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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Rojo es más que un color
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Como a la mayoría de los hombres me encanta el color rojo. Por supuesto no me refiero al color de pelo pero en cualquier sentido me encanta el rojo. Mis equipos deportivos favoritos visten de rojo y conduzco un automóvil rojo. Sin embargo, lo que es más importante, amo a las mujeres vestidas de rojo. Vestidos rojos, abrigos rojos, ropa interior roja y zapatos rojos. Pero no necesariamente todo a la vez, todavía no estoy totalmente loco.

Mi segunda gran pasión son los pies de las mujeres. Preferiblemente cuidados, pero no voy a arrugar la nariz al ver el callo extraño o parche de piel seca. Pero si es algo que me molesta que una gran mayoría de las mujeres no dediquen un segundo a sus pies. Las mujeres en general solo piensan que pintarse las uñas de los pies, para ellas es más que suficiente atención y cuidado. Yo intento educarlas dentro de mis modestos recursos y medios. De hecho, considero que es mi obligación hacer que aprecien sus pies tanto como yo.

Entonces, después de leerme despotricar sobre este asunto esperas que probablemente que sea podólogo o pedicuro. Pero lamentablemente no recibí una educación universitaria sin embargo mi ámbito profesional se dedica precisamente a los pies. Soy dueño de una tienda de zapatos. Naturalmente, la llamé por mi color favorito “Rojo”.

El viernes es mi día favorito de la semana. ¿Cuál es la razón? Pues la razón se llama Linda, una venezolana que calza un cuarenta y dos y gasta tacones de aguja, auténticos estiletes de más de ocho centímetros. Su acento caribeño me encanta y cuando la veo llegar mi corazón baila de alegría. Estoy locamente enamorado de ella, pero no puedo decírselo porque Linda está comprometida con algún cabrón afortunado llegó antes que yo. Sin embargo, entre nosotros hay química. El hecho de que ella llegue a las siete y cuarto de cada viernes no es solo una señal de que tengo una gran selección de zapatos, sino también una señal de que le gusta mi enfoque práctico.

Eran las siete y cuarto y, como esperaba, Linda entró en la tienda. Estaba claro que Linda conocía en el poder que sus largas piernas le confiere. En cada visita usaba un atuendo diferente, aparentemente formal, pero cualquier cosa que llevara siempre terminaba unos centímetros por encima de su rodilla.

―Te ves tan atractiva y hermosa como siempre, querida Linda ―dije a modo de saludo.

―Gracias ―respondió Linda antes de darme un beso al aire en las mejillas. Nunca entendí bien esa extraña costumbre. Preferiría un beso en los labios, especialmente por Linda.

―Apuesto a que no beses así a tu novio. ―le dije provocando a Linda.

―Eso es más de lo que está recibiendo en este momento ―contestó igual de provocadora.

― ¿No está contento?―No diría eso.

Mi tienda es un hervidero de chismes. Estoy seguro de que la mayoría de mis clientes vienen aquí solo para desahogarse sobre sus amistades y parejas. Tengo clientas que me hablan como si me conocieran toda la vida. Siempre pensé que debería haber sido gay. Quizás no debería haber dicho eso pero me llevo muy bien con las mujeres que tienden a tratarme más como a una mujer que como a un hombre. No sé por qué, tal vez sea porque me consideren inofensivo desde el aspecto sexual. Estoy seguro que no pensarían eso si tan solo tuvieran acceso a mi mente sucia o al disco duro mi ordenador personal.

Linda es de lo la más sencillo de sonsacar chismes,  tiene algunos problemas en su relación con Jorge. Llevando a Linda hacia mi sofá de dos plazas enfrente del mostrador, la senté.

― ¿Qué está haciendo Jorge ahora?

―Está enojado conmigo. Me dice que soy posesiva.

― ¿Por qué?

―No lo sé, no soy nada posesiva, le animo a salir con sus amigos, sale todas las semanas con ellos.

― ¿Quiere más libertad?

―Sí ―Linda se recostó en el sofá  y luego cruzó sus largas piernas. Mis ojos siguieron el dobladillo de su vestido que subía por su muslo. Mientras hablaba, su plataforma roja se sacudió en el aire― Le dije, Jorge, puedes ir al fútbol, pero si no estás de regreso a una hora prudente, voy a cerrar la puerta contigo fuera.

―Parece razonable, ya es mayorcito.

― ¿Sabes lo que dijo?

―Dime. ―la animé.

Linda arqueó sus cejas cuidadosamente arregladas antes de responderme― Voy a volver a casa cuando me salga de las pelotas.

―Espero que le hayas dado puerta.

―Tenía ganas de golpearlo ―Linda se cruzó de brazos y masculló― de todos modos, él puede decir todo lo que quiera  pero siempre llega a casa a la hora o cerca.

―Bueno, entonces no es tan malo.

―Pero hay problemas que se avecinan, tiene treinta años y este año y quiere ir a Gijón.

― ¿No quieres ir?

Por supuesto que quiero ir, pero es que no me está invitando, es solo que quiere ir con sus amigos.

Gijón es la ciudad asturiana del pecado ―Bromeé.

Desde un punto de vista totalmente egoísta, esa fue una buena noticia para mí, estoy obsesionado con Linda. Sé que ella también me quiere, pero desafortunadamente nunca he sabido que ella estuviera soltera. Tal vez, solo tal vez, eso estaba a punto de cambiar.

―Definitivamente eso parece que son las vacaciones de solo un hombre, Linda querida.

―Sé que es,  no soy estúpida. Por eso he venido a animarme y comprarme un par de zapatos nuevos.

―Esa es la mejor terapia que hay.

―Seguro que lo es, especialmente para el tendero.

Las preocupaciones y enfados  de Linda son mi principal fuente de ingresos. Prácticamente es  ella sola quien mantiene mi tienda a flote. Es una pequeña exageración pero podría serlo, solo su visita es un acicate más que suficiente para seguir abierta l atienda. Ella tiene un buen trabajo en publicidad. No estoy completamente seguro de lo que hace, pero debe ganar bien porque tiene gustos caros. En muchos sentidos, me siento afortunado de tener una clienta como ella.

Conociendo el gusto de Linda, coloqué una selección de zapatos frente a ella.

― ¿Entonces,  has discutido con Jorge?

