Esta web utiliza cookies, puedes ver nuestra la política de cookies, aquí Si continuas navegando estás aceptándola
Política de cookies +
La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Con Andrea y mi jefe
ADVERTENCIA: Esta página contiene textos, imágenes o enlaces que pudieran ser considerados no apropiados para personas menores de la edad legal. Por eso se hace esta advertencia. El contenido de los mismos es evidentemente "para adultos" y de contenido explícitamente sexual por lo que, hecha esta advertencia, si finalmente decides continuar, lo haces bajo tu única y exclusiva responsabilidad. No se obliga a entrar, es más, se recomienda que aquellas personas que puedan sentirse molestas, o incluso ofendidas, con el contenido de lo que aquí aparece, que se abstengan de hacerlo.

Con el paso del tiempo mi complicidad con Andrea fue aumentando. Pasamos de vernos de forma esporádica a ir de compras con frecuencia y a estar juntas cuando las obligaciones, y las ocasiones, lo permitían. Siempre que alguna estaba sola la otra le hacía una visita y acabábamos inevitablemente en la cama comiéndonos mutuamente. Yo estaba encantada con esta relación lésbica y además, Andrea tenía una lengua fabulosa que me llevaba siempre a las nubes y yo intentaba corresponderla provocándole intensos orgasmos. Algunas veces fantaseábamos hablando de incluir a los maridos en nuestros juegos pero la ocasión para que eso sucediera parecía no poder darse.

Una de las veces que comimos juntos, cerca de mi oficina, volvimos hablar en incluir los respectivos cónyuges y en un determinado momento de la conversación Andrea propuso ir de compras a un sex shop.

Fuimos a uno que había en una calle cercana, nos paramos en la puerta, nos miramos la una a la otra y nos sonreímos entre excitadas, pícaras y nerviosas. Entramos y nos fuimos a los estantes en busca de lo que queríamos. Compramos un par de tapones anales, un enorme consolador de suave látex de color negro, y unas pinzas para los pezones. Durante el tiempo que estuvimos en aquella tienda recibimos un par de invitaciones para pasar la tarde. Las rechazamos educadamente pero sin descartar volver.

Salíamos de la tienda cuando mi jefe se cruzó con nosotras.

―¿Quién es tu amiga tan guapa? ―me preguntó con una amplia interesándose por Andrea. Se la presenté, se intercambiaron un par de besos y nos invitó a un café. Carlos parecía fascinado por mi amiga Andrea por lo que antes de despedirnos acordamos comer los tres juntos un día de la siguiente semana. Esa noche Andrea me llamó por teléfono y hablamos de Carlos y me confesó que para ella, con lo que yo le había ya contado y lo que había visto ese día, las cosas que yo le había dicho cobraban sentido para ella.

El jueves Carlos y yo nos quedamos solos en la oficina, como siempre me llamó al despacho y al entrar me lo encontré haciéndose una paja con los pantalones bajados

―Maika, chúpamela como quieras necesito descargar mi cargamento, si no mañana correré demasiado pronto. Me arrodillé delante de él y me sentí asaltada por aquella polla que desde la semana anterior no tocaba.

―Trágala toda, Maika.

Lo intenté hacer y tras unos cuantos intentos y casi ahogamientos lo acabé por conseguir.

Al poco me hizo levantar y me hizo inclinar hacía delante con las manos en los brazos del sillón. Después de levantarme la falda me dio una palmada en el culo y le oí escupir, supuse que en la polla, que me metió sin prisa. Eso me provocó algún dolor, como si fuera la primera vez. Una vez dentro y de moverse un poco dentro se quedó quieto me mandó moverme para que fuera yo quien hiciera el trabajo. Pasó la mano por delante buscando entre los muslos y comenzó a masajearme el clítoris. Ya estaba a punto de correrme cuando la sacó de dentro de mí y me hizo a poner de rodillas.

―Chupa puta.

Me lo tragué todo otra vez hasta la garganta.

―¿Qué estás haciendo con tu amiga en el sex shop? ―peguntó sin dejar de empujarme la polla dentro de la boca provocándome arcadas y ahogos.

―Me parece que vosotras dos sois unas putas que se follan todo lo que mueve ―continuó diciéndome sin dejar de moverse dentro de mi boca y agarrándome por el pelo.

―Date la vuelta putilla que quiero follar otra vez ese culo.

Me di la vuelta y metió aquella polla en mi culo hasta llenarlo de su esperma caliente. Después de descargar no la sacó― Espera que aún no hemos terminado.

No comprendí lo que sucedía pero me quedé inmóvil y al contrario de lo que era habitual, el pene no se quedó blando manteniéndose duro y yo con el culo lleno de su corrida.

― ¿Qué estás haciendo Carlos?

―¿Cállate puta o es que quieres ensuciar el suelo?

Al sacarla, un chorro de esperma salió de dentro de mí mojando el suelo y mis medias

―¿No ves lo que has hecho puta?

