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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Empalada
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Querido Bedri:

Hace tiempo que te hablé de aquel jugador de baloncesto al que conocí en un evento en el que ninguno de los dos estaba de buen grado. Él  porque lo tenía que hacer por contrato y yo porque acompañaba a una eventual pareja que me había pedido que le acompañara, supongo que para lucirse a mi lado. Ni la fiesta ni la compañía eran mucho de mi agrado así que arrepentida maldecía interiormente mi  pésima elección. En esas estaba cuando aprovechando un descuido me colé por una puerta abierta que daba a un oscuro patio interior. Me sorprendió encontrar allí a un hombre altísimo que al verme masculló algo en inglés que yo si entendí. Le pedí disculpas y le dije que solo quería un poco de tranquilidad y acabarme la cerveza en paz.

―¿Quieres? ―dije ofreciéndole mi cerveza.

Aceptó el ofrecimiento, dio un trago largo y me devolvió la botella mientras se apoyaba contra la pared y dejaba escapar un suspiro como de cansancio.

―¿Todo bien? ―pregunté colocándome a su lado.

Me dijo que estaba incómodo, que no estaba acostumbrado a situaciones como aquella. Me  contó varias cosas, se confesó conmigo, echaba de menos a su familia, a sus amigos y a su novia. Es un chico muy joven, recién acabada la universidad había aceptado el ofrecimiento de jugar basket en Europa y se encontraba desorientado. Le agradó mi buen inglés y se sorprendió cuando le dije mi edad. Confesó que le pareció más joven. Por halagarle le dije que el parecía mayor, más maduro.

Al rato de conversación, ya terminada la cerveza, me pidió que entrara por un par de ellas y le dije que no, que si volvía a entrar mi acompañante me requeriría y que no me apetecía estar en su compañía.

―¿No quieres estar con tu amigo, entonces porque has venido con él? ―Dijo entre extrañado y curioso. Me imagino que con alguna poco confesable intención en perspectiva. Le expliqué que era una pareja circunstancial, que solo era un conocido. El no satisfecho y sin importarle la intimidad de la pregunta continuó ―¿No te acuestas con él?

―No me acuesto con todos los hombres con los que salgo ―le dije mirándolo para continuar ―Soy bastante escogida para elegir al hombre que me folle.

Estuvimos un rato en silenció que rompió diciendo con voz decidida. ―¿Te acostarías conmigo?

―Si ―respondí en el mismo tono.

―¿Cuándo? ―insistió.

―Ahora ―y continúe tras una estudiada pausa ―Llévame donde quieras y fóllame.

Nos fugamos de allí  con la complicidad de uno de sus compañeros. Otro baloncestista norteamericano más acostumbrado a aquellos saraos.

Corriendo más que caminando, no tardamos en llegar a su apartamento, un edificio moderno e impersonal cercano al pabellón donde jugaba. Subimos por la escalera parando en cada descansillo para comernos a besos. Llegué a su puerta con los pechos desnudos y unas ganas locas de follar. Abrió la puerta mientras le abrazaba y frotaba mis tetas contra su cuerpo buscando su boca como una perra. No sé muy bien cómo pero me hizo entrar y cerré la puerta con el culo a la que me dejaba ir hacia atrás atrayéndole hacía mí. Me quité las bragas allí mismo de tan caliente que estaba. Me enrosqué en sus piernas mientras me apretaba fuerte. Solo me separó un instante, lo suficiente para desnudarme. Silbó al verme desnuda, yo me giré despacio para exhibirle mi cuerpo. Me abrazó fuerte desde atrás y sus enormes manos cubrieron mis tetas apretándolas y haciéndome sentir auténtico placer.

Me volví para desnudarle, pero la camiseta se la quitó él, es demasiado alto para mí. Yo le quité el pantalón y me quedé asombrada con el bulto bajo el boxer. Pero mucho más asombrada que quedé cuando al bajarle la ropa interior, aquella polla grande, negra, dura y enorme, saltó libre de la ropa quedando a la altura de mi cara. Evidentemente se la chupé, le hice una mamada un tanto comprometida, nunca había tenido una polla tan grande como aquella en mi boca. Grande, gorda y poderosa me costaba abarcarla con los labios, tanto que pensé como sería aquello dentro de mi vagina. Y en lugar de asustarme me excité muchísimo más. Tanto que dejé una mamada inacabada para pedirle que me follara allí mismo, de pie contra la puerta.

―Fóllame ahora aquí.

