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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Contratada para desvirgar
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Hola, mi nombre es Kristina y soy prostituta. Soy relativamente alta, de piel blanca y con aversión a tomar el sol, cabello castaño claro largo y liso, soy tetona y en los anuncios digo que tengo cara de muñeca, y nadie hasta hoy dijo que no fuera cierto.

Llevo más de seis meses en el negocio y puede decirse que me consideran una buena profesional. Para algunas personas puede parecer poco tiempo pero para mí ha sido una eternidad. Han sido muchos los hombres que ha usado de mi cuerpo y confieso que me lo he pasado bien pero solo a veces. En otras me fue todo indiferente y acabé fingiendo el orgasmo. También he tenido momentos extremos que prefiero olvidar.

No les voy a contar todos los servicios que he hecho porque mucho van a ser sin gracia, otros solo rápidos encuentros con hombres que solo querían metérmela, correrse, quitarse el condón, ducharse, pagarme e irse. Esos eran muy buenos para ingresar, en una ocasión sumé ocho polvos el mismo día ¡tuve ocho pollas diferentes dentro de mi coño! Regresé a casa con la vagina en carne viva pero la cartera repleta de dinero.

Pero también me sucedieron cosas muy extrañas que yo misma, si no las hubiera vivido y si alguien me las contara, diría que eran mentiras. Y es una de esas situaciones que les voy a contar y quien quiera creer que crea.

En una ocasión recibí la llamada de una persona que decía querer sólo hablar conmigo. Esa persona denotaba cierto nivel cultural, por la forma de hablar y los términos empleados pero me pareció algo extraño y rechacé la oferta. Pero la persona insistió y dijo que pagaría el doble de la tarifa sólo para hablar. Acepté y llena de desconfianza fui a su encuentro en un bar de mi ciudad. Nada más entrar, un señor cercano a los cincuenta años y bien vestido de traje y corbata, sentado en una mesa en una esquina, me hizo señas. Me acerqué, extendí la mano y me presenté— Un placer, soy Kristina.

El señor contestó amablemente a mi saludo estrechando con fuerza mí mano— Igualmente, soy Pablo.

Me miró inquisitivo recorriendo con mirada penetrante todo mi cuerpo, de la cabeza a los píes. Me resuelto incómodo pero parecía que lo que vio le gustó y sacó del bolsillo de su americana un sobre con billetes conteniendo lo acordado, lo colocó sobre la mesa frente a mí y preguntó si me apetecía comer o beber algo, pedí un Martini.

Esperamos a ser atendidos para empezar la conversación—Kristina, un amigo me habló de ti y me parece que eres exactamente la persona que busco.

Esa frase me animó y llegué a pensar que después vendría la oferta de un empleo decente, así que pregunté—¿Buscar para qué?

Él tomo aire con fuerza, se irguió apoyando la espalda contra el respaldo de la silla, dio un trago grande de su bebida, se detuvo unos momentos como buscando las palabras.

—Es mi hijo, empieza este año la universidad y todavía es virgen.

Hice una pregunta estúpida siendo yo una puta—¿Y para qué me necesita?

—¿Te pagaré el doble por intentarlo y otro tanto si lo consigues desvirgar.

Me quedé muda de la sorpresa por lo inusitado de la propuesta. Recordé a un cliente que iba conmigo a un motel y me pedía que me quedara solo en bragas, sujetador y zapatos de tacón alto. Solo besaba mis pies, dedos, lamía mis zapatos, luego se bajaba el pantalón y la ropa interior y se sentaba en la cama pidiéndome que le pisara en el muslo y acariciara su pene con el zapato. Después masturbaba olfateando mi coño, mientras con la otra mano acariciaba mi pierna. Se corría en su mano, se limpiaba con papel higiénico, me daba las gracias, pagaba y se iba.

Acepté la propuesta y al día siguiente me encontré a Pablo y su hijo, Pablito. El chico era gordo, probablemente de más de cien kilos, más bajito que yo que yo y además, el tacón de mis zapatos aumentaba la diferencia. La cara tenía una expresión extraña en la que destacaban dos inmensos ojos azules que me miraban tímidos. El pelo muy recortado le hacía la cara aún más redonda de lo que ya era.

El chico me gustó, tal vez por follar con alguien que lo hace por primera vez o por aparentar maneras de señora de la alta sociedad. No tengo cara de mujer de la vida, muchos clientes dicen que me parezco una vecina, la esposa de un conocido o una de tantas esposas o madres con las que ellos fantasean follar.

El padre ya lo tenía todo preparado y meticulosamente planificado. Me dio un sobre y llamó un taxi. Habló con el conductor, abrió la puerta para mí y entré, Pablo empujó a su hijo dentro del taxi y cuando entró el vehículo se balanceó por la corpulencia del muchacho. Durante el trayecto el silencio fue total, supongo que porque el chico era muy tímido.

Tomé el sobre, lo abrí mi mire dentro, había una buena cantidad de dinero y una nota—El dinero es para los taxis y la habitación, lo que queda es para ti. Os esperaré en el mismo lugar y si lo haces te daré lo prometido —Y firmaba con su nombre.

—Las cosas que puede hacer un padre por su hijo —pensé para mi interior.

Llegamos a un motel, pagué al taxi y cogí una habitación. El chico estaba como paralizado en medio de la habitación. Para romper el hielo le dije que se sentara en la cama. Normalmente, para poder soportar este tipo de vida, acostumbro a buscar en mis clientes algo que me motive y me excite, en Pablito fue mirada pura y se expresión sincera lo que encontré.