―Sí ―le dije que la única forma en que iría a Gijón es conmigo.

― ¿Y qué te dijo?

―Me dijo que debería confiar en él lo suficiente como para ir por su cuenta.

Di un paso atrás cuando Linda tomó un par de tacones rojos. "

― ¿Confías en él?

―Confío en él, pero no en Gijón, quiero decir que no vas a Gijón a tomar aire fresco y hacer surf, ¿Verdad?

Linda se quitó los zapatos y mis ojos admiraron  sus pies morenos perfectamente esculpidos. Sus plantas se veían tan suaves y tiernas. Ella deslizó sus pies en los zapatos de tacón rojos. Satisfecha con el tacto, se levantó del sofá, tropezó con una caja de zapatos y luego se escurrió. Me moví ágilmente y la atrapé por detrás pero mis manos de alguna manera terminaron en sus tetas. Fue algo más que sujetarla y mis manos le dieron un ligero apretón pero un pánico repentino me asaltó y me dejó petrificado.

Linda se enderezó empujando su pecho contra mis manos y su culo contra mi polla que sufrió un repentino espasmo.

―Gracias por  sujetarme.

―Lo siento ―me excusé con mayor torpeza.

―No es tu culpa, soy tan torpe, podría caerme en una playa plana

―Podría pasarle a cualquiera ―dije mientras me inclinaba a recoger la caja― especialmente cuando dejo tal desorden.

Linda se caminaba arriba y abajo frente al espejo de cuerpo entero.

―Sí, me quedan bien, los llevaré.

―Estupendo.

― ¿Cuánto cuestan?

Aquí es donde comienza la diversión

―Esos son cuatrocientos euros, por cierto todavía no te has hecho una tarjeta de fidelidad.

―Te alegrará saber que lo estoy valorando.

Linda se inclinó sobre el mostrador, dándome una vista exquisita del oscuro valle entre sus tetas. Ella sabía muy bien que su escote era su principal negociador.

―El día en que mi casero  empiece a cobrarme tarifas de escotes, lo consideraré.

Linda gimió como una colegiala frustrada― pero he venido aquí más veces que la mayoría de tus clientes, si prácticamente vivo aquí.

―Tengo que ganarme la vida, Linda.

―De acuerdo,  no sé lo que te costará bajar el precio,  prácticamente tengo que desnudarme para que descuentes un céntimo.

―No estaría nada mal esa opción.

Coloqué el ticket  en la bolsa y le dije― mira, te daré una bolsa gratis.

―Wow, la pondré con las demás ―Linda sonrió y saludó mientras salía.

―Nos veremos el próximo viernes.

― ¿A la misma hora?

―Sí, sabes que soy muy previsible.

― Buena suerte con Jorge ―le dije cuando Linda abrió la puerta para salir a la calle.

―Gracias.

Era viernes por la mañana cuando Linda entró en la tienda. Salí de detrás del mostrador sorprendido― Aún faltan unas pocas horas.

Pronto se hizo evidente que Linda estaba estresada.

― ¿Estas bien?

―No, no lo estoy, es una emergencia.

―No tienes que pedir permiso para ir al baño, ya lo sabes.

―Toni, por favor.

―Lo siento, es una mala broma.

Linda se miró los zapatos rojos y señaló― corri hacia mi coche esta mañana y me he roto el tacón con un bordillo,  casi se va volando.

―Es una pena, no hace un mes que los compraste.

―Voy a salir a almorzar con un cliente y necesito algo elegante, pero formal.

― ¿De qué color?

Linda colocó su mano sobre sus anchas caderas― ¿Cuánto hace que me conoces?

―Cinco años, si quieres te digo también el número de días.

Linda me acarició la barbilla, enviándome a un lugar cercano al paraíso.

―Tráeme todo lo que tengas en nuestro color favorito.

Mi tienda no es grande, tengo cincuenta zapatos en los estantes, y ciento cincuenta más en el almacén. Así que no es sorprendente  que incluso mis clientes más leales solo pasen unos minutos dentro, y eso incluye la charla obligatoria de al menos cinco minutos. Pero Linda entra y se queda hasta que cierro por la tarde Eso es un total de cuarenta y cinco minutos. Mi corazón se acelera cuando ella está cerca y más cuando estamos solos en la tienda. A menudo he pensado en besar sus dulces labios carnosos pero me falta el coraje necesario para hacerlo. Linda también debe saberlo, de hecho, estoy bastante seguro de que si lo sabe.

En un momento, tenía a Linda rodeada de zapatos rojos. Caminando hacia arriba y hacia abajo frente al espejo, se había fijado en un simple estilete rojo de punta cerrada.

Asentí―Perfecto.

―Lo sé, gracias a ti y a tu increíble tienda

Gracias a mi familia en Elche, querrás  decir. Sin ellos no tendría las últimas líneas de moda.

Linda sonrió al espejo mientras levantaba un píe de la alfombra.

―No deberías ser tan modesto

Apenas había cerrado la caja registradora cuando Linda me dejó sus viejos zapatos sobre el mostrador.

―Por favor, guárdame esto, mi cliente espera afuera para recogerme y no sería nada profesional dejarle los zapatos viejos en el coche, los recogeré en mi próxima visita.

―Por supuesto, Linda, cualquier cosa para ti ―no podría estar más feliz.

El pequeño almacén solo estaba iluminado por la luz de seguridad. En la penumbra sujetaba con delicadeza y el zapato rojo mientras lo contemplaba, nunca antes había podido apreciar uno de los zapatos reales de Linda. Todavía se podía oler el aroma de Linda y sentir su calidez en la suela interior de suave cuero. Acariciándome la polla, imaginé sus dedos de uñas escarlata. Pasando mi lengua por la suela del zapato, obtuve el sabor amargo del cielo, de mi cielo. Y eso fue suficiente para enviarme al éxtasis derramando mi triste y solitario semen sobre el frío suelo de baldosín. En el pasado me he masturbado mientras sostenía zapatos que Linda usó brevemente en mi tienda. De hecho, a menudo he pensado en salpicar el zapato como un tributo a ella. Pero luego la realidad me despierta, soy un hombre de negocios primero y un pervertido en segundo lugar.

Como prometió Linda vino a recoger sus zapatos. Pasé la caja sobre el mostrador.

