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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Follando con Alfonsito a la luz de las estrellas
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Querido Bedri:

No había cerrado la maleta cuando sonó el timbre del portal, Alfonsito me reclamaba y cuando llegué a la calle tomó con presteza mi equipaje acomodándolo dentro del maletero del pequeño utilitario al tiempo que me pedía que ocupara mi asiento. Partimos inmediatamente en un viaje que resulto ameno y divertido especialmente porque me dijo la razón de la invitación. Sorprendentemente no era solo para follar conmigo, o al menos ese no era el objetivo prioritario. Había conocido a una chiquita del pueblo y había comenzado una relación que se dificultaba con la distancia. Al invitarme, podría ir el día antes y sobre todo y no menos importante, no tendría que justificar el repentino interés por pasar los fines de semana en el pueblo, algo que siempre había aborrecido y le había supuesto frecuentes discusiones con sus padres. También que teníamos pendiente la parte del regalo de cumpleaños de follar al aire libre. Y es que lo que no puedan dos tetas no lo puede otra fuerza humana, salvo las cuatro de este caso.

Al llegar, ya casi anochecido, pasamos por el supermercado para hacer unas compras mínimas, al día siguiente sus padres llegarían con lo necesario. Cogimos algo para desayunar y unas pizzas, de esas refrigeradas, para cenar.

Llegamos a la casita y nos acomodamos, dejamos los equipajes en las respectivas habitaciones, la mía la de la ocasión anterior. La cama chirriaba como nunca. Me puse algo ligero, hacía calor, una camiseta amplia y un pantaloncito tipo playero, me calcé unas bailarinas y bajé a la cocina donde me esperaba Alfonsito que al verme entrar silbó con admiración. Noté como los pezones se me ponían duros.

Cenamos las pizzas sentados en la terraza del jardín mientras la noche llegaba definitivamente. Alfonsito me recordó su deseo de follar en el campo, al aire libre. La pizza no tiene carácter afrodisíaco así que ese no fue el motivo para el cosquilleo que se iniciaba entre mis piernas. Le recordé que debíamos mantener la más escrupulosa de las discreciones.

―Cielo, me gustaría mucho hacer el amor contigo al aire libre pero debo ser discreta, no quisiera que nos viera nadie, no quiero que ni siquiera lleguen a sospechar.

―¿No quieres que nadie sepa que te folla el hijo de tu mejor amiga?

―No cielo, no quiero que nadie sepa con quien follo. Ni siquiera quiero que sepan que follo, ni que lo piensen.

―Sabes que siempre te guardaré el secreto y que nunca, nunca, nadie sabrá lo mucho que disfruto follando contigo ―dijo pasando su brazo sobre mis hombros y atrayéndome hacia si me besó en la mejilla para añadir―¿Si te llevo a un lugar tranquilo y solitario …?

No le deje continuar, le abracé apretando mis pechos contra su cuerpo y después de besarle en la boca le dije ―¡Fóllame, fóllame cielo! en un lugar tranquilo donde podamos corrernos hasta que no podamos más.

Tomamos el coche y después de recorrer varios kilómetros por diversos tipos de carreteras y caminos alcanzamos un pequeño bosquecillo donde dejamos el coche. Pensé que aquel era el lugar elegido pero Alfonsito abrió la trasera del coche, recogió una bolsa, me tomó de la mano y me llevó con él durante un par de centenares de metros, a través de un camino de tierra de esos que separan las fincas, hasta llegar a un campo de olivos. Alfonsito extendió cuidadosamente una manta que extrajo de la bolsa que portaba, luego nos abrazamos y nos besamos con una pasión que pocas veces tuvimos.

―¿Me desnudas? ―le pedí más que preguntarle.

