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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Mi consolador y yo
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―Cariño, lo que tú necesitas es un buen consolador.

―¿Disculpa?

Estaba hablando con mi amiga Pepi durante la cena, tratábamos el hecho de que yo no había tenido relaciones sexuales desde hacía meses.

―Un consolador, un novio a pilas.

―¿Te refieres a un vibrador?

―¡Sí, claro!

―No sé, lo veo… algo sucio y sobre todo triste.

―No, no es esa la idea.

―No se…

―Mira, mañana iremos de compras.

Y así fue como me encontré en un sex shop mirando vibradores y otros artilugios. No podía creerlo, nunca había considerado ni siguiera imaginado algo así., Y allí estaba yo comprando un juguete sexual. Con la ayuda y consejos de mi amiga con la ayuda de Pepi elegí uno. Tenía la forma de una polla normal, con sus venas y esas cosas, aunque de normal no tenía el tamaño, una tarjetita señalaba veinte centímetros. Lo que nos causó risa a las dos fue que era de color rosa brillante.

De camino a casa me dio algunos consejos y cuando llegamos se despidió para irse y me aconsejó que me preparara para pasar un buen rato.

Entré en casa con una mezcla de nervios y preocupación, me sentía un poco sucia y lamentaba tener que recurrir a aquel artefacto para poder tener sexo con otra cosa que no fueran mis dedos. Yo nunca ni había imaginado que acabaría utilizando ningún tipo de juguete sexual, y aquí estaba con un vibrador y a punto de probarlo.

Fui directamente a la habitación, puse un poco de música y me quité la ropa. Nerviosamente abrí el paquete, saqué el vibrador y le puse las baterías. Lo encendí y lo sostuve durante un rato mirándolo sin saber muy bien cómo hacer. Decidí probarlo primero en mis pezones, con suavidad lo acerqué a mi pezón derecho, e inmediatamente una ola de placer recorrió mi cuerpo. Fue increíble, como nada que haya sentido antes. En ese momento, perdí toda aprensión aunque todavía me sentía un poco sucia, pero eso lo hizo mejor por el morbo que añadía.

Moví el vibrador hacia abajo y comencé a acariciarme los labios del coño con él. Empecé a estremecerme de placer e inmediatamente lo moví al clítoris. Eso resultó aún mejor. De repente, alcancé un punto que hizo que mi coño comenzara a tener espasmos. Solo lo sostuve allí cuando el primer orgasmo me atravesó el cuerpo, mi coño se descontroló, sus jugos brotaron regando las sábanas, mis pechos se arquearon hacia arriba, mis piernas volaron en el aire y mi boca se abrió para gritar de placer. Pero no pude emitir ningún sonido. Tan pronto como pude recuperar el aliento, comenzó de nuevo, volví a perder por completo el control de mi cuerpo durante lo que me parecieron horas, ya que fui arrasada series ininterrumpidas de orgasmos detrás de orgasmos.

Finalmente, no pude soportarlo más, hundí decidida el vibrador en el interior de mi coño. Resultó un poco grande para mí, pero estaba tan mojada que se deslizó con facilidad en toda su longitud. Comencé a moverlo dentro y fuera, bombeando y jugando con el clítoris y solo fue cuestión de pocos segundos que volvieran otra vez los orgasmos. Cuanto más dentro y con más fuerza entraba el consolador en mi coño mejor me sentía y más intenso era el orgasmo. Bombeé más fuerte y más rápido pero mis brazos no estaban acostumbrados a ese esfuerzo y comenzaron a dolerme, pero no pude parar. Mi cuerpo temblaba fuera de control, prácticamente ensartado alrededor del grueso pene de látex rosado y me estaba volviendo absolutamente salvaje. Me corrí con más fuerza que nunca, los jugos brotaron de mi coño, empapando ya sin remedios mis sábanas, y seguí bombeando, mi otra mano aún frotaba mi clítoris. Finalmente colapsé en mi cama, tan cansada que no podía moverme. Apagué el vibrador y lo miré durante unos minutos y me dije a mi misma con un hilo de voz que había encontrado a mi nuevo mejor amigo.

Anónimo.

Otro relato ...




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