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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Polvo con el jefe de mi amiga
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Querido Bedri:

Ya te había mencionado en alguna ocasión que había follado con el jefe de una  de mis amigas para que esta pudiera promocionar en su trabajo.  Se supone que eso lo hace la interesada pero mira tú por donde, lo hice yo, es lo que se llama un ascenso con polvo en diferido.

Todo empezó una noche de copas, mi amiga me llegó con el recado, su jefe se había encaprichado de mí, me conocía de haber coincidido con mi amiga tomando el aperitivo en más de una ocasión. Más o menos le había pedido que ejerciera de alcahueta para conseguir acostarse  conmigo.

―Q, mi jefe quiere acostarse contigo.

―¿Qué cosa dices María? Maria es evidentemente  un nombre figurado, aunque lleve el María también puesto que su nombre es compuesto.

―Mi jefe se ha encaprichado de ti y quiere follar.

―¿Pero de dónde sacas esa locura?

―Me lo dijo esta mañana, mientras tomábamos el aperitivo, tu estabas allí. —Y añadió― Hace tiempo que te conoce y te tiene muchas ganas, incluso me ha prometido un ascenso si consigo que accedas.

―¿Un ascenso para ti? Entiendo que me lo propongas, pero sabes que soy muy especial.

―Ya se que eres muy modosita pero tienes mi palabra, y la del jefe, de que no transcenderá y que nadie lo sabrá nunca.

―No se —Dije dudosa.

No es que sea una mojigata, la oferta para mi amiga era importante. Para mi solo un polvo. El jefe de mi amiga es un casi cincuentón, cuidado y atlético, piel bronceada, tripa escasa, alto, bien vestido, con maneras de hombre seguro de si mismo. Pero no es mi tipo, me resulta afectado, aún así acepté y convine con María lo que podríamos denominar excusas estructurales para que no pareciera que yo lo deseaba tanto, que no lo deseaba. Lo que me  afortunadamente sobra es hombres con quienes follar.

El caso es María hizo todos los trámites, por denominarlo así y yo la deje hacer con cada vez más curiosidad por su jefe, del que comencé a saber que se consideraba, en ciertos ambientes, como un perfecto conquistador. El plan era simple, coincidiendo con un evento comercial, al que acudiríamos los dos, el como jefe y yo como asesora, coincidiríamos en el mismo hotel y fallaríamos.

El viernes acorado, a la tarde noche, me esperaba en la estación de ferrocarril de la ciudad de destino y me acompaño, llevándome el equipaje, hasta el hotel. Es lógico pensar que sería la misma habitación y que solo habría una cama, no obstante yo puse un poco cara de sorpresa, me gusta hacerme la tonta.

―Si quieres puedes darte una ducha rápida y te cambias que iremos a cenar a un restaurante que he reservado.

Lo hice, entré en el baño, me desnudé, me duche, me cubrí con una toalla, bastante escueta y pasé a la habitación. Sobre la cama había dispuesto un bonito vestido rojo.

―Para ti, para que te lo pongas para la cena.

Tomé el vestido, me giré dándole la espalda, dejé caer la toalla, silbó al verme el culo, me puse el vestido, me lo ajusté y me giré.

―¿No te pones bragas?

―Ahora, en cuanto me digas si me queda bien.

―Te queda fabuloso. Las bragas puedes ponértelas si quieres pero no te pongas sostén.

Tomé unas bragas blancas y me las puse rápidamente dándole nuevamente la espalda. Me calcé los zapatos a juego con el vestido que me acercó y tomé el bolso también rojo que había sobre la cama tras poner dentro los objetos más elementales. El celular, las gafas, pintalabios, cepillo y pasta de dientes, condones, lubricante, en fin. Lo más imprescindible para una noche. No haría falta decirte la cara de asombro que tenía cuando me volví y les dije.

―¿Nos vamos?

El restaurante lujoso, silencioso, discreto y lleno de parejas como nosotros. Como si el evento comercial supusiera muchos ascensos para amigas liantas. La comida si bien era rica no era muy distinta a otros establecimientos de cocina moderna. La conversación comenzó a ser agradable e incluso llegó a momentos bastante íntimos. Yo seguía con mi papel de chica inexperta, modosita y un poco tonta.