―Aquí tienes.

― ¿Los has puesto en una caja?

―Y repararon la rotura, sin costo

Era lo menos que podía hacer porque había estado masturbando incesantemente con ellos.

―No puedo aceptarlos Toni.

―Insisto.

―Es demasiado Toni, al menos dime qué puedo hacer a cambio

―Tú sigue viniendo aquí.

―Bueno, muchas gracias

―Gracias a ti que el gusto es mío.

―Sabes,  podríamos salir alguna vez.

Mi corazón dio un brinco que casi se me sale por la boca.

― ¿Quieres?

―Si, Jorge y tú, tu pareja y yo.

Bajé la cabeza y miré mis mocasines marrones―  Sabes que soy soltero a tiempo completo.

―Lo siento. La verdad es que a menudo me pregunto por qué no estás casado, Toni si eres un buen hombre.

―Cosas de la vida, nunca me recuperé de un desengaño cuando tenía veinte años.

―Pero de eso hace mucho.

La miré y respondí―hace quince años y he tenido relaciones desde entonces, pero nada serio.

―Pero aun así, tienes que seguir adelante.

―Solo necesito encontrar a la mujer adecuada  ―y levantándola cabeza para mirarla le pregunté― ¿Y tú?

― ¿Yo qué?

―Quiero decir, tu relación. Has estado comprometida bastante tiempo.

―Lo sé, cinco años.

Linda miró la alfombra― se enfada cada vez que le menciono la boda,  de alguna manera, he aceptado el hecho de que estamos juntos, quiero decir que una boda es simplemente un trámite. No estoy diciendo que no soñara con casarme alguna vez, por supuesto que sí lo soñé.

―Escucha, soy hombre y sé que los hombres evitaríamos el matrimonio toda la vida, si pudiéramos. Solo necesitas poner ese bello pie en el suelo y hacer que él haga oficial su compromiso.

― ¿Sabes qué, Toni? Que tienes razón, esta noche le voy a apretar a Jorge.

― ¿Lograste evitar que vaya a Gijón con sus amigos?

―Sí por ahora.

Sonreí y asentí.

Los sábados siempre abro temprano. El sol apenas se había levantado del horizonte cuando subí las persianas de seguridad de la tienda. Una voz familiar sonó detrás de mí―Toni.

― ¿Linda?

Linda tenía un aspecto horrible cuando se acercaba, el lápiz de ojos estaba esparcido sobre su piel signo inequívoco de haber llorado.

―Lo siento, Toni, he estado esperando en el coche a que abrieras.

―Linda ¿Qué te pasa?

―No sabía a dónde ir.

―No te preocupes

―Espera, déjame abrir ―dije rápidamente al creer ver unas lágrimas asomando en sus ojos.

La hice pasar al almacén y le preparé un cacao caliente, tengo muchas cosas en mi tienda. Linda se sentó en un viejo sofá que había traído de casa y uso para dormir cuando tengo inventario y acabo muy tarde. Acurrucada alrededor de la taza humeante y entre lágrimas confesó ― Hice lo que hablamos anoche

―Lo siento.

―Jorge me dijo que no me amaba lo suficiente como para casarse.

―Qué idiota.

―Luego peleamos y rompimos muchas cosas.

Mis hombros cayeron mientras porque me sentía culpable― Apuesto a que es la última vez que me escuchas un consejo.

―Lo peor es que el muy cabrón ni siquiera parecía demasiado preocupado cuando lo eché.

― ¿Cómo es eso posible si eres la criatura más hermosa que camina sobre este planeta?

― ¡Cállate! ―dijo Linda dibujando una débil sonrisa.

―Ese hombre es tonto

―Oh, Toni ¿Qué he hecho? ―gimió como una adolescente― lo he arruinado todo.

―No, no lo has hecho.

Me senté junto a ella y pude notar el olor a alcohol en su ropa― Ahora solo tienes que esperar, si él te ama, se dará cuenta de su error y vendrá corriendo a buscarte.

Linda apoyó su cabeza en mi hombro y de repente sentí que mi polla se hinchaba.

―Estoy tan cansada.

―Solo vete a casa y duerme, estoy seguro de que te sentirás mejor cuando despiertes.

―Pero no quiero volver a una  casa vacía.

― ¿No tienes a nadie a quien recurrir?

―No quiero que me abrumen con preguntas.

―Vale, entonces puedes dormir aquí,  pondré la calefacción y cuando te levantes podrás pensar  mejor con la cabeza despejada.

―Eso sería genial.

Linda se giró para mirarme y envolvió con sus brazos. Sus tetas me sofocaban, y casi logré contenerme de darles una lamida.

―Eres mi mejor amigo, Toni.

―No lo llamaría amistad, te vendo zapatos.

―Estás tomando ventaja, Toni.

Me sentí listo para continuar con mi estrategia cuando me apretó con fuerza y soltó una risita.

―Tengo más zapatos que tú.

―No te obligo a comprar ninguno de mis zapatos.

―Vengo por ti Toni.

Linda me dio un beso en la mejilla. A pesar del café, su aliento olía como una bodega. Luego se desplomó sobre el sofá. De repente, sonó el timbre de la puerta.

―Debe ser un cliente, tengo que irme.

Linda descansó en el sofá mientras la cubría con mi manta.

―Mantenlos lejos de mis zapatos, Toni, son todos míos.

―Lo haré.

Me sentí muy especial teniendo a Linda durmiendo en mi trastienda. Atendí a mis clientes con una sonrisa pero mi mente estaba en otro lugar, en el almacén con mi sexy mujer venezolana.

Oculto por el mostrador estaba mi monitor del circuito cerrado de seguridad de pantalla. La mayoría de los días la pantalla se divide en las tres sectores que cubren toda la tienda, la entrada y la salida de emergencia, pero hoy tenía la pantalla dedicada en exclusiva al almacén. Manipulé la cámara para enfoca mejor a Linda y a pesar de sentirme culpable de haber invadido su privacidad, las ansias me pudieron. El radiador eléctrico debió haber calentado lo suficiente cuando Linda de repente separó las piernas. No podía creer mi suerte y moví el joystick para acercarme a su entrepierna cubierta de nailon. La cámara de alta definición podía recoger las diferentes texturas, incluido las marcas del coño debajo de las bragas. Tuve necesidad de hacerme una paja pero la tienda estaba llena de clientes. Mientras estaba envolviendo un par de zapatos noté movimiento en la pantalla. Linda tiró de su top sobre su cabeza y dejó que las tetas colgaran en su delicado sujetador. Tomé el dinero del cliente y me senté de nuevo. Las tetas de Linda descansaban como pequeños montículos. Miré con asombro mientras se levantaban suavemente y se hundían con su respiración.

