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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
A donde fue a parar
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Discutimos con mamá por mi casamiento; ella decía que yo aun no había vivido nada y le retrucaba que entonces sería culpa suya y aún así amaba al único hombre que tenía.

Mi titulo de masajista estaba a la espera de algo mientras que con mi marido disfrutábamos de las pasiones a estrenar. Él era recatado pero muy bueno y trabajador. Andábamos por los 25 años y llenos de proyectos ahorrábamos y gastábamos sin sentido nuestro dinero que por aquellas épocas si bien no abundaba tampoco quitaba el sueño.

Una amiga me recomendó para suplirla un par de semanas en el spa donde trabajaba y mediante algunos consejos del importante ambiente arranqué con gran alegría. Todo fue de maravillas y hasta me dejaban buenas propinas, ya a la mitad de la segunda semana me tocó una señora que veía con frecuencia pero nunca la había atendido yo. Tenía una fuerza tierna en su mirada y sonreía con placer.

Empezó a desvestirse y realmente hacía arte en ello. Una vez que quedó solo con su mini tanga y se acostó boca abajo quedé entre sorprendida y turbada. Andaba por los 45 y tenía un cuerpo como el mío con una cola sin imperfección alguna y acostada de esa manera era aun más esplendida.

Tiré el aceite en sus pierna y nalgas y comencé a masajearla; se me iban los ojos y ella emitió un par de sonidos que sonar. Seguí mi trabajo y empezó a contarme de su separación, de su hijo que ya dejaba la adolescencia y que los tiempos de ahora y etc. Le pedí se diera vuelta lo cual hizo con una mueca de sonrisa y los ojos cerrado. Suspiró hondo cuando masajeé sus piernas y siguió hablando del error que es prohibirnos de cosas por pensamientos tan reducidos a nuestros proyectos. Hizo dos pequeños movimientos de víbora que lograron mi mano cerca de su vagina y en otro momento toque sus senos.

Yo estaba incomoda y nerviosa, tenía miedo fuera una provocadora escandalosa y rechazarla también; después de todo ella era mas habitué que yo en ese spa. Deseaba que terminara pronto y no se me ocurría ningún tema para aflojarme porque en realidad era preciosa de cara también y no podía evitar admirarla

Suspiró tirando los brazos hacia atrás y abriendo los ojos detuvo mis manos que estaban de nuevo en sus piernas.

—¡Basta! —dijo.

—¿Hice algo mal?

—Al contrario demasiado bien hace tanto que alguien no me toca así.

Se sentó y sacándose la tanga se dirigió a la ducha, como movía la cola por favor y sus brazos caídos sin taparse los senos la hacían más sensual. Yo hervía confundida y levante su tanga tentada de olerla. —¿Qué me pasa, por Dios? — Pensé y puse mi marido en mi cabeza pero no, esa mujer me seguía turbando mientras la vi acariciarse a través de la mampara.

Colgué su ropa interior a su alcance y acomodé la otra en la camilla. Salió sonriente y empezó a vestirse diciendo que ojala la próxima vez le tocara conmigo o si prefería la llamara dijo dándome su tarjeta y la atendería en su casa.

—De vos depende. Agregó.

Sacó unos billetes dándomelos como propina.

—Vales más que eso —Susurró y me acarició rozando mis labios con los suyos.

La propina superaba el costo de una hora de masaje, y me sentí entre un objeto y alguien a quien no le podían explicar que despertaba en ella. En algún punto me tranquilizó, parecía o me hacía creer que yo también mandaba.

Y dije— Por Dios pero que estoy pensando ya termino pronto acá y no la veré más. Y guardé su tarjeta.

Con el correr de las horas me parecía verla en todos lados, cuando nos amábamos con mi marido hasta pensé que era ella y me excusé a mi misma pensando que tal vez era culpa del sexo convencional que practicábamos más allá del amor. Creo que queríamos hacernos cosas que no nos animábamos a pedirnos por puro recato o miedo a descubrirnos en nuestra parte oscura. “El error de prohibirnos cosas”, repicaban en mi cabeza sus palabras y una intriga no me abandonó pero no para llenarme de paz.

