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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Padastro
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En el sexo me inició mi padrastro que de aquella tenía 60 años. Se llama Evilio y era contratista de obras. Es un hombre simple y rudimentario, sin apenas estudios, que toda su vida había trabajado en la construcción hasta que montó su propia empresa y comenzó a ganar mucho dinero.

Tengo que decir que siempre me trató con respeto y cariño, y con una consideración que nunca nadie me había tenido. Empezó ofreciéndome regalos, luego me llevaba hasta algún centro comercial y me dejaba comprar ropa de marca. A veces hasta me daba dinero para ir al cine. Más tarde empezó a darme dinero a escondidas de mi madre— toma veinte euros y vete a tomar un refresco con tus amigas —decía en esas ocasiones.

Una calurosa noche de agosto que mi madre hacía el turno de noche nos quedamos los dos solos en casa. Accidentalmente le sorprendí jugando con el pene frente al ordenador; en la pantalla, una joven masajeaba desenfrenadamente el pene de un hombre mayor.

—¿Te gustaría hacerme lo mismo querida niña? —preguntó Evilio al verme.

Tuve una sensación extraña, una mezcla de ansiedad y deseo, hoy sé que fue un gran acierto.

—Hummmm, ¿Eh? No sé —tartamudeé mientras lo miraba sacarse todo el pene de dentro de los pantalones.

Era la primera vez que veía un pene real, antes solo los había visto en los mensajes de Smartphone de mis amigas. Me pareció grande y especialmente grueso.

—Anda, ven acá, que te lo enseño mejor—me dijo al darse cuenta de mi nada disimulado interés.

Me acerqué despacio y cuando llegue a su lado le me permití que me apartara el pelo

—Tienes un hermoso cabello, mi pequeña niña rubia —susurró, haciéndome señal para que me arrodillara frente a él.

Miraba fijamente aquel enorme pene y me pidió—métetelo todo en la boca, mi pequeña putita.

Le obedecí e intenté hacer lo que me pedía imitando a la chica del vídeo de la pantalla del ordenador; pero no pude y me dio mucho asco, tanto que casi vomité.

—Anda, pequeña putita, que no te arrepentirás. Si eres una buena chica, ya no vas a necesitar trabajar más en ese sitio de mierda.

Ese era un buen estímulo así que volví a intentarlo, prefería mamarle la polla al viejo todos los días, que ir a trabajar para aquel sitio. Se lo hice lo mejor que pude sin mirar al video, haciéndolo como él me indicaba.

—¿Ves cómo aprendes rápidamente, mi pequeña putita? — me dijo satisfecho mientras encendía un maloliente cigarrillo de tabaco negro.

Seguí chupándole y lamiéndole el pene, y aumentando la velocidad y la presión. Quizás porque quería que terminara rápidamente. Sin embargo yo ni siquiera sabía cuándo terminaría ni cómo lo haría hasta que sentí un sabor extraño, era un líquido caliente y viscoso que me inundó toda la boca.

Evilio gritó y aulló como un perro apaleado y asustada me detuve porque creí que le había hecho daño.

—¡Ay mi niñita! no me pasaba esto desde hace años.

Esa noche me fui a la cama pero no pude dormir, estaba confusa, porque al final me había gustado la experiencia. Todavía ame despertaron los gritos de mi madre cuando llegó el trabajo y Evilio no quiso echarle un polvo.

—Mañana voy a follar con mi jefe, hijo de puta — gruñó ella, con aquella voz ronca e irritante que la caracterizaba.

Toda aquella experiencia había sido toda una novedad para mí y no terminé por dormirme así que decidí no ir a trabajar ese día e inventarme una indisposición para que mi madre no hiciera preguntas.

Fue entonces cuando me fijé en un sobre en la mesita de noche, al lado del despertador. Lo abrí y tenía dinero, varios billetes de distintos valores, todos pequeños. Nerviosa y desacertada lo conté y de la impresión se me cayó de las manos, había trescientos euros. Me costaba muchos días ganar esa cantidad en mi trabajo de mierda, pero nunca veía nada de lo que ganaba porque se lo quedaba mi madre que me daba el dinero justo para el bus y unos cafés.

Al recoger de encima de la cama el contenido del sobre que me había caído vi una pequeña notita escrita con letra torpe— Mi pequeña putita rubia, te has portado muy bien y si quieres tendrás más pero no cuentes nada a nadie. Besos

Cuando pasó un mes, ya me había comprado un Smartphone, y algo de ropa cara, de marca, pero procuraba que mi madre no se enterara. A esas alturas, mi padrastro ya había sido el responsable de la pérdida de mi virginidad y tenía sexo habitualmente conmigo en ausencia de mi madre. Aquella vez, cuando se llevó mi virginidad, el sobre contenía un enorme billete de quinientos euros.