Llegó la hora del almuerzo y cerré la tienda. Estaba deseando desahogarme detrás del mostrador, pero noté en el monitor que Linda estaba despierta y ya completamente vestida. Así que con entusiasmo llamé a la puerta y entré.

― ¿Dormiste bien, Linda?

―Sí, gracias. Tuve que bajar el radiador.

―Lo siento, es muy potente, creo que esa cosa es la culpa del calentamiento global  y dela subida  mi factura de electricidad. De todos modos, ¿Te sientes mejor?

―No ―Linda miró su teléfono y dijo― Jorge todavía ignora mis llamadas y mensajes de texto.

―Déjalo, deja que venga a ti.

―No creo que lo haga, leí en Facebook que se había registrado en el aeropuerto.

―Tal vez solo está tratando de animarse a sí mismo y de hacerse el duro.

Linda se mordió el labio― Va a Gijón con sus amigos.

―Mal bicho…

Linda puso su mano sobre su estómago―Toni. Tengo hambre,  siempre tengo hambre cuando estoy deprimida.

―No te preocupes.

Abrí mi mini nevera y le ofrecí un bocadillo a Linda.

― ¿Ensalada de salmón? Lo compré esta mañana

― ¿No te importa?

―No te lo estaría ofreciendo si no quisiera.

―Se acabó, Toni ―Linda se vino abajo mientras desenvolvía el emparedado― Nueve años, más o menos así.

―No sabes si realmente ha terminado.

―Estoy segura que ahora está follando con una pelandusca.

―No digas eso.

―Lo conozco bien.

Pensé que debía atacar mientras Linda estaba en su punto más bajo.

― ¿Entonces, a dónde irás esta noche?

― ¿Tratando de deshacerme de mí ya?

―No, no te lo prometo.

―Solo pensé, ya sabes, Janet, mi mejor amiga está de luna de miel.

Sentí que mi suerte se había puesto del lado bueno.

―Y realmente no quiero ver a mis padres porque quieren a Jorge como a un hijo y de una manera u otra, me culparán.

―Si no quieres estar sola entonces quédate conmigo

―Esperaba que me lo ofrecieras.

―Genial ―sentí ganas de bailar de alegría y masturbarme de excitación al mismo tiempo― Te cuidaré y te trataré como a una reina.

Ya en mi casa, Linda había desecho su equipaje  y la podía oír secándose el pelo en la habitación. Entré al baño donde el aire era cálido y húmedo y para mi deleite, sus bragas estaban en el suelo. No pude resistirme y cerré la puerta con llave. Las levanté de las baldosas húmedas. Eran como yo imaginaba, con lacitos rojos y extremadamente delicadas. Me las llevé a la cara u aspiré su íntimo perfume con aroma a una feminidad que estaba en su mejor momento. Sosteniéndolas en mi cara, pude ver los tenues contornos de su marca más íntima. Acercándolo volví a aspirar pero más profundamente y me fui al paraíso como si pudiera tocarlo con mis dedos mientras soñaba con tocar la piel de Linda. Deseando a Linda, me desabroché los pantalones y hundí mi mano bajo los calzoncillos tomando ritmo mientras acariciaba con mi lengua las bragas. Mis sentidos me llevaron inevitablemente  hacia el orgasmo. Sentí que mis rodillas se doblaban al acercarme al acantilado orgásmico. Pero mi masturbación tuvo un final prematuro causado por un inesperado golpe en la puerta, haciendo que dejara caer las bragas al suelo.

― ¿Sí?

―Lo siento mucho por ser tan inoportuna

― ¿Qué sucede?

―Creo haber dejado algo de mi ropa en el suelo.

Mire a las bragas sobre las baldosas y luego metí mi polla dentro de mis pantalones,  tiré de la cisterna y me lavé las manos para añadir realismo a mi farsa.

―Espera que ahora voy.

Al abrir la puerta vi a Linda con una toalla envuelta en su cabello mojado, y otra alrededor de su esbelto torso. Sin maquillaje, parecía tan naturalmente perfecta, como la reina de una película fantástica.

―Ni siquiera me di cuenta acostumbrado a dejar la mía por todos lados, los vicios del soltero.

―Mantendré este lugar impecable, lo prometo, es solo que tengo un poco la mente en otro lugar.

―Lo sé.

―Gracias.

Solté una risita y pasé los dedos por el hombro desnudo de Linda.

―No hay necesidad de preocuparse.

―No seré una carga.

―Si necesitas cualquier cosa, solo pide.

La nariz de Linda llegó a un milímetro de la mía cuando nos cruzamos. Sus ojos avellana miraron profundamente a los míos.

―No sé cómo agradecerte tu hospitalidad y apoyo.

―No pediré nada a cambio.

―Seguramente quieres... algo…

―Un poco de algo, tal vez, pero solo cuando estés preparada.

―Por supuesto que sí.

Linda se reclinó contra la puerta del baño. La toalla parecía lista para caer de su pecho desnudo.

―Pagaré mi peaje, no te preocupes ¿Te vas a la cama, Toni?

―Sí, llevo sonámbulo la última hora

―Yo también.

Linda me dio un beso en la mejilla.

―Gracias y buenas noches.

Me incliné hacia delante con la esperanza de un segundo beso pero ella ya había iniciado el camino a su cuarto.

Al día siguiente los dos estábamos de vuelta en el trabajo. Por lo general, me encantaba estar en mi tienda, pero hoy sufrí cada minuto. Linda me dijo que debería volver a casa a las nueve en punto. Tan pronto como dieron las ocho, encerré y corrí de regreso a casa. Me sentí divinamente cuando recibí a Linda en casa como la esposa que quería que fuera.

― ¿Qué tal tu día?

―Horrible, he estado de pie todo el día.

―En ese caso, siéntate que te prepararé una bebida.

