LA VIDA SEXUAL DE BEDRI
PARTE I
De los inicios y los condones
Desde que empezamos con esto de los relatos habéis sido varios los que
hicisteis llegar vuestro interés porque apareciera algún relato con contenido de
tipo sexual. La verdad es que ha sido muy difícil puesto nadie lo ha enviado,
así que no me ha quedado otro remedio que escribir yo mismo uno de ellos. Y aquí
empieza de verdad lo complicado, porque ¿qué os cuento? La respuesta no es
sencilla, mejor dicho, es muy sencilla, no tengo ni repajolera idea. Así que me
he dicho ¿y porque no cuentas algo de lo que te ha pasado a ti?. Y la verdad es
que me lo he pensado. Porque la cosa tiene su aquel ¿no?. Entre otras cosas, no
sé si encuadrarlo en el género de la comedia o en el del drama. ¿Tragicomedia?,
no, no me parece oportuno, suena como demasiado grandilocuente. Me recuerda
demasiado a Calixto y Melibea y aquellos comentarios de texto.
Así que he decidido contaros un poco de mi vida sexual, así por encima, solo
lo más relevante a lo largo de la historia. Esto es, una historia larga de mi
vida sexual, que no es lo mismo que una larga vida sexual en la historia ni
tampoco una larga vida de historia sexual. Pues eso, que empiezo, eso si,
advierto que la cosa puede ir un poco salpicada de oportunas reflexiones.
Yo, como otros varios miles de ciudadanos y ciudadanas de este país, que por
mucho que alguno se empeñe no se llama Paña sino España, he sido educado en las
más rancias tradiciones del nacional catolicismo. Tan rancias que ya de aquella
olían así a cerrado, a mugor, a necesidad de ventilarse un poco, a naftalina, a
sacristía y a bacalao. De aquella todo era pecado, bueno, todo no, otras cosas
estaban prohibidas. Que engordasen había pocas cosas porque por no haber no
había ni colesterol. Además, estar gordito era buena señal. ¡Juer que tiempos
aquellos!, los juegos interminables en las calles, las cacerías de lagartijas y
de grillos, las bragas sucias de las niñas, los bocadillos de mortadela, los
helados de Isidro el valenciano, las ciruelas de Celesta, aquellos pantalones
cortos tan apretados, claro, ¡como que tenían que durar de un año para otro y
además servir para el siguiente hermano o primo!. Pues eso, que yo crecí en una
sociedad donde el sexo no es que fuera pecado, es que no existía.
Creo que la primera vez que oí la palabra sexo fue en clase de religión, algo
relacionado con los ángeles. Debían pasárselo pipa allá en el cielo. Aunque creo
que debía ser un truco para engatusarnos con lo de ser buenos para ir al
cielo... porque al final no se trataba de saber si eran macho o hembras
mezclados, solo discutían si eran de un sexo u otro, pero solo de uno no fuera a
resultar que luego se montaran buenas... ¿eh? ... vale, si, claro, mejor me
callo que no quiero complicaciones.
Aunque lo de la procreación casi lo entendí bien, al fin y al cabo soy de
pueblo. Por eso, ver como lo hacían las vacas, o los perros no me resultaba
extraño. Sin embargo, si me hacía gracia lo de los gallos. El jodido bicho
persiguiendo media tarde a una gallina por todo el gallinero para despachar el
asunto en menos de lo que canta un gallo... ¡coñe! ¿Vendrá de ahí la frase?.
Hablando de frases, de aquella época es también mi comprensión de la muy
conocida y usada "ponerse burro", porque el burro cuando se ponía... ¡juer como
se ponía!. Pero eso de que los niños venían de París... ¿Qué quieres que te
diga?... Quizás por eso la hija de la vecina del primero tenía tal dominio del
francés. Aunque de eso me enteré unos cuantos años más tarde cuando supe que
había mucho más que idiomas o números detrás de ciertas denominaciones aunque el
búlgaro solo fuese un idioma. Y lo de la cigüeña, ¿os acordáis?. Eso en Asturias
hubiera sido casi imposible, no había cigüeñas. ¿Y si la cigüeña llega en plena
temporada de caza y la mata un cazador, sería un aborto?. ¿Y si eran gemelos,
venían todos en la misma cigüeña o en varias?...¿Y quien le llevaba los hijos a
la cigüeña?. Pero sobre todo ¿qué coño hacía la cigüeña dentro de la barriga de
la madre? ¿Y porque no salía con la cría? ¿Se quedaba dentro para la siguiente
vez? ¿Y si a los niños los traía la cigüeña, para que coño engordaba tanto la
madre? En fin, preguntas inocentes que alimentaban clandestinas tertulias
infantiles.
