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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Vecino de al lado
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Hola, me llamo Juani, tengo ya treinta y seis años y llevo casada con Martín casi once años. Vivimos en un precioso apartamento junto al mar, casi al lado del puerto deportivo donde amarramos nuestro precioso velero. Soy responsable de ventas en empresa de material eléctrico y mi marido es ingeniero en una empresa de construcción y montaje. Nuestra casa no es grande pero es acogedora, está bien decorada y nos parece adecuada porque aún no tenemos niños.

Lo que quiero hacer es contarles algo que cambió drásticamente, y entiendo que para bien, nuestra vida sexual.

Lo primero que he de hacer es describirme, soy morena, alta, bien formada, esbelta, y con unos hermosos grandes pechos. Mi marido ya ha cumplido los cuarenta y dos años y antes era atlético pero recientemente ha subido algo de peso, pero sigue siendo un hombre guapo y bien formado.

Nuestra vida sexual es buena y nos hemos sido fieles el uno al otro desde que empezamos a salir en serio. Sin embargo, últimamente Martín está más estresado por su trabajo, quizás debido a la crisis económica y a la amenaza constante de reducción de empleos. Quizás por eso comenzó a beber demasiado con sus compañeros de trabajo y en ocasiones también en casa. Después de beber, duerme como un madero. Esa es una de las razones por las que nuestra actividad sexual se ha reducido y algunas veces me siento sola y sexualmente necesitada.

Aunque la frecuencia de sexo en estos días es menor, siempre nos lo pasamos muy bien en la cama. Cuando necesitamos darle alicientes a nuestra vida sexual, hablamos de fantasías sobre tríos, con otro hombre, o con otra mujer, y siempre alcanzamos grandes orgasmos de esta manera.

La historia que quiero contar comenzó en un sábado por la mañana, Martín había llegado tarde la noche anterior después de una celebración con sus colegas por la firma de un importante contrato. Apenas llegó al cuarto, se quitó la ropa y cayó pesadamente sobre la cama, oliendo a sudor y alcohol, y comenzó a roncar. Me sentí mal porque todos los viernes hacíamos una cena especial que cocinábamos juntos, y luego hacíamos el amor de forma apasionada y muy satisfactoria.

El sábado me levanté temprano y me preparé un buen café que estaba disfrutando sentada frente a la mesa de la cocina cuando sonó el timbre, era Carlos, nuestro vecino de al lado.

Carlos tiene alrededor de setenta años y está retirado; es alto y guapo, con el cabello blanco, ojos verdes, piel bronceada, y muy en forma para su edad. Ha sido nuestro amigo desde que se mudó hace unos años, después de que su esposa falleciera y vendiera la casa donde vivía. Mi marido y Carlos son compañeros de pesca, y suelen ir a pescar los sábados por la mañana en la lancha de Carlos.

Yo llevaba puesta una bata de hilo blanco más bien fina que pensé en cambiar para abrir la puerta, pero no estaba de humor para volver a oír los ronquidos de Martín, además, Carlos es un amigo muy cercano con el que siempre he tenido confianza.

Preguntaba por mi marido y tuve que decirle que no habría pesca ese día y le expliqué la causa. Por cortesía le invité a que pasara y se uniera a mí para tomar una taza de café. Estábamos bebiendo café y charlando cuando le sorprendí una mirada mal disimulada a mi escote. La mesa de la cocina es pequeña y estábamos bastante cerca el uno del otro. Solo entonces me di cuenta de que llevaba un sujetador rojo de media copa que era muy visible debajo de la bata, y además, el escote mostraba la parte superior de mis tetas. Instintivamente, cubrí mis pechos con el brazo. Me sentía sorprendida.

Carlos también pareció sorprenderse con mi reacción al principio, pero dijo— Lo siento, Juani, no quise ser irrespetuoso contigo, simplemente no pude evitarlo.

Hizo una inspiración profunda, como un suspiro y con una sonrisa tímida continuó diciendo— De todos modos, te ves como un ángel vestido de blanco con el toque malvado de ese sexy sujetador rojo. Y tengo que decir que me parece que tienes el par de pechos más hermosos que he visto en toda mi vida.

Yo todavía estaba un poco conmocionada por aquello que estaba pasando, pero también me sentí halagada y sus palabras, que me sonaron sinceras, me tranquilizaron y bajé la guardia. Luego retiré el brazo del pecho y Carlos se quedó directamente a mi pecho sin tratar de disimular.