―No gracias ¿Pero sabes lo que me gustaría en su lugar?

―Dime.

Linda se derrumbó sobre el asiento rojo de tres plazas con el que a menudo había soñado con follarla.

―Podrías hacerme un favor y quitarte los zapatos, no puedo inclinarme, me duele la espalda.

Suspiró mientras miraba hacia abajo su amplio escote apretado bajo una fina blusa de color marfil.

―Ese es el problema cuando tienes pechos grandes, dolores de espalda.

―Los aspectos positivos superan a los negativos, créeme.

Caí sobre una rodilla, como si quisiera declararme y lo habría hecho si Jorge no hubiera reclamado a esta mujer maravillosa. Esperaba que el cabrón no volviera. Las palabras no pueden expresar lo mucho que estaba disfrutando de que Linda estuviera unos días en mi casa.

Manteniendo sus muslos juntos, Linda levantó su larga pierna hacia mi pecho. Se disculpó cuando el tacón de aguja rojo apuñaló mi pecho. Mi boca se secó mientras mi corazón latía con fuerza. Mis dedos desabrocharon delicadamente la correa del tobillo, antes de abrazar suavemente el cuerpo del zapato de color rojo sangre. Lentamente pero con seguridad, la acaricié en su elegante pie. El perfume natural de sus pies se filtró en mi nariz, agitando mis sentidos y endureciendo mi polla mientras le quitaba el zapato al pie de Linda. La piel en la parte superior de su pie era suave. De hecho, parecía pulido como una mesa antigua. Contrasta perfectamente con el color rosado de su suela.

―Toni.

Me había olvidado de todo y me había alejado en un mar sensaciones y fantasías.

―Toni.

―Sí, Linda.

El otro pie, por favor.

Mis sentidos estaban desbocados y mientras desabrochaba con cuidado la correa del tobillo, mi imaginación se ahogaba en visiones de su cuerpo desnudo abrazado al mío. Aunque también podría haber estado haciendo el amor con Linda mientras le quitaba el segundo zapato. Linda movió los dedos de sus pies.

―Se siente tan bien librarse de ellos.

―Te los masajearé.

De repente, sentí que el dedo gordo de Linda me rozaba la nariz.

―Me lees la mente.

―Gracias a Dios ―respondí satisfecho.

―Jorge odia mis pies, y no se acercará a ellos.

―Déjame comenzar.

Mis dedos se enroscaron alrededor del puente del pie de Linda, y mis pulgares se apretaron contra el rosa pálido de su suave arco interior. No pude evitar dejar escapar un gemido lujurioso mientras sonreía. De hecho, me sentí satisfecho y a punto del orgasmo porque estaba satisfaciendo una de mis fantasías más antiguas. Sus pies se sentían tal como yo los imaginaba. Cálidos y suaves, su dulce fragancia llevaba un sutil toque de cuero de calidad. Las uñas pintadas de color escarlata. Presioné detrás de cada dedo del pie, rodeando con mis pulgares cada montículo. Mi boca se humedeció con la idea de lamer esos lindos y delicados dedos, quería probarlos, pero no me atreví a llevar esto más lejos, por ahora. Apartó su pie de mis manos y luego lo levantó hacia mi cara, apoyando suavemente su dedo gordo en mi labio tembloroso.

―Estás disfrutando con esto.

― ¿Es tan evidente?

―Linda se rió entre dientes mientras apartaba su pie de mi boca.

―Sí.

Palmoteó el cojín a su lado. ―Ven y siéntate, hablemos del día del otro como un matrimonio.

Pareces más feliz hoy

―Lo estoy. Me siento feliz por haber alcanzado un final.

―Cierre, creo que lo llaman ―añadí dócilmente mientras estaba sentado a su lado.

― ¿Qué te ha llevado a esa conclusión?

―He visto algunas fotografías en Facebook y Jorge parece que se está divirtiendo.

―No sé por qué te torturas mirando esas cosas

Lloré al principio pero como dije, después de una hora de lágrimas sentí que me había liberado de una enorme carga.

Linda se recostó en el sofá― siento que estoy lista para seguir adelante.

―Bueno.

―Pero tal vez debería olvidarme de los hombres por completo y unirme a un convento de monjas.

―No quieres hacer eso.

―No sé, suena más atractivo que tener mi corazón roto de nuevo.

Me incliné sobre el brazo del sofá y busqué una bolsa.

―Me detuve de camino a casa y compré un montón de DVDs de segunda mano, te dejaré elegir qué película quieras ver esta noche.

―Es la segunda vez que me lees la mente esta noche.

―También hay algunos menús para llevar y también eliges tú.

―Elegiremos juntos.

Cenamos y nos acomodamos para una sesión de películas. Odio las películas de chicas, pero supuse que a Linda le gustaban, así que había comprado varias  y tenía razón. Vimos tres seguidas, tanto que parecía que conocía a Hugh Grant como a un hermano. Nos sentamos en lados opuestos del sofá, lo que era bastante incómodo. Pero de repente ella se estiró, luego bostezó de manera exagerada.

― ¿Te importa que te use como almohada, Toni?

―Por supuesto que no.

Linda sonrió mientras se arrastraba entre mis piernas, y apoyó la cabeza en mi pecho. "

―Tienes un poco más de relleno que Jorge.

Me molestó que siguiera comparándome con Jorge. Pero supongo que eso es natural cuando pasas de una relación a otra.

―Debo volver al gimnasio.

―No, no, eres tierno, como a mí me gusta.

De repente, no me importó ver películas de chicas. Linda acarició con cabeza mi pecho solar y animadamente miró la película. Pensé que éramos tan buenos como los amante y que lo que faltaba era el sexo. ¿Pero cómo hacer para ese paso final? Linda es coqueta, de una manera linda y divertida y me tiene dominado como un anillo en el dedo aunque no me importa un ápice. Pasamos la noche en el sofá. Linda me despertó al amanecer con el olor del desayuno recién hecho. Probablemente el sexo no esté muy lejano.  

En la tienda, inicié sesión para consultar mi sitio web en busca de pedidos, se recibió una notificación. La abrí y era un mensaje de Linda. Decía― Quiero que seas mi pareja en la fiesta de este fin de semana. Ya lo conté todo sobre ti a todos. ¿Qué es lo que les contó a sus colegas sobre mí?