La respuesta fue quitarme la camiseta, lo mismo hizo con el pantaloncito y las bragas, blancas, grandes, de algodón, como le gustan. Toda la ropa la dejó cuidadosamente doblada sobre la bolsa. Luego me hizo apoyar la espalda sobre un grueso olivo y me comió la boca antes de bajar a las tetas que devoró con ansia. Poco a poco, comiéndome a besos fue bajando hasta el clítoris, cada vez más hinchado de deseo. Separé las piernas para dejarle sitio y dejé que el primero de los orgasmos de la noche se desparramara por todo mi cuerpo al notar la humedad cálida de su lengua en mi clítoris.

Cuando notó que tras el orgasmo comenzaba a relajarme, me separó aún más las piernas e intentó metérmela allí mismo, encaramada más que recostada en aquel retorcido olivo pero los intentos resultaron infructuosos, la impericia de ambos, mía también nunca he follado en un árbol, lo resbaladizo de la corteza y sobre todo la inconveniencia de las posturas intentadas me hicieron proponerle a Alfonsito utilizar la manta ya dispuesta ―¿Nos vamos a la manta cielito?

―Vamos ―asintió tras un beso y tirando de mi nos acercamos a la manta sobre la que me tumbé boca arriba y separé las piernas. Alfonsito se puso sobre mí y me dijo ―¿Quieres que te folle despacito?

―Muy despacito amor mío ― le contesté con el más sensual de mis susurros.

Se acomodó sobre mí y me la metió. Noté lo despacito que entraba, lo despacito que salía, lo despacito que volvía a entrar y volvía a salir, así una y otra vez, despacito, conmigo entregada y dejándome invadir por esa dulce sensación de placer que nace en a entrepierna para invadirme entera. Pronto llegó el orgasmo, el primero de varios, lo disfruté doblemente, al inmenso placer del sexo se unía la maravillosa visión de un cielo completamente cuajado de estrellas. No quise cerrar los ojos porque no quería perderme la espectacular visión de un cielo como nunca había visto, mi Alfonsito había elegido el lugar correcto para nuestro primer polvo al aire libre. No podíamos tener mejor decoración para aquella noche.

Tuve varios orgasmos, cada cual mejor, con los ojos abiertos como platos para no perderme ni un solo parpadeo de la más minúscula de las estrellas. Al rato mi maravilloso follador, tensó el cuerpo, rugió como un león y se paralizó sobre mí, tenso como un arco presto al lanzamiento del dardo. Noté el semen inundarme.

Al relajarse me comió a besos la cara y al decirle que había notado su semen, como la vez anterior, me dijo que se había reservado para dejarme dentro todo lo que pudiera porque sabía que me gustaba. ―Me gusta correrme dentro porque sé que a mi puta le gusta.

―¿Ha visto que cielo más bonito? ―le dije extasiada por lo que veía.

―¿Es por eso por lo que tenías los ojos tan abiertos mientras hacíamos el amor?

―Si cielo, por eso.

―Llegué a pensar que era que no follaba bien.

―¿Pensaste eso?

―Si, pero solo hasta tu siguiente orgasmo.

Estuvimos tumbados boca arriba mirando las estrellas durante un buen rato, hasta que la mano de Alfonsito comenzó a hurgarme la entrepierna y se giró para hacerme la más maravillosa de las pajas hasta ese momento. El primero de los orgasmos llegó justo cuando una estrella fugaz cruzó el firmamento en sentido Norte-Sur. El segundo llegó cuando los dedos índice y corazón de Alfonsito entraron en mi vagina. Luego fue una cascada de orgasmos, jadeos, ronquidos y exclamaciones de todo tipo, de la más gutural hasta la más políticamente incorrecta. En respuesta a ellas, Alfonsito volvió a subírseme encima y me volvió a hacer el amor de una forma deliciosa. Encadené una serie increíble de orgasmos. No fue un orgasmo tras otro, fue un orgasmo continuo, sin valles, todo pico, con los ojos abiertos todo lo que puede y mientras pude, hasta que al final me rendí y los cerré para disfrutar entre gemidos de un orgasmo imposible de describir.

Volvimos a quedarnos tumbados, recuperando energías hasta que decidimos regresar tras otro polvo, este conmigo encima, al notar que por el Este se dibujaba una línea roja. Quise vestirme pero mi chico me pidió algo que entonces me sorprendió. ―No te vistas putita mía, vente desnuda.