Y me folló entonces allí. Sabes que soy bajita, y mucho más en comparación con aquella torre negra.  Me tomó por la cintura y de un impulso me elevó lo suficiente como para colocar su polla entre mis labios vaginales, y entre el movimiento ascendente de su cadera y el descenso natural de mi cuerpo hacia abajo me penetró despacio pero de un solo movimiento. Pensé que aquel pollón me haría daño, que la penetración  me dolería pero era tal mi calentura y tan intensa mi lubricación que su pene entró dentro de mi cuerpo como un hierro caliente en la mantequilla. Me sentí empalada, con mis pies colgando, sujeta por las nalgas y ensartada en aquel miembro enorme. Como pude me moví como pude, con mis piernas rodeando  su cintura, mis brazos a su cuello, sus manos en mis nalgas moviéndome arriba y abajo con aquella polla enorme dentro de mí. Me sentí felizmente ensartada por aquel pollón. Fuimos escandalosamente ruidosos, entre mis jadeos, gemidos, gritos, ronroneos, todas las exclamaciones que acostumbro a decir en mis orgasmos y los golpes en la puerta tendría que haberse enterado todo el edificio. Nos corrimos al unísono, el su primer orgasmo conmigo, yo el sexto consecutivo. Sabes que soy muy generosa con mis orgasmos. Su eyaculación fue abundante, como mis secreciones. Nos fuimos a lavar entre jadeos y besos. Acabamos en la cama, agotados y durmiéndonos desnudos sobre las sábanas.

Desperté con una muy agradable sensación, el baloncestista acariciaba mi vientre y mis pechos mientras contemplaba mi cuerpo desnudo en la penumbra de su cuarto escasamente iluminado por la claridad que entraba por la ventana.

―¿De verdad tienes los años que dices tener? ―preguntó mientras pasaba suavemente sus enormes manos por mis tetas.

―Si cielo, tengo esos aunque aparente menos. Me cuido para gustar.

―Pues lo has conseguido.

Y m besó. Y me calenté. Me puse muy perra, como dice mi tío del pueblo. Lo empujé hacia atrás, le besé los testículos, una buena comida de huevos, hasta que conseguí que aquel pollón se dispusiera en su verdadera magnitud, al menos en la dimensión que yo deseo. Me puse sobre él, me tomé mi tiempo para colocarme, bastante arriba, le cogí la polla y la dirigí decididamente entre los labios de la vulva. Y despacito, muy despacito, me dejé bajar, dejándola entrar dentro de mi vagina. Llegué hasta abajo, me la metí toda y me sentí empalada. Y me corrí solo con notarlo. Pero no me detuve y me moví como todas las ganas. Arriba y abajo, adelante y atrás, girando la cadera, sintiendo dentro aquella masa dura y enorme.

―Acaríciame las tetas ―le pedí con voz entrecortada.

Y aquellas manos enormes me cubrieron las tetas y sabes que las tengo grandes. Me las cubrieron y me las acariciaron, apretaron, masajearon, amasaron y sacaron hasta la última gota de placer que me pudieran proporcionar. Me corrí puede que una docena de veces llenándole la entrepierna de fluidos vaginales. Luego se corrió, otra vez dentro de mí y otra vez al tiempo que yo.

Me dejé caer a un lado y separé las piernas porque me pidió ver su semen saliendo de entre los pliegues mi coño.

En esos estábamos cuando su amigo de la noche anterior entró para recordarle que en dos horas tendrían que salir para un viaje. No pareció sorprendido al vernos en aquella situación, conmigo tumbada de espaldas, completamente desnuda y con las piernas separadas y las rodillas levantadas; y su amigo entre mis piernas con un dedo dentro de mi coño mirando hacía su interior. Eso sí, me contempló detenidamente.

Me duché para irme y mientras me vestía nos intercambiamos los número del celular para quedar otra vez. Lamentablemente, la buena temporada que estaba haciendo hizo que le fichara un gran equipo de otra ciudad por lo que no tuvimos ocasión de repetir aunque nos hemos hablado por teléfono en algunas ocasiones. El que lo ha intentado es su amigo pero nunca tuve ocasión para follármelo pero no renuncio a ello. De hecho, el baloncestista me ha dicho que su amigo me quiere follar. yo a su amigo también pero eso no se lo he dicho.

Tengo muchas ganas de volver a sentir aquella sensación de una polla enorme dentro. Quiero volver a sentirme empalada. Quiero que me folle poniéndoseme encima y corriéndose con una gran corrida dentro de mi coño. Quiero que me ensarte.

Q.

 

 

Cartas de Q

Q es un amiga que nos cuenta su ajetreada vida sexual en forma de cartas, periódicamente nos envía una para darnos a conocer su intensa vida sexual. Discreta como pocas, es una mujer que disfruta del sexo intensamente practicándolo de forma entregada y libre.

Dispone de un amplía lista de compañeros de juegos y también de compañeras. Desde sus sobrinos, tío, vecino, amigas, hijos de sus amigas, en definitiva, cualquiera que sea capaz de cumplir sus exigencias sexuales.

Van dispuestas según se han ido recibiendo, la más antigua arriba y la más moderna al final, aunque cronológicamente no sigan el orden establecido.

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