El regreso al hotel fue tranquilo, la noche estaba un poco fría, así que el jefe cubrió mis hombros son su chaqueta. Cosa que agradecí, especialmente porque se pone un perfume que me encanta en los hombres.

Quizás el vino, el ambiente cálido de la habitación, el cansancio acumulado durante la semana pero no tenía muchas ganas de follar, así que dejé hacer, todo fuera por María. Me desnudó, algo muy fácil, porque el vestido era fácil de quitar y yo ayudé un poco; mis bragas acabaron dobladas sobre la cómoda. Me colocó a cuatro sobre la cama, yo quietecita le oí ponerse un condón y me entraron algo de ganas- fue cuidadoso, me la metió despacio, con cuidado, y fue cuidadoso hasta que lubriqué lo suficiente, lo notó y aumentó la frecuencia de sus embestidas, y también la fuerza. También aumentaron mis jadeos, tuve un orgasmo aceptable. Me sorprendió que repentinamente la sacara  y más me sorprendió oír una especie de rugido y luego notar como lanzaba su semen sobre mi culo y espalda. Giré mi cabeza para verle como sacudía su pija sobre mi cuerpo y el condón dejado al lado de mi rodilla. Nunca lo había hecho así, ni siquiera sin condón, el retirarse nunca entra en los planes de mis hombres aunque uno de mis sobrinos tiene la fantasía de pajearse encima de mí y dejar caer su semen sobre mis tetas y mi vientre. Un día le voy a dejar hacerlo pero solo por darle el gustazo. A mi ya me lo da otras veces follándome tan magistralmente como me folla.

Nos aseamos y regresamos a la cama, yo me puse una camisa de dormir finita y corta. Me acosté y caí rendida. Desperté al notar movimiento y peso. Aún medio dormida y un poco desorientada dejé que el jefe me separase los muslos, se colocará sobre mí y me la metiera. Está vez muy placer fue mayor, había tenido algunos sueños eróticos y los polvos mañaneros me gustan especialmente porque todos mis sentidos están dispuestos y además, mi cuerpo está fresco y descansado. Me moví más que la víspera y le abracé. Aunque el orgasmo fue mayor que el anterior mitigué mis jadeos, no quería que pensara que era un follador maravilloso. Es bueno pero no tanto como quiere creérselo. En pleno polvo me relajé, me puse a disfrutar y disfruté. Esta vez no se había puesto condón y la sacó justo antes de correrse y dejó caer un generoso chorro de esperma sobre mi ombligo y vello público.

Quedamos en que yo le esperaría,  en el hotel o en la habitación, y se fue al evento que nos había llevado hasta allí. Esperé a una hora prudente y llamé a mi amiga y le conté lo que había pasado, sin muchos detalles. Ella tuvo la delicadeza de preguntar cómo me encontraba yo y si lo había pasado bien, no mentí cuando le dije que si lo había pasado bien aunque exageré bastante al confirmarle que había sido uno de mis mejores polvos. Tampoco me cuesta mucho mentir en este tema especialmente cuando ella piensa que follo poco y mal, pero ya sabes que soy un zorrón.

Me duché, desayuné en la cafetería del hotel y salí a la calle. La ciudad estaba espléndida en una  mañana soleada de primavera. Las calles sin excesiva gente y las tiendas maravillosas, me compré algunas cosas, regalos para María, para mis sobrinos, mi tío y para mi. Nos regalé un conjunto íntimo compuesto por unas bolas chinas vaginales y otras anales. Ese es el regalo que no enseñaré a todas mis amistades, a las que solo mostraré un bikini muy colorido y unas braguitas muy monas.

Llegué al hotel antes que el jefe y me desnudé, me había ido excitando según trascurría el día y me apetecía una buena follada. Si el jefe hubiera tardado un poco me hubiera hecho unos dedos.

Te puedes imaginar la cara  de asombro del jefe cuando entró y me encontró desnuda sobre la cama. Literalmente se arrancó la ropa, su camisa acabó colgada sobre la lámpara. Hizo algo que no había intentado todavía, me besó las tetas, y yo le animé a seguir besándome.

―En todo el cuerpo me gustan los besos y luego si quieres te la chupo.

