismo de autodefensa y proyección productiva. En este caso particular, algunas mujeres como mi amiga Ethel y otras, del mismo modo de quien escribe, somos nosotras mismas las que llevamos el negocio y la profesión sobre nuestros hombros.

Esta nueva integrante de nuestro “selecto club de damas”, era bastante distinta a la mayoría. Se vestía diferente, hablaba con más inteligencia que vanidad, tenía una mirada sobre la vida y las personas, mucho más real y auténtica que el resto de las de pescuezo estirado y patas chuecas (grupo del que mi amiga y yo, estamos totalmente alejadas). A Ethel y a mí, nos cayó más que bien. Rompía varios esquemas con los que nosotras no estábamos muy de acuerdo. La llamaremos Alicia (en realidad yo la llamo de ese modo, porque sin querer no logro acertar el nombre real y, eso no provoca situaciones muy divertidas, razón por la que, entre nosotras la rebautizamos bajo su aprobación)

Ethel, tuvo la fortuna de conseguir una cucarda importante en una exposición ganadera y, decidió festejarlo con un almuerzo criollo en su establecimiento de cría. Sin embargo, a la hora de distribuir invitaciones, tuvo la idea de no generalizar a todo el “club”. A Ethel no le gustan las caras pintadas de blanco sobre almas de naturaleza oscura. Sin embargo, se aseguró que Alicia concurriera, porque estaba bien darle la bienvenida a esa región rural en una ocasión tan especial a alguien que realmente nos había caído muy acorde a nuestra línea y gusto.

Entre las sabrosas costillas y, magnífica factura, el buen tinto mendocino regó nuestros paladares con esa sutil y mágica sabiduría que esas cepas andinas saben tratar a los buenos gargueros, citando una de las cuartetas de nuestro poeta pampeano. Alicia nos confiesa algo que nos quitó el sueño durante varias veladas: ella y su marido eran swingers.

El tema no debió golpearnos de la manera que lo hizo, porque tanto Ethel como yo, sabíamos bastante sobre esa temática, no por haberla practicado ni compartido, sino porque sabíamos de algunas parejas que tenían ese “lifestyle” y, en apariencias tenían una vida social y familiar dentro de cánones ideales, fueron descubiertas por nuestra curiosidad investigativa y chusma. Yo estoy absolutamente segura que eso implica un esfuerzo enorme para mostrar una cosa distinta a lo que realmente se hace con el objeto de mantener la imagen que la gente quiere que se proyecte.

El asunto es que Alicia nos mete el gusanillo de que en dos meses se ha programado un crucero que parte desde el puerto de Fort Lauderdale (Florida – USA.), cercano a la famosa ciudad de Miami. Ese crucero, tiene la particularidad de estar rentado por varias asociaciones de swingers, una de ellas cuenta con la membresía de Alicia y, ésta, estaría dispuesta a cedernos el madrinazgo exclusivamente para esa ocasión si quisiéramos aprovecharla. Quedamos en pensarlo y contestarle en los próximos días. El precio para ese crucero era casi tres o cuatro veces más caro que un crucero de esos normales que salen del mismo lugar.

A Ethel se le habla de sexo en cualquiera de sus envases e, inevitablemente se le hace agua la boca. En mi caso personal, quizás sea algo más selectiva que ella y necesito ser convencida mediante argumentos que me interesen realmente, o me causen morbosa curiosidad. Ethel, lo logró. En dos o tres charlas que tuvimos, el tema repiqueteaba con tanta insistencia y convicción, que terminó arrancándome el sí, quiero.

Llamamos a Alicia y, nos juntamos en casa a tomar unas copas y pedirle que nos metiera en tema con antelación a hacer el papelerío que no era tan sencillo. Empezando por que había que conseguir una visa para embarcar desde Miami, blanquear la razón mostrando folletería o documentación que avalara la misma y, luego ir a la agencia que organizaba el viaje y tener la suerte de conseguir plazas adecuadas para dos mujeres solas.

En esa reunión con nuestra virtual madrina de iniciación, esta se explayó en detalles, códigos de conducta, psicología, y todo el rollo de ese estilo de vida. También nos dijo, que ese tipo de cruceros, si bien cada vez suelen ser más populares y frecuentes dentro de esa comunidad, es cierto que los niveles de sofisticación crecen proporcionalmente a medida que la temática se difunde y es necesario filtrar con más agudeza a los nuevos integrantes. Esto es debido a que muchas parejas que, en realidad no lo son, por voluntad individual de las partes someten a la otra a una suerte de ejercicio prostituido para satisfacer sus fantasías. Ese tipo de naturaleza de las cosas, es muy mal visto dentro de la comunidad y, de detectarse, provoca el inmediato repudio y rechazo. Ha sucedido y, sucede habitualmente que hombres contraten prostitutas o similares para simular una relación estable y, sumarse a fantásticas orgías. Claro que esto si es tranzado dentro de esas premisas, suele auto delatarse casi de inmediato. Los auténticos swingers, suelen ser personas con un pensamiento libre y determinada agudeza en cuanto a la inteligencia aplicada. No son ingenuos y tienen muy clara la perspectiva con que son vistos desde fuera del redil.