Abrió la cartera y extrajo un par de billetes de cincuenta euros― Cómprate otras medias de camino a tu y no te olvides de limpiar el suelo antes de salir.

Me sentí como una puta y salí del despacho después de quitarme las medias empapadas y fui a buscar el cubo y la fregona.

―Eres una putita desvergonzada y sé que te gustó lo que hicimos.

Al mirarlo desvió su mirada y no dijo nada más.

De camino a casa rememoré lo que había pasado esa tarde y me noté sonreír. En cabrón de mi jefe había estado muy bien y me gustó lo que me hizo.

Al día siguiente salimos a comer y nos encontramos con Andrea que se unió a nosotros conforme lo acordado. Aprovechando que su mujer estaba fuera visitando a sus padres fuimos a su casa. Nos preparó unas bebidas y nos llevó a conocer la casa. De regreso al salón y sin ningún reparo ni oposición comenzó a manosearme. Nos propuso que jugáramos un poco entre las dos porque nunca había visto a dos mujeres teniendo sexo entre ellas.

Me acerqué a Andrea, le quité la camiseta y le aflojé el sujetador empezando a amasar y chuparle esos pezones tan lindos. Ella se recostó en el sofá y aproveché para quitarle los pantalones. Me incliné en medio de aquellas piernas lamiendo aquel coñito tan apetecible y que yo deseaba tanto como la mejor polla. Mientras tanto Carlos se había desnudado y se masajeaba la polla con la mano mientras le mirábamos.

Me recoloqué encima de Andrea haciendo el 69 y tras un buen rato de besos, lametones, caricias, mordisquitos y muchos dedos penetrando nos corrimos al unísono cada una en la boca de la otra.

Al ver nuestros orgasmos Carlos se acercó y nos dio la polla a chupar. Yo le di un beso ruidoso en medio de la punta y pronto entre las dos nos íbamos turnando para chupársela.

― Maika, lámeme el culo que quiero ver si tu amiga chupa también como tú.

Mientras Andrea se la chupaba pasé detrás de mi jefe para meterle la lengua en el culo. Andrea chupaba sofocada mientras yo continuaba lamiendo aquel culo recientemente depilado. Cuando noté que sus gemidos iban en aumento le introduje un dedo en el ano y lo penetré lo que le provocó una eyaculación monumental en la boca de Andrea que mantuvo gran parte en la boca. Se acercó a mí y me besó dándome parte del esperma que todavía mantenía en la boca. Carlos se unió a nosotros en esos besos de lenguas y compartió su propio esperma.

Fuimos a la habitación y volvimos a chuparle hasta que se puso tieso y duro otra vez. Mientras Andrea se dedicaba con entusiasmo a chuparle las bolas yo me esmeraba en devolverle vida a aquella polla. Cuando logaremos nuestro propósito Andrea se sentó encima de él cabalgándolo mientras yo le palpaba las bolas acariciándolas y apretándolas suavemente. Pero quería más acción y opté por sentarme en la boca de él y no se hizo de rogar haciéndome tal vez la mejor comida. Andrea se agachó un poco y me chupó los pezones. Poco después cambiamos de posición conmigo empalada en la polla del jefe y Andrea recibiendo los favores de su boca.

Carlos no tardó en correrse en mi coño y luego ordenó a Andrea limpiarle el pene algo que ella hizo sin más reparos. Después de acabar su tarea, Carlos le señaló mi coño que lamió para limpiarlo aprovechando para meterme sus deditos que ababa embadurnados con el esperma de mi jefe que se chupaba con expresión golosa.

Al irnos y tras salir por la puerta miré a Andrea y nos besábamos cómplices por lo que acabábamos de hacer. Tenemos otro secreto, traicionamos a nuestros maridos con mi jefe y nos encantó. Durante el viaje, una pensativa Andrea me preguntó si Carlos no necesitaría de nadie más para trabajar con él.

Besos Maika.

 

 

Historia de Maika

Maika es una hermosa madrileña morena de cincuenta y dos años que cuenta, en forma de relato, alguna de sus aventuras sexuales de dos décadas atrás cuando descubrió una parte de su sexualidad que desconocía de la que aún disfruta.

Ir a la historia prohibida




Poco a poco, cada vez hay más relatos porque poco a poco os vais animando a escribirlos y a enviarlos para compartirlos. A lo mejor, tienes cosas que contar y que te apetece compartir, pues este es el sitio. Si lo deseáis, puedes enviar tu relato a la dirección que figura en este enlace enviar relatos prohibidos

Y si lo que quieres es copiar algún relato y compartirlo en tu sitio, o en otro, no olvides copiar y pegar también el enlace de donde lo has obtenido. y el nombre del autor, no cuesta nada y es de justicia.

Y si estás interesado en adquirir esta página, debes de saber que está en venta. Si tienes interés, puedes contactar con nosotros aquí.