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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Sustituyendo a mi amiga en la cama con su marido
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Querido Bedri:

Estaba en la playa con Juanra y Pilarín cuando esta comenzó a encontrarse mal y a sangrar por la vagina. Rápidamente nos dirigimos al servicio de urgencias del hospital más cercano donde le diagnosticaron unas afecciones que convertían su embarazo en un embarazo de riesgo. Y esa fue la segunda sorpresa, Pilarín estaba embarazada, ni ella ni Juanra lo sabían entre otras cosas porque era muy reciente, apenas unas pocas semanas, y el periodo no tendría que tardarle en llegar, aunque en eso también es muy irregular. Esa era la razón por la que no se había desnudado y se había quedado con la braguita del bikini, esperaba la bajada de la regla. El tratamiento pautado consistía en medicación y reposo estricto.

Como buena amiga la visitaba al menos una vez a la semana. Ella aburrida por la situación que la obligaba a guardar cama, pagaba su frustración con Juanra, que no solo lo soportaba todo con una sonrisa sino que además, se desvivía porque ella estuviera cómoda y no le faltara de nada. En una de esas visitas que su marido aprovechó para salir a hacer unas compras, Pilarín hizo una propuesta que me dejó sin palabras ―Q., tienes que follarte a mi marido.

Me quedé sin saberle que responder, porque es algo que ya hago, follo con su marido. Por un momento temí que las sospechas que en su momento tuvo se hubieran convertido en certezas. Y ahí nada podría decirle, ni negárselo ni excusarme, es su marido y me lo follo siempre que puedo. Cierto es que lo hago solo por sexo pero no dejaría de ser algo que podría molestar a mi mejor amiga.

―Mira Q., eres mi mejor amiga, a Juanra le gustas, lo hemos hablado alguna vez, esto del embarazo nos tiene en abstinencia y no me gustaría que buscara sexo fuera y se echara una amante.

―¡Bah mujer! ¿Cómo se te ocurre pensar eso de Juanra?

―Porque hay veces que llega a casa y es como si me evitara, con lo activo que es para el sexo. Otras veces le cuesta llegar al segundo… ―No continuó. No sé si por pudor o porqué.

―Jolín Pilar ¿Cómo me voy a acostar con tu marido? Me moriría de vergüenza ―aquí confieso que no mentí del todo, me moriría de vergüenza si llegara a enterarse de los polvos que echo con su Juanra.

―Mira Q., Juanra te ha visto desnuda, te ha visto todo lo que se te puede ver, te soba a veces más allá de lo permitido entre amigos y tú no te apartas. Además, eres mi mejor amiga, quiero a mi marido y por eso le quiero dar lo mejor, si no soy yo, que sea mi mejor amiga―sentenció con voz firme y segura que no admitía reparos.

―No se Pilar, no se…

―Nada, no tienes que saber nada, cuando llegue de la compra os vais a la habitación de invitados y os desahogáis.

―¿Y Juanra que dice? ―pregunté realmente interesada pero con disimulo.

―No busques excusas, Juanra ya ves que hará todo lo que le diga ―dijo sonriendo maliciosamente antes de continuar― además, lo hemos hablado y los dos estamos de acuerdo ¿Tú estás de acuerdo?

―No se Pilar ―volví a dudar, esta vez temiendo que mi amiga ya supiera definitivamente lo nuestro.

―Si sabes ―terció Pilar― Si sabes y yo se…

―¿Qué sabes? ―pregunté temerosa.

―Sé que follas poco o nada, que Juanra te gusta y que confío en ti ―y continuó― así salimos ganando los tres, Juanra folla, tu follas y yo mantengo el control sexual sobre mi marido, si folla contigo no lo hará con otra, que me le conozco.

―De acuerdo pero esto no tendrá que saberlo nadie, me moriría de vergüenza―y continué― ¿Y lo hablasteis los dos?

―Si bonita, lo llevamos hablando algún tiempo, pero no te emociones demasiado, también hablamos de otras.

―¿Y por qué yo?

―Porque eres nuestra amiga, porque estás buena, porque nos tenemos confianza y porque nos gustas. Además, no vas de buscona por la vida.

Cuando Juanra entró en la habitación su esposa no perdió el tiempo― ¡Ale Juanra! saca los condones que Q. ha aceptado ―y dirigiéndose hacia mí me dijo― Os vais a la habitación de invitados, puedes traerte ropa de dormir y cosas de esas, será vuestro campo de batalla.

