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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Joven cuñada
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Vivo con mi mujer en una gran ciudad a donde nos trasladamos poco antes de la boda por motivos de trabajo, ambos habíamos encontrado ocupación en esa ciudad aunque en sectores diferentes. El único aspecto que nuestras ocupaciones tienen en común es que el horario a turnos. Normalmente nos las solemos apañar para poder pasar el mayor tiempo posible juntos. Sin embargo eso cambió cuando sucedió lo que voy a contar.

Mi esposa tiene una hermana menor, una jovencita muy agraciada, buena estudiante, sería y formal, de esas que nunca han roto un plato hasta que hace trizas toda la vajilla, que es lo que pasó. Se había enamorado perdidamente de un hombre algo mayor que ella, sin ocupación conocida, chulo, prepotente, mal educado y con todos los números para ser un aprovechado. La familia de la chica se alarmó cuando los descubrió juntos en la cama pero especialmente con la reacción del novio que amenazó con llevársela para siempre. La alarma pasó a emergencia cuando la chica regresó a casa exigiendo dinero a sus padres para dárselo a su novio y al negarse los padres al chantaje la chica salió del domicilio para regresar al rato, obligada por su hermano, sangrando ambos y con varios golpes en la cara. Los padres, motivados por razones que solo los padres pueden entender, en lugar de llevar a sus hijos a los servicios de urgencias, para ser atendidos de las lesiones, y presentar la correspondiente denuncia, lo que hicieron fue llamar al viejo médico de la familia; un pariente de mi suegra. Este, tras curarlos, llamó a mis suegros para decirles que su hija presentaba múltiples lesiones producto de golpes por todo el cuerpo y que algunas eran ya antiguas. Les recomendó presentar una denuncia ante la policía por agresión y malos tratos. Mis suegros, personas muy conservadoras, de esas chapadas a la antigua, se negaron en redondo preocupados por los comentarios de vecinos y conocidos. Decidieron, a sugerencia del médico, que la solución estaría en enviar a la niña lo suficientemente lejos del novio maldito para que alejada de él, acabara por olvidarlo. La temible pregunta de si había tenido sexo con el novio no fue respondida por el médico que prudentemente les advirtió de la necesidad de alejarla de aquel maltratador cuanto antes.

―Tiene toda la vida por delante ―sollozaba mi suegra cuando se lo decía telefónicamente a su hija mayor, mi esposa, a quien correspondería la responsabilidad de encaminarla correctamente. Es evidente que esa responsabilidad la íbamos a compartir.

Cenábamos cuando Judit, así se llama mi esposa, me lo comunicó ―Vendrá mi hermana Carlota a pasar unos días con nosotros ―luego me lo contó todo aunque sus padres le habían pedido que no lo hiciera― pero tienes que saberlo ―afirmó.

No pude negarme aunque eso significaría que ya no coincidiríamos en los turnos, nos tendríamos que organizar para que mi Carlota nunca estuviera sola, ni en casa ni en la calle, al menos hasta que lograra desengancharse del novio. Eso supondría que el tiempo que pasaría con Judit quedaría muy reducido. Los días siguientes los pasamos acomodando la habitación de invitados y haciendo las gestiones necesarias para modificar nuestros respectivos horarios para adaptarlos a la visita.

―Llegará esta noche ―dijo un día Judit nada más llegar a casa― iré buscarla mientras preparas la cena.

Me quedé en casa haciendo de cocinitas y mientras esperaba quise recordar a mi cuñada. No la conocía mucho puesto que solo la había visto unas pocas veces y desde la boda no habíamos coincidido. Si recuerdo que me pareció una chica espigada, muy guapa, pero solo una adolescente tímida, pero de eso hace ya casi cinco años. Ahora ha de ser toda una mujer.

