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La Página de Bedri
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Follamigos
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Querido Bedri:

Ya te había contado como sustituí a mi mejor amiga en la cama con su marido. Lo que aún no te había contado es lo que vino después.

Cuando nació “la cosita”, que así es como le llaman sus padres, bueno y también la tita Q, y visité a la “feliz madre” en la clínica, esta me advirtió que debería seguir follándome su marido puesto que aún debía pasar la conocida como cuarentena, un extraño periodo de tiempo en el que la madre recién parida no debe mantener relaciones sexuales. Habitualmente este periodo dura unas seis semanas, ocho a lo sumo, pero a mi querida amiga le duro diez que a ella le parecieron larguísimas y a mi excesivamente cortas. Ni me hubiera importado que fuera todo un año ya que durante ese periodo de tiempo, con encuentros casi diarios con Juanra, nos fuimos conociendo aún más de lo que cabía suponer después de los anteriores y furtivos encuentros. Con Juanra siempre había follado bien, aunque la mayoría de las veces fueran polvos rápidos nunca quedé insatisfecha, ni siquiera con ganas de más. Cuando Juanra se iba se llevaba también con él mis ganas de follar. Ahora esperaba el momento de las visitas a la feliz pareja para cumplir mi compromiso de buena amiga sustituyendo a Pilarín. Juanra es uno de los hombres que mejor me conoce sexualmente, sabe que necesito en cada momento y yo se que darle, sin que ninguno de los dos tenga ni que pronunciar palabra ni hacer gesto alguno. Nuestros cambios de postura aunque parezcan mecánicos tienen un motivo, es que a uno de los dos, o a ambos casi siempre, le gusta y disfruta más. Aunque he de confesar que la postura que últimamente más me gusta es con mi follamigo puesto encima de mí metiéndomela despacito pero también me gusta que me folle de pie, conmigo cogida al cabecero de la cama, doblada hacia delante y con las piernas bien separadas para ofrecerle el coño; uno de esos polvos playeros sin arena que tanto practicábamos antes. Eso sí, siempre con zapatos de largos tacones, mi Juanra tiene una buena altura, en ese otro aspecto también. Este puede ser el primero que echamos nada más llegar, luego nos lo tomamos con más calma. En la habitación de invitados de la casa de mis amigos he tenido alguno de mis mejores orgasmos. Y mi amiga lo sabe porque me ha oído.

Lo más habitual era que llegase a su casa, muchas veces directamente desde el trabajo, algunas veces recién llegada de uno de mis viajes, incluso aún con el equipaje conmigo. Otras recién duchada y con un juego de bolas chinas en la vagina. Entraba, saludaba, me dirigía a la habitación de invitados donde me desnudaba y luego al baño donde me preparaba y hacía un aseo rápido pero eficiente y luego, totalmente desnuda, me iba a buscar a mi follamigo. Normalmente este me esperaba en el salón de estar con su mujer, luego nos íbamos los dos a la habitación de follar, ya no la llamamos de invitados, donde me colocaba en la postura que más me apetecía, ya sabes que suele ser la playera, se ponía el condón, me la metía y nos corríamos con muy buenos orgasmos. Luego, tras unos minutos de recuperación, volvíamos a repetir, las últimas veces conmigo sobre la espalda y él encima, metiéndomela muy despacito, muy profundo, con mucho placer. Y ahí sí que me corría en inmensos y continuos orgasmos, tanto ruido hacía que alguna vez Pilarín entró a vernos. Lo que nunca cambiaba era el ritual de Juanra quitándose el condón, hacerle un nudito, y llevárselo para enseñárselo a su mujer para que esta viera el contenido de semen. Mi follamigo ha de ser un gran semental, no sé cómo es capaz de correrse tantas veces y tanto, como para que siempre deje una más que buena cantidad dentro de la puñetera gomita que su mujer le obliga a ponerse.

El final de la mencionada cuarentena llegó sin avisar, mis amigos me habían invitado a cenar un sábado y a pasar con ellos la noche, nada extraño, me imaginé que follaría con Juanra como habíamos venido haciendo todo este tiempo. Si me pareció poco común que me pidieran ir vestida elegante ―con ese vestidito negro de tirantitos ―puntualizó Pilarín― y esos zapatos de taconazo ―apostilló su marido. Y así me presenté, con mi vestidito negro de tirantitos, sin sujetador, solo con mis braguitas de encaje negro, y mis zapatitos de tacón interminable. La finísima tela se marcaba mis formas resaltando las tetas y los larguísimos tacones estilizaban mi silueta. Para en viaje en taxi me puse ese abrigo de paño negro tan amplio. Aun así, el conductor no dejó de mirarme por el retrovisor y eso que iba bien tapadita.

Al llegar fueron todo formalismos, él me pidió el abrigo y ella me invitó a tomar asiento al tiempo que me ponía una copa de vino en la mano, de ese vino blanco que tanto me gusta. La “cosita” ya dormía así que pasamos al comedor, la cena fue realmente exquisita, mi amiga es una magnífica cocinera, lo mismo que su marido, que no solo es un manitas en las reparaciones domésticas y un gran follador de amigas de su mujer.

