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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Torpe exquisitez
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Decidí separarme de mi marido ante su segunda infidelidad, llevábamos un par de años de casados y a la primera resolví hacerme la tonta pero en la segunda supe que su naturaleza era irreversible. Después de los increíbles “como puede mirar otra” o “qué lástima“ y su pedido de perdón armé viaje para la plantación de mis padres para desconectarme un tiempo. No les di fecha exacta para de esa manera viajar sin condicionamientos de horario. Al arribar a la capital del estado me embarqué, algo humildemente vestida, en un micro para llegar hasta la población central de mis pagos (unos 5.000 habitantes) y de ahí llamar un remis hasta la estancia de papá.

En ese micro interurbano se sentó a mi lado una cuarentona demasiado perfumada y pintada de mal gusto. La mujer supo buscarme conversación y al cabo de unos kilómetros  se despachó con la intriga de estar segura pero si no le molestaba viajar con una profesional.

— No entiendo —Dije atónita.

Sonrió con ganas y me confesó su condición de prostituta. Mi semblante me traicioné.

— Se de esa mirada de compasión y también de repudio —Acotó.

 Quise disculparme y ella negó con la cabeza, no hay problema murmuro.

— ¿Sabes cuantos casados atiendo? ¿Sabes cuantos me prometieron dejar todo para venirse conmigo? Hay tanta hipocresía que llegas a caer en la indiferencia. Lo mío fue venganza. El hijo de puta me golpeó porque lo descubrí con mi mejor amiga y antes de dejarlo me encamé con su mejor amigo que me tenía hambre; pero a cambio de unos buenos pesos, me hizo debutar en cosas que antes solo había imaginado y ahí entendés porque el hombre es infiel. No es venderse, es ser un cable a tierra de todas sus oscuras partes; la mayoría debuta conmigo en sus laberintos sexuales.

Me preguntó si me molestaba la charla y ante mi negativa siguió con sus relatos hasta en un punto despertarme la curiosidad y más aun cuando nombró la estancia de  papá.

— De ahí va uno de los peones los fines de semana que mamita, no sabes lo que le cuelga.

Reímos por lo bajo.

— No es agradable a la vista pero cuando se baja el pantalón y mueve la lengua; agárrate que te deja de cama. A veces lo esquivamos y buscamos que pase con quienes no lo conocen y créeme casi nunca quieren repetir con él como otras nos peleamos porque nos elija. Viene de una semana de abstinencia e imaginate pese a sus cuarenta y pico es tremendo, re baboso pero dócil también.

Me bajé excitada y esa noche me alojé en el hotel del pueblo, dado que había olvidado las llaves de la casa que teníamos en las afueras del mismo, reservando un auto para la mañana siguiente. Parte de la noche pensé quien podría ser el buen dotado, varias veces sentí en la cama  que con mi ex no quedábamos del todo satisfechos si bien el eyaculaba y yo hacía fuerza para lograr mis orgasmos. Al otro día de reencuentro y llantos hice lo imposible por sentirme bien aunque los temas escarbaban en cuanto a mi situación.

— No entiendo —Me decía la vieja cocinera— Te he visto crecer y vaya que estas en condiciones de enloquecer cualquier hombre niña mía, rubia cuerpazo, no hay de esas vedettes que llaman que te iguale.

— Gracias Haydee, pero estoy bien en serio, quiero salir a cabalgar como antes.

