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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
La mejor amiga de mi esposa
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Amo a mi esposa, no me malinterpreten, es muy hermosa, sexy y ardiente, y me cuesta horrores apartar mis manos de ella. Pero mi esposa tiene una impresionante mejor amiga; una mujer rubia, alta, piernas increíbles, y con un cuerpo esbelto y perfectamente formado. Cada vez que la veo, siento como una sensación de hormigueo recorre todo mi cuerpo. Trato de no pensar en ella, pero los pensamientos simplemente vienen a mi cabeza. A veces dejo volar mi imaginación y me imagino cómo sería su cuerpo desnudo. ¡Oh, cuánto anhelaba verlo!

El otro día vino casa mientras mi esposa estaba fuera de la ciudad por trabajo. Había ido a ver a mi esposa, por supuesto, no estaba pero yo la invité a pasar. Llevaba una falda azul corta y una blusa que dejaba ver su vientre. Como nos conocemos desde hace años y nos hemos hecho buenos amigos, aceptó la invitación y entró.

Nos sentamos en el sofá y comenzamos a conversar, me contó que había sido un día duro en el trabajo y que teína los pies estaban cansados y doloridos. Sin pensarlo, me arrodillé en el suelo frente a ella, le tomé los pies, le quité los zapatos y después sus calcetines. Sus pies me parecieron hermosos, con una forma perfecta. Lentamente comencé a masajeárselos lo que ella agradeció y diciendo que le venía muy bien y que aquel masaje era justo lo que ella necesitaba. Me fui al baño y regresé con una botellita de aceite para masajes que dejé encima de una mesita auxiliar al lado del sofá. Me puse un poco de aceite en las palmas de las manos y comencé a extendérselo por la parte superior de los pies, y lentamente por los dedos, de uno en uno.

Inicialmente mi única intención era  ayudarla a relajarse después de un largo día. Pero cuando mis manos se deslizaban por sus pies, comencé a excitarme. No quise hacerlo, simplemente sucedió. Había planeado únicamente masajear sus pies, pero ahora estaba empezando a acariciarlos  de una manera intencionadamente erótica. Lentamente moví mis manos a sus tobillos, luego a sus pantorrillas haciendo largos trazos arriba y abajo por sus piernas, ella dijo lo bien que se sentía. Así que continué masajeando y masajeándole la parte interior de las piernas.

Empecé a alargar el movimiento de las manos también por encima de las rodillas. La miré a la cara para ver su reacción y no vi nada que indicara que ella se opusiera,  así que continué hasta la mitad de los muslos. Volví a ponerme más aceite para facilitar y suavizar los masajes y la piel. Entonces comencé a notar que me estaba empezando una erección, solo esperaba que ella no se hubiera dado cuenta.

Cuando empecé a trabajar más por encima de sus rodillas, ella se inclinó hacia atrás y cerró los ojos, parecía disfrutar realmente lo que le estaba haciendo.  Le extendí el aceite con largos movimientos, arriba u abajo, desde las rodillas hasta el borde de  la falda. Cada vez que llegaba a su falda, la movía ligeramente, para subirla un poco más. Ella, sin nada que lo advirtiera previamente, estiró las manos hasta el borde de la falda y la levanto despacio para  exponer sus muslos. No dije nada pero inmediatamente mis manos comentaron a trabajar le parte recién expuesta.

Con la falda levantada podía ver su ropa interior de encaje negro mostrando el leve bulto de su coño. Yo estaba erecto, tieso y duro como una barra de acero.

Le masajeé arriba y abajo los muslos  deslizando lentamente las manos hacia la parte interna  hasta que rozar ligeramente su ropa interior y luego retroceder igual de despacio para volver a repetir el movimiento.

Noté que su cuerpo se ponía un poco tenso mientras rozaba sus bragas. No estaba seguro si ella estaba tensa de placer, o si estaba inquieta. Así que lo repetí varias veces y en todas obtuve la misma reacción como respuesta.  Comencé a acariciar ligeramente el bulto de su coño mientras ella parecía ponerse un poco más tensa.

Noté que el montículo de su ropa interior sobre su coño estaba empezando a mojarse. Comprendí que ella estaba comenzando a excitarse. Eso me dio confianza y decidí intentar ver hasta dónde podría llegar. Moví mis manos hacia su estómago desnudo debajo de su blusa y suavemente masajeé la piel que estaba al descubierto. Su corta blusa top estaba suelta, así que podía mover las manos arriba y abajo de su estómago, avanzando un poco más cada vez hasta que tropecé con la parte inferior de su sujetador. A ella no pareció importarle. Su respiración era lenta y profunda.