La sobremesa fue interesante, amena y bien regada con uno de los licores caseros que Juanra aprendió a confeccionar. Ya sabes de dónde saca las recetas. El no sabe que nos conocemos. Lo mejor no tardaría en llegar. Pilarín se levantó, se colocó detrás de mí, me tomó por los hombros, me hizo inclinar la cabeza hacia atrás y me besó en la boca. Luego, me hizo levantar, retiró los tirantitos de los hombros de mi vestido dejándolos resbalar por los brazos haciendo que la ligera tela se deslizase hasta el suelo dejándome solo cubierta por la braguita de encaje negro, lo suficientemente tenue como para dejar entrever el depilado que intencionadamente me había hecho, aún sin saber que sucedería. He de aclarar que dejar ver el depilado es una exageración puesto que me lo había quitado todo; lo que se veía es que no había vello que ver.

Luego, Pilar me abrazó desde detrás apretándose contra mí, estrujándome las tetas y haciéndome girar la cabeza para devorarme la boca. Nunca pude imaginarme haciendo aquello con mi mejor amiga. Pero me gustaba. Además, el licorcito, dulce y traidor, me había desinhibido, si es que hubiera tenido alguna inhibición en algún momento de ese día, o de otros. Con el cuello, girado buscando la boca de mi amiga no podía ver a su marido se hallaba frente a mí, en su silla. Y eso me excitó. Las manos de Pilarín abandonaron mis pechos para ir bajando, mientras me acariciaba el vientre, entrando en mi braguita y comenzando a moverse dentro de los labios de mi vulva, acariciando el clítoris cada vez más tumefacto y enhiesto y penetrando en el interior de mi vagina cada vez más mojada.

―¡Uy chica! Como estás de empapada ―dijo sensual mi amiga entre mordisquitos al lóbulo de mi oreja y metesacas de sus dedos en mi coño ―¡Estás perrísima cielo! ―murmuro al oído.

Con un movimiento rápido me quitó las bragas dejando un beso en mis nalgas al agacharse. Luego apretándose bien contra mí se aferró a mis tetas y me hizo mirar a su marido que nos miraba con detenimiento mientras jugueteaba nervioso con la copita de licor en su mano.

―Vámonos a la cama.

Y nos fuimos a la habitación de follar.

Ellos se desnudaron, yo ya lo estaba desnuda. Pilar me colocó a los pies de la cama mientras su marido se acostaba, mirándome. Ella trasteó algo detrás de mí, en la cómoda de donde me pareció que sacaba algo. Luego me hizo apoyar las manos en la pieza de los pies de la cama, me hizo retroceder y sacar el culo hacia detrás doblándome noventa grados hacia delante. Luego me hizo avanzar hasta que mis tetas quedaban por delante de los pies de la cama y cogida a los barrotes. No comprendía que pretendía pero me dejé hacer, solo podía ser sexo. Mientras tanto, Juanra permanecía inmóvil, mirándonos tumbado con los brazos extendido a los lados del cuerpo y una leve sonrisa en la expresión. El brillo de los ojos delataba que disfrutaba. Eso y la monumental erección. Su expresión cambió al ver la mía. Debí abrir unos ojos inmensos, como platos. Y abrí la boca, pero sin emitir sonido alguno. No fue de dolor, fue de sorpresa al notar aquello tan grande, tan frío y tan duro entrando dentro de mí. La lubricadísima vagina respondió comenzando a emitir esa sensación tan maravillosa preludio de mis orgasmos. Mi amiga podría ser inexperta en aquellas lides pero demostró saber muy bien que hacía y como se hacía. Me la metía bien, con ritmo, con penetraciones profundas, notaba el tope contra el arnés que llevaba puesto cada vez que me tenía “la cosa”. No me lo hacía tan despacio como me hubiera gustado pero iba bien. Además, al metérmela me golpeaba empujándome con su cadera de modo haciendo que mis tetas se balanceasen delante de la cara de su marido que no perdía detalle. Eso sí, cambiaba de punto de atención variando entre mis tetas bamboleantes y mi cara que supongo tenía una expresión de estar disfrutando con las dulces embestidas que me aplicaba su esposa. Sin embargo su cara permanecía inalterable, tanto que cerré mis ojos para concentrarme en las sensaciones que por oleadas nacían en mi bajo vientre para expandirse por todo mi cuerpo. Así me quedé, disfrutando ruidosamente de todos y cada uno de los orgasmos que estallaban en mi garganta hasta que abrí los ojos y vi la expresión forzada de mi Juanra, parecía congestionado. Fue instintivo, un mecanismo reflejo que surgió de lo más profundo de mi ser, puede que del mismo lugar de donde salen los orgasmos.

―Acércate que te la chupo ―dije con la voz entrecortada.

―No, no ―respondió con voz no demasiado convencida, quizás por eso repitió después la doble negación ―No, no.