Le había dado a Linda mi llave de repuesto y cuando llegué a casa, me sorprendí al entrar y escuchar el sonido de la aspiradora. Me apoyé contra el marco de la puerta y vi a Linda empujando la aspiradora por la alfombra. Ella permaneció ajena a mí mientras escuchaba música en sus auriculares. Disfruté viéndola meciendo las caderas mientras vestía sus diminutos pantalones cortos de deporte y su camiseta sin mangas. Me invadió un sentimiento de orgullo, porque esta hermosa mujer estaba haciendo de mi hogar el de ella. No podría imaginarme la vida sin Linda pero el mismo inconveniente seguía sin resolverse ¿Dónde estaba el sexo? Ese mismo día había estado hablando con un viejo amigo de la escuela que me había visitado en la tienda. Me advirtió que no aumentara mis esperanzas y que desconfiara de las mujeres en la situación de Linda. Hice un esfuerzo para escuchar su consejo sobre las mujeres despechadas. Más aún cuando me dijo que él sospechaba que, tan pronto como Jorge regrese, Linda volverá corriendo. Aún así, incluso si eso sucediera, al menos yo la habría tenido en mi cama durante un tiempo aunque mejor me muevo por si Jorge regresa. Decidí esperar hasta la fiesta de Linda cuando pueda emborracharla, no mucho, solo lo suficiente para que baje la guardia un poco, y entonces con suerte sus bragas seguirán el mismo camino.

Caminando hacia el restaurante, Linda me cogió de la mano y me llevó adentro. Me sentí orgulloso y caminé ufano y orgulloso. Tal como lo había soñado, Linda llevaba el cabello en largas ondas negras, mientras vestía un ajustado vestido rojo con tacones rojos a juego. Pude ver por la mirada de los colegas varones de Linda que no podían creer que ella estuviera conmigo. Quiero decir, no soy un tipo particularmente feo, pero ella está al menos tres o cuatro escalones por encima de mí. Me presentó a sus compañeros uno por uno  pero después nos encontramos en un rincón solitario. Me aseguré de mantener el vaso de Linda lleno. Linda se tocó los labios con el índice mientras miraba su vaso. "

―Veo que haces todo lo posible por embriagarme, Toni.

―No, no, solo que supongo que es el espíritu navideño.

―Acerca de eso, tengo muchas ganas de pasar la Navidad contigo.

―Estás pasando Navidad conmigo.

―No podría estar más feliz.

― ¿Pero y Jorge?

―Él ha seguido adelante, y yo también".

Linda se acercó y comenzó a cantar feliz Navidad

―Podemos hacer que sea una Navidad muy especial

Linda se inclinó hacia adelante y apoyó sus labios en los míos. "

―He pasado demasiadas Navidades solo"

―Bueno, esos días han terminado.

Salimos temprano, y pronto estábamos en la parte trasera de un taxi, tirándonos unos a otros como una joven pareja borracha de amor. Nuestros labios estaban enganchados como cintas de velcro. Mi mano estaba debajo de su vestido y masajeando su coño caliente a través de sus bragas. Esta era definitivamente mí noche, nuestra noche. Nos atropellamos en la puerta de entrada a mi casa y Linda se rió mientras se alejaba de mí. Me sentí torturado por su mirada burlona.

― ¿Qué pasa, Linda?

―Desnúdate.

― ¿Qué?

―Lo que oíste.

― ¿Vamos a hacerlo juntos, verdad?

Linda se cruzó de brazos y luego alzó la voz ―Dije que desnudes.

El tono de Linda fue desconcertante. Entonces comencé a desabrocharme la camisa. Aparentemente impaciente, ella dio un paso adelante y desabrochó mi cinturón antes de soltarlo. Ya no había cortejo ni galanterías. Esto se parecía a un negocio, y Linda era la clienta enojada. Enganchando sus dedos en mis calzoncillos, ella tiró de ellos hacia abajo, dejando mi pene colgando flojamente en la fría luz de la habitación. Linda se inclinó hacia delante y lo golpeó con la mano, haciendo que se hinchara. Ella sonrió.

― ¡Ah! entonces hay vida allá abajo.

―Hubo antes pero lo asustaste.

―Tranquilo

― ¿Linda, qué pasa?

Linda cogió mi cinturón, y lo levantó como para golpearme.

―Ponte en el suelo.

―Está bien, no es necesario.

―Deja de titubear y haz lo que digo.

―Linda se alzó sobre mí, mientras me arrodillaba sobre la alfombra para evitar que me azotara el cinturón y ella puso su zapato rojo frente a mí.

―Adora mis pies.

 ―Sí.

―Soy tu diosa, ahora muéstrame cuánto me necesitas.

Puse mis manos en su pantorrilla y chillé mientras me azotaba el culo desnudo.

― ¡Oh Cristo!

―Con la lengua, solo, no hay manos hasta que yo lo diga.

 

Me incliné hacia delante y comencé a besar el pie de Linda, besando su tobillo externo, antes de probar la suave piel de la parte superior. Linda se apoyó en la pared, luego levantó lentamente su pie, haciendo que me sentara para poder alcanzarlo.

Lame mis zapatos, son mis favoritos y deben limpiarse antes de guardarlos.

Pasé mi lengua por el cuero rojo brillante, desde la caja hasta la altura del empeine, mi lengua ya estaba seca cuando se quitó el zapato.

―Tengo dos zapatos, lame el segundo.

―Mi boca está seca.

Solté un grito cuando el cinturón me cortó el culo. Rápidamente fui a lamer el segundo dejándolo más limpio y brillante de lo que había estado recién salido de la línea de fabricación. Linda apoyó el talón de su zapato contra mi frente y suavemente me empujó hacia atrás hasta que caí sobre la espalda. Luego pasó por encima de mí, sentándose a horcajadas dejándome ver sus bragas blancas. Me dieron ganas de correrme cuando rozó mi polla palpitante con su zapato.

― ¿Te gusta esa sensación, verdad?

―Sí, si.

― ¿Quieres más?

― ¡Oh si!

Temblaba mientras ella pasaba el talón rojo a lo lardo de mi polla que cuando un chorro claro de pre semen se asomó a la cabeza antes de gotear hacia abajo a mis testículos peludos.