Puse mi mano sobre la suya y se la palmeé suavemente y dije —No hay problema, Carlos, ya no soy una niña asustada.

Eso pareció darle alas y con una enorme sonrisa dijo como disparando— ¿Puedes abrir tu bata por un momento?

Yo no sabía qué hacer, por un lado sentía pena por soledad y me sentía halagada por amable comentario; y por otro, pensaba en mi marido roncando en la habitación del fondo del pasillo. Pero pensé— ¿Y qué? —Así que abrí la parte superior de mi bata mostrándole mi sujetador y una buena parte de las tetas. Las areolas y los pezones estaban medio ocultos por el sujetador, pero enseñaba mucha teta por encima.

Carlos miró mis tetas como si estuvieran encantadas, esbozó una gran sonrisa y alargando las manos lentamente sostuvo mis tetas sintiendo su forma, su peso, lo suaves que eran. Luego acarició suavemente la piel en la parte superior con una mano, aún sosteniendo firmemente una teta con la otra. Fue bueno y me gustó, pero entendí que había ido demasiado lejos, así que le sonreí y le dije alegremente— Se mira pero no se toca —Y me levanté para servirme un poco más de café. Sentí sus ojos puestos en mi culo, y en todo mi cuerpo. Me acerqué a la cafetera, de espaldas a él, y volví con la jarra comenzando a llenar su taza. Teniéndome a su lado lo volvió a intentar fingiendo ingenuidad— ¿Juani, cómo es que no veo nada rojo en tu parte inferior?

Mis reparos ya habían desaparecido para entonces— Duermo desnuda, Carlos, me puse el sujetador cuando me levanté para que mis pechos no se cayeran.

Él continuó el juego— No te creo, seguro que llevas puesto algo.

—No, no llevo nada —respondí.

—Entonces eso tengo que comprobarlo.

Todavía estaba de píe cerca de él cuando sentí su mano sobre mi rodilla, tocándola muy ligeramente, y moviéndome lentamente a lo largo de mi pierna y por dentro de mis muslos. No me moví ni me opuse, ya que también estaba muy excitada. Por fin llegó a mi coño desnudo, y se llevó una gran sorpresa, soy muy peluda por allá abajo. No me depilo porque la cera y las cuchillas me irritan mucho la piel y me causan dolor, únicamente me recorto las ingles, con mucho cuidado, para que no salga pelo del bikini. Estaba excitada con sus caricias y con la situación, tanto que mi coño goteaba mientras ponía su mano sobre él disfrutando de la suavidad de mi pubis cubierto de pelo. Comenzó a tocarme los labios de la vulva con un dedo y perdí mis sentidos. Al bajar la cara vi un bulto en sus pantalones cortos, me acerqué y le susurré al oído —Ahora es mi turno, déjame verlo.

Se bajó la cremallera y sacó su pene mientras todavía me acariciaba el coño con la otra mano. Yo miraba con la boca abierta, su pene era increíblemente grueso, no demasiado largo, pero era muy grueso y la enorme cabeza enrojecida apareció dentro de un prepucio muy blanco, goteando líquido pre seminal. Lo cogí pero no lo pude rodear con mis pequeñas manos.

Mi coño era un completo desastre de tremedal, absolutamente mojado por la excitación, y con mi marido ausente de él, quizás toda la semana, tal vez incluso más, necesitaba tener aquella polla dentro de mí.

En un momento de racionalidad, me fui descalza y en silencio hasta nuestro cuarto y a través de la puerta cerrada pude escuchar los pesados ronquidos de Martín. ¡Estábamos a salvo! Regresé caminando sensualmente, con la bata ya totalmente abierta mostrando mi coñito en todo su esplendor. Tiré de la copa del sujetador mostrando los pezones duros y rosados. Carlos parecía una estatua con una gran sonrisa, todavía sentado en su silla, con sus pantalones por las rodillas, mostrándome su dura polla. Cuando me paré frente a él, me sujetó por el culo y se movió hacia abajo para lamerme el coño, pero lo detuve—Sin preliminares ahora, Carlos, ¡necesito esa polla ya mismo!