Lo que me sorprendió fue la respuesta de Pilarín que sin dejar de embestirme aclaró ―Ahora es el quien mira.

Y ya no quise más, el orgasmo que empezaba a gestarse en mi vagina experimentó una reacción en cadena creciendo exponencialmente, expandiéndose como una gigantesca burbuja de gas explosivo, estallando como una ola contra las rocas, generándome tanto placer como pocas veces hasta entonces. Agotada, casi exánime me dejé caer sobre la cama mientras mi amiga del alma sacaba aquel pollón de polímeros del interior de mi cuerpo, del interior de mi vagina autentica fábrica de placer aquella noche. Pilarín dio una sonora palmada en mis nalgas, dejó caer “la cosa”, me asió por el cabello tirándome de la cabeza para dejarme un largo beso en la boca y decirme luego, al soltarme, ―Ahora me toca a mí correrme querida pero tú no te muevas de aquí. Y se colocó sobre su marido, del revés, dándome la cara. Cabalgó a Juanra, como yo ya le había hecho alguna vez días atrás. Y se corrió, en un buen orgasmo, no tan intenso como los míos pero si, un orgasmo que quisiera para mí.

Me excitó mucho mirarles, tanto que volví a tener un orgasmo de esos raros que últimamente se me producen sin que nadie me toque. Y me apeteció mucho hacer el amor con Pilarín. La maternidad apenas había hecho mella en su cuerpo, de formas rotundas y sugerentes, piel de terciopelo de un delicioso color dorado, del mismo color que su abundante y largo cabello. Así que cuanto se tumbó sobre la cama abandoné el lugar donde me había colocado y me acerqué a ella. La miré a los ojos y creo que la miraba fue suficiente, extendió sus brazos hacia mi buscando un abrazo que correspondí tumbándome sobre ella y comiéndole la boca. Luego me dejé ir por el instinto y le fui comiendo y lamiendo la piel hasta llegar al coño donde entre los labios de la vulva el clítoris pugnaba por salir y mostrarse esplendido buscando las caricias de mis labios y lengua. Le comí el coño a conciencia, creo que fue mi mejor cunnilingus hasta esa noche. Luego habría otros muchos y muy buenos.

En esa postura, con la cabeza entre las piernas de mi amiga comiéndole aquel clítoris tan juguetón, y con el culo en pompa, mi Juanra, su marido se colocó tras de mí, y me la metió, y me encantó. Y comenzó a moverse, despacito, como me gusta, metiéndomela muy adentro, sin condón. Con mucho ritmo, empujándome y marcando también la frecuencia de mis lamidas y besuqueos al coño de su esposa. Y duró, sabes que duro, y para Juanra era el segundo, y para Pilarín una sorpresa. Y se corrieron, ella en mi boca que no dejó escapar ni una gotita de sus jugos, y él en lo más profundo de mi vagina, llenándomela de un cálido semen que nada tenía que ver con la fría “cosa” del primer polvo con Pilarín. Y mientras, yo me corría varias veces, una y otra vez, notando primero los movimientos cada vez más inconexos e involuntarios de mi amiga y luego el olor de su coño impregnándome la cara y la corrida de Juanra resbalando por mi coño me dejé caer, cansada y satisfecha entre ambos que me cubrieron de besos. Esta vez Pilarín no le pidió el condón a su marido pero introdujo sus dedos entre mis labios y los movió hasta darme un maravilloso orgasmo mientras ambos me comían la cara y las tetas a besos. Luego nos dormimos, poco, hasta que “la costa” despertó y Pilarín le dio de comer de sus deseados pechos.

Es cierto, que mis visitas han ido disminuyendo en frecuencia pero son cosas que pasan. Mis amigos tienen otra forma de vivir, “la cosita” les ha cambiado mucho la vida y han descubierto una nueva sexualidad en la que a veces, incluyen a su follamiga Q que acude sin falta cada vez que la reclaman. Ya no hay polímeros ni arneses, solo tres personas que viven su sexualidad de manera libre y saludable. Cada vez me gusta más poner mi lengua y mis labios en el coño de Pilarín mientas su marido pone su polla dentro de mi coño. Ya sin condón, que mi amiga ni siquiera me mete los dedos. Y cuando me quedo en su casa, duermo entre ambos, desnudísima, perrísima y satisfechísima. Son mis follamigos y yo soy su follamiga.

Q.

 

 

Cartas de Q

Q es un amiga que nos cuenta su ajetreada vida sexual en forma de cartas, periódicamente nos envía una para darnos a conocer su intensa vida sexual. Discreta como pocas, es una mujer que disfruta del sexo intensamente practicándolo de forma entregada y libre.

Dispone de un amplía lista de compañeros de juegos y también de compañeras. Desde sus sobrinos, tío, vecino, amigas, hijos de sus amigas, en definitiva, cualquiera que sea capaz de cumplir sus exigencias sexuales.

Van dispuestas según se han ido recibiendo, la más antigua arriba y la más moderna al final, aunque cronológicamente no sigan el orden establecido.

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