Me sorprendió verla la entrar en la cocina. Judit es alta, pero corpulenta, de formas muy rotundas, muy redondeada, con tetas grandes y un culo admirable. Su hermana menor es espigada, de tetas pequeñas y piernas largas terminadas en un culo escueto. El pelo largo enmarcando la cara le daba un aspecto triste y melancólico.

Tras la cena, las hermanas mantuvieron una larga conversación encerradas en la habitación de Carlota tras la cual, mi mujer salió con cara de preocupación y su hermana quedó sollozando.

Judit tendría turno de mañana y yo de noche, así que no me despertó cuando se levantó para irse como hacíamos hasta entonces, ella tiene su trabajo más lejano. Por ello no desperté hasta que me pareció oír la voz de mi mujer haciendo unos sonidos que me alarmaron. Sigilosamente me acerqué al salón de dónde venían los sonidos y pude ver que no era mi mujer si no su hermana quien estaba allí; su voz es muy similar a la de Judit, con el mismo timbre y entonación, además ambas hacen las mismas pausas al hablar, unido eso a su acento. Carlota estaba medio acostada en el sofá con las piernas separadas, levantando el Smartphone que enfocaba sobre su cuerpo. Me alarmó verla desnuda pero más me alarmó verla masturbándose. Pese a que me vio a su lado no dejó de pajearse mientras emitía gorjeos y lanzaba besos al teléfono móvil del que salía una voz que la ordenaba que hacer y le pedía insistentemente ―más, más…

Pasó un buen rato antes de que desde el otro lado cortaran la comunicación, de forma abrupta y maleducada, sin avisar ni despedirse. Fue entonces cuando Carlota me miró y si moverse del sofá y sin dejar que sus dedos jugaran con su coñito.

―Era mi novio que quería verme desnuda y como me masturbaba ―justificó.

―¿Y te parece bien que te controle y maneje de esa manera? ―amonesté.

―Es mi novio ―protestó.

―Es una caradura que solo quiere aprovecharse de ti, tú solo eres tuya―alegué.

―¿Qué tengo yo que pueda interesarle que ya no tenga? ―defendió.

―Mírate ―concluí girándome para irme y dar por concluida la conversación, no quería entrometerme más en asuntos de la familia de Judit y además estaba incómodo al verla desnuda.

―Me he quedado con ganas ―dijo con la misma voz que utiliza su hermana cuando quiere sexo.

Al volverme sorprendido, ella se levantó del sofá completamente desnuda, dejó caer el móvil y comenzó a frotarse las tetitas, pequeñas, duras y redonditas.

―Tengo muchas ganas ―susurró.

La miré detenidamente, su cuerpo no se parecía en nada al de su hermana, Carlota es más espigada, más estilizada, de tetas más pequeñas, más duras; la cadera no es tan ancha, y el culo pequeñito y respingón, el vientre muy liso. Ambas son dos bellezas excepcionales que solo se parecen en la voz. Únicamente numerosos moretones, de diversas etapas de curación, se repartían por aquel cuerpecito tan atractivo y apetitoso afeándolo si eso es posible pero que me encorajinó. Me la follaría si no fuera mi cuñada.

Escapé hacia mi habitación y ella me siguió para abrazárseme por la espalda apretando su impresionante cuerpecito contra mi espalda.

―Tengo muchas, muchas ganas ―susurró a m i oído.

―Soy tu cuñado ―me defendí aunque ardía en deseos por aquella jovencita de espectacular cuerpo que se me ofrecía descaradamente.

Me desnudé y nos acostamos, nos besamos, sus besos eran apasionados pero torpes, luego se colocó sobre mis piernas, se arrodilló y se metió toda mi polla en su boca, me hizo una buena mamada aunque nada que ver con las que hace Judit. Antes de que me corriera, eso sí lo vio venir, se colocó sobre mí y quiso cabalgarme pero los primeros movimientos fueron muy descontrolados, demasiado inexpertos, así que la hice ponerse debajo, tomé un condón de la mesilla de noche y con cuidado se la metí. Ella pareció darse cuenta de mis precauciones y en voz bajita confesó ―No me harás daño, mi novio me la mete todos los días.