Conecté la televisión y sintonicé un canal con una película porno, quité el sonido de la tele y puse la música de ambiente buscando un canal con música sensual. Comencé a bailar para él lentamente, moviéndome voluptuosamente frente a Pablito y buscando resaltar mis senos voluminosos, mis firmes caderas y mis largas piernas. Al principio, fue todo muy profesional buscando el dinero de la gratificación, pero pasados unos minutos comencé a notar como mi coñito se humedecía de excitación. Fui bajando los hombros de mi vestido, desnudando los hombros y revelando el delicado sujetador, cuyo color negro contrastaba con la blancura de la piel de mi cuello y del vientre.

Siguiendo el ritmo de la música empecé a levantar el vestido, mostrando mis firmes muslos y el liguero. Subiendo más lentamente acabé mostrando ahora la tanga roja de hilo dental. Siempre bailando, me movía girando y moviendo mi culito lleno y duro y el pequeño triángulo de lycra que se estiraba y ocultaba el centro de mi culo.

Me quité el vestido y mire a Pablito que con los ojos abiertos no parpadeaba, Me quité los zapatos de tacón alto de color negro, de uno en uno. Luego fui quitando mi liguero y enrollando lentamente y hacia abajo cada media oscura y transparente.

Le di un beso que él devolvió de forma torpe y ardorosa. Hice que se levantara, desabotoné y le saqué su camisa. Intenté en vano soltarle el cinturón. Pablito apresuradamente, se sacó los zapatos sin agacharse pisando en los talones. Se bajó él mismo los pantalones y con una agilidad sorprendente se quitó los calcetines y luego su slip blanco. Desnudo el muchacho parecía estar más gordo todavía, profundos pliegues le hacían enormes michelines en el abdomen. Miré a su pene le vi con la cabeza hinchada, escondida pliegues de piel y vello rizado.. Tuve que estirar la mano para atraparlo y lo note duro como una piedra. Lo miré en mi mano y vi que era una polla gruesa y de buen tamaño. Tomé un preservativo, me arrodillé y se lo coloqué cubriéndole solo la cabeza de la polla. Acerqué la boca y con los labios, desenrollé hasta la mitad de la polla, hasta que mi frente tropezó en la barriga. Acabé de colocárselo con la mano sintiendo la polla palpitar. En ese momento tuve la sensación de que el trabajo iba a ser fácil.

Comencé por chupársela y el chico empezó a gemir y a moverse empujando en mi boca. Paré con miedo a estropear el trabajo porque si se corrí antes de tiempo no podría desvirgarle según lo acordado con su padre.

Le hice acostarse sobre la cama y después de quitarme las bragas me puse encima. La posición era muy incómoda porque para quedar de cuclillas tuve que separar mucho las piernas para poder abarcar toda la anchura de su cintura. Con dificultad tomé su polla y metiéndomela fui bajando. Al principio su cabezota entró algo forzada pero un miembro grueso bajo control siempre es muy placentero. Dejé todo mi peso bajar hasta la mitad e inicié un sube y baja mientras Pablito gemía de placer. Fui dejándome bajar y su polla entraba más y más, y entonces descubrí que era mucho más larga de lo que había creído al principio. Su auténtico tamaño estaba escondido y embutido en la barriga.

La posición en la que estábamos me resultaba agotadora y decidí cambiar. Me puse de espaldas con una almohada debajo del culo, separé las piernas y le pedí que se pusiera encima. ¡Pésima decisión! La polla de Pablito entró aún más y el peso de su barriga me presionaba en el vientre haciéndome sentir penetrada y aplastada por completo. Normalmente consigo controlar esto en un servicio, pero en aquella ocasión estaba totalmente inmovilizada. Y me era difícil incluso para respirar. Pedí al chico que me dejar mover un poco mientras intentaba inútilmente empujar contras su pecho con las dos manos. Miré a su cara y vi la expresión de quien estaba viviendo un sueño, como si no creyera que estaba follando con una mujer. El cambio de postura fue solo un alivio momentáneo. Levanté más las piernas y apenas se las apoyé en los hombros me la metió nuevamente. En esa posición, su pene penetró más profundamente aún, con la barriga empujando contra la parte trasera de mis muslos. Y luego Pablito empezó a empujar mucho más rápido, medio gimiendo y medio bufando. Me besó apresuradamente soltando gruñidos. Como pude empecé a mover las caderas y apenas comencé a hacerlo noté como gozaba al correrse y dejaba caer su corpachón sobre el mi cuerpo. Me volví a sentir aplastada mientras notaba dentro de mí como su pene se iba deshinchando con cada latido. Pablito sacó la polla de dentro de mí y, noté que el condón estaba lleno de semen, con el depósito de la punta colgando debido al peso del esperma. Pensé incluso en llevárselo al padre como prueba del trabajo bien hecho.

Con no mucho clientes tengo orgasmos, la mayoría de las veces simplemente los simulo. Como esta era la primera vez del niño, no entendí correcto que tuviera un falso recuerdo de su iniciación así que le propuse repetir. Ya que la última posición había sido la menos incómoda y la más placentera, le calcé un nuevo condón y le invité a metérmela. Esta vez logré satisfacerme bastante; soy puta pero me gusta gozar.

Después de ducharnos, regresamos al lugar donde nos esperaba el padre que me recompensó generosamente. No he vuelto a saber de ninguno de los dos pero ahora recibo llamadas de hombres de mediana edad con buena posición social que me remuneran excelentemente por mis servicios de puta.

Nina.

Otro relato ...




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