―Podría vernos alguien.

―Nadie podrá vernos si antes no le vemos nosotros con minutos de antelación, con esta llanada quien quiera que pueda venir le veríamos con tiempo más que suficiente para ocultarnos. Además, ¿Quién va a venir aquí a estas horas?

Alfonsito recogió toda mi ropa y la colocó sobre la manta, en la parte superior de la bolsa, para tenerla más accesible y me pidió que fuera delante de él ―para verte ese culo contonearse ―dijo picarón.

Caminé desnuda delante de él, despacito, solo con mis bailarinas protegiendo los pies de las piedras del camino, contoneándome exageradamente y de vez en cuando me detenía y giraba en redondo para mostrarle todo mi cuerpo a Alfonsito que también de vez en cuando se me acercaba para darme un cachete en las nalgas y comerme la boca.

A medio camino del bosquecillo dónde habíamos dejado el coche me detuvo, dejó caer la bolsa y me abrazó desde detrás estrujándome las tetas. En la relativa distancia un coche avanzaba lentamente por un camino paralelo al que nosotros recorríamos y distante unos escasos centenares de metros.

―Tranquila, no puede vernos.

Me giré colocándome frente a él y le ofrecí la boca, y el culo al coche. Me dejé abrazar y resultó muy estimulante notar sus manos masajeándome las nalgas. Estuvimos así el tiempo que el todoterreno tardó en pasar lentamente camino de su destino. Aquella situación me excitó tanto que cuando llegamos al lugar donde habíamos dejado el coche me apoyé contra el ofreciéndome a la mano de Alfonsito que me volvió a masturbar con gran efusividad de orgasmos por mi parte cuando ya la raya rojiza del horizonte había crecido lo suficiente para hacer inevitable la mañana.

A petición de Alfonsito dejé mis bragas colgadas de una rama del arbolito más cercano al camino y entré desnuda al coche. No me vestí, solo tomé la camiseta y la coloqué sobre el regazo haciendo todo el viaje desnuda. Pensé en cubrirme cuando nos cruzáramos con otro coche pero no fue necesario. Al llegar, ya en la claridad lechosa del alba, Alfonsito abrió el portón para aparcar dentro y así pude bajar desnuda. Le esperé en la puerta y me dejé besar y manosear, el viaje completamente desnuda me había excitado y esperaba que mi chico me hiciera gozar de nuevo. La comida de boca ante la puerta cerrada fue larga, ansiosa y me excitó más, no es que me dejara hacer, es que también hice. Quise ponerme de rodillas para hacerle una mamada pero Alfonsito me pidió que esperara. Abrió la puerta y sin soltar la bolsa subimos al que era mi cuarto, nos arrojamos sobre la cama y follamos. Esta vez no fue despacito, fue con intensidad, muy fuerte, con energía, podríamos decir que follamos duro. La cama chirriaba como un cerdo en la matanza pero no nos importó. Los dos nos corrimos en una explosión de placer, la mía repetida. Los chirridos no fueron capaces de esconder nuestros gemidos.

Nos quedamos dormidos, desnudos sobre la cama, agotados por la intensa noche. Desperté con sobresalto, tenía una llamada en el teléfono móvil, era la madre de Alfonsito. Temí algo.

―Hola Q bonita ¿Qué tal se está portando mi chico? ―Dijo con un deje extraño en la voz.

―Como siempre, es un chico fantástico ―dije sin mentir en absoluto― ¿Cuándo llegáis?

―Esa es la cuestión, no podemos ir, ha surgido algo… ―y contó lo sucedido.

―No te preocupes, si no te importa nos quedamos hasta el domingo que Alfonsito lo está pasando muy bien.

―¿No te importa quedarte el resto del fin de semana?

―Claro que no, me encanta estar aquí, me resulta muy gratificante.

―Es el silencio y la calma de los pueblos.