Recuerdo también el momento de la confesión, el cura manifestaba especial
interés en saber si había cometido actos impuros. Yo la verdad aquello no lo
entendía muy bien. No tenía ni idea de que coño podía ser un acto impuro.
¡Hombre! Alguno si que se me ocurría, bastante escatológico por cierto, pero eso
al fin y al cabo era algo obligado, una necesidad fisiológica. Sinceramente, no
creo que fuese eso por lo que preguntaba el cura.
Luego, ese mismo cura ponía especial empeño en alejarnos de los peligros del
sexo y de la vida regalada, especialmente de la fornicación. Aunque, ¿qué
quieres que te diga ... con ese nombre?. No es por nada pero eso sonaba como
algo demasiado extraño. ¿Fornicar, pero fornicar es eso? .., ahhh... ¿eso ... es
eso? ¡jo!. La verdad es que con la sabiduría que dan los años transcurridos le
tendríamos que decir a aquel cura: "pero hombre, ¿cómo se te ocurría decir todas
aquellas cosas ante un auditorio que no tenia ni idea de que estabas hablando?,
lo único que hicisteis fue despertar nuestro interés". Y así fue. Además, creo
necesario mencionar que en la lengua de mi tierra, fornicar, tiene un
significado completamente distinto al del castellano y eso a nosotros, niños
casi todos de zona rural y cultura domestica, nos resultaba cuanto menos
chocante que cocinar al horno fuera pecado.
Creo que será conveniente pasar un poco por alto lo del primer beso, he de
decir que no fue tan emocionante como algunos se empeñaban en decir ni tan
repugnante como decían otros. Anodino no es que lo halla sido. Si algo fue era
especial, al fin y al cabo era el primer beso, casi robado, casi un roce, del
todo furtivo, un beso a ciegas, inolvidable, como ella. Las primeras veces
siempre marcan. ¿Y el primer beso con lengua?. Yo me tragué su chicle.
También pasaré por alto la época manual. Si hombre, aquella en la que todo el
sexo se refería a lo que tocabas. Se trataba de eso, de meter mano en todos los
sitio que podías y claro, luego pasaba lo que pasaba. Tanta mano, tanta mano,
que eso, de repente descubrías que era un acto impuro. También descubrías
nombres curiosos como el de "polución" y que había otras necesidades
fisiológicas en toda regla. Eso si, seguíamos sin saber nada de nada y mucho
menos de vosotras, que las chicas eran, lo siguen siendo, unas grandes
desconocidas, casi como extraterrestres. No es por nada chicas, pero es que
tenéis cada cosa...
La cosa se complicaba cuando te echabas una novia "formal"... entonces se
trataba de meter... aunque he de reconocer que lo único que metíamos era la pata
en su más genuina y popular acepción. Te pasabas media adolescencia y otro tanto
de tu juventud esperando mojar y al final lo único que conseguías era como mucho
un momento de gloria con minúsculas. Pero aún así, la incomodidad aquella de la
entrepierna no acababa de irse. Se fue con el tiempo, con los cambios de la
moda...
Una de las cosas que recuerdo de aquella época eran los condones. Eran algo
casi mítico. Tener un condón nos parecía tenerlo mucho más fácil para mojar. Eso
si, talla única y blancos. La única diferencia era el deposito de la punta. Unos
lo tenían y otros no. Lo que si tenían y supongo que siguen teniendo, los
condones, era mucha enjundia. Y es que algunas cosas, pese a todo, no han
cambiado mucho.
Yo aún recuerdo mi primer condón. Lo llevé conmigo un montón de tiempo. Me
dolió desprenderme de él. Le acabé tomando cariño. Se fue virgen, algo
absolutamente indigno para un condón pero es que había caducado. Eso si, me dejó
un duradero recuerdo en mi cartera, tanto tiempo guardado allí dentro que dejó
marcada su forma en la piel de la billetera. Una circunferencia nítida,
perfectamente apreciable. Se notaba mogollón. Todo el mundo la veía. Ese
recuerdo fue tan duradero que ya guardándolos en otro sitio seguía la dichosa
marquita allí y eso que llegué incluso a planchar la cartera.
