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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Plan con Carlos
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La empresa para la cual trabajo me destacó a su filial de Mendoza junto a mi compañero Carlos por una semana. El día anterior a nuestro viaje lo hizo Mirta, empleada administrativa, una joven mujer casada, bastante bonita y algo rellenita. Carlos es un hombre casado, heterosexual, de cuarenta años de edad y técnico informático de profesión. Carlos no conoce mi condición de ser gay.

Viajamos juntos los mil kilómetros y no podía dejar de fantasear con mi compañero de viaje; ponía mi culo para su lado a fin de recibir algún roce involuntario, o voluntario, sin que pase nada.

Llegamos y nos alojamos en el hotel designado. Nos duchamos por separado y luego de vestirnos formalmente nos presentamos en la filial. Transcurrió un día largo y tedioso con almuerzo compartido con el gerente, un hombre aburrido y poco atento.

Al regresar al hotel, en un taxi que tomo por la costanera. Pregunté al taxista―¿Dónde están las chicas de la noche?

El nos hablaba de calles y parques― Por aquí ―respondió.

Llegamos a nuestro lugar de hospedaje y nos dispusimos a ver tele. Noté nervioso a Carlos que miraba su teléfono y enviaba mensajes. Para empezar la charla le pregunté―¿A qué hora te apetecería cenar?

Suspiró y mirándome respondió― Rober, debo decirte algo que debe permanecer entre ambos ―e hizo una pausa.

Me latía el corazón― ¿Sabrá de mi condición? ―pensé.

―Voy a salir con Mirta, ella se aloja aquí, en otro piso, tú no tienes que vernos juntos. Iremos a cenar y luego pasaremos la noche en otro alojamiento, lo más alejado posible de este hotel. Te espero a desayunar mañana con el gerente.

―Bien amigo ―respondí agregando― si regresas a la habitación llámame al celular antes, por si no estoy aquí y llevé la llave. Y comencé a urdir un plan de cómo tener sexo, estaba caliente.

Carlos se recostó a descansar antes de comenzar su aventura. Y yo diciéndole que tenía ganas de caminar, bajé a la calle. La avenida San Martin con sus acequias no sugería nada. Pregunté por un locutorio y hasta allí fui a intentar algo, ¡El chat telefónico local! A mi pedido de sexo respondió Javi. Decía ser morocho, de mediana estatura, setenta kilos, dispuesto a hacer penetración a cambio de recompensa, aclaraba no ser gay.

Quedamos en encontrarnos en un local de comidas rápidas próximo a mi hotel. A las once de la noche estuvo allí. lo reconocí y pregunté―¿Javi?

―Si ―dijo sonriendo.

Nos saludamos con un beso en la mejilla y comenzamos a charlar. Nuevamente aclaró ―No soy gay.

Contó que está de novio y que su chica se negó a tener sexo anal, y que le respondió que aunque se negara el comería un culo.

― ¿Y lo de la recompensa? ―pegunté.

―Es para poder llevarla a un hotel, ahi no podrá negarse ―aseguró.

Luego de un rato decidí que subamos a habitación.

―Buen chico muéstrame tu verga.

―Bájate el pantalón y ponte al filo de la cama ―dijo.

Me quité todo rápidamente lubriqué mi ano, miré su falo oscuro, mediano con cabeza en forma de honguito y sin ninguna curvatura. Le coloqué un condón y me tiré como dijo poniendo mi culo en pompa.

Me la mandó adentro en tres golpecitos, me tomó de las nalgas y bombeó fuertemente,

―¡Sos una hembra! ―exclamó.

Sacó su verga, me la pasó en la hendidura y luego de un solo envión me ensartó hasta sentir sus bolas pegadas a mi entrepierna. Y el eyaculando. Esa situación me provoco un orgasmo y agradable contracción en mi ano. Salió de mí y quitándose el preservativo dijo― cumplí; págame.

Nos lavamos, vestimos, y lo acompañé hasta la calle pagándole lo acordado.

Rober

Otro relato ...




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