Eso me motivó, sospechaba que el dichoso novio iba más por él que por ella, follarse a Carlota es una gozada y si además, es sumisa y siempre está dispuesta el caradura del novio no tenía otra razón mejor para utilizarla, además, le sacaba dinero. Hice alarde de mi experiencia, puse en práctica todos mis conocimientos, utilicé casi todos mis trucos y dispuse de la mayor parte de mi arsenal amatorio. La consecuencia fue un orgasmo intenso que inesperadamente sobresaltó a Carlota que reaccionó boqueado sorprendida, con los ojos abiertos como platos y la expresión entre sorprendida y gozosa.

Parecía tan asombrada que comprendiendo su inexperiencia le pregunté ―¿Es tu primer orgasmo?

―Tan fuerte si―respondió sonriendo, aun asombrada y con la respiración entrecortada.

Vi una oportunidad de desmitificar al maldito novio y aproveché ―son todos así ―hice una pausa y remaché― por lo menos son así.

Como yo aún no había acabado, tal era mi concentración por hacer las cosas mejor que nunca, y como todavía no la había sacado, comencé a moverme de nuevo, muy despacio y poco a poco más rápido y fuerte hasta que se me abrazó y entre jadeos entrecortados volvió a correrse apretándoseme tan fuerte que me dificultaba la respiración y al romperme la concentración me corrí al tiempo que ella.

Me hice a un lado y resoplando le pregunté qué tal estaba

―Genial ―respondió ―nunca he estado tan bien.

―¿Te ha gustado? ―inquirí.

―Mucho ¿y a ti? ―peguntó melosa.

―Me ha encantado.

Se acercó a mí, me besó con ternura en la mejilla, apoyó su cabeza en mi pecho y nos dormimos.

Desperté para verla observándome con detenimiento y al verme despierto dijo. ―Si tu guardas mi secreto yo guardaré el tuyo.

―¿Qué quieres decir? ―pregunte alarmado.

―Que si tú no le dices a mi hermana lo que me has visto hacer con mi novio yo no le diré lo que hemos hecho.

―Con una única condición ―intenté a la desesperada.

―¿Qué condición? ―respondió intrigada.

―Que hagas lo posible para dejar a ese novio tuyo que no te merece.

―De acuerdo, lo intentaré pero con una condición.

―¿Cuál? ―pregunté.

―Repetir lo otra vez lo de esta mañana.

―No puede ser ―dije incorporándome.

―Judit nunca lo sabrá.

La miré y vi que su mirada era sincera, la misma mirada de aquella adolescente que conocí en día de la pedida y que con tanto interés me observaba.

A la mañana siguiente volví a despertarme de la misma manera pero esta vez, aunque desnuda, no se masturbaba. Esperé discretamente en la puerta hasta que ella cortó la comunicación y dando pequeños saltitos se acercó abrazándome y besuqueándome para decirme ―Tenía muchas ganas de que te levantaras.

Y en ese momento fue mi polla la que se levantó hasta casi doler.

Nos fuimos a la cama y comenzamos a besarnos hasta que ella quiso ponerse encima de mí pero la detuve, necesitaba ponerme un condón.

―No te hace falta Damián ―dijo llamándome por mi nombre.

―Podrías quedarte embarazada ―alegué.

―Mi novio y sus amigos nunca… ―dijo sin completar la frase

No quise preguntar y me puse el condón ante su atenta e interesada mirada, parecía curiosa, como si nunca lo hubiera visto. Luego se colocó sobre mí, cogió la polla y se la metió. Gimió al metérsela y asustado le pregunté si se había hecho daño.

―No es daño Dami ―dijo entrecortadamente mientras comenzaba a moverse torpemente. La detuve cogiéndola por la cadera y dije ― No es así, déjame que te guíe ―y la fui dirigiendo con las manos, haciéndola moverse girando la cadera, que no fuera un arriba y abajo; la hice moverse ondulándose. Luego la solté dejándola sola e indicándole que marcara el ritmo para buscar su placer.