Mi primer condón fue un regalo. Un amigo había comprado una caja ¡de doce! y
en pleno ataque de racionalidad y realismo nos regaló varios a los demás. Solo
voy a necesitar uno decía. Y así fue, usó uno y los demás le caducaron también.
Bueno, algún otro sirvió para algunas otras cosas. Porque eso de comprar
condones tiene su aquel. Eso si que se podía convertir en toda una misión
imposible. Ahora recuerdo una historia de un conocido de un amigo mío que se
compró una caja de condones variados. Si, variados, de varios tamaños, diez
traía la caja. La verdad es que a mi me mosqueó bastante, sobre todo cuando nos
los enseño, eran todo un trofeo para él. Ser eran diez, variados, cada dos de
una forma y tamaño diferente. Envueltos en papel de celofán. De importación
decía el conocido de mi amigo. A mi me mosqueaba mucho eso, se me parecían
demasiado a los dedos cortados de un par de guantes de látex, de esos que usan
los cirujanos. Él parecía contento con su adquisición. No creo que pudiera
usarlos todos. Otra cosa, ¿para que los quería de tamaños variados si pito solo
tenia uno?. Eso es algo que siempre me intrigó.
Cuando necesité comprar condones tuve que arreglármelas como pude. Había
algunas máquinas en los aseos de algunos bares que por la módica cantidad de
cien pesetas te dejaban sin condón y sin moneda. Me explico, las maquinillas
dichosas eran algo así como discretas ellas. Eran cerradas, no se veía el
interior y en el exterior decía poco. Así que, llegabas, metías moneda, lo único
que meterías aquella noche, y la maquina se quedaba con la moneda y tu con las
ganas. Claro, la máquina estaba vacía y como nadie le iba a reclamar al dueño...
este encantado, ¿para que iba a repararla o a reponer las gomitas aquellas
cuando se acabasen si los pardillos seguíamos metiendo moneda y no nos
atrevíamos a reclamar?. ¿Las farmacias? No, mejor no, que aquello era un pueblo
y nos conocíamos todos. En mi pueblo había, y hay, tres farmacias de esas de
toda la vida. Antes había otra, la botica de los calvos la llamaban. Pero no
creo que allí vendiesen de esas cosas. En las otras la cosa era complicada, los
dueños de una de ellas eran amigos de mis padres, por lo tanto mejor no. Los
dueños de la otra tenían siete u ocho hijos, evidentemente aquí tampoco. Y en la
tercera trabajaba mi amigo Fernando, pero los dueños también conocían a mis
padres. Además, Fernando se lo contaría a su novia, su novia a sus amigas...
Pero como la necesidad obliga, una tarde esperé a que Fernando se quedase solo
en la oficina, si oficina de farmacia, que se dice así, entré y con mi mejor
voz, dándole un descuidado toque de naturalidad e indiferencia, le pedí,
mientras apoyaba el codo izquierdo con toda naturalidad sobre el mostrador
mientras me acariciaba el mentón: "Fernando, dame una caja de preservativos, de
seis". Al girarse para cogerlos entró una amiga de mi madre. ¡Horror!. Mientras
hablábamos de cosas absolutamente intrascendentes Fernando envolvía un pequeño
paquete. Menos mal pensé, este ha tenido una buena ocurrencia. Guardé la cajita
en el bolsillo de la cazadora, pagué a toda prisa y con la misma urgencia me fui
de allí. Esa misma noche, nos fuimos mi chica y yo a uno de esos
estacionamientos que suelen situarse en lugares apartados de los alrededores de
los pueblos y que solo se utilizan de noche por gente que ni siquiera se baja de
los coches. Después de un extenso y abundante intercambio de fluidos glandulares
y con una voz de triunfo imposible de disimular le digo mientras extraigo un
paquetito del bolsillo derecho de mi cazadora: "mira que he traído". Lo coge y
comienza a quitarle la envoltura mientras yo manipulo el mecanismo de
abatimiento del asiento de al lado del conductor "¡juanolas que bien! exclamó
alborozada, "hacia siglos que no comía una, ¿cómo te enteraste de que me
encantan?" añadió. Me pillé la mano con el asiento y tuvo que llevarme a
urgencias para que me curaran. Me dejó en casa, muerta de risa todo he de
decirlo. Al día siguiente Fernando me explicó que normalmente la gente le pedía
una caja de juanolas cuando iba a comprar condones porque les daba vergüenza,
así que por alguna extraña razón hizo la asociación de ideas al revés. Como la
explicación me pareció convincente le solté el cuello... Mi chica de entonces,
con la que aún guardo muy buena relación, sigue regalándome juanolas cada
cumpleaños. Aquel año también me las regaló. Las compra en una farmacia.
