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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Juana, mi madura compañera de trabajo
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Juana es una compañera con la que llevo trabajando desde hace años, es una mujer casada de unos cincuenta y pocos años, de estatura media, de pelo corto, piel morena y un cuerpo bien formado más bien delgado. Fue la persona que se encargó de enseñarme y de explicarme cómo funcionaba todo cuando ingresé en la empresa. Estuve sentado a su lado durante un trimestre mirando lo que hacía en la pantalla de su ordenador y mientras tanto tuve la oportunidad de observar y admirar su cuerpo. Aquellos tres meses pasaron rápido pero mientras duraron fueron aumentando mis fantasías eróticas que se fueron convirtiendo en pensamientos cada vez más habituales. Tanto que acabé por darme cuenta que nunca había experimentado una atracción sexual tan grande por una mujer.

Pasado el periodo de formación se me asignaron unas tareas que hacían necesario trabajar con Juana así que compartíamos despacho y nuestras mesas de escritorio estaban una frente a otra. Desde el principio evitaba que nuestras miradas se cruzaran, quería evitar cualquier asunto engorroso y por supuesto molestarla peor me costaba mucho sobre todo teniéndola tan cerca.

Algunas noches que nos quedábamos en la oficina hasta tarde, solo con algún compañero en otro despacho, y sin que ella se diera cuenta, sacaba la polla del pantalón para aliviarla de la presión de las erecciones que me provocaba verla delante de mí. La presión del slip en la polla tiesa y dura resultaba dolorosa en ocasiones. A veces me masturbaba discretamente por debajo de la mesa con una mano mientras que con la otra garabateaba en un papel, aunque no siempre llegaba al orgasmo porque me asustaba hacer ruido y que me sorprendiera en semejante situación.

También había ocasiones en que por cosas del trabajo teníamos que desplazarnos por los alrededores de la ciudad, siempre en distancias cortas, lo que nos permitía ir conversando en el coche y en las pausas para el almuerzo. Eso posibilitó que nos hiciéramos buenos amigos y en nuestras conversaciones comenzáramos a confiar más entre nosotros y a introducir temas más personales. Fue así como supe que su marido hacía frecuentes viajes al extranjero donde permanecía durante meses para trabajar. También me dijo que por esa razón pasaba mucho tiempo sola en casa.

En uno de esos viajes, mientras a pie atravesábamos un parque, pasamos al lado de un banco donde una joven pareja se abrazaba con pasión mientras se fundía en un beso. Al acercarnos nos apercibimos de que la chica lo que realmente hacía era masturbar a su novio. Pasamos a su lado sin detenernos , sin embargo, por el rabillo del ojo vi como Juana parecía avergonzada pero también, en ese mismo momento, me pareció ver en sus ojos la misma lujuria que yo sentía cuando me tocaba la polla sentado frente a su mesa. Cuando ya salíamos del parque, lo suficientemente lejos de la parejita, a ambos se nos escapó una mal contenida risa e hicimos comentarios acerca de las urgencias del joven. El resto del día ambos fingimos no recordar aquella escena.

Como tantas otras veces emprendimos el regreso después de la comida, pero este no sería un viaje de regreso como los anteriores. A poca distancia de nuestra ciudad Juana, que llevaba el coche, tomo una desvió extraño que ni siquiera nos acercaría.

― Juana, te has equivocado de salida ―dije un poco sorprendido.

― No, no te preocupes, ahora verás ―respondió con total calma.

Me quedé sorprendido y pensando que querría decir con aquello pero me mantuve silencioso con plena confianza en ella.

Tras unos minutos por una estrecha carretera local entramos en lo que parecía ser el aparcamiento de un hotel o algo similar. Eso me sorprendió e incluso comenzó a intranquilizarme. Durante un momento pensé que Juana quizás quisiera dormir un poco antes de llegar a la oficina.

Detuvo el coche, paró el motor y se bajó sin decir ni una sola palabra, dócilmente y completamente desubicado la seguí un par de pasos por detrás. Entró en la recepción pero yo me quedé en la entrada, desde allí pude ver que discutía con el recepcionista pero no pude oírla. Tras recoger unas llaves salía rápidamente y nuevamente sin decir ninguna palabra comenzó a caminar con rapidez por un pasillo que daba a unas escaleras. Subimos hasta la tercera planta y tras recorrer otro pasillo se detuvo frente a la puerta de una habitación, la abrió y entró. La seguí en el mismo silencio que hasta entonces y entré también.