―Quiero que seas tú el que lo pase bien ―dijo.

―Por mí no te preocupes, muévete para pasarlo tu como nunca lo has pasado.

Apoyó sus manos sobre mi pecho, echó atrás la cabeza, y fue moviéndose como le había indicado, hasta que fue perdiendo cohesión en los movimientos, fueron cada vez más desordenados, hasta que comenzó a temblar y se derrumbó encima mío mientras se retorcía gimoteando para quedarse quieta y en silencio solo roto por su agitaba respiración. De repente se izó y me dijo ―Dami, tú no te has corrido.

―No guapísima, aún no.

―¿Y a qué esperas? ―e inmediatamente comenzó a moverse hasta que ambos nos volvimos a correr juntos, yo con la maravillosa visión de aquellas tetitas colgando ante mis ojos y la música de sus gemiditos

El resto de la mañana lo pasamos en la cama. Ella me contó como era su relación con aquel novio. Me contó que nunca había usado un condón. Me contó también que había tenido sexo con los amigos de su novio ―Él me lo pidió ―se defendió. También me contó que su novio la había ofrecido a hombres mayores a cambio de dinero, que le habían pagado por follársela. Y que no se había disgustado por eso, que lo había comprendido porque su novio no trabajaba y de alguna manera tenía que sacar algo de dinero; y que a ella no le importaba porque era para él.

―Pero como contigo nunca lo he pasado de bien ― dijo melosa mientras me acariciaba la cara. Y luego dijo ―¿Puedo ponerte el condón?

Yo aproveché didáctico para decirle ―Pero solo si lo empiezas a usar siempre.

―Vale ―dijo riéndose alegremente mientras intentaba abrir el envoltorio. Como le resbalaba entre los deditos, intentó abrirlo mordiéndolo. ―Así no Carlotita, que lo puedes pinchar ―dije alarmado.

―¿Y me quedaré embarazada? ―respondió divertida.

―Pudiera pasar y también que te contagiaras de alguna enfermedad.

No respondió pero pronto se nos olvidaron aquellas palabras por sus dificultades para ponérmelo. Necesitó coger otro hasta que logró colocármelo, luego se volvió de espaldas y poniéndose a cuatro patas se ofreció ―¿Me follas el culo Dami?

―¿Estás segura?

―Si, quiero que me lo hagas.

―¿Lo has hecho antes?

―No Dami, es la primera vez, otros lo han intentado pero me hacían daño porque decían que estaba muy apretada.

No desaproveché la ocasión, así que me coloqué detrás de ella y despacito empecé a encularla, con mucho cuidado, escupiendo mucho en el condón e incluso con la vaselina que mi mujer usa para la manicura. Me costó mucho, a Carlota le dolió pero pareció satisfecha.

―Me gusta que hayas sido tu ―me dijo mientras se acostaba a mi lado y después, entre pensativa y pícara dijo ―¿Me enseñarías otras cosas del sexo?

―¿Qué quieres saber?

―Todo lo que tú sabes.

―¿Todo?

―Bueno, todo lo que haces con Judit ―y continuó ―oí a mi hermana hablar con su mejor amiga y como le decía que lo pasaba muy bien contigo porque sabias hacerselo.

―¿Y qué más le oíste decir?

―Que le comías muy bien el coño.

Entonces la hice tumbarse sobre la cama con las piernas separadas, le puse la almohada bajo las nalgas y le comí el coñito esmerándome y poniendo todo mi empeño en satisfacerla. Noté su orgasmo y después mientras me acariciaba la cabeza enroscando sus dedos entre mis rizos dijo ―Tienes que enseñarme a chuparla.