Nos fuimos a la habitación de invitados, que supongo Juanra se había encargado de dejar libre de cualquier imagen o vestigio de matrimonio. Alguna noche había dormido en ella y recuerdo haber visto fotos de boda y familiares que ya no estaban. Comenzamos a desnudarnos, yo me sentía un poco incomoda y especialmente nerviosa, casi tanto como mi noche de bodas. Me temblaban las manos tanto que me costaba desabrocharme la blusa, tuvo que ser él quien acabara de hacerlo y noté que también estaba nervioso― Es que Pilarín está al otro lado del tabique y sabe que estamos haciendo―dijo a modo de excusa.

―Pues yo estoy tan nerviosa como el primer día.

―Yo también.

Nos fuimos a la cama y nos acostamos pero nos quedamos quietecitos.

―¿Qué hacemos? ―dijo Juanra en un hilo de voz.

―Follar cielito, follar como podamos.

―¿Tienes ganas?

―La verdad que muchas.

―Yo también pero Pilarín est…

No le dejé acabar, le besé en los labios al tiempo que me apretaba contra él. Luego le acerqué la boca a la oreja y susurré con voz que a mí me pareció muy sensual― Fóllame tonto.

Juanra no dijo nada, solo se apartó y yo al verle pregunté extrañada― ¿Qué haces?

―Ponerme el condón.

―Sabes que no te hace falta.

―Lo sé, pero Pilarín quiere que se lo enseñe usado y con el semen. Dice que es para controlar que solo te follo a ti ― me confesó en un hilo de voz.

Me tumbé de espaldas y me acomodé colocándome bien abierta de piernas. En cuanto Juanra se puso el condón se me colocó encima y cuando me la iba a meter, le susurré al oído una frase que cada vez repito más― Fóllame despacito cielo, muy despacito.

―Vale, pero no seas muy ruidosa, por lo menos las primeras veces.

No le respondí, ya me la había metido y eso fue suficiente para que la primera oleada de placer me hiciera estremecer. El mero hecho de que la esposa del hombre que tenía encima estuviera a tan escasa distancia separada solo por un delgado tabique, me daba mucho más que morbo, me excitaba sobremanera y me daba placer. El polvo duró, fue muy lento, especialmente lento. Juanra ya me conoce, ya sabe cómo follarme aunque fuera la primera vez que le pedía que me lo hiciera de aquella manera. Noté cada penetración, noté cada entrada y salida, y las noté disfrutando de orgasmos continuos que no dejé trascender en sonidos. Me mordí los labios para no gemir, jadear o exclamar todo lo que hubiera jadeado, gemido o exclamado. El polvo fue bueno, sin llegar a ser excepcional fue bueno. Los nervios de ambos nos produjeron un agarrotamiento negativo, contrarrestado solo por el morbo y la excitación que me producía saber que la cabeza de mi mejor amiga estaba solo a unos centímetros de la de su marido que me la metía puesto encima de mí.

Acabamos y Juanra se fue tan rápidamente que parecía que huía, le seguí intrigada cubierta con la sábana. Había ido a enseñarle el condón a su mujer. Estaba cargado con una abundante corrida. Nunca había visto un condón tan lleno. Aunque la verdad es que no los uso mucho y cuando los uso no miro lo que queda en ellos después del polvo.

―Pues no os he oído nada, no habéis hecho nada de ruido ¿Seguro que habéis follado? ―y luego se dirigió a mí― Que no me gustaría nada que solo le hubiera hecho una paja con el condón puesto para quedar bien.

―No Pilarín, hemos echado un polvo ―le dije mientras abría la sábana para enseñarle el coño empapado por la corrida, con los labios de la vulva aún abiertos y el clítoris aún tumefacto.

―Vaya espectáculo Q ―Dijo mi amiga sin apartar la mirada de lo que le mostraba.

Cuando me fui, Juanra me acompañó hasta la puerta, como siempre, y al darme el beso de despedida, me abrazó para decirme al oído ―Ya somos oficialmente follamigos.

