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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Reencuentro con Luis
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Cada vez que he tenido un encuentro sexual, sin proponerlo lo comparo con los que tuve con Luis hace ya más de cinco años. Hoy llevados por diversos motivos acontecidos en nuestras vidas, volvemos a vernos. Y claro fue sorpresivo y grato, muy grato estar frente a él. Nos contamos algunas vivencias y al final convenimos continuar otro día la charla en mi apartamento. Larga y tediosa me resultó la espera hasta que llegó el viernes.

Se presentó Luis puntualmente y muy prolijamente vestido como si viniese a una entrevista laboral. Estaba tan delgado como cuando lo conocí. Yo tengo algún kilo de más. Se acomodó en un sillón, compartimos café y nos reímos mucho de lo ocurrido en Chascomús cuando nos conocimos.

―Pasaré al baño amor, te dejo un momento ― dije.

El asintió con la cabeza.

En menos de cinco minutos regresé perfumado y vestido con mi pijama preferido, de satén color rojo.

―Ahora pasa tú al baño, te espero en la cama poniendo música.

―Si ―respondió y se puso de pie.

Entonces enlace con mis brazos su cuello y acerqué mis labios a los suyos. Por su parte, él apoyo su boca en la mía introduciéndose su movediza lengua. Mi excitación crecía a ritmo vertiginoso mientras su pene se marcaba en el pantalón.

Cuando Luis cerró la puerta del baño pasé al dormitorio. Perfumé una vez más el ambiente, bajé la intensidad de la luz y subí el volumen del reproductor musical. Luego me tendí en la cama sin quitarme el pijama y el corazón me latía con fuerza.

Sobre la mesa de luz tenía un pomo de lubricante anal, preservativos, el control remoto y pañuelitos desechables; siempre son útiles para quitarse el aceite lubricante de las manos.

Entró Luis completamente desnudo y dijo― ¿Qué haces aún de pijama?

―Esperando que me lo quites ―respondí.

Tomándome por la cintura con ambas manos retiró mis prendas mientras besaba orejas y cuello. Su pene ya no colgaba.

Comencé a recorrer su cuerpo con lengua y besos. El me acariciaba todo lugar donde llegaban sus manos. Cuando llegue a succionarle el glande hizo un movimiento de piernas que intérprete que quería que continuara más abajo. Mamé sus testículos, su perineo, y continúe con mi lengua haciéndole círculos sobre el ano. Comenzó a moverse y tomándome por una pierna me jaló dejando mi cola a la altura de su boca. Separó mis glúteos e introducía su lengua ancha y caliente. Por momentos la sentía dentro de mí. Yo tenía mi pene húmedo y la zona anal babeada al máximo.

Luis se puso de pie junto a la cama con el pene rígido como un mástil.

―Dame la cola preciosa ―me dijo.

Le alcancé el lubricante y me mantuve en cuatro cruzado en la cama. Sus dedos lubricaron haciendo círculos en mi ano. Después el glande apoyado en mi y una leve presión con su cadera hacia que la cabeza fuera invadiendo mi interior. Sus manos me apretaban fuertemente las caderas, haciendo que no me moviera un centímetro cuando el presionaba. En pocos minutos tenía diecinueve centímetros de él dentro de mí.

Comenzó con movimiento acompasado de meter y sacar y que fue incrementando sin que sintiera dolor. Sacó su miembro de mí y llevo mi mano para que me tocara el ano. Estaba muy abierto, mojado y caliente.
―¡Amor! ―exclamé.

Me volteó boca arriba en la cama, Se arrodilló entre mis piernas abiertas y tomando ambas las dejó caer sobre sus hombros. Otra vez sentía la cabeza de su pene metiéndose en mí. Sentí ganas de gritar, no sentía fuerte dolor pero me invadía la sensación de que me estaba partiendo en dos. Cuando cesó de meter y sacar dejó caer mis piernas cansadas y me besó profundamente varias veces.

―Date vuelta Robert, ponte boca abajo.

Cuando giré, vi su pene aún tieso. Apoyé mi cabeza y las manos en la almohada. Luego, Luis me cubrió con todo su cuerpo Aplastándome en la cama. Le resultaba complicado tener su pene a la altura de mi cola, debió encoger un poco sus piernas. Apoyando su glande en mi ano ya dilatado no tuvo impedimento para meterlo rápidamente.

―Sos para mi, sos para mí ―repitió.

Presionaba muy fuerte sobre mí. Su boca mordía mi nuca. Se puso rígido, suspiró diciendo algo que no entendí. Y su semen me llenaba hasta salirse de mí. Tanto placer hizo también eyacular mi pequeño penecito.

Al ser tan lindo este reencuentro, convenimos en que nos encontremos cada vez que tengamos deseos de sexo.

Rober.

Luis

Luis un hombre delgado, de un metro ochenta de estatura, con setenta y seis kilos, blanco, algo velludo y de ojos claros.

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