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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Una larga historia, cuarta parte
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Nota de David y Bedri : Este que viene ahora es un relato que surgió de la colaboración de varias personas que contaron a David lo que ellos creen que pasó. Algunos de los hechos narrados no sucedieron tal y como se cuentan, de la misma forma los personajes han sido distorsionados para impedir que se puedan reconocer a cualquiera de los protagonistas. Es cierto que se han asumido ciertas licencias pero se hizo con el convencimiento de no desvirtuar el fondo del asunto y no traicionar las identidades de los narradores. De la certeza de la mayoría de lo sucedido podemos dar fe de forma fehaciente puesto que a disposición de David se han puesto tanto fotografías como vídeos así como testimonios de distintas personas, algunas de las cuales se ven reflejadas en esta narración

En cualquier caso, si queréis hacer llegar algún mensaje o simplemente hacer algún comentario podéis hacerlo en el correo indicado.

David.

Cuarta parte.

-Ya está la comida.

Ella abrió los ojos y sintió pereza por levantarse. Por un lado el grato recuerdo de la rápida paja que se acababa de hacer y la igualmente agradable sensación del sol en su cuerpo desnudo la retenían allí. Aún así se levantó y se dirigió a donde estaba su ropa.

-No te vistas, quédate mejor así.

-Son solo las bragas, me lavo y me las pongo. Me da no se que sentarme desnuda en esas sillas.

Recogió la pequeña prenda y se fue hasta el baño. Se sentó en el bidet y se lavó con detenimiento casi exhaustivamente. Cada vez que se tocaba el clítoris un relámpago recorría su vientre y sentía humedecérsele el interior del coño.

Salió del baño vestida solo con aquella escueta prenda que no le cubría completamente el negro vello que se desparramaba fuera del pequeño y transparente triángulo de gasa. Ella notó la mirada del hombre en ese lugar y lamentó no haberse depilado al menos la línea del bikini aunque lo cierto es que no había pensado en que esto pudiera pasar cuando se vestía aquella mañana pero ya era demasiado tarde. Se cubrió con una mano y se acercó rápidamente a la mesa.

Comieron de varios platos precocinados y ensaladas mientras conversaban de la casa, de la terraza, de tomar el sol desnudos. Ella le confesó que había sido su primera vez y que la ocasión que más se había atrevido no había pasado de quitarse la parte superior del bikini para ponerse boca abajo. Él la animaba a repetirlo entre bromas, piropos, comentarios y alusiones a sus tetas, su culo pero especialmente a los pelos que se le escapaban de la braguita. Ella se reía bajo los efectos del vino que nunca faltaba en su copa pero también porque se excitaba con aquellos comentarios.

Al acabar de comer le pidió que se quedara sentada mientras preparaba el postre. Recogió los servicios y los restos de comida, limpió la mesa y cambió el mantel con Merchitas observándole mientras seguía tomando sorbitos del fresco y burbujeante vino rosado que había acompañado la comida y que tanto la estaba desinhibiendo.

El hombre apareció empujando un carrito de servicio con dos fuentes de plata cubiertas por sendas tapas. En el estante de debajo iban dos almohadones. Llegó junto a la mesa, cogió los almohadones y los colocó sobre la mesa, separados entre si unos palmos. Se dirigió a Merchitas y sin decirle palabra le quitó la copa de la mano que colocó sobre el carrito. Giró un poco una de las sillas, tomó elegantemente y con delicadeza la mano de ella y la hizo descalzarse y subirse a la silla, de allí a la mesa indicándole con un gesto que se tumbara. Ella lo hizo un poco torpemente porque el vino hacía cada vez más su efecto embriagante así que el la ayudó colocándole los cojines uno bajo los hombros de forma que la cabeza caía un poco hacía atrás y el otro bajo la cadera levantándosela. Luego y con igual delicadeza le comenzó a retirar las mínimas braguitas lo que hizo con una lentitud desesperante y afectado gesto. La colocó otra vez poniéndole los brazos a lo largo del cuerpo y se agachó para susurrarle al oído que no se moviera. Luego se volvió hacia el carrito y levantó una de las fuentes de la que extrajo algo que ella no pudo ver.

