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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Mi primer anal
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A partir de aquel día mi vida en la oficina cambió. Cuando el jefe llegaba solía llamarme a su despacho para quitarme las bragas paseándome con el coño al aire el resto del día. Otras veces aprovechaba para ponerme un tapón en el ano donde permanecía bastantes horas. Luego aprovechaba para quitármelo. Al finalizar la jornada, si ya no quedaba nadie en la oficina me llevaba al baño para jugar un poco con aquel tapón que me sacaba y metía despacio varias veces. Lo usé toda una semana y durante el sábado y el domingo deseé que esos días pasaran rápidamente porque lo echaba en falta dentro de mi culo.

También durante esos días mi deseo sexual aumentó espectacularmente y presioné a mi marido para hacer el amor casi todas las noches. Sentía por un lado  que me pesaban mis actos que consideraba perversos pero lo compensaba con la idea que también él estaba saliendo beneficiado de mi nuevo comportamiento. Nunca pensé desear tanto salir de casa para ir a mi lugar de trabajo. Carlos no era un hombre atractivo ni especialmente dotado pero había algo en él que me hacía ceder a todos sus caprichos, deseando que me usara, que hiciera de mí su puta dispuesta a todo. Pasé a ser el juguete de él, que él usaba provocándome, exponiéndome, sin embargo, a pesar de todos los juegos que practicábamos nunca me colocó en una posición que me pudiera comprometer profesionalmente con los compañeros ni personalmente con nadie.

Durante la jornada, aparte de lo ya mencionado, era habitual que me levantara la falda y me introdujera uno o dos dedos en el coño para intentar que yo me corriera.

Muchas veces nos quedábamos los últimos e íbamos al baño donde me ordenaba que me pusiera de espaldas a él, con las manos apoyadas en el borde de la bañera y me penetraba mientras jugaba con el tapón y me preguntaba si me gustaba, a lo que invariablemente respondía que sí,  que me encantaba y esa era la más cierta de las verdades.

Otras veces le ayudaba a orinar, sosteniéndole la polla, algo que me daba un placer extraño sentir la orina pasar por el pene. Esto lo habíamos hecho ya muchas veces y un día me pidió que se lo limpiara  con la boca. Lo miré incrédula y enojada, pero ya hubiera tenido que esperar algo así. Se lo sacudí varias veces tratando de eliminar cualquier gota que aún quedara en ese pene, cerré los ojos y me lo  introduje en la boca tratando de no pensar que estaba haciendo. Contrariamente a lo que esperaba no resultó desagradable, debí haberlo sacudido bien, pues no sentí un sabor diferente al de otras veces. Esa tarde se corrió en mi boca con una inmensa cantidad de esperma. Cuando miré hacia arriba, sonriendo satisfecha y contenta por el placer que le había proporcionado, me levantó y me dijo― te adoro ―y me dio un beso en la boca y por la sorpresa y la pasión me hizo correrme de inmediato.

Mi jefe es un completo depravado pero yo lo adoro.

Era En ese día cuando llegué a casa, aprovechando que los niños no estaban me llevé a Simón a la cama y echamos un gran polvo. Lo besé  y luego me preocupó que hubiera notado el sabor de la polla de Carlos pero no me dijo nada.

Un viernes, siguiendo las indicaciones de Carlos, había ido a la oficina con un vestido corto, me llamó diciendo que tenía una novedad esperando por mí. Como otras veces me quitó las bragas y en su lugar colocó un extraño aparato acoplado a mi coño. Desconocía que era y no percibí muy bien para qué servía.

Se aproximaba la hora del almuerzo y Carlos entró en nuestra sala, donde trabajo con Toni y Nieves, mientras que él y  Jorge tienen despachos propios, y preguntó si alguien tenía planes para comer y nos invitó a todos.

Un poco antes de las dos de la tarde salimos todos juntos y fuimos a un restaurante en una calle cercana donde ocupamos una mesa al fondo del local. Nieves, Toni a cada lado mío y enfrente Carlos y Jorge.