Otra cosa que tenían y supongo que siguen teniendo los condones, mejor dicho
que no tienen, es un manual de instrucciones preciso y conciso, porque hay que
ver que complicado puede llegar a ser usarlos, y no me estoy refiriendo a la
falta de la otra parte... de pareja quiero decir. Que no pajera, porque si hay
una cosa tonta es hacerse una paja con un condón puesto en el pito. ¿para no
dejar embarazada a la "alemanita"?... Una pregunta ¿quién es capaz de colocarse
correctamente el condón? Porque no es por nada, pero en plena "faena", pararse y
como se pueda ponérselo... aunque te lo pongan, es complicado ¿Cómo haces para
no ponértelo al revés?...¿cómo haces para extraerlo del envoltorio? Yo aún
recuerdo aquel que rompí al abrirlo con los dientes. Es que estábamos apurados.
Menos mal que me prestaron otro, menuda historia aquella. Porque vamos a ver,
hay que ponerse en situación. La emoción del momento, la falta de espacio.
Imaginaos el asiento trasero de un coche, de un mini de los de antes por
ejemplo, de noche, completamente a oscuras, con los cristales absolutamente
empañados. Te has quitado la ropa en plan peli de tiburón, no tienes ni idea de
donde está cada prenda entre otras cosas porque no es lo que más te preocupa.
Así que cuando te lo tienes que poner pues no encuentras donde lo has guardado.
Revuelves todo el coche, ella te mira mientras tu te pones nervioso... lo
encuentras, sueltas una excusa que suele ser una jilipollez y te peleas con el
envoltorio porque no puedes abrirlo. Vuelves a soltar otra jilipollez se supone
que como excusa. A todo esto la chica sigue mirándote y tú notas como se
"mosquea", consecuentemente tu también te "enfrías". Consigues ponértelo, más o
menos y os ponéis a ello. Se acaba y empieza otro pequeño problema, ¿qué haces
con la gomita?, Ya está usada, ¿Dónde la pones?... ¿La tiras?, ¿Dónde? ¿Cuándo?
¿Cómo? Porque estás en un coche, en un sitio apartado, no hay condoneras, ni
nada parecido. ¿Le haces un nudito y lo arrojas por la ventanilla? ¿Lo dejas en
el cenicero del coche hasta mejor ocasión?. A todas estas, la chica ya se ha
vestido, ha fumado su cigarrillo, se ha sentado en el asiento de delante y tu
sigues en el asiento de detrás, en bolas y con el condón en la mano sin saber
que hacer con él. Tu chica te mira con cara de alucine. Abres la ventanilla y lo
lanzas fuera. Te vistes, pasas al asiento de delante, te fumas el cigarrillo
mientras pones la calefacción a tope para desempañar el parabrisas. El ruido es
espantoso, no se oye la cinta del casete que le has puesto a tu chica con su
canción favorita. Das al limpiaparabrisas y allí está tu condón, enganchado en
una escobilla. Los del coche de al lado que te lo han devuelto. Te bajas para
quitarlo y de repente te quedas en pleno haz de luz de los faros de un coche que
llega, apartas la cara más que nada para que no te reconozcan y de repente el
coche se para dejándote en medio de toda la luz y se oye: "¡¡¡Beeeeeedriiiiiiiiiii
Caaaapuuuulloooo ¿Quéee haaaces poooor aaaaquiíiii? !!!" te grita ese amigo
tuyo tan oportuno como discreto. ¿Coño, pero que respuesta le puedes dar? Así
que le sueltas : "pues nada, cogiendo caracoles"... Notas algo, miras a tu
alrededor y ves un montón de caras que te miran entre alucinadas y jocosas desde
dentro de los coches. Y tu allí, de pie en medio de toda la luz, en mangas de
camisa, con la bragueta a medio cerrar, con el condón usado en la mano...