Me di la vuelta, levanté mi bata hasta la cintura, me coloqué de espaldas y comencé a sentarme sobre su polla, mientras él me sujetaba por la cintura. Cuando estaba acercándome, tomé su polla y la apunté a mi coño empapado. Era increíblemente gruesa, y era difícil para aquella enorme cabeza entrar. Con pequeños movimientos hacia arriba y hacia abajo, fui acomodando su pene dentro de mis labios, y pronto estaba golpeando mis nalgas contra sus muslos, arriba y abajo. Sentía su peluda entrepierna y sus testículos contra mi culo. Carlos fue alternando entre sostenerme por los pechos o por las caderas, tirando de mí con fuerza contra su pene cuando bajé para dejarme penetrar completamente. Fue muy bueno, nunca en toda mi vida había sentido mi vagina tan llena. Estaba casi en trance. Cerré los ojos y todo lo que quise sentir fue su polla dentro de mí.

Pudo haber sido el sonido de mi culo chocando contra sus muslos, puede que uno de los dos hubiera gemido ruidosamente, pero Martín apareció gritando— ¿Qué diablos es eso?

Me quedé helada, y me detuve sentada sobre las piernas de Carlos. Martín se paró frente a mí, mirando mi cuerpo desnudo y la polla de Carlos dentro de mí. Se produjo un silencio terrible durante un tiempo interminable, pero tuve una inspiración, Martín vestía solo bóxers y noté su erección.

—Martín, cariño, puede que te resulte extraño, pero mira quién lo está disfrutando —y señalé su entrepierna— hablamos muchas veces de esta fantasía, hagámoslo realidad,

Los tres nos quedamos quietos, la polla medio flácida de Carlos seguía todavía dentro de mí, hasta que Martín finalmente dijo— ¡continuad, seguid haciéndolo!

Inmediatamente comencé a moverme, lentamente al principio, y noté que Carlos se estaba poniendo duro otra vez dentro de mí. Martín se acercó muy lentamente hacia nosotros, primero ocultando su erección con la mano, luego la tocándose a través de los calzoncillos. Finalmente se la sacó y comenzó a masturbarse lentamente. Luego se me acercó y me dijo— ¡Chúpamela!

Carlos y yo ya estábamos acelerando nuestros movimientos y yo ya estaba mucho más que excitada, así que me incliné y dejé entrar la polla de Martín en mi boca. Cuando estaba totalmente erecto la sacó y dijo —Vámonos todos a la cama.

Una vez que llegamos allí nos quitamos toda la ropa y Martín me dijo que me pusiera a cuatro sobre la cama y comenzó a follarme a lo perrito. Mi vagina estaba tan agrandada por la anterior follada de Carlos, y estaba tan mojada, que su polla entró dentro de mí de un solo golpe. Martín no está nada mal de polla, tiene una buena longitud, pero ciertamente es mucho más delgada que la de Carlos. Mientras él me golpeaba vigorosamente por detrás, Carlos se acercó por delante y acercó su polla en mi cara, mientras sostenía una de mis tetas rebotando. Se la tomé ansiosamente con mi boca, estirando mis labios para acomodarla, y comencé a acariciársela con los labios y la lengua, desde los testículos hasta la cabeza, y luego me la metí hasta donde pude dentro de mi boca. Carlos se sorprendió de mi capacidad porque la base de su pene era tan gruesa como una lata de cerveza.

Martín seguía jodiéndome vigorosamente y sudando hasta que se dio por vencido y dijo—es demasiado grande, profundo y húmedo, ahora la niña mala será castigada para que me pueda correr.

Sacó su polla de mi coño y lo apuntó a mi culo. No me gusta el sexo anal, lo había una vez cuando todavía era virgen, con un novio del instituto, no teníamos experiencia y me hizo mucho daño. Cuando sentí la punta de su polla sondeándome el culo, me estremecí y grité.

—¿No te gusta ahí? —preguntó Carlos

—No, no me gusta porque nunca lo he hecho y tengo miedo al dolor.

—Bueno, entonces déjame enseñarte algunos trucos para que puedas disfrutarlo

Lo dijo con tanta seguridad que decidí arriesgarme.

—Martín, cambia de lugar conmigo, y tú te acuestas de lado, querida Juani.

Se movió hacia abajo y comenzó a lamerme, con especial atención a mi clítoris.

—Martín, besa sus tetas — ordenó.