Cuando el camarero se acercó  con los entremeses sentí algo a temblar en mi coño y reaccioné dando un grito. De inmediato entendí que era lo que Carlos me había colocado dos horas antes. Nieves preguntó que me pasaba mientras aquel aparato seguía vibrando en mi coño. Hice todo lo que pude para disimular mientras Carlos sonreía divertido. Creo que nadie se dio cuenta, pero acabé por levantarme disimuladamente el vestido para quitar aquello de aquel sitio. Fue un almuerzo complicado en el que poco comí pero me corrí al menos dos veces. Fui la última en levantarme y salir para que nadie viera la enorme mancha de humedad que dejé en la silla.

Nada más regresar a la oficina recibí un mensaje de Carlos ― ¿Entonces, putita, te gustó el almuerzo? ― No respondí pero lo cierto es que me encantó.

Al final del ya solos, entré en su despacho y enojada le dije ― Carlos eres un provocador, estoy muy salida y necesito follar ¡ya!

Nos fuimos a la sala de reuniones donde nos desnudamos y me comió el coño y luego me folló encima de la mesa y después a cuatro encima de una silla. En ese momento aprovechó para meterme el vibrador por el culo, que me encantó.

―Un nuevo juguetito para la putita de la oficina ¿Te gusta Maika?.

―Oh, sí, me gusta, fóllame por favor.

Me llenó con su esperma y luego, acostada sobre la mesa notaba como el vibrador seguí funcionando dentro de mi culo.

―Tenemos que tratar de este culito Maika, voy a tomarlo para mí.

― Ya te di este culito que virgen.

No dije más pero chupé con más pasión deseando que sus palabras se hicieran realidad.

Otro día que tuvimos que salir a una reunión fuera de Madrid pero cerca. Al regresar Carlos me preguntó si me apetecía tomar algo a lo que respondí afirmativamente. Me llevó a un hotel muy cerca de la carretera pero del que nunca había oído hablar. Entramos por el garaje y subimos directamente a la habitación que estaba llena de espejos, incluso en el techo. Nunca había visto un lugar así, un sitio hecho para proporcionar placer y ver todo desde todos los ángulos. Nos desandamos y nos acostamos en la cama. Conectamos la televisión y pusimos una película pornográfica La primera escena era un trío de una mujer con un blanco y un negro. ¿Coincidencia?

―¿Tienes nostalgia de Martín?

Le respondí que sí mientras comencé a pasar la mano sobre su polla. Apoyé mi cabeza sobre su barriga mientras lamía y chupaba su polla mientras seguí ateniendo a la película.

―Esta vez me das tu culo Maika.

Casi me corro al oír esas palabras.

Me colocó a cuatro y mientras me iba lubricando el agujero virgen, me metió un consolador en el coño que entró sin gran problema pues ya estaba bien lubricada. Poco después, después de ponerse un preservativo comenzó a tratar de encularme. A pesar de los tapones y aparatitos utilizados previamente no era fácil y me dolía, pero Carlos entró despacio y se quedó quieto dentro de mí, para que me pudiera acostumbrar a su polla dentro de aquel agujero. Después de unos segundos, comenzó a moverse despacio. Dolió pero apreté los dientes y me acordé de todas las películas que había visto y de algunas mujeres enculadas por pollas más grandes que esta. Al cabo de algún tiempo la sensación de aquella polla entrando y saliendo se hizo agradable y empecé a gemir de placer. Carlos aprovechó para empezar a mover el consolador en mi coño. Estaba disfrutando mucho porque aquello estaba resultando bueno y me sentía llena. Era la primera vez que hacía algo así y estaba gozando. Me soltó pero solo para acostarse en la cama y yo más cómoda con el sexo anal me baje en aquel mástil y fui a cabalgar aquella polla con mi culo. Se corrió y, a pesar del preservativo pude sentirlo a venir en mi culo. Me levanté de encima de él y me dirigí al cuarto de baño porque tenía algo de sangre en mi culo.

Él se acercó a mí con el preservativo en la mano ― Abre la boca puta, todavía no bebió el lechón ―y vació el contenido en mi boca y me lo tragué todo.

Después de ducharnos salimos de regreso a la oficina.

Besos, Maika

 

 

Historia de Maika

Maika es una hermosa madrileña morena de cincuenta y dos años que cuenta, en forma de relato, alguna de sus aventuras sexuales de dos décadas atrás cuando descubrió una parte de su sexualidad que desconocía de la que aún disfruta.

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