Justo en ese momento, Alfonsito que dormía a mi lado se incorporó y el chirrido de la cama llegó hasta su madre.

―¿Qué es ese ruido tan espantoso? ―preguntó la madre de Alfonsito.

―Es la cama que me has dejado ―reí.

―Si lo prefieres puedes irte a nuestra cama de abajo, así podrás dormir tranquila y no despertarás a todo el pueblo con esos horripilantes chirridos.

―Mmmmmmm, me temo que lo haré ―acepté haciendo caso de las indicaciones de Alfonsito.

No creo necesario decirte que el primer polvo de ese día fue en esa cama y que el polvo fue tan bueno como los de la noche previa. Este fue otra vez despacito, profundo, muy profundo, este chico aprende rápido y mucho. Mi mejor orgasmo coincidió con una llamada a la puerta,

Acabamos de hacer el amor antes de abrir, cosa que hizo Alfonsito tras vestirse apresuradamente y cerrar detrás de sí la puerta de la alcoba de sus padres, era Hugo, su mejor amigo, cuchichearon algo y salieron al jardín. Al rato Alfonsito llamó a la puerta, ya me había puesto un camisón y una tupida bata, entró furtivamente, cerró la puerta detrás suyo y me abrazó besándome la boca mientras que pasando las manos bajo mi ropa me masajeaba el culo bajo las bragas.

―Tengo que pedirte un favor.

―Te temo Alfonsito.

―¿Puedo pedírtelo?

―Claro que si amorcito.

―¿Aunque pueda parecerte extraño? ―y continuó― nunca le he dicho nada a nadie de lo nuestro, ni siquiera a Hugo pero quiero compartirte.

―¿Cómo?

―Me gustaría que Hugo te viera desnuda.

―¿Quieres que salga ahí afuera y me enseñe a Hugo desnuda?

―No, tanto no, haz como que no te enteras y nosotros nos escondemos para verte desnuda.

―¿Solo eso?

―Solo esa putita mía.

Acordamos que hacer y esperé unos minutos. Salí solo con la camiseta y las bragas, entré en la cocina donde a través de una cuya ventana podían verme desde el jardín y descuidadamente me quité la camiseta y luego la braga que metí en la lavadora, luego, muy lentamente y desnudísima, entré en el baño, abrí el agua sin cerrar la puerta y me duché. Estaba bajo el chorro de agua cuando una mano discreta cerró la puerta así que salí del baño cubierta por una toalla. Mis dos intencionados espectadores esperaban en la cocina ante sendas tazas de café. Alfonsito me guiñó discretamente un ojo mientras disimuladamente hacia un gesto con el pulgar hacia arriba. L acara de Hugo era todo un poema de circunstancias. Como no podía ser de otro modo, me hice la recatada y corrí a ponerme la bata. Luego ya adecuadamente vestida aunque solo con la bata pero eso a Hugo solo le interesó cuando se dio cuenta que el lazo de la bata se abría y dejaba ver más escote de lo que él hubiera podido esperar. Tanto le gustó a Hugito el panorama que Alfonsito pareció hasta molesto y le costó hacerle mover, tuvo casi que arrastrarlo para llevárselo.

Alfonsito regresó a la hora de comer y me explicó que Hugo había quedado muy impresionado y que había insistido en volver a verme pero que la había desanimado diciéndole que yo era una mujer muy estricta y que podría chivarse a su madre.

―No soy tan mala Alfonsito.

―Ya lo sé, pero de no haberlo dicho Hugo estaría aquí siempre.

―¿Y temes que te haga la competencia?

―¿Me la haría?

―No cielo, soy tu putita, pero putita solo tuya ―No sería de adecuado contarle lo de mis sobrinos, o lo de mi primo, o de mi tío, o del suyo, o de tantos otros.

Me abrazó con fuerza y se despidió diciéndome que tardaría. Yo aproveché para preguntarle si estaría con su chica. Al decirme que si le dije ―¿Y quieres que yo no esté celosa?

―¿Lo estás?

―No cielito, a ti te tengo cuando te necesito y me tienes cuando me necesites.