―Pero todavía no terminaste de adorarme.

Linda se rió mientras se movía pavoneándose hacia el sofá  antes de sentarse y extender sus brazos a lo largo del respaldo.

―Mis pies necesitan un masaje, ser queridos y que se atiendan mis necesidades. Asegúrate de conseguir exactamente lo que necesito.

―Sí  señora.

―Si sigues portándote así de bien quizás haya una sorpresa para ti al final.

Acaricié con mis dedos el empeine del zapato rojo sangre, mientras una mano sostenía la plataforma, la otra sacudió con cuidado el zapato, tirando de él hasta que el pie se deslizó fuera. Mis ojos se llenaron de los hermosos y limpios dedos de los pies de Linda con el esmalte granate de las uñas perfectamente recortadas. Los dedos de los pies de Linda estaban libres y los movió flexionándolos mientras los levantaba hasta mi cara. La última vez que Linda me excitó con sus suculentos dedos de los pies, solo podía soñar con estar en esta situación de nuevo. Y allí estaba yo,  otra vez a punto de chupar esos dedos. Me sentí verdaderamente vivo. Linda apoyó su dedo gordo en mis labios, tirando de ellos para que ella expusiera mi línea de encías.

―Puedes chuparte, esclavo.

Abrí la boca y pasé la lengua por la almohadilla de su dedo del pie. El sudor salado se había acumulado entre los dedos y excitaba mi lengua con una dulzura amarga. Mientras lamía, masajeé sus plantas con mis dedos. Linda gimió como si se estuviera corriendo en un orgasmo temprano. Mis labios se cerraron sobre su dedo entero y lo chupé como si estuviera tratando de extraerle toda la sangre. Mi boca se llenó con todos los exquisitos sabores de una mujer al natural. Todo el tiempo tuve que controlar mi emoción para no lastimarla con mis dientes. Linda deslizó su mano dentro de sus bragas blancas, y comenzó a jugar lentamente con su clítoris. Me gustaría pensar que mi masaje la excitaba tanto que no podía controlarse. Tenía tres de sus dedos del píe en mi boca mientras la miraba para obtener su aprobación. Su sonrisa y su mirada libidinosa me indicaron que estaba haciendo un buen trabajo. Linda sacó su pie de mi boca. Vi los brillantes dedos de los pies y me sentí como un bebé hambriento al que apartan del pecho. Linda luego separó las piernas, me agarró del cabello, casi arrancándomelo y  me colocó entre sus piernas. Su otra mano apartó las bragas a un lado, dejando al descubierto la piel de los pliegues de su coño.

―Adora mi sanctasanctórum.

Ni siquiera estaba seguro de lo que eso significaba pero sonaba divertido. Supongo que tuvo algo que ver con su coño afeitado.

A pesar del dolor en mi cuero cabelludo, no podría estar más feliz por lamer a Linda. Ella sabía a mujer y el agujero de mear me volvía loco. Metí mi rostro en la suavidad de su feminidad  y mi lengua lo más dentro de Linda que pude alcanzar. Usando la lengua concentré mis toques descuidados en su clítoris, que había expuesto con los dedos. Eso la volvía loca. Ella comenzó a gritar mientras su cuerpo se convulsionaba con excitantes espasmos.

― ¿Quieres follarme, verdad, Toni?

―Si, señora.

―Todavía no lo has cumplido todo.

Linda aplicó presión sobre mi cabeza, forzándola hacia su ano. Intenté resistirme al principio, lamer culos no es lo mío. Ni siquiera puedo usar los mismos calzoncillos más de un día, ni cuando era adolescente. Pero pronto me di cuenta de que no tenía otra opción.

Grité,  Linda me había golpeado con mi cinturón de nuevo. Golpeándome a través de mi espalda y debajo de mis costillas. Ella realmente era una dominante y yo su esclavo, pero bueno, he tenido trabajos peores.

Su culo olía a moho pero no era salvaje o desagradable. Era el aroma justo para hacerme consciente de que este no era el mejor  lugar para pasar más tiempo del necesario. Son cosas que solo se hacen por amor. Sacando mi lengua, me incliné hacia adelante y le froté el ano apretado. Realmente no sabía casi nada de eso.

―No es muy diferente a los dedos de los pies ―aclaró Linda.

La empujé hacia atrás y hacia adelante, saboreando su piel salada. Linda soltó una risita y agitó sus piernas sobre mis hombros.

―Harás cualquier cosa, ¿Verdad, Toni? ― gritó ella.

―Por ti, cualquier cosa.

―Ahora quieres follarme ¿Verdad?

―Sí, si, por supuesto que sí.

― ¿Por qué quieres follarme, Toni, dime por qué?

―Porque creo que eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida, y me enamoré de ti desde el momento en que hablamos por primera vez.

―Ahora si has demostrado tu amor por mí. Ahora si, ahora dámelo como lo haces en tus sueños.

Subí por encima de Linda y levanté sus largas y esbeltas piernas sobre mis hombros. Sosteniendo mi polla, empujé su cabeza púrpura contra sus pliegues oscuros y perfectos. Bajé mi cuerpo, por lo que mi pene se deslizó dentro su coño cálido y acogedor que se estremeció mientras me deslizaba más profundamente en la mujer que amaba. La mujer que había deseado tanto, durante tanto tiempo ahora era mía. Linda gimoteaba con lujuria mientras la follaba en el sofá. Le separé las piernas para poder follarla fuerte y profundamente, lo que hizo que Linda gritara más fuerte que nunca. Extendiendo la mano, le quité los tirantes de los hombros de su vestido rojo. Linda tuvo que ayudarme y pronto sus tetas salieron a la luz. Enrollé mi lengua alrededor de sus grandes pezones oscuros y probé su conmovedor néctar. Entonces, Linda me dio una palmada en ambas mejillas con las manos. Nariz contra nariz nos miramos profundamente a los ojos. La sentí tensarse en mis brazos mientras gritaba― Me estoy corriendo, Toni.

―Yo también ―dije en pleno éxtasis.

Luego mezclamos nuestros jugos dentro de Linda. Me dejé caer encima y sentí que había logrado la última meta en esta vida en la mía. Mi corazón finalmente disminuyó su carrera, pero el sudor todavía brillaba en mi pecho Me acosté al lado de Linda pensando en los eventos de la noche.