Nos pusimos en marcha inmediatamente con los trámites, visitamos la agencia que organizaba el crucero, para lo cual debimos viajar a Buenos Aires e, internamente necesitamos provocar coartadas para justificar nuestra ausencia entre familia, amigos, socios comerciales y, en mi caso marido cornudo e hijos confiados.

El ocho de mayo era la partida del avión que nos llevaría desde Buenos Aires al aeropuerto internacional de Fort Lauderdale.

El plan de viaje incluía la bienvenida por personal de la agencia, alojamiento en un hotel de cuatro o, cinco estrellas cercano a la estación marítima desde donde debíamos embarcar, transporte terrestre y, del momento que bajáramos del avión, absolutamente todos los gastos de alojamiento, alimentación y esparcimiento normales, estarían cubiertos, del mismo modo que durante todo el trayecto del crucero, salvo las compras en el centro comercial del barco y, los juegos de azar en sus dos casinos a bordo.

Durante esas semanas previas, establecimos contactos por Internet con gente que Alicia nos fue presentando y, el plan era que estábamos identificadas en la “congregación” como bisexuales curiosas; Requisito fundamental para cumplir con algunos rigores de membresía provisional.

Todo era emocionante y novedoso. Cada noche desde nuestras notebook, entrábamos en chateos muy calientes mediante un sistema que es conocido como Pal Talk en el que los inscriptos dentro de un canal específico, suelen chatear por cámara desnudos u ofrecen algún cyber show de alta explicidad.

Llegó el día de la partida y viajamos juntas a Buenos Aires para tomar el vuelo de American Air Lines. Previamente nos pusimos de acuerdo en no cargar maletas, sino un humilde bolso con lo elemental y, luego hacer las compras accesorias en USA. Esperábamos que en Ezeiza pudiésemos identificar a otras parejas o pasajeros registrados en el mismo tour, pero nos fue imposible. El avión partió completo y, al arribar a nuestro primer destino, fuimos recibidas por una monísima azafata de habla hispana con un dulce acento caribeño llamada Lucy. La organización era visiblemente perfecta y, acorde al precio y categoría previsto. Conocía nuestros nombres, quehaceres y otros detalles proporcionados en un formulario que llenamos en Buenos Aires al iniciar nuestros trámites. Inmediatamente abordamos el asiento trasero de un limo y nos llevó hasta el hotel. Cuando preguntamos si éramos las únicas personas del vuelo relacionadas con este tour, nos dio un rotundo no y, que cada pareja tenía asignada una guía anfitriona. Que luego, nos conoceríamos esa misma tarde, después del descanso reparador en el hotel, con el resto de las personas en ocasión de que se nos trasladaría con una mini combi hasta el lugar de embarque. Que hagamos de cuenta que ya estábamos en el crucero y ella, (Lucy), nos proveería de cualquier cosa que deseáramos. Acentuando el “cualquier cosa” con una sonrisa y mirada picaresca y que daba lugar a interpretaciones libres que, por supuesto y, como era de esperar, Ethel dio vuelo a sus más ocultos y escabrosos pensamientos y yo, a los míos que podrían considerarse algo más lineales.

Rosa azul

… Esto sigue en su segunda parte.

 

 

 

Diario Personal de Rosa Azul

Estos son los relatos que integran el Diario personal de Rosa azul, donde no hace llegar algunas de sus vivencias. Desde la vivida junto a Juan, hasta las fabulosas aventuras junto con su amiga en un crucero swinger. Además, nos hace la narración de un largo viaje en el que conoció a una enigmática chica.

Ir a la historia prohibida




Poco a poco, cada vez hay más relatos porque poco a poco os vais animando a escribirlos y a enviarlos para compartirlos. A lo mejor, tienes cosas que contar y que te apetece compartir, pues este es el sitio. Si lo deseáis, puedes enviar tu relato a la dirección que figura en este enlace enviar relatos prohibidos

Y si lo que quieres es copiar algún relato y compartirlo en tu sitio, o en otro, no olvides copiar y pegar también el enlace de donde lo has obtenido. y el nombre del autor, no cuesta nada y es de justicia.

Y si estás interesado en adquirir esta página, debes de saber que está en venta. Si tienes interés, puedes contactar con nosotros aquí.