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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Desmedida curiosidad
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Solo había sido un padre biológico para mi progenitor; de todas maneras y con la anuencia de mamá al morir su suegra, decidieron traerlo a casa a vivir en el departamento del fondo. Con mi abuelo nos habíamos visto solo en formas ocasionales dado que papá tanto con sus padres y cuatro hermanos no tenían un trato familiar, de hecho a la gran mayoría de mis primos no los conocía y muchos aseguraban que mamá era la culpable de la separación del más chico y olvidado de los hermanos aunque papá me contaba lo contrario. Fue así que el abuelo vino a parar a casa, con sus setenta o algo así a cuestas relativamente bien llevados.

En casa trabajábamos todos y yo también estudiaba, era de esa manera que con mis veintitrés años no tenía ni quería novio. Rubia con trigueño bronceado, cara entre lo pasable y linda gracias a mis ojazos verdes, con buenas piernas, cola prominente, buenas lolas, frescura al andar y una sonrisa casi permanente. Digamos que llamaba la atención pero del cuello para abajo más que nada y la clase de cuartuda que buscan los tipos para apoyar en el colectivo.

La rutina de él era cada tanto comer con nosotros aunque mayormente prefería estar solo. Las veces que estaba sociable lo interrogaba sobre mi familia paterna y aunque a veces notaba sus mentiras me gustaba escucharlo.

Las tareas del hogar no tenían nombre, el que estaba las hacía y punto. Una tarde de esas estaba limpiando bajo el mueble vitriado, tenía puesta una calzas negras ajustadísimas y una solera roja. Compenetrada en lo mío al cabo de unos minutos observé por reflejo de un vidrio a mi abuelo observándome, quedé estupefacta por unos segundos ya que me pareció que su mirada no era de cariño filial necesariamente. Me di vuelta algo enojada pero al hacerlo ya no estaba mas en el patio que era de donde me miraba. Fui hasta el patio y vi como antes de entrar al departamento bajaba la testa, me pareció con algo de lógica que tenía culpa. Fui a golpearle la puerta decidida a darle una lección; me levanté las calzas tanto que se me notaban los labios de la vagina y con mis manos estire el escote del solero. Salió entre temeroso y fingiendo asombro

―¿Pasa algo? ― Pregunté.

―No nada-― Titubeo

― Perdón pensé que estabas en el patio…

No pudo evitar bajar la mirada y casi lo puteo pero en el fondo yo era la culpable.

― Si necesitas algo decímelo por favor.

Y me di vuelta caminando hacia la casa sabiendo que miraba mi revoleada de culo. De noche quedé entre la intriga y el temor y si era un degenerado. Después de todo no sabíamos nada de él y por otro lado me consideré una suerte de irresistible que era capaz de desestabilizar una persona mayor de mi propia sangre.

Dos días después quedamos solos y me puse una minifalda de locos que pese a mi edad mama me la prohibía en su presencia. Me puse a limpiar ventanas levantándome al máximo, calculando que me miraría desde el fondo. Después de un rato, con la excusa de unos mates le fui a pedir que me acompañara, cedió y en la cocina preparando el mate me agaché y estiré imaginando el deleite de sus ojos ya que debajo solo tenía una tanga negra. Me senté frente a él cruzando mis piernas y charlamos con sus miradas escapadas.

― Me tengo que ir.

Dijo levantándose y ahí noté su bulto de pene bastante erecto al margen de un buen tamaño; quedé sola con una sensación de culpa, triunfo, miseria, que se yo. No sabía que me pasaba así que decidí investigarlo y fui a verlo, sin abrir la puerta me dijo que necesitaba descansar, estaba como agitado y para mi vanagloria pensé que se masturbaba conmigo. Insistí en que me abriera pese a todo no lo hizo y desistí en mi lucha volviendo a la casa fastidiada porque en el fondo, quise escuchar de su boca que estaba loco por mí, que mi cuerpo podía hasta con el pudor de mi propio abuelo; una chiquilinada pero en ese momento se me antojó necesaria ya que si él era capaz de mirarme ¿Cuál era el problema de probarme a mi misma hasta donde llegaría yo? ¿No habría algo de genes en esto? Qué locura por Dios.

A la noche cenamos todos juntos, después miramos un programa de informes y como la luz siempre la apagábamos con la idea de preguntarle algo del veterano presentador le puse una mano en su pierna; sonrió y me contestó sin sacar la mirada de la tv; estaba en el límite y crucé mi pierna aprovechando el mantel largo, dejándola casi hasta las nalgas al descubierto pero para mi decepción no pasó más allá de algunas miradas. Esa noche me dormí furiosa masturbándome con él; en tres días quedaríamos solos de nuevo y pensaba en sacármelo de la cabeza, al fin de cuentas si quería enloquecer viejos me sobraba pasta y candidatos. Estuve pendiente de él con todo el disimulo que correspondía, fingí frialdad y recibí la misma repuesta de su parte eso me enloquecía mas y trataba de cuidarme mucho; Mamá es muy perceptiva y papá observador pero contaba con su confianza y un tiempo para descubrir cuál era mi curiosidad.