Quedé sola y aproveché para relajarme, descansar, acabar el libro tantas veces empezado, dejado y retomado. Dormí una apacible siesta sobre una tumbona en el jardín y me acosté a dormir desnuda en la alcoba principal en cuanto se hizo de noche.

Ya de madrugada desperté al notar a alguien en la alcoba, era Alfonsito masturbándose al verme desnuda.

―¿Qué haces cariño? ―no le entendí, estaba evidentemente borracho― ven cielo, fóllame ―y separé las piernas, se colocó sobre mí y me la metió, pero el alcohol no es buen compañero y falló estrepitosamente así que le hice tumbarse boca arriba y le hice una mamada, cuando noté su polla bien firme me coloqué sobre él y me la metí cabalgándolo durante unos pocos minutos hasta que se desparramó en una corrida insospechadamente intensa. No hubo postpolvo, se quedó dormido. Me acosté a su lado y también me dormí.

Al despertase, Alfonsito me pido disculpas de una forma absolutamente lastimosa y lastimera. Le pedí que se tranquilizara y entre besos y como ahora nos gusta a los dos.  Al acabar me dijo ―Tenía muchas ganas de follar ―y me explicó lo sucedido. Había estado con la chica a la que había venido a ver, habían bebido juntos, habían tonteado, habían paseado a solas, habían morreado, habían hecho manitas pero ella, en perfecto uso de su libertad, no quiso ir a más. Alfonsito, literalmente con el rabo entre las piernas regresó a la casa con una calentura diga del adolescente más impresionable. Quiso despertarme para follarme pero demasiado borracho se sintió incapaz de hacerme nada.

―Quería violarte ―dijo avergonzado.

―No necesitas violarme, solo tienes que pedírmelo. Además, si me violaras rompería toda relación contigo y si pudiera hasta te denunciaría. Las mujeres no somos objetos, puedo aceptar ser tu puta pero siempre seré mi dueña.

Alfonsito no respondió, solo me abrazó, muy fuerte, me besó en la frente y me dijo ―Te quiero Q ―y volvió a abrazarme, con un abrazo de cariño, puede que hasta de amor, pero entendí que muy sincero. Y ese abrazo no me excitó, pero me encantó, me sentí querida y eso para mí es muy importante. Nos quedamos sobre la cama, entre besos caricias hasta que comimos y tras una breve siesta recogimos todo y nos fuimos, el viaje es un poco largo.

Durante el regreso, Alfonsito me dijo que la siguiente semana se iría a la ciudad donde estudiar, tenía cosas que arreglar antes de empezar el curso. Lo dijo como si fuera una despedida y dejó que su mano izquierda se posara sobre la piel desnuda de mi muslo, yo acerqué la pierna u me dejé acariciar. Él se dio cuenta de mi excitación y siguió acariciándome hasta que le pedí parar, ya de noche, en un lugar apartado un poco antes de llegar a la ciudad. Pasamos a la parte de atrás del coche, me dejé desnudar y manosear hasta que ya incapaz de espera más le pedí a Alfonsito que me hiciera el amor.

―Métemela Alfonsito, métesela a la amiga puta de tu madre. ¡Fóllame, fóllate a tu putita!! ―dije desatada y le ofrecí el coño como pude en el reducido espacio trasero del utilitario.  Me colocó a horcajadas sobre él y le rodeé con mis piernas. Con mis tetas subiendo y bajando a la altura de su cara me las comió y chupeteo con gula. En una de las bajadas la polla de Alfonsito entro limpiamente a través del coño en mi chorreante vagina y gemí, de gusto, de deseo, de placer, de puro ansia de disfrutar.

