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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Festejo de aniversario
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Estaban cenando en un restaurant de onda europea, bebiendo un rico vino tempranillo, y conversando de como evolucionaban como personas adultas y como pareja, dado que era su tercer aniversario.

El bar, si bien tenía un estilo tradicional europeo tenía mucha onda por la música que sonaba de fondo y la gente que habitualmente concurría.

Salieron del restaurant y fueron al departamento de ella. Mientras ella fue a acomodarse el peinado, él abrió una nueva botella de un reserva, vino, comprado especialmente para aquella noche. Se acercó a ella, quien estaba parada al lado de la estufa, le dio la copa de vino y comenzó a sonar Snow Patrol de fondo, al mismo tiempo que el tomaba su cintura y le besaba el cuello. Después comenzó a bajar con sus besos por el cuello hasta llegar a los hombros. Le desplazó los breteles a un lado para poder seguir con sus besos, al mismo tiempo que le desabrochaba el botón de su pantalón. Llevaba un jean color negro, muy ajustado, de modo que resaltaba sus perfectas curvas.

Separó sus labios de la piel de ella, solo para volver a unirlos unos segundos después, pero ahora, en la delicada piel de ella debajo de su ombligo. Los suspiros de ella eran cada vez más  intensos. Se le notaba la aceleración del corazón, así como el calor que desprendía el cuerpo de ella.

El comenzó a sacar y dejar caer cada prenda de ella muy lentamente al suelo. Una vez que ya no quedaba prenda por retirar, se arrodilló frente a ella y comenzó a rozar sus piernas con la punta de su lengua mientras ascendía hasta casi rozar sus labios inferiores. Ella exhaló fuertemente y comenzó a agitarse. Cuando ella se inclinó hacia delante para forzar el contacto de la boca de él con los labios inferiores de ella, él se incorporó inmediatamente y se alejó unos pocos centímetros. Abrió el placard. Tomó una tira de una suave tela rojo y le vendó los ojos, impidiéndole ver sus movimientos e intenciones. Le tomó la mano, la acercó a la cama  y la recostó, perpendicularmente al modo en el que utiliza la cama habitualmente.

Tomo cada mano y cada pie de ella y los ató suavemente, pero con un resultado de total firmeza, dejándola inmóvil, con su cuerpo adoptando una forma cruz. De esta manera ella quedaba con sus ojos vendados, mirando hacia arriba, aunque no pudiera ver; sus piernas abiertas, exhibiendo el grado de excitación que cargaba, dada la humedad que chorreaba desde su vulva; su cabeza y su boca justo donde terminaba el colchón, permitiéndole a él acercarse con la parte del cuerpo que a él se le ocurriera.

Ella quiso moverse. El la retó. Le dijo que lo único que ella tenía permitido hacer era beber, ya sea vino o la humedad de él que surja como consecuencia de la calentura que le generan sus suspiros.

Después se recostó entre sus piernas abiertas y comenzó a besarla. Primero las rodillas, luego los aductores. Después debajo de su ombligo, hasta que finalmente bajó, cumpliendo con el deseo de aquella hermosa e hirviente mujer, y comenzó a rozarle muy, pero muy suavemente, los labios de su vagina con la punta de su lengua.

Le dio de beber vino. Después se retiró, busco una botella pequeña con un líquido amarillento y brilloso. Era aceite con sabor a lemonchelo. Comenzó a extenderlo, con movimiento suaves y circulares de la yema de sus dedos, sobre sus labios, cuello, pezones, cintura, caderas y labios vaginales. Una vez colocado el aceite y él ya enloquecido por los suspiros de ella, se levantó, colocó próximo a la cabeza de ella, tomó su miembro, con la punta ya húmeda, y acercó su cabeza a los labios de ella. Ni bien ella lo notó abrió la boca y comenzó a besarlo desesperadamente. Ella estaba tan caliente que desesperaba por besarlo, succionarlo y morderlo. El gritaba de placer.

Cuando él estaba punto de acabar, se retiró hacia atrás bruscamente, volvió a ubicarse entre sus piernas y comenzó a besar su clítoris intensamente. Imprevistamente, él, cortó los besos que le estaba dando, se incorporó, fue al placard y volvió con un juguete. Lo lubrico, lo encendió y lo apoyó sobre su vagina. Ni bien lo apoyó ella grito de ansiedad, deseo y placer. Con una rápida reacción, él llevó la cabeza del vibrador, hasta la entrada de su mojada vulva y lo introdujo, hasta la base. Ella comenzó a gritar de placer sin importar si todo el edificio podía oírla.

Entre pico y pico de placer, ella se acabó de tal manera, que su más rico e íntimo licor comenzó correr entre sus piernas y a formar una gigante mancha de humedad sobre el cubrecama. Tanto le gustaba beber de su miel, que no le importó que ella se encuentre en ese momento posterior al orgasmo, cuando las damas necesitan un mini-descanso, para recuperarse de las sesiones de placer; y comenzó a besarla desesperadamente, a beber cada gota de su acabada. Ella continuaba retorciéndose de placer, suspirando y gimiendo intercaladamente.

Cuando parecía todo terminar, él tomo el gel de calor y colocó abundante cantidad de éste justo debajo de su vagina, de manera tal que con el calor del cuerpo de ella, el líquido comenzase a caer lentamente hasta alcanzar el agujero de su ano, invadiendo toda su zona erótica por un inmenso calor y delirante deseo. Luego desató la mano y pie izquierdo de ella, de manera de poder ponerla de costado, y comenzó a mimarle la cola, y a introducir un dedo en su estrecha colita. Cuando ella estaba ya casi colapsada de placer él se levantó, hizo que ella le tomara el pene con su mano izquierda y lo besara intensamente. Finalmente se acostó a su lado, con ella aun recostada sobre su lado derecho y comenzó  a penetrarla muy lentamente. Como ambos estaban demasiado calientes y muy próximos a acabarse, comenzó a hacerle el amor muy fuertemente. Con cada pedido de ella, él incrementaba su fuerza y su velocidad, hasta que finalmente, ambos acabaron inundando ambos cuerpos de placer e íntimos fluidos.

Max Cher

Otro relato ...




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