Me puse de rodillas al lado del sofá y la ayudé a girar para tumbarse en el sofá. Sus piernas estaban estiradas y todavía podía ver un poco de su ropa interior. Con ella en su espalda, pude ver su sostén por debajo de la parte inferior de su camisa que era a juego con sus bragas. Mi corazón latía acelerado.

Sus brazos descansaban a estirados a  los costados, con la mano derecha colgado del borde del sofá que pronto encontró la parte superior de mis pantalones. Empecé a frotar su vientre otra vez. Pasé a extenderle el aceite por los costados y cuando llegué a su blusa, cuidadosamente la levanté un poco para poder llegar más arriba. Al hacer esto, quedó expuesto más de la mitad de su sujetador y pude ver la forma de sus pechos a través del encaje negro.

Al tiempo, empujé mi cadera más fuerte contra su mano. Mientras lo hacía, noté que sus dedos comenzaban a moverse hasta que estuvieron tocando mi polla dura como una roca a través de mis pantalones. Lentamente los movió hacia arriba y abajo del bulto que ahora era muy evidente bajo los pantalones. Eso volvió a darme confianza y levanté cuidadosamente su blusa por encima de su sujetador. Utilicé solo las yemas de los dedos para acariciar la parte superior de sus pechos, sobre el sujetador de encaje. Mientras hacía esto, ella comenzó a apretar mi pene en su mano. Con una mano me desabrochó el  cinturón y  dejé que los pantalones cayeran al suelo. Luego metió la mano dentro de mi ropa interior y me agarró la polla. Para facilitar el acceso me quité la ropa interior.

Ella comenzó  a acariciarme lentamente con la mano. Yo le quité el sujetador. Casi se me escapa una aclamación de admiración cuando vi desnudos sus hermosos pechos por primera vez. Perfectamente redondeados, con pezones turgentes y areolas rosadas. Los cubrí con mi mano haciendo cuenco y los acaricié. Su respiración era cada vez más rápida.

Moví mi mano hacia su coño, le puse la falda sobre el estómago y puse mi mano en sus bragas,  sobre su montículo mojado. Sentí la necesidad de verlo y le quité las bragas para revela su hermoso coño totalmente afeitado. Se lo toqué suavemente y noté que estaba muy mojado y era muy cálido.

Su cuerpo desnudo yacía frente a mí en el sofá y no podía creerlo. Era la imagen de la perfección. Le  masajeé el coño con la mano y su pecho comenzó a subir y bajar  con cada caricia. Mi corazón latía desbocado, necesitaba estar dentro de ella.

La bajé al suelo y la recosté sobre la espalda, le levanté las piernas a lo largo de mi pecho,  con sus pies a cada lado de mi cabeza y me moví sobre mis rodillas para que mi pene llegara a la entrada de su coño. Ella gimió suavemente mientras empujaba dentro de ella. Estaba muy apretada  pero empujé muy dentro de ella. Lentamente me moví hacia adelante y hacia atrás notando como la excitación se estaba acumulando en mi pene hinchado. Empecé a ir cada vez más rápido. Mis bolas golpeaban contra su culo con cada movimiento. Arqueó su espalda y puso su mano sobre el coño, y comenzó a frotar el clítoris mientras yo bombeaba con cada vez más fuerza y mis manos apretaban sus pechos. Ambos avanzábamos con rapidez hacia el orgasmo y de repente sentí su cálido jugo rodear mi pene y , para mi, eso era todo lo que podía aguantar. Exploté dentro de ella como un volcán, mi leche salía de mi cuerpo y llenaba su coño.

Cuando se detuvo la borrachera de sexo, nuestros cuerpos se relajaron y salí de su coño seguido de un flujo de leche caliente. No nos dijimos nada y estuvimos inmóviles durante varios minutos, asimilando lo que acababa de pasar. Luego se levantó, se vistió y salió de la casa. Desde entonces nunca hemos hablado de eso. Era nuestra primera vez, y tal vez la última, sólo el tiempo dirá. Pero cuando la veo hay un brillo en sus ojos, ya que ambos pensamos en nuestro pequeño secreto.

Cuando alguna vez viene a ver a mi esposa, solo sonrío y salgo de la habitación. Tal vez algún día, podría tenerlas a ambas al mismo tiempo. ¡Siempre se puede soñar!

BLV

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