Cuando regresé a la semana siguiente, lo hice cargada con algunas cosas, especialmente ropa de cama, de la que te pones cuando lo que quieres enseñar no es a ropa. Esa vez, ambos estuvimos más sueltos, yo fui más ruidosa, nos pusimos en varias posturas y el condón no quedó tan lleno. La abstinencia había sido más corta. Descubrí que el gran espejo del armario reflejaba todo lo que sucedía sobre la cama. Me dio mucho, muchísimo gusto verme cabalgarle y observarme bien en el espejo. Me gustó verme follando. Nunca antes me había visto.

A la tercera vez, ya no me corté, no perdí de vista el espejo y expresé mi placer con todo tipo de sonidos, especialmente gemidos. Eso fue del agrado de Pilarín que me felicitó por ello ―Hoy has estado muy perra, sigue así ―me dijo durante el protocolo del condón.

La cuarta vez, fue aún mejor, ya sin trabas, miedos, limitaciones o vergüenzas me dejé ir y le pedí a Juanra un segundo polvo.

―No sé qué dirá Pilar.

―Pues se lo preguntamos ―dije muy caliente.

Se lo preguntamos desde la misma cama y la respuesta me sorprendió, a mi sola, que a su marido no le cambió la expresión, por lo que entiendo que también lo habían hablado previamente.

―De acuerdo, pero aquí.

―¿Aquí dónde? ―pregunté entre jadeos y besos en la boca.

―Aquí delante, quiero veros.

Y allí fuimos, sudorosos y excitados. La erección de Juanra era más que impresionante, mis pezones duros como diamantes sobre tetas como el granito. Mi coño ya chorreaba de gusto por la expectativa que se abría ante nosotros.

―Poneos ahí, delante de mí, apoya las manos en los pies de la cama Q. Juanra, métesela desde detrás, quiero veros los caretos.

No necesité más, comencé a correrme en un orgasmo extraño, sin que nadie me tocara ni me hiciera nada. Me corrí solo del gusto que me producía que mi amiga me viera follando, y teniendo orgasmos mientras su marido me la metía.

―Que zorra eres, que perra estás, nunca lo hubiera imaginado ―dijo Pilarín al darse cuenta de ello.

Aun con los estremecimientos del orgasmo, apoyé las manos en la pieza que forma los pies de la cama, separé las piernas y le ofrecí la grupa a la polla que se aprestaba detrás de mí. Me la metió fuerte, de un solo movimiento, sin tócame con las manos, si sujetarme la cadera pero eso no fue impedimento para que yo me moviera atrás y adelante, al mismo ritmo que él.

―Dale fuerte cariñito, dale fuerte a Q.

―¡Vaya! ―exclamó de pronto Juanra que cesó en sus movimientos y la sacó de dentro de mí― ¡Maldita sea! Se ha roto el condón.

―Le pasa a veces, da muy fuerte ―dijo Pilarín dirigiéndose a mí ―y continuó― no pasa nada, te pones otro y sigues fallándote a Q.

―Ese es el problema, no hay más.

―Pues a ver que hacéis ahora ―dijo Pilar como desentendiéndose.

―Puedes follarme sin condón Juanra.

―¡No, no, sin condón no! No vaya a ser que… ―dijo con voz firme mi amiga.

―No te preocupes Pilar, acaba de quitárseme la regla, estoy en días seguros ―dije sin haberme movido aún y con los ojos cerrados y entre los estremecimientos que me generaba otro orgasmo raro, sin que nadie me hiciera nada, solo con pensar en el semen de mi amigo saliendo de mi vagina ante los ojos de su mujer.

―Además, puedo ponerme una crema espermicida continué.

―No me parece del todo mal que sigáis pese a todo, pero no quiero que folléis sin condón porque si lo hacéis así, no podré saber cuánto se corre Juanra.

―Te enseño el coño ―dije ya entre gemidos que no quise acallar, tampoco hubiera querido hacerlo.

―Jolín chica, sí que estás perra, pero perra perra perra. Nunca te había imaginado tan guarrindoga.