Al llegar mi primer orgasmo, casi inmediatamente, atenacé a mi amorcito, le estrujé hasta casi dejarlo sin respiración con brazos y piernas, apretando mis tetas contra su pecho, como si quisiera fusionarme con él. Solo aflojé cuando el orgasmo fue decayendo para empezar otra oleada de hormigas corriendo en mi interior. Fue un orgasmos tras otro, excitada viendo pasar las luces de los demás coches y con la confianza de que nadie podría vernos por la intensidad del vaho que empañaba los cristales del cochecito haciéndolos casi opacos pero teniendo conciencia de que todos los que pasaban y nos veían sabían perfectamente que cosa estábamos haciendo. Eso me excitaba y además aumentaba mi placer. Notaba auténticas oleadas orgásmicas con cada pulsación del pene de Alfonsito dentro de mí. Me notaba cansada y sudorosa pero aun así no cejé en mi presa hasta que Alfonsito rugió con la mayor exclamación de placer que le recuerdo. Me quedé abrazada al él, frente con frente, dejándome besar y besando en un silencio solo interrumpido por nuestras entrecortadas respiraciones hasta que Alfonsito lo rompió para decirme ―Este año he tenido el mejor regalo de cumpleaños que nunca nadie haya tenido antes.

―¿Te ha gustado?

―Me ha encantado.

―Pues el año que viene… ―me detuve para tomar aire antes de continuar ― el año que viene Alfonsito tendrás mejor regalo que este.

―Será imposible mejorarlo.

―Entonces tendremos que intentarlo aunque solo sea para igualarlo.

Acababa de ponerme las bragas cuando volvió a sonar el teléfono móvil, era otra vez la madre de Alfonsito.

―Hola Q bonita ¿Todo bien?

―Si claro, todo bien.

―¿Ha sucedido algo que os retrasáis?

Era verdad es que entre que el polvo había sido de los largos y que  viajábamos despacio se había ido haciendo tarde así que tuve que improvisar.

―Es que tuve un apretón, ya sabes, una necesidad urgente, una emergencia ―no continúe dejando por supuesto lo que pudiera parecer pero no era. Mentir no es buena idea.

―¿Y ya estás bien?

―¡Siiiii!―exclamé para continuar con la más absoluta de las verdades― ahora estoy divinamente.

―No tardéis.

―Continuamos viaje ahora ―dije mientras Alfonsito me abrochaba el sujetador.

Ya dispuestos y cuando íbamos a partir, Alfonsito se detuvo, se quedó pensativo unos segundos y me preguntó ―¿Puedo pedirte algo?

―Si claro que si amorcito mío.

―¿A partir de ahora puedes llamarme Alfonso?

―Claro que si cariñito ¿Y yo puedo pedirte algo?

―Claro que si putita mía.

―¿Puedo ser tu putita para siempre?

―¿Para siempre?

―Para siempre que queramos,

―¿Y podré follarte siempre?

―Siempre que queramos follar.

―Entonces de acuerdo.

―Entonces encantada Alfonso.

Alfonso se detuvo delante de mi portal y nos besamos en la boca antes de despedirnos. Luego, ya en casa, me desnudé y fui directamente al baño, llené la bañera, la rodeé de velas aromáticas y de colores, añadí un chorro generoso de sales y me metí dentro después de ponerme un buen tapón anal y un enorme pollón en el coño. Me corrí repetidas veces antes de rendirme. Me gusta eso de hacer regalos sexuales y de ser la putita del hijo de una de mis mejores amigas pero cada vez me noto más atrevida e insaciable, puede que Alfonso acabe compartiéndome con Hugito ¿O mejor llamarle Hugo?

Q.

 

 

Cartas de Q

Q es un amiga que nos cuenta su ajetreada vida sexual en forma de cartas, periódicamente nos envía una para darnos a conocer su intensa vida sexual. Discreta como pocas, es una mujer que disfruta del sexo intensamente practicándolo de forma entregada y libre.

Dispone de un amplía lista de compañeros de juegos y también de compañeras. Desde sus sobrinos, tío, vecino, amigas, hijos de sus amigas, en definitiva, cualquiera que sea capaz de cumplir sus exigencias sexuales.

Van dispuestas según se han ido recibiendo, la más antigua arriba y la más moderna al final, aunque cronológicamente no sigan el orden establecido.

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