Me sorprendió, no esperaba que mi cuñada me pidiera eso ni tampoco me imaginaba que acabara dandole lecciones de follar, comer y mamar. Pero no me dio mucho tiempo a pensar nada, ya la tenía entre mis piernas cogiéndome la polla y llevándola a la boca. Esta vez no hubo concentración ni experiencia que valiera. Ver aquella carita sensual abriendo aquella boquita jovencísima y carnosita, de niña caprichosa. Me costó darle indicaciones pero ella aprende rápido y no era su primera mamada. No tardé en correrme y lo que dijo después si me sorprendió.

―Tengo que tragármelo dijo entre chupada y chupada.

―Solo si tú quieres

―¿Mi hermana que hace?

―Se lo traga ―mentí.

Y Carlota se lo tragó todo. Cuando dio por acabado todo, se lamió y detenidamente recogió con los dedos el semen que le había quedado por las comisuras y se lo llevó a la boca chupeteándose golosa los dedos.

―A mi novio no le gusta que me lo trague, dice que es como si le comiera.

―A mí me gusta que me comas.

Y nos reímos.

Luego, el resto del día cada cual, como el día anterior a sus cosas, ella con su hermana cuando esta llegó y yo a dormir para trabajar el turno de noche.

Nuevamente, volví a despertar con su voz en el salón. Salí pero esta vez aunque estaba desnuda, no utilizaba la cámara de su Smartphone. Hablaba con su novio de forma que parecía distante, no estaba a la defensiva, parecía que le discutía hasta que dijo ―Está mi cuñado ―y cortó.

Permanecí quieto, sin saber que pasaba. Carlota me tomó por la mano y diciendo ―Vamos Dami, tienes muchas cosas que enseñarme.

Y follamos, toda la mañana, en todas las posturas que me pidió pero sobre todo le comí el coñito, varias veces, todas las que me lo pidió porque me dijo que su novio no se lo hacía, que le daba asco porque allí entraban las pollas de otros hombres. Entre polvo y polvo hablamos mucho de ella.

A la mañana del día siguiente, desperté al sentirla acostarse en la cama a mi lado. Casi inmediatamente sonó su teléfono móvil. Miró la pantalla, descolgó y sin dar opción al llamante ―Ahora no voy a hablar contigo ―hubo una breve pausa antes de continuar ―No lo sé ―tras otra pausa repitió― No lo sé, puede que nunca ―y cortó. Luego follamos, muchas veces.

El resto de la semana transcurrió entre llamadas de su novio que desesperadamente pretendía seguir teniéndola y polvos con mi cuñada Carlota. Una de las veces que charlábamos después de follar le pregunté por su novio ―Ya no tengo novio, no lo necesito ―dijo.

―¿No? ―interrogué.

―Para lo que quería a mi novio tengo  a mi cuñado y para lo que me quería mi novio yo no le quiero a él.

―Me das una alegría muy grande ―le dije mientras le daba el fuerte de los abrazos que he dado en mi vida― ¿Se lo has dicho a Judit?

―¿Qué me follo a su marido?

―Nooooooo, eso no.

―Eso es nuestro secreto pero se lo diré, y también que me quedaré unos días más  y que me iré al pueblo con la abuela un tiempo. Luego, si quieres volveré de vez en cuando.

―Me parece bien.

―¿Qué me vaya al pueblo con la abuela o que vuelva a verte?

―Las dos cosas pero sobre todo que busques la mejor forma de vivir tu vida, tienes la obligación de ser feliz ―También le recordé al jovencito que había sido su novio de veraneo en el pueblo.

―Esa chivata de Judit ―dijo sonriente y me pareció que muy feliz ―¿Y cuándo nos veamos que pasará?

―Pues podemos hacer como que nunca ha pasado nada o podemos follar ―respondí.

―¿Follarías con tu cuñada?

―¿Follarías con tu cuñado?

―Follaría con mi Dami.

―Follaré con mi cuñadita Carlota.

Se fue al pueblo hace una semana.

Damián

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