Luego, dirigiéndose a su marido le conminó ―¡Quítate esa goma rota y fóllate a mi amiga en condiciones ―y dirigiéndose a mí ―luego te acercas que quiero ver la lechaza saliéndote de dentro ―Y volví a correrme a lo tonto, tanto y tan notorio que Juanra esperó a que mis gemidos se convirtieran en jadeos y estos se espaciaran para metérmela otra vez, esta vez sin condón. No necesito decir lo mucho que me gustó este polvo, me excitó muchísimo solo pensar que Pilarín me iba a examinar el coño para evaluar la cantidad de semen que su marido había puesto dentro de mí. Es recordarlo y todavía mojo las bragas. Juanra dio fuerte, muy fuerte, nunca me había follado tan fuerte. Y el polvo duró, como nunca, era el segundo de la tarde, pero aun así fue especialmente duradero, para sorpresa de su mujer y goce mío. Cuando se corrió lo hizo muy profundamente, con un rugido y un golpe seco con sus manos en mis nalgas. Nos quedamos quietos, jadeando, con la polla dentro, agotados, sudando por todos los poros de la piel, pero por mi parte totalmente satisfecha.

―Jolín Q. nunca me hubiera imaginado que fueras así.

―¿Cómo soy Pilar?

―Muy perra Q, eres una guarra cachonda muy perra, no saben los tíos lo que se pierden, tenías que haberte visto la cara de vicio que tenías.

―Soy muy zorrón Pilar.

―Pues a mi Juanra ni se te ocurra zorreármelo, ya tenéis bastante. ―y las dos nos reímos como nos reíamos en la playa cuando tomábamos el sol desnudas y le enseñábamos, aparentemente sin darnos cuenta, el coño a Juanra que cogía un calentón y se le ponía la polla tiesa. Lo que no sabe Pilarín, es que cuando su marido me llevaba hasta casa, subía y me echaba un polvo rápido, a veces detrás de la misma puerta, polvo playero sin arena le llamamos, aunque lo echemos de la misma manera en otro sitios que no son playa.

―Pilar ¿no te afecta todo esto? Yo estaría súper cachonda.

―¡Uy no! La medicación me ha anulado completamente la libido, de uno a diez lo tengo en menos veinte.

Llegué a casa muy cansada, pero no por ello menos excitada, Pilarín viéndonos follar, analizándome el coño, separándome los labios vaginales con los dedos índice y corazón para ver cuánto semen de su marido tenía dentro, y especialmente la sus palabras explicándome la cara de vicio, y de placer,  que yo ponía cuando me corría, me empujaron a recurrir a mis pequeños amantes inanimados. Abrí el cajón para seleccionar, uno o varios, y ante la contemplación de toda aquella panoplia de objetos de placer, decidí que me llevaría algunos a casa de mis amigos, por lo menos, la próxima vez iría con bolas chinas puestas. Seleccioné un vibrador eléctrico, estaba vaga, me lo puse y me dejé vencer por el sueño. Algo casi imposible porque el aparatito aparte de ruido, produce unos orgasmos deliciosos. Acabé por quitármelo y acariciarme manualmente el clítoris, sacarle brillo que me dice un buen amigo, hasta que me dormí.

Desperté desnuda sobre la cama, con la mano todavía en el coño y el dedo medio sobre el clítoris cuando sonó el teléfono, estuve tentada de no cogerlo pero lo hice, era Juanra para decirme que Pilar había roto aguas e iban hacia la maternidad.

No fue hasta la tarde del día siguiente que visité a los felices padres. Juanra no perdió un segundo en narrarme el parto mientras Pilarín feliz amamantaba a “la costa” como pronto empezamos a llamarle.

―Bueno ―dije― ya todo vuelve a la normalidad.

―No te hagas ilusiones ―respondió Pilar con su voz de mandona― aún me queda la cuarentena. Mañana nos vamos a casa. Ya sabes.

Lo que tenía que saber es que seguiría follando con el marido de mi mejor amiga con el consentimiento de ella. Porque ya somos oficialmente follamigos. Y follamos, vaya si que follamos, pero eso te lo contaré otro día.

Q.

 

 

Cartas de Q

Q es un amiga que nos cuenta su ajetreada vida sexual en forma de cartas, periódicamente nos envía una para darnos a conocer su intensa vida sexual. Discreta como pocas, es una mujer que disfruta del sexo intensamente practicándolo de forma entregada y libre.

Dispone de un amplía lista de compañeros de juegos y también de compañeras. Desde sus sobrinos, tío, vecino, amigas, hijos de sus amigas, en definitiva, cualquiera que sea capaz de cumplir sus exigencias sexuales.

Van dispuestas según se han ido recibiendo, la más antigua arriba y la más moderna al final, aunque cronológicamente no sigan el orden establecido.

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