―No somos moneditas de oro para que nos quieran todos― dijo en acotación no sé a qué pero yo escuché un mensaje para mí o al menos así me parecía.

Quedamos solos y no lo había visto en todo la mañana cuando lo llamé por su nombre, apareció para mi sorpresa a los pocos minutos en la cocina preguntando si me pasaba algo-

― No te había visto y quería saber si a vos te pasaba algo.

Tenía puesto un vestido negro enterizo, corto y escotado de espalda descubierta, un manifiesto hacia él que parecía indiferente y decidí avanzar-

― ¿Querés decirme algo, cómo qué?

―No se, pareciera que me esquivas ¿Puedo decir lo mismo?.

―Mentirías―-contesté―Yo quiero estar con vos

Puse una mano en la cintura adelantando una pierna y respiré hondo.

―Yo sueño con ello―contesto bajando la vista.

― Pero imagínate soy tu abuelo y me confundo con el sueño de tener una criatura como vos en mis brazos y a mi edad.

No pude más, el ganó y que tanto, tomé mi vestido de la cintura y tirando hacia arriba me lo saqué quedando en tetas y tanga a su vista; me di vuelta rumbo al dormitorio con una sentencia.

― Basta ya; si te gusto cerrá la puerta y vení, por favor te lo pido.

Me tiré boca abajo en la cama con las piernas abiertas; entró y empezó a desvestirse mientras me decía

―Ay mamita.

Me besó las piernas y me dio vuelta buscando mis labios; lo hizo despacio pero intenso, me senté en la cama y nos abrazamos, tenía la piel seca y arrugada con unas manos ultra inquietas pero bien manejadas. Me sacó la tanga haciéndome parar y abrir bien las piernas. Se arrodilló metiendo su cara en mi entrepierna y comenzó a lamer mi clítoris con una maestría increíble. Me toqué las tetas hasta que al poco tiempo le dije que me tomara la acabada la cual pondero por su sabor. Lo levanté para besarlo y empecé a bajar, tetillas secas, caídas, pancita peluda, ombligo y una pija que se iba endureciendo con mi lengua, la pasé por toda mi cara y con lengua bajo el glande chupé su afrecho para saborearle los huevos y el solo me indicó el camino levantando las piernas para que mi boca buscara su culo.

Me puso boca arriba y me montó penetrándome a pija pelada y moviéndose muy bien; quise protestar por el no uso de condón. Me miró fijo y sentenció.

― Hembra cuando su macho la coge usted calla y disfruta.

Así pasaba, para mí era el descubrimiento de lo prohibido y un sentido en ello; para él una puta más en su cama. Yo hacía el amor y él me cogía hasta como haciéndome un favor. Se contorneó con maestría me calzó de las nalgas y empezó a largar el semen; jadeó con un gimoteo y me pidió que me quedara quieta, que manera de acabar, sonrió y salió de arriba mío para acariciar mi pierna y mirar con malicia su leche colgando de mis labios vaginales. La levantó con el dedo y la puso en mi boca; lo miré con desprecio y el sonrió con cinismo.

― Si no aguantas un macho verdadero no te metas conmigo, tenés un cuerpo digno de ser bien usado.

Me tomó de la mano y fuimos al baño, se hizo lavar la pija mientras me babeaba el cuello y muy despacio me metió el dedo en el culo para después chuparlo, lo que en otra oportunidad me hubiera resultado asqueroso, en su mirada me pareció ver devoción hacia un túnel de descontrol que solo conocía en mis fantasías.

― Te puedo llevar a un éxtasis que desconoces

― No― conteste y le pedí que se fuera

Se llevó mi tanga como trofeo según él y oliéndola se despidió con un hasta cuando quieras. Cerré la puerta y me recosté en ella confundida no sabía si por arrepentimiento o por sentir que en un punto me había adueñado de él ya que inmediatamente empecé a imaginar que podían pasar más cosas.

ADRO

 

 

Desmedida curiosidad

Una joven rubia con trigueño bronceado, cara entre lo pasable y linda gracias a sus ojazos verdes, con buenas piernas, cola prominente, buenas lolas, frescura al andar y una sonrisa casi permanente acaba sucumbiendo a la morbosa y desmedida curiosidad que le hace entregarse a una persona de bastante más edad.

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