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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Vecinita, siguiente encuentro
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Chela estaba nerviosa, al amanecer del domingo y sin efectos del alcohol recordaba lo que hizo la noche anterior con Oscar, se sentía sucia, pero a la vez le encantaba esa sensación. Sabía que estaba mal, pero era lo más delicioso que había hecho en su vida y deseaba repetirlo. Cada vez que se bañaba se imaginaba aquella escena y terminaba masturbándose. Su libido estaba a flor de piel; las veces que se cruzaba con Oscar sentía una corriente de excitación que corría su cuerpo y terminaba con un goteo espeso en su vagina.

Llegó el martes y a pesar de sus conflictos internos, inventó una excusa y a las nieve en punto estaba en la agencia de buses interprovinciales con su pasaje y el de Oscar, pero él no llegaba. Llamaron a subir a los escasos pasajeros y apareció él, se ubicó detrás de ella en la fila y subieron al bus.

―¿Por qué quisiste que viajáramos a ésta hora? Es un viaje dedos horas y tendremos que regresar rápido ―dijo Chela.

―A ésta hora hay pocos pasajeros y además sólo vamos y regresamos rápido ―contestó Oscar.

Ni bien arrancó el bus Oscar se puso de pie

―Sígueme en un momento ―le dijo.

Y se fue a los últimos asientos vacíos del bus, al poco rato Chela se fue a su encuentro. Ni bien se sentó, Oscar la abrazó fuerte y la besó con locura, Chela estaba sorprendida pero correspondió el beso mientras las manos de él acariciaban su entrepierna por encima del pantalón.

La tensión del momento y el miedo a ser descubiertos aumentaba aún más la excitación, Oscar le abrió la blusa y el brasiere y empezó a lamer los pequeños senos con delicadeza y suavidad, mientras su mano ya estaba dentro del pantalón acariciando la vulva húmeda y caliente.

Ella no se aguantó y se quitó el pantalón con todo y calzón, se acostó entre dos asientos y ofreció su concha ansiosa, sin más él sumergió su nariz y su lengua en aquella joven vagina que lo llamaba... los jugos vaginales humedecían los labios de él que los saboreaba con frenesí, metió un dedo dentro y lo movía al mismo ritmo que su lengua en el clítoris y el orgasmo no tardó en llegar con un grito ahogado.

Ahora ella le quitó el pantalón a él y acarició el grueso miembro de arriba a abajo hasta lograr sacar alguna gota espesa que no tardó en saborear con paciencia. Luego comenzó a lamer la rojiza cabeza e introducirla poco a poco en su boca hasta donde más pudo, era una verga gorda y venosa, ella nunca se imaginó lo delicioso que le resultaría hacerlo y aún menos imaginó que lo haría en un bus con pasajeros y a media mañana, luego se sentó encima de él frente a frente introduciéndose la verga hasta tocar los huevos con sus nalgas. Oscar acariciaba su espalda mientras chupaba las pequeñas tetas con pezones durísimos; la cabalgada fue aumentando en intensidad hasta que el orgasmo de ella apareció con fluidos calientes que bañaron el miembro que, al sentir aquellos fluidos, también inundó la vagina con un chorro espeso y abundante.  Fue sexo maravilloso, mágico, inolvidable y satisfactorio para ambos.

Se tomaron un tiempo para descansar desnudos y se vistieron y arreglaron justo antes que el bus llegue a su destino. Bajaron y se dirigieron a un hotel donde volvieron a entregarse a la pasión, ésta vez ella tuvo la iniciativa y se arrodilló a mamar la verga que ya conocía y volvía loca y él le devolvió el favor con una lamida de concha magistral que provocó más de un orgasmo. Oscar aprovechó la excitación del momento y le pidió algo que ella nunca había practicado ni imaginado: sexo anal. A pesar de tener un fantástico culo, su esposo nunca le había hecho algo así y ella tampoco lo hubiera permitido, había escuchado rumores sobre lo doloroso que era eso; sin embargo, el momento preciso en que él se lo pidió no le dio opción a negarse y se volteó.

La vista de ese hermoso culo levantado y esperando ser penetrado por primera vez excitó al máximo a Oscar, pero como todo amante experimentado, primero lamió toda la raja con suavidad mientras acariciaba y golpeteaba suavemente las duras nalgas, luego jugó con su lengua en el ano produciendo contracciones de placer inimaginables en ella, continuó saboreando aquel oscuro hoyo hasta notar que la presión cedió y supo que era el momento preciso para la penetración. Ensalivó la cabeza del miembro y con delicadeza intentó introducirlo poco a poco, después de algunos intentos logró entrar la cabeza entre los gemidos de dolor y pasión de ella, él la sujetó de las caderas y empezó a bombear despacio hasta que notó que el dolor disminuyó en ella y aumentó la velocidad y la fuerza de las bombeadas hasta meter completamente toda la magnitud de la verga hasta el fondo... el espectáculo que ofrecía aquel culazo tragándose ese grueso falo era fenomenal, tanto que Oscar no tardó en llenar de esperma caliente el culo de Chela.

―¿Te gustó hacerlo así? ―Preguntó Oscar.

―Me dolió un poco, pero sabes cómo hacerlo y también disfruté que me llenes por atrás ―contesto Chela.

―Ahora eres mi amante y tendrás que hacer lo que yo quiera... -dijo él -

―Tus deseos son mis órdenes, eres mi rey del sexo y soy tu esclava.

Al cabo de dos horas de sexo salvaje, regresaron a su ciudad en la misma agencia, pero ésta vez el bus iba lleno y solo se dedicaron a conversar y uno que otro beso. Ella estaba satisfecha de lo que acaba de hacer y no tiene remordimientos en seguir haciéndolo. El desea seguir complaciendo a la bella joven con su experiencia en el sexo.

Víctor

 

 

Vecinita, los encuentros

Chela es una bella jovencita de veintiún años comprometida con un joven casi de su edad y con un bebé que no tenía el año. A pesar de su corta edad y el alboroto sexual propio de su juventud no se sentía insatisfecha con la vida de pareja, recién tenían un año viviendo juntos y la rutina sexual acechaba cada noche, no creyó posible que el resto de su vida tendría que ser así. Hasta que se encontró con Oscar.

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