Me hizo una buena comida de coño que me provocó un par de buenos orgasmos. Luego le hice una más que aceptable mamada, mucho me temo que una de las mejores de su vida. Luego, en cuanto noté que la polla se le volvía a levantar me coloqué encima, me la metí y sin dejarle reaccionar me empecé a mover, me apetecía follármelo.

―Las tetas, apriétame las tetas.

Y dejé escapar un gemido largo, tan largo como el orgasmo que fue creciendo desde mi coño hasta mi garganta como una ola imparable. Ese cosquilleo inenarrable que tanto me hace disfrutar de mi cuerpo.

―¡Quítate, quítate!

Dijo presuroso y obedecí, me retiré lo suficiente para que el esperma saliera de su polla encendida y agachándome le chupé hasta la última gota.

Quedamos los dos exhaustos sobre la cama y acordamos el programa de la noche. Cenamos y nos fuimos a bailar. En la sala de baile el ambiente era muy agradable, bailamos entre las penumbras de una esquina, nos abrazamos, me dejé tocar, sus manos corrieron por mis nalgas, abrazaron mis pechos, me entraron ganas de follar.

La vuelta al hotel fue presurosa, nos desnudamos ansiosos, me encanta follar, los dejamos caer sobre la cama y entonces el jefe me hizo una confesión, larga y detallada. Su mujer es una gran folladora, hacen de todo, hasta acrobacias. Han follado en los lugares más insospechados del mundo. Pero el jefe quiere otra cosa, quiere follar sin más trámites, meterla, correrse y ya. Por eso me eligió, pensaba que era inexperta y me dejaría hacer.

Y me dejé hacer, me tumbé sobre la espalda, separé los muslos, y extendí los brazos en cruz. Se puso un condón, me la metió, me folló. Como ya conocía sus motivos me relajé y disfruté del momento. Cerré los ojos y suspiré sensualmente, eso le enardeció aún más. Esta vez se corrió dentro del condón, ni se lo quitó ni la sacó de mi vagina, hizo lo que más me gusta que han correrse dentro mío aunque sea con condón.

Tardé en dormiré pensando en lo que habíamos hablado, el jefe quiso foliarme porque pensaba que me valdría cualquier cosa, que como no se me conocía historia de relaciones sexuales, mi inexperiencia me haría simplemente abrirme de piernas. No es eso lo que más me gusta.

Volví a despertar de la misma manera, me dejé hacer y como no se había opuesto condón, se corrió sobre mi monte de Venus. Antes de que se fuera a asearse, le dije que si quiera volver a acostarse conmigo lo haríamos a mi manera. Aceptó advirtiéndome que nunca podría follar tanto y tan bien como su mujer. ¡Qué sabrá!

Al regresar a mi casa fue a visitarme María, preguntó detalles, incluso los más escabrosos. Le expliqué la razón de mi elección, sorprendida preguntó.

―¿Pero es bueno follando?

―Pssssssssss normalito.

―¡Qué sabrás!

Si ella supiera. Con la conversación me calenté un buen rato, me desnudé, pasé desnuda delante de esa ventana, esperé unos minutos, hasta que sonó el teléfono, tres llamadas y luego silencio. Me puse una vestido, sin nada debajo y subí a ver a mi vecino del sexto para que me hiciera un apaño. No creo que deba decirte que fue el mejor polvo del fin de semana.

A mi amiga la ascendieron, tiene un buen puesto con un muy buen salario. Todos lo años por mi cumpleaños, mi onomástica y navidades me hace buenos regalos, una vez un delicado conjunto de cama, trasparente y cortito. Ya lo he estrenado y sabes con quien.

Q.

 

 

Cartas de Q

Q es un amiga que nos cuenta su ajetreada vida sexual en forma de cartas, periódicamente nos envía una para darnos a conocer su intensa vida sexual. Discreta como pocas, es una mujer que disfruta del sexo intensamente practicándolo de forma entregada y libre.

Dispone de un amplía lista de compañeros de juegos y también de compañeras. Desde sus sobrinos, tío, vecino, amigas, hijos de sus amigas, en definitiva, cualquiera que sea capaz de cumplir sus exigencias sexuales.

Van dispuestas según se han ido recibiendo, la más antigua arriba y la más moderna al final, aunque cronológicamente no sigan el orden establecido.

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