Salí con  papá a recorrer el campo y le pedí me llevara a ver nuestro capataz a quien conocía desde mi niñez; en realidad quería tener la chance de ver al súper-macho. Llegamos a la zona de trabajo y me salude con Gualberto como cuando niña y empezamos a caminar entre la peonada con sonrisas y reverencias hasta que estuve segura de reconocerlo, alto, sudado, manos enormes y curtidas, un par de dientes ausentes, pecho prominente y peludo con el ritmo de respiración agitada; tenía que ser él no había otro tan desagradable a la vista y con disimulo mire a su entrepierna sin notar nada, pregunte su nombre diciendo que estaba segura de conocerlo de otro lado y así supe que se llamaba Dalmiro, siguiendo con un “no solo me pareció conocido”

La segunda parte consistía en ver como acercarme a solas aunque por su presencia la verdad que solo tenía la curiosidad de tamaño. En una oportunidad andando por los alrededores de la plantación lo vi alejarse hacia unos árboles, era evidente que iría a orinar, me acerqué lo que pude y con binoculares llegue a ver de costado solo unos segundos como tuvo que hacer dos movimientos para guardar su miembro. Suspiré hondo entre asqueada y sorprendida, en mi vida de películas o fotos de Internet vi algo así. De noche retocé a solas con aquella imagen que no era del todo real dado que no había podido ver bien. Y sin más al otro día, llegando el fin de semana, traté de acercarme para conocer el terreno; una estanciera y su peón. Si supieran mis amigas me tratarían de negra desagradable y muy poco probable heroína de novela.

Puse manos a la obra y con la comprensión de mis progenitores logre andar casi siempre sola por la estancia, no logré nada esa semana pero al comienzo de la otra hice contacto con Dalmiro a solas y con el artilugio de hacer cambios en mis cosas logré tenerlo como ayudante silencioso mío. Me costó hacerlo hablar y que me tuteara, le tuve que pedir por favor que lo hiciera conviniendo que solo seria cuando estaríamos solos, realmente hablaba como podía pero era siempre de tono bajo. Llegó el fin de semana y con la promesa de llevarlo donde quisiera después de mis mandados logré que me esperara en la ruta para irnos juntos.

En la semana cuando charlábamos a solas más de una vez hice poses provocativas y bromas ante sus miradas desconcentradas y noté su bulto prominente en el bajo vientre. Lo subí en la soledad del paraje y marchamos; iba con unas calzas súper ajustadas y nada bajo la blusa. El movimiento de la camioneta sacudía mis tetas, en varias oportunidades sonreí ante su mirada a mi cuerpo y él se sonrojaba.

— ¿A dónde vamos? —pregunto.

— Tranquilo dije-quiero regalarte algo y tengo miedo de que no te guste.

— ¿Usted a mi? —interrogó asombrado.

— Si y por favor no lo hagas mas difícil.

— Nooo —Tartamudeo.

Llegamos a una casa perimetral del pueblo que  papá tenía para cuando viajaba hacer noche ahí; entramos bajando los comestibles y empecé a mover muebles para que se me notaran más los senos en sus movimientos y mi cuerpo no dejara nada a la imaginación. Después de un rato me paré frente a él recogiendo mi pelo, al hacerlo mis senos se remarcaron mas y la calza hizo notar mi vagina de una manera escandalosa. Me miró en forma fastidiosa.

— ¿Me puedo ir? —Preguntó.

Me acerqué desafiante y dado que quedaba a la altura de su pecho tuve que levantar mi mano para tomarlo de la pera.

— Si pero después de que me cojas.

Agrandó los ojos y busqué su boca. Me besó sin pasión y pese a que lo abracé, él no lo hizo. Me separé derrotada y bajé la vista.

— Está bien si no te gusto, decime adonde te llevo.

— No entiendo señora.

—¡Por Dios! Te estoy pidiendo que me cojas, no me digas que elegí al que no le gusto.

Fingí enfurecida y sin saber si me movía el odio, el rencor, la curiosidad o desquitarme de mi ex a través de un hombre que para sus ideas era inferior a él. Decidí decirle en la cara, y a los gritos, que tenía una verga descomunal. Dalmiro avanzó decidido y con algo de miedo buscó mi boca que desesperada quería la suya, tenía el aroma del jabón de lavar y su piel raspaba la mía. Recordé que hacia la prostituta para superar el asco, pensar en el placer que daba aunque no recibiera ninguno. Lo último que vi de su boca era la falta de dientes y la lengua que salía ansiosa. Me ahogó en saliva y la carne de su boca era enorme. Lo abracé apretándolo y el captó el mensaje, me tomó de la cintura metiendo sus manazas rayadoras en mis calzas para manosear mi culo. Sacó una de ellas para tomar la mía y se hizo tocar la pija por arriba del pantalón, estaba parada y era de unos veinte o más centímetros gorda; la sacó y comprobé que parecía una anguila o canilla de avestruz. Se hizo pajear pese a que mi mano no podía agarrarla completa por el tamaño mientras acariciaba mi cola. Cerró los ojos y sonrió mientras se meneaba con mi mano.

