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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Decisión infame
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Nos juntamos en la casona de los papás para aquel verano; de ahí no íbamos a un cercano complejo turístico a píe, con todas las comodidades para pasar los días y de noche volvíamos a la casona a cenar y dormir con  nuestros viejos. Éramos unos catorce en total y con orden, colchones en el piso y etc. Nos las arreglábamos bien. Entre ellos estaba Lola (nombre obvio) con sus 16 añitos pero con nuestra genética. Era grandecita teniendo esa condición voluptuosa y con su edad adivinaba que, generaba con los hombres poniéndose estridente en su conducta. Rubia, cabello largo, lindas piernas, buena cola, pechitos incipientes, piel blanca y bikini negro eran esa combinación que hacía que más de un chico, y grandecito también, revoloteara alrededor de ella en el complejo.

Una noche en la cena se sentó a mi lado, pidiéndome —No me alcanzas un pedazo de pan, tiiito.

Obedecí con un— Como no, linda.

Ella lo tomó, dándome las gracias con una más que sugestiva sonriente mirada. Pensé que tenía que dejar de pensamientos ridículos siendo un tío cuarentón, con una sobrina que veía poco y me gustaba mucho. Un par de veces se movió en la mesa para hablar o alcanzar algo y pude ver  su cola de costado, ya que su bikini se hundía en las nalgas. Esa noche me acosté pensando lo mujer que era, su sonrisa, sus tetitas, sus nalgas y su andar entre inocente y provocador.

Al otro día, cuando retornamos del complejo, y después de haberla mirado todo el día, nos dimos cuenta de unos olvidos y con ella volví a buscar lo olvidado. Regresando  con los artículos, tomamos un camino diferente como diversión, llegó el momento que no pude más, íbamos subiendo una pequeña cuesta y su culo quedó en mi en el cara,  la besé en una nalga y ella  dio vuelta con la cara sorprendida.

— ¿Qué haces?

La tomé de los brazos y con los labios casi tocándosenos le dije cuanto me gustaba y que me tenía loco. Se soltó de mis manos y queriendo volver  a atraparla caí acariciando sus piernas. Grité su nombre para que volviera, quería pedirle perdón de rodillas. Me di cuenta de lo que había hecho y lo que vendría. Merodeé la casa tratando de prepararme para lo peor o salir rajando. No parecía nada alterado y con la decisión de negar todo y hacerme el ofendido volví a la casona.

—Ya no estás para ciertos trotes— dijo mi cuñada.

—Lola dice que corrieron una carrera, hace rato llegó.

Sonreí aprobando y fuí al baño, de camino la crucé y me miró por unos segundos con odio y cuando bajó la testa sonrió. Que hija de puta pensé. A la noche, en la ronda, sentí su mirada sobradora y teniéndola enfrente cruzó sus piernas acariciando las nalgas en forma bien disimulada. Yo explotaba de rabia y calentura, no sabía si me sobraba, si era venganza o en su inocencia no tenia noción de lo que hacía.

No podía dormirme y a la madrugada salí a caminar, no podía acomodar pensamientos ni sentimientos, al volver la encontré recostada a un árbol. Tenía toda una pose de provocación, una pierna adelantada, un dedo en la boca chupándolo que tapaba parte de la sonrisa triunfante. Me disculpé por lo sucedido agradeciéndole que no hubiera hecho dicho nada y me dispuse a seguir mi camino.

—¿Sos puto?—escuché a mis espaldas.

Ahí estaba la pendeja soñada, servida en apariencia pero no sé si ella sabía lo que hacía y en mi condición madura era yo quien tenía la decisión de una pendeja febril pero equivocada. No resistí y me abalancé sobre ella, por un segundo recordé que era una criatura y la besé lenta pero intensamente hasta meter mi lengua en su joven y fresca boca y escuchar como gemía al tiempo que mis manos recorrieron su soñado cuerpo y se deleitaron con sus duras carnes y escarbé entre piernas que se cerraron dándome la pauta de su virginidad. Descubrí sus pechos y ella me miró pidiendo mi lengua en ellos, los saboreé como nunca, pezones duros y saltaditos y mis manos en su cola. Bajé con mi lengua por su estomago hasta empezar a desatar el lateral de su bikini.

— ¿Qué vas a hacer?—Me preguntó.

—Tené confianza, amor —Rogué.

Le chupé la conchita perdiendo mi cara dentro de sus muslitos sobresalientes que intentaban proteger la invicta vagina, entre gemidos y temblores de piernas, sentí sus jugos a raudales y los bebí todo. Tenia la pija al palo y se la hice tocar mientras la volví a besar.

—No lo hagas me vas a lastimar —Sollozó.

No había forma de marcha atrás sin separar las bocas. Le hice una toma tirándola al piso.

—No, no mira que grito —Susurré.

La punteé un poquito hasta el himen y de golpe ¡zas! adentro. Se retorció clavando sus uñas en mi espalda y dientes en mi clavícula mientras yo sentía su cálida sangre en mi verga y al cabo de unos segundos empecé a bombear apreciando y excitándome con sus gimoteos y ruegos de basta ya. La ponderé por lo hermosa y divina por darme ese momento sagrado y la besé hasta eyacular fuera de ella.

Cuando empezamos a vestirnos me dijo que no le había gustado, que era un bruto y que no me vería más. Solo callé y emprendí el camino de retorno, ella me abrazó de atrás y parando mi marcha y me besó la oreja diciendo— Puto, que lindo que te desvirgue el macho que te gusta.

Hemos vuelto a tener encuentros como reeditando aquella noche y aunque ella ya es una mujer a veces no puedo evitar sentir que tome una decisión infame.

ADRO

Otro relato ...

 

 

 

 




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