― ¿Por qué estás tan callado, Toni, no te gustó?

―Me encantó.

―Es que he visto el forma en que disfrutas con mis pies.

Linda se rió mientras se frotaba la parte posterior de la pantorrilla con su otro pie desnudo.

―Y la forma en que los miras cuando me atiendes en la tienda ―continuó antes de besarme en la mejilla― pensé que te gustaría adorar mis pies.

― ¿Qué pasa con los latigazos?

―También tenía que divertirme, ahora  vamos a la cama a darnos mimos.

Me desperté en medio de la noche y observé su cuerpo desnudo mientras ella entraba al baño y encendía la luz. Alzando la vista, recogí su zapato rojo y lo froté contra la piel pegajosa de la polla arrugada. La sangre pronto comenzó a bombear, y ya estaba listo otra vez. Esta vez iba a ser yo el jefe. Saltando de la cama corrí al baño y sorprendí a Linda que estaba en medio de la meada― Linda, no puedo esperar.

Mi La polla tiesa ondeaba cerca de su cara causando que Linda se arqueara con disgusto, olía a rancio.

―Puedo olerte desde aquí, dúchate, Toni, podemos enjabonarnos el uno al otro si quieres.

―Después de que jodamos en la ducha.

―Toni, pensé que eras un caballero.

No podía esperar a que Linda terminara, y la levanté del retrete, ella gritó en señal de  protesta cuando la orina corrió como en una lluvia del verano a lo largo de su pierna morena. Agarrando sus hombros, la incliné sobre el lavabo. Ese gran trasero solo para mí. De repente tuve flashbacks, recuerdos de cuando era un niño gordo, y solía quedar hipnotizado por mi gigante pastel de cumpleaños de chocolate. Cuando me acerqué por detrás, sostuve mi polla en mi mano. Mientras su enorme coño emitía el olor terrenal del sexo cálido. Cerré los ojos e inhalé su aroma. Colocando la punta de mi polla sobre su coño empapado, me incliné hacia delante y empujé con mi peso. Linda estaba lubricada por el polvo anterior, así que mi polla se deslizó dentro con facilidad. El gran espejo de la pared detrás del lavabo me permitía ver cada expresión de lujuria en la perfecta cara de Linda. Linda se movió empujando contra de mí. Estaba claro que ella disfrutaba con todos los sentidos del sexo. Era obvio que Linda era una mujer con un elevado deseo sexual. Sentía que era la mujer ideal para mí. Su respiración era acelerada y gimió bajo cada embestida de mi polla. Cuando mi piel blanca colisionó con su cuerpo moreno de repente comencé a pensar en nuestra posible descendencia y en cuán hermosa sería. Supongo que eso fue la confirmación de mi amor por Linda. Sus tetas se balancearon al tiempo de mis pensamientos y golpearon el mármol blanco del lavabo. Sus manos seguían sujetándose sobre la loza y lanzaron al suelo el vaso de la pasta de dientes y los cepillos que chocó contra las baldosas con estrépito. Temiendo que Linda golpeara con su rostro contra el lavabo, tiré de su largo cabello negro arqueando su espalda. Mi pene se hundió más profundo mientras sus gemidos se hacían cada vez más fuertes. Mi mano libre se elevó sobre su pequeño vientre, y sintió sus entrañas temblar a nuestro ritmo carnal. Linda comenzó a gritar, extendió la mano y clavó sus uñas en mis antebrazos peludos.

―Me estoy corriendo, Toni.

Eso fue suficiente para mí, y con un gran empujón, sentí que vacié una dosis enorme dentro de aquella hermosa mujer.

Mis ojos se abrieron cuando Linda se apartó de mis brazos. Aún con la cabeza pesada, cerré los ojos mientras ella tomaba su teléfono. Cuando finalmente me desperté, mi cama estaba vacía. Me puse las pantuflas y crucé la habitación mientras me envolvía con mi bata. La casa estaba en total silencio. Miré por la ventana, notando que faltaba el automóvil de Linda. Cogí mi teléfono y la llamé pero Linda no respondió. Luché contra mis dudas esperando que Linda tuviera una emergencia en el trabajo. Después de todo un día mirando para mi móvil, me fui a la cama solo y lloré hasta quedarme dormido. Me desperté antes del amanecer en el timbre de mi teléfono fijo.

― ¿Hola?

―Soy yo, Linda.

―Lo sé, he grabado a fuego tu número en mi cabeza.

Hice una mueca ante mi confesión.

―Siento no haber contestado tu llamada o haber regresado.

―He estado preocupado ―me mordí el labio y me preparé para lo inevitable― ¿Dónde estás?

―En casa.

― ¿Has vuelto?

Podía escuchar el llanto ahogándose en la voz de Linda.

―Sí.

― ¿Con Jorge?

―Tengo que colgar.

Podía escuchar la voz de Jorge en el fondo.

―De acuerdo, está bien,  siempre y cuando seas feliz… te deseo todo lo mejor, adiós, Linda.

Colgué y coloqué el teléfono lentamente en su soporte. Sentado en la mesa de la cocina  desayuné solo. Recuerdo que antes de Navidad, cuando mi amigo me habló sobre las mujeres despechadas  que me reí. Y también que pensé que me metería dentro de las bragas de Linda y que no estaría tan jodido por perderla. Pero bueno, estaba más que equivocado. Ahora soy yo quien estaba roto. Estar solo de repente me superó, era un infierno. Nunca antes tuve un problema por estar solo. Pero ahora que había encontrado el amor de repente me siento solo. Con las manos en los bolsillos me fui a la zapatería. El día estaba frío y cuando comenzó a llover, ni siquiera me molesté en sacar mi paraguas. No culpo a Linda por volver con Jorge, después de todo ya estaban juntos cuando conocí a Linda y fue mi interferencia la que causó sus problemas. Así que, de alguna manera, me alegré  de que volvieran a estar juntos.

Pero maldita sea, ¿A quién estoy tratando de engañar? Me llevó quince años superar mi primer desengaño amoroso así que no sé si superaré este.

El viernes acabó por llegar y por irse, al igual que el viernes siguiente y el siguiente. Linda ya no era más que un recuerdo amoroso. Mi mujer de rojo.

Anónimo.

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