— Patroncita, que trabajito le voy a hacer.

Casi sin darme cuenta me desnudó tirándome a la cama  y empezó a hacerme algo soñado; un baño completo de saliva. Sentí su lengua en la planta de mis pies y sus manos por todo mi cuerpo. Me chupó entre los dedos de los pies y empezó a subir, me retorcía de placer hasta que lo sentí en mi vagina, me tomó de las nalgas para alzarme la cintura y empezó a saborearme la concha como un desesperado. Ni diez chanchos hacían el ruido de él cuando me lamia. Supo en qué momento me fui en leche para seguir subiendo hasta llegar a mi boca y besarme con pasión sintiendo mis flujos emanar de su boca. Me dio vuelta, me babeó la nuca y bajó por la espalda hasta besar con devoción mis muslos traseros y termino perdiendo su lengua en mi ojete.  Me arqueé con un gemido de placer ya que no sé cómo pero la sentí dentro de mi culo y era tan grande como la pija de mi ex. Me dio vuelta después de un rato hundió su maravillosa lengua en mi boca con el gusto a mi excremento y no me dio asco. Me penetró y una vez toda adentro me tomó de las nalgas levantándome en vilo, cogiéndome de parada. Yo me quejaba de placer y dolor. Le pedí más suavidad pero creo que un sordo me hubiera escuchado más. Me levantaba y bajaba en forma desconsiderada y cuando zafé de su boca, porque me ahogaba en baba, me tomó con una sola mano girándome la pera hacia él y meterme la lengua adentro de nuevo hasta que me dejó quieta y sentí la impresionante cantidad de leche que me descargó. Sentí su respiración tan agitada como la mía y me chupó el cuello sin importarme si lo dejaba marcado.

Yo estaba agotada, con la respiración de un búfalo en una estampida y las paredes de mi concha ardían, me depositó en la cama con mis muslos cayendo esperma. Él salió del dormitorio y en unos segundos algo tambaleante fui al baño yo también. Con la puerta del dormitorio abierta lo vi en la cocina lavándose y orinando en la bacha.

— Torpe— Dije — En el baño se hace eso.

Me levanté como pude sin poder caminar derecha; me duché rápido volviendo a la cama para recostarme a recuperar aire. No era el estrés de la situación que me agotó, esa bestia cogía como nadie que hubiera conocido, torpe, grosero pero que macho Dios mío. Cuando entre al dormitorio se estaba vistiendo, lo abracé por detrás rogándole que se quedara.

— No quiero estar sola papi, no te vayas.

Sonrió triunfante  y abrazándome me dijo que iba a hacer algo de comer, le pedí hacerlo yo y accedió con la condición de que anduviera en tetas por la casa. Nos acostamos abrazados mirando televisión, mi mano en su gran sexo tibio y la de el acariciando todo mi cuerpo mientras mirábamos no se qué. Le pedí que me dejara descansar algo antes de otro polvo. Me dormité y cuando me desperté me estaba pasando la pija por la cara, abrí la boca lo más que pude pero no entraba toda pese a mis denodados esfuerzos. La chupé como endemoniada y pese a ser la segunda acabada me atragantó la cantidad y espesura de semen sin contarle que era la primera vez que me tomaba la leche de un hombre. Me besó con ternura acariciando mi culo.

— Ni lo sueñes —Dije.

—Ya vas a ver contesto.

ADRO

Otro relato ...




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