No le reprocho nada a mi padrastro, porque siempre fue sincero conmigo, y nunca me forzó a nada. Lo que hago es porque quiero, no porque sea una puta, pienso que es un trabajo, y también me da placer.

Comencé a tener una buena cantidad de dinero y empecé a pensar que ser puta no era tan malo, al fin y al cabo, el dinero nos da poder. Además, mientras trabajaba en mi anterior trabajo nunca veía el dinero que ganaba ni lo disfrutaba en forma alguna, aquello sí que era sentirme explotada. Nadie aguantaría una vida así.

Fue pasando el tiempo y Evilio comenzó a presionarme para tener sexo anal conmigo. Por curiosidad comencé a experimentar a solas en mi habitación probando a meterme objetos en el culo, pero eso era demasiado doloroso. Tenía duda pero creía que si no accedía, Evilio dejara de darme aquel dinero que tan feliz me estaba haciendo. Por eso decidí practicar a solas antes de que me lo hiciera. Poco a poco comencé acostumbrarme practicando con un pepino y al cabo de dos semanas ya me sentía preparada. De hecho, comencé a tener buenos orgasmos cuando jugaba con el pepino metiéndolo bien adentro. Las últimas veces utilizaba un hermoso dildo transparente de metacrilato que me había comprado y tenía escondido entre mis libros porque en ese lugar nunca buscaría mi madre.

Aquella noche, como mi madre tenía turno de noche, era seguro que Evilio iba a querer follarme.

—Ven aquí pequeña putita, tenemos algo que hacer —dijo Evilio meloso.

—Un segundito señor Evilio —que así era como le trataba, siempre de señor, por costumbre y porque era como mi madre me ordenaba hacer—que ahora regreso.

Cuando volví ya estaba desnuda traía un frasquito de gel lubricante en la mano y se lo di.

—¿Qué carajo es esto?

—Es para que no me haga daño, señor Evilio.

—Aaaaaaaah, eso es que quieres que te folle el culo ¿verdad pequeña putita?

—Si señor, eso quiero señor Evilio.

El viejo me echó bastante gel en el ano, y hasta metía el dedo dentro, muy adentro, y lo movía en redondo, impregnándome bien. Luego, me colocó mejor y de una sola vez encajó su pene en mi culo. Grité fingiendo dolor , pero solo fue teatro porque mi culo ya estaba más que preparado para aquello. El viejo me agarró fuerte de las caderas con sus manos enormes y ásperas y comenzó a bombear despacio.

—¿Te gusta que te follen el culito putita rubia?

—¡Oh! si, mucho, me gusta mucho, señor Evilio — dije mientras gemía con un poco de teatro pero también de gusto.

Por fin, Evilio se corrió en mi culo llenándolo de ese líquido caliente y viscoso. Como la primera vez que se la chupé gritó y aulló.

—Tu y yo vamos a hacer esto muchas más veces, mi pequeña putita rubia —dijo Evilio mientras se vestía.

—Como usted quiera señor Evilio —le dije pensando sobre todo en el dinero con el que me daría.

—Y puede también que te pida que me ayudes en cosas de mis negocios,

—¿Y cómo podría yo ayudarle, señor Evilio?

—Haciendo esto con algunos clientes.

—¿Algunos clientes suyos, señor Evilio?

—Con algunos clientes mío muy difíciles de convencer en los negocios. ¿Lo harías por mí, pequeña putita?

—Si señor Evilio, lo haría si usted me lo pide.

Aquella ocasión, el sobre encima de mi mesita de noche contenía mil euros y otra notita que decía que si le ayudaba, como me había pedido, obtendría eso y más.

Sin embargo, nunca llegué a ayudarle de esa manera, a los pocos días tuvo un accidente que le dejó postrado y me pidió que me hiciera cargo de la empresa. Cómo después del accidente, la desabrida de mi madre le abandonó, nos fuimos a vivir juntos, en habitaciones separadas, pero todos los jueves, después de cenar, recordamos mi iniciación.

Ahora vivo en mi propio departamento y estudio Leyes en la Universidad. Algunos de los clientes del señor Evilio me ayudaron con los negocios sin que yo tuviera que hacer, con mi boquita, mi coñito y mi culito, lo que el señor Evilio me había propuesto. Ahora la empresa va muy bien y el dinero que gano no es como puta.

Lydia.

Otro relato ...




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