Juana cerró la puerta, arrojó su chaqueta sobre la cama y se volvió hacia mí sonriendo ligeramente. De repente creí entender sus intenciones, me parecía imposible que fuera eso, pero no me importó. Me acerqué a ella mientras nos mirábamos fijamente a los ojos sin decir nada, me costaba mantenerle la mirada.

Pasaron unos segundos y lentamente empezó a desabotonarse la blusa. Yo comencé a imitarla sacándome el polo. Seguimos desnudándonos uno frente a otro. Al levantar la vista vi que ella ya estaba completamente desnuda y yo solo con los calzoncillos que estaba a punto de bajarme. Pero no lo hice obedeciendo su gesto de seguirla mientras retrocedía de espaldas hacia la cama sobre la que se acostó inmóvil con las piernas y los brazos separados como para que yo pudiera ver todo su cuerpo desnudo, sus grandes pechos, el coño casi oculto por una maraña de pelo negro y rizado. Me quedé observándola y ella se incorporó apoyándose en los codos y separando aún más las piernas para ofrecerse mejor. Mi polla reaccionó con una erección que levantó la tela de mi ropa interior, me acerque aún más a ella, tanto que mi polla estaba a centímetros de su cara. Juana se agarró con ambas manos a la cintura del calzoncillo y comenzó a tirar lentamente hacia abajo. Al bajar lo suficiente, mi polla dio un salto como si estuviera fuera de todo control y tocándole la cara. Juana cerró los ojos y comenzó a lamer suavemente la cabeza de mi polla con la punta de su lengua. De repente me cogió por la cadera e hizo entrar mi polla en su boca, noté como movía su lengua alrededor de la cabeza hincada de mi polla tiesa. Sus manos tiraban de mi hacia delante y hacia atrás haciéndome mover la cadera en un ritmo lento dentro de su boca.

Me deshice del agarre de sus manos para ponerme encima de ella y formar un sesenta y nueve. Nos detuvimos el solo el instante necesario para que ella tomara mi polla con su boca y yo pudiera acercar mi lengua a su coño. Pasé mis brazos bajos sus muslos y acerqué mi cara a sus húmedos labios y mi lengua buscó su clítoris. El olor de su coño me inspiró más y mi lengua comenzó a moverse cada vez más rápido y trataba de mover mi cara cada vez más hacia abajo en medio de sus piernas.

Quise penetrarla así que rápidamente me volví a colocar entre sus muslos y apoyé la cabeza de mi polla en los labios de su coño. Me incliné hacia delante y la besé buscando su boca y su lengua. Juana abrió la boca y nuestras lenguas se encontraron. Al cabo de unos segundos empezamos a acompasar nuestros movimientos mientras se la iba metiendo despacito abriéndome paso entre las húmedas paredes de su vagina que ya casi chorreaban. Seguí moviéndome al mismo ritmo lento que ella me había indicado. Ella me abrazó sujetándome fuerte con sus brazos tras mi espalda mientras nuestras bocas se mantenían unidas en un apasionado beso. Juana acompañaba mis movimientos con movimientos de su cadera. De repente me abrazó con tanta fuerza que llegó a hacerme daño y comenzó a jadear intensamente.

―¡Métemela muy dentro ―dio casi en grito mientras me atenazaba con brazos y piernas.

Yo mantuve el ritmo lento hasta que volvió a decir rugiendo en pleno orgasmo―córreteme dentro.

Aumenté el ritmo poco a poco empleando la poca energía que me quedaba para llegar al orgasmo inundando su vagina con mi semen que noté salir a borbotones.

Me quedé sobre ella mientras ambos respirábamos profundamente intentando recuperarnos. Comencé a besarla con ansia y desesperación quería quedarme dentro de ella. Unos minutos más tarde, me abrazó con fuerza y me besó, tomó mi cara entre sus manos, me miró con ternura y dijó ―tenemos que irnos muchacho.

El resto del viaje se desarrolló en silencio, así lo había pedido Juana. Entrando en la ciudad y con voz firme lo dejó todo claro ―has estado muy bien pero esto no ha pasado.

Juana es una atractiva y madura compañera de trabajo de nuestro amigo.

Anónimo

Otro relato ...




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