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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Maika y su marido
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Definitivamente mi vida había cambiado mucho en los últimos meses, desde aquella jornada en Bilbao. Una ciudad que quedará para siempre en mi memoria con un muy dulce recuerdo y como el lugar donde se dio el inicio al descubrimiento de unos placeres carnales hasta entonces desconocidos.

Mi apetito sexual se había tonado insaciable, entre la perversidad de Carlos, mi jefe,  que día a día me provocaba y me abría las puertas a nuevas formas de placer y las noches con Simón. Mi marido.

Con Simón sentía que era diferente aunque sin saber porqué. Lo provocaba constantemente, le enviaba whatsapp excitantes diciendo que apenas podía esperar a llegar a casa para chuparle la polla. A veces también fotos mías provocativas.

Un viernes dejamos a los niños con los suegros a pasar el fin de semana y nos fuimos a cenar solos. Después nos fuimos a un local de moda a tomar una copa  tras lo que le propuse ir a bailar a una discoteca de moda. Al entrar en el coche y antes de abrocharme el cinturón de seguridad me quité las bragas y se las dí.

―¿Qué te pasa Maika, te has vuelto loca? ―preguntó completamente desubicado.

―No mi amor, no se trata de eso, solo que me gusta. ¿A ti no?

―¡Oh Maika! Prefiero no hablar de eso.

La discoteca estaba bastante animada y la música era excelente así que pronto nos fuimos a bailar. Al comenzar a sonar la música más romántica me agarré al cuello de Simón y le dije―esta música va a ayudar mucho― mientras bajaba la mano para agarrarle el pene, ya se lo había palpado varias veces esa noche pero esta vez sentí como crecía y se endurecía contra mi barriga. Me gustó que estuviera tan duro y dio mucha alegría que fuera yo la causa.

―¿Esa reacción es porque saber que no llevo nada de bajo de la falda o porque me han tocado el culo tres veces? ―le pregunté susurrándole al oído.

―¿Te ha gustado que te tocasen el culo?

―Por supuesto que me hace feliz cuando gusto a los hombres ―continúe diciéndole mientras me apretaba más fuerte contra él y apoyaba mi cabeza en su pecho sintiéndole la polla tan tiesa y tan dura.

Mientras bailábamos sentí como sus manos dejaban mi cintura y levantaban mi falda, allí en medio de la pista. El seguía con la polla tan dura y tiesa que una idea me vino.

―¿Qué te parecería si le diéramos lo que se merece a ese amigo tuyo que quiere escaparse de tus calzoncillos?

Salimos y de camino al coche nos fuimos abrazados con su mano en mi culo que al sentarnos en al coche cambió a mi coño ya totalmente húmedo y yo deseosa de llegar a casa..

Subimos en el ascensor comiéndonos la boca con las lenguas entrelazadas mientras me intentaba levantar la falda y meter los dedos en cualquiera de los agujeros lo que no era nada fácil por nuestras posiciones. Nada más entrar en casa me levantó completamente la falda, me levantó apoyándome contra la pared y me la metió  y me dio una enorme inmensa satisfacción. Mientras follábamos me desnudó las tetas que brincaban sin control con sus empujones. Me encantaba tanto que no pude contenerme y me corrí muy rápido. Él también llenándome el coño de un semen que me pareció más caliente que nunca.

Fuimos al cuarto nos acabamos de desnudar y me tumbé en la cama con las piernas bien abiertas.

―¿Me has visto como estoy llena de ti? ―le dije señalando al semen que salía de entre los labios de mi coño.

Se acercó e introdujo dos dedos dentro de mí y luego, con ellos impregnados de él me los pasó por los labios acariciándomelos hasta que abrí la boca y comencé a chuparle los dedos

Cuando noté que tenía  una buena erección salté encima de él, cogí su polla, me la metí y lo cabalgué. Mi coño empapado y lleno de su corrida anterior, al entrar y salir la polla de mi marido, sonaba como si alguien caminara por un sitio encharcado.

Cuando creí que Simón estaba punto de una nueva descarga, aproveché y le pregunté―¿ Te gusta dejar a tu mujercita con el coño llena de esperma? Cuando iba a responderme me agaché y le besé con un apasionado beso con la lengua lo que hizo inevitable que se corriera inmediatamente, me dejé caer agotada sobre él en la cama. Habían sido muy buenos polvos, una jodida fantástica.

Me moví hacia arriba forzando la salida del pene de Simón de dentro de mí y dándole mis pezones a chupar lo que hizo con dedicación e interés. Cuando dejó de lamerme me acosté a su lado con la cabeza recostada en su pecho. Con los dedos fui cogiendo el esperma que estaba en la barriga de y fuí lamiendo los dedos para aprovechar cada gota de aquel sabroso semen.

―No te veo querida, déjame ver que haces.

Levanté la cabeza por encima de él mientras seguía recogiendo cada gota.

―¿Te gusta verme?

―Me encanta verte querida.

―¿Quieres probar?

No dijo nada pero no era necesario, entreabrió la boca y le puse os dedos en la boca y sin decir una palabra él los chupó probando el sabor de ambos que se había mezclado dentro de mí. Puse un poco en mis labios y otro poco sobre los suyos y me acerqué para darle un largo beso. Después de un largo beso dormimos en los brazos el uno del otro.

Besos Maika

 

 

Historia de Maika

Maika es una hermosa madrileña morena de cincuenta y dos años que cuenta, en forma de relato, alguna de sus aventuras sexuales de dos décadas atrás cuando descubrió una parte de su sexualidad que desconocía de la que aún disfruta.

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