Luego puso un dedo, luego dos, dentro de mi vagina para buscar el punto G. Todavía trabajando con sus dedos en mí coño abrió mis nalgas y comenzó a besarme: lentamente, con paciencia, insertando su lengua adentro y afuera, solo un poco más cada vez. Contraje involuntariamente mi esfínter al principio, pero lentamente comencé a relajarme. Tomé la polla de Martín y comencé a acariciarla hasta que me sentí más y más excitada. Tenía dos dedos dentro de mi coño, una lengua totalmente dentro de mi ano, una polla en mi boca y tenía mis tetas acariciadas. No podía imaginar nada más íntimo que la lengua de un hombre, que no era mi esposo, dentro de mi culo. Cuando Carlos sintió que mi capullito de rosa se relajaba, tomó su dedo mojado goteando de mis propios jugos mezclados con los de Carlos y Martín, de mi vagina y lo insertó lentamente en mi ano. Pronto metió el otro mientras lamía mi coño otra vez, y cuando estuvo satisfecho con el resultado, dijo— ahora estás contigo, Martín, ponte un poco de lubricante y sé cuidoso.

Martín extendió un poco de saliva en su pene, se colocó detrás de mí, encontró el lugar correcto y lentamente comenzó a empujar. Carlos se quedó allí lamiendo mi clítoris y mirando de cerca a la polla de mí marido follando mi culo. Sentí un pinchazo cuando la cabeza del pene forzó mi esfínter anal, pero estaba tan excitada y complacida que me relajé y dejé que Martín continuara con su trabajo. Milímetro a milímetro, pronto tenía toda su polla dentro de mí, y lentamente comenzó a follarme, dentro y fuera. No podía decir que lo estaba disfrutando, pero estaba contenta de haberlo hecho, y aún más con la lengua experta de Carlos en mi coño. Martín siguió jodiéndome duro, golpeándome el culo, mientras Carlos se movía frente a mí y decía—chupa nena, chupa, estás tan caliente que no puedo soportarlo más.

Me metió su enorme polla en mi boca y la chupé con fuerza sintiéndola palpitar dentro de mi boca. Cuando estaba a punto de correrse la sacó y la sacudió extendiendo un montón de esperma sobre mi cara y mis pechos. Cuando Martín vio que gemía ruidosamente, se metió dentro más de mi culo y con movimientos fuertes y rápidos también comenzó a correrse.

Nos quedamos quietos por un tiempo, y tuve una idea perversa— Me has castigado, Martín, ahora tienes que hacerme algo ¡lámeme para limpiarme!

Pude ver que no le agradaba nada eso pero la escena le era tan excitante que se obligó a hacerlo

—Déjame hacer mi parte también —dijo Carlos que se movió hacia abajo y comenzó a lamer el semen de Martín goteando de mi culo.

Cuando terminaron, descansamos en la cama unos minutos. Les dije que me iba a dar una ducha rápida y que les prepararía el desayuno. Cuando regresé a la cocina, estaban sentados a la mesa tomando café y casi se atragantaron cuando me vieron, llevaba una bata rosada transparente, sin cinturón, abierta en el frente y exponiendo totalmente mis tetas y mi coño. Siguieron mirándome cuando me serví el desayunó y me senté a la mesa con ellos. Mientras comíamos charlamos sobre lo bueno que había sido. Cuando terminamos de comer, dije— bueno, mis queridos, pueden haberse dado cuenta de que no me he corrido convenientemente todavía. Necesito un buen orgasmo con una polla en mi coño.

Me incliné sobre la mesa y extendí las piernas ofreciéndome. Martín me penetró primero, pero sabía que tampoco me la metería dentro de mi vagina dilatada y descuidada. Me la volvió a meter por el culo, Le dejé disfrutar y, después de un buen rato le dije— Martín, cariño pórtate bien con nuestro invitado.

Carlos había estado acariciándose lentamente la polla mientras nos miraba y ya estaba tieso otra vez, Me sorprendió que a su edad pudiera recuperarse tan rápido,

Se me puso detrás y comenzó a penetrarme lentamente y a bombear. Incluso con todo lo que me habían metido en el coño todavía lo sentía apretado. Carlos me follaba vigorosamente y, cuando notó que estaba a punto de correrse, mientras yo gemía cada vez más fuerte, aumentó sus impulsos y se movió más rápido. Tuve orgasmos múltiples memorables, y durante mucho, mucho tiempo.

Cuando pude, me puse de pie totalmente satisfecha, enrojecida, y todavía sin aliento, me volví hacia ellos y les dije— señores, a partir de ahora, los sábados por la mañana pueden ir a pescar o podemos quedarnos aquí y follar los tres.

Nunca más fueron a pescar los sábados por la mañana.

MB

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