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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Esposa satisfecha
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Se sentía complacida, orgullosa del efecto que estaba logrando, su mente empezó a responderle acerca de si los rumores sobre el tamaño del pene de los hombres negros serían verdaderos. Las evidencias proporcionadas por su mano y su boca sugerían que si lo eran. Varios minutos de contemplación del magnífico ejemplar que tenía ante ella la hacían arder de  deseo. Notaba a su propio coño húmedo y palpitante y era muy consciente de la humedad que le empapaba las bragas. Así que se arrodilló en la cama y girando la cabeza sonrió a su esposo que sentado en una silla se agitaba constantemente tratando de ver el espectáculo que se le proporcionaba. Entonces ella decidió que llegaría hasta el final.

Volviéndose de espaldas a Silvio se quitó el sujetador y se deslizó la tanga por encima de sus muslos, se la quitó y la lanzó a su marido con la mejor de sus sonrisas y se examinó el coño que encontró muy húmedo.

Su esposo se encontraba incómodo después de haber estado mirando las travesuras de la esposa, tanto que no se atrevía ni a participar en el juego y ni siquiera a masturbarse. Estaba aturdido, quería ver lo que sucedía pero no podía mirar. Deseaba no haber aceptado creyendo que podría controlarla y llevarla en la dirección que él quisiera. Necesitaba calmarse, se levantó con urgencia de la silla y se fue al baño. Se oyó levantar la tapa del inodoro y el inconfundible sonido de los vómitos.  Ella se estaba divirtiendo y nadie la podría privar de la fantasía que le había creado y a la que él la había convencido.

Se detuvo momentáneamente y miró a Silvio que se limitó a encogerse de hombros, él estaba allí, alto y guapo, su cuerpo esbelto y tenso, su proporción perfecta y orgullosa de su cuerpo, con sus muchos centímetros listos para la acción. El esposo seguía en el cuarto de baño, inclinado sobre el inodoro y girando  la cabeza hacia atrás, de vez en cuando, para mirar hacia atrás e intentar ver lo que pasaba en el cuarto. Ella se dijo que ahora se iba a divertir un poco. Con rapidez y cierto  aire sexy se fue quitándola medias de seda de sus largas y suaves piernas mirando a Silvio que se acariciaba el grueso miembro. Ofreciendo su espalda blanca se arrastró lentamente hacia atrás, gateando sobre sus manos y rodillas. Su corazón latía acelerado y su estómago hervía en tormentas de mariposas.

Silvio agarró de sus caderas, deteniéndola.

Su marido estaba inclinado sobre el inodoro con la cabeza inclinada hacia la puerta, intentado ver a través de la rendija pero no podía ver nada. Él entendía que eso no era justo y había silencio en el cuarto, al otro lado de la puerta, y sentía que se estaba volviendo loco preguntándose qué estaba pasando. Los oyó moverse y como la cama crujía un poco y luego oyó un golpe, como un cachete o una bofetada, definitivamente era un golpe de carne sobre carne. ¿La estaría azotando?

Su mujer chilló y luego otro golpe, dos más en rápida sucesión y ella jadeó y chilló con una risita nerviosa y excitada. Luego el silencio, se acercó a la puerta, silencioso, los oyó gimiendo por lo bajo, luego un jadeo. Esa situación lo estaba volviendo loco. Se asomó un poco a  la puerta y miró alrededor pero sólo podía ver sus cabezas y sus hombros desde la espalda, ella se balanceaba suspirando hacia adelante y hacia atrás, lenta y cadenciosa. Comenzó a sentir celos de Silvio pero lo que él realmente quería era ver. Con frustración sacó su polla que estaba húmeda y resbalosa de sus fluidos preseminales. Oyó los dulces gemidos de su esposa desde la habitación. Estaba muy claro que estaba disfrutando de mucha satisfacción de la gran polla negra que se movía dentro de ella.

Una vez que el esposa se había ido al baño y no tuvo que esperar mucho tiempo para lo que deseaba. Sin perder mucho tiempo apretó su polla contra el cálido coño, deslizándola entre los labios exteriores, separándolos un poco para darle un anticipo de lo que vendría. Le gustaba sentir la punta de su polla empujando contra ella Sentía que era algo muy grande  y significativamente más grande que cualquier otra cosa que hubiera hecho antes. Ella se sentía en la gloria y ella gimió suavemente. Sin poder esperar a la inserción completa se corrió haciendo que sus jugos fluyeran libremente en su hinchado túnel del amor. Entonces, para mayo placer, Silvio le golpeó la nalga y se sobresaltó chillando de sorpresa, luego varios golpes más que aplicados en el mejor momento le habían multiplicado las maravillosas sensaciones que hicieron que si piel se erizara y sus pezones se endurecieran y se pusieran tiesos como el granito. Instintivamente soltó un chillido y se rió, su excitación hizo que su pulso se acelerara aún más y justo antes de que ella perdiera el control, Silvio empujó un poco más hacia adentro, la cabeza de la polla rompiendo entre sus labios internos y su clítoris  apareciendo sobre su agujero caliente y húmedo. Ella jadeó. Realmente era una polla enorme y empezó a balancearse hacia adelante y hacia atrás, entrando y saliendo varios centímetros dentro de ella en cada golpe. Estaba casi lista para llegar al éxtasis sintiendo la polla hinchada que subía dentro de ella, tocando las suaves paredes de su vagina de seda. Él la empujo con la cadera hacia delante cuando se la metió del todo. Aquera una exquisita sensación de puro placer físico. Sus jugos se colapsaron dentro cuando Silvio entra ella un poco más de cada vez, siempre muy lento, lento y delicioso. Él sabía lo que estaba haciendo y ella estaba muy dispuesta.

Conscientemente trató de mantener la calma, pero el aliento se fue empujado deshaciendo  en pequeños jadeos mientras se balanceaba hacia adelante y atrás. Sus labios exteriores se estiraron y se deslizaron a lo largo de la polla que entraba en ella tan profundo que era increíble, pero ella sabía que no tenía lo todo, todavía.

Anónimo.

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