Ella dio un respingo al sentir el ruido y al tiempo una fría y húmeda sensación sobre los pechos. Ella miró sin mover apenas la cabeza y voy como con un spray de nata iba haciendo adornos sobre su cuerpo. Le hizo círculos en torno a los pechos, de las aureolas, puso un poco encima de cada pezón. Sobre el vientre le hizo un largo cordón que acabó en el coño donde dejó una buena cantidad de nata. Cuando acabó, se retiró un paso, miró a la mujer, volvió a adelantarse y le puso un poco de la nata en la bota, se lo quitó de un beso y dijo:

-Señor, el postre está servido.

Poco a poco y como antes con el champán, le fue comiendo la nata, primero de los pechos, luego siguió el camino marcado hasta el coño donde con detenimiento le quitó hasta la ultima gota de la nata escondida hasta en el más recóndito de los pliegues de aquellos labios. Ella se dejaba hacer mientras se excitaba cada vez más. Cuando le llegó al clítoris ya estaba a punto de alcanzar el orgasmo que intentó retener el máximo posible pero incapaz de lograrlo provocó la mezcla del sabor entre ácido y salado de sus abundantes fluidos vaginales con el dulce de la nata.

Luego la hizo bajarse de la mesa y arrodillarse sobre uno de los cojines. Se dio la vuelta y se puso una buena dosis de nata sobre el pene tras lo cual dijo con tono ceremonioso:

-Señora, el postre está servido.

Ella disciplinada y totalmente desinhibida comenzó la felación primero con suavidad pero pronto el tomó el mando y cogiéndola por la cabeza comenzó a marcar el ritmo que solo cesaba cuando se la sacaba para ponerse otro poco de nata. A veces la penetración era tan profunda que le daban ligeras arcadas así que para frenar los movimientos del hombre hizo presión con los labios y la lengua sobre el miembro del hombre lo que le aumentó el placer pero a ella le hizo tensar el cuerpo en busca de liberar su garganta. De pronto se puso tenso y sujetó la cabeza de Merchitas al tiempo que empujaba con su cadera dentro de la boca de la mujer. Se corrió dentro su boca, casi en su garganta.

Se retiró mientras ella tosía y sufría arcadas. Sin más se fue al baño donde se lavó. Se la encontró en la puerta aún descompuesta y con el rimel corrido en torno a los ojos.

–Lávate que nos vamos a la cama a hacernos una siesta.

Ella entró en el baño, se lavó la cara y usó un colutorio que encontró para enjuagarse la garganta. Luego se sentó en el bidet y se lavó otra vez entre las piernas. Mientras lo hacía pensaba que no esperaba una situación tan desagradable como la que acababa de sufrir y que deseaba que lo que le quedaba de día fuera tan placentero como había sido en otras ocasiones. Se hizo el propósito de disfrutar como nunca y no dejar que fuera él quien tomara la iniciativa. Aún notaba la desinhibición producida por el vino que había tomado.

Salió del baño totalmente desnuda, sin ponerse las braguitas que había llevado en la mano. Esta vez no se sintió incómoda por las miradas del hombre dirigidas a su coño. Se acostó al lado del hombre y se acurrucó, pronto quedarían dormidos en la media oscuridad del dormitorio.

David y varios

 

 

Una larga historia

Esta es una larga historia que surgió de la colaboración de varias personas que contaron a David lo que ellos creen que pasó. Algunos de los hechos narrados no sucedieron tal y como se cuentan, de la misma forma los personajes han sido distorsionados para impedir que se pueda reconocer a cualquiera de los protagonistas. Es cierto que se han asumido ciertas licencias pero se hizo con el convencimiento de no desvirtuar el fondo del asunto y para no desvelar las identidades de los narradores. De la veracidad de la mayoría de lo sucedido podemos dar fe de forma fehaciente puesto que a disposición de David se han puesto tanto fotografías como vídeos así como testimonios de distintas personas, algunas de las cuales se ven reflejadas en esta narración.

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