Tenía que saber hasta dónde llegaría yo y marqué su número decidida a rechazarla en su propia cara. Me dijo que soñaba con mi llamado y me sugirió que para el día convenido tomara un remis el cual estaría en mi presupuesto pese a que el barrio privado donde vivía no quedaba lejos.

No sé que cantidad de veces estuve a punto de decirle al remisero que volviéramos a casa pero ese retorcijón en mis entrañas decía que debía llegar y ahí decidir. En la guardia ya sabían que llegaría y entramos sin más trámite.

Llegué a su caserón modernísimo, pagué el viaje y antes de tocar timbre me abrió la puerta sonriente asomando solo su cara. Entre echa un manojo de nervios y cuando cerró la puerta me di cuenta porque solo asomaba su cara, estaba con un pijama corto, transparente, se veían sus senos y su tanga roja que resaltaba sus carnes trigueñas.

—¿Cómo estás? —Dijo tomando mis manos.

—No se —Contesté turbada— No sé qué hago acá.

Me acarició la mejilla y su perfume me invadió.

—Yo si se que quiero por eso te esperaba, ahora vos decime lo tuyo sin ninguna barrera.

Levanté la vista y mié su boca, en su lenguaje me la ofreció y avancé, me recibió con una pasión suave y desmedida. Me inundó la boca con lengua y saliva y yo desesperada trate de seguirle el tren.

—Calma pequeñita mami te va a enseñar —Dijo poniéndome una mano en su seno.

Me puso la mano en la cola y me guío hasta su dormitorio.

—Seguro que lo tenés sano —Acotó

La miré para reprocharle algo y me puso su índice en la boca.

 —Shhhh no voy a precisar convencerte,

 Y nos arrodillamos en medio del colchón con un beso entre apasionado con un abrazo de pulpo.

Le dije— Yo nunca

—Ya lo sé, por eso me gustaste tanto y te elegí, este país está lleno de mujeres mal cojidas por culpa de machos que solo buscan su propio placer.

No sé cómo me desnudó y empezó a recorrer mi cuerpo con su lengua de perro jadeando bajo hasta mi ombligo y me arqueé procurando mi vagina en su lengua

—Ya voy mamita preciosa ya voy.

—¡Basta! Chúpame —Supliqué

—¿Qué cosa? —Preguntó.

—Vos sabes ¡¡¡Dale!!!

—No, no se, decime—

—¡¡¡La concha por favor chúpame la concha!!! —Supliqué poniéndome colorada.

Y bajó y con ella bajaron mil sueños de fantasías y mis flujos y mi vergüenza y mis manos hundiendo su cara en mi concha para acabar y re acabar una y mil veces sin culpa de nada porque el goce era digno del limbo.

Quedé empapada en sudor, exhausta y pose de bebe al que le cambian los pañales. Subió con pequeños besos hasta llegar a mi boca y darme su saliva para reconocer el sabor de mis flujos. Se bajó de la cama poniéndose de pie con las piernas bien abiertas y un almohadón en el piso para que me arrodille, sube una pierna a la cama y con su mano dirige mi cara hacia su vagina; y la frota tocándose las tetas y gimiendo pidiendo más lengua y yo me desespero en ese frenesí de darle gozo y ella acaba en mi virgen boca. Me besa dulcemente augurando que tengo una puta adentro que me va hacer explotar, me arrodilla al borde la cama y me chupa el culo mientras pido —¡¡¡Basta, basta, por favor !!!

Después de unos minutos me da vuelta para besarme y decirme que me bañe y liba suavemente mis tetitas.

—¿No me vas a romper el culo?

Digo entregada totalmente.

Me acaricia las nalgas y entrelazamos las lenguas

—No por ahora pero tal vez te pida un favor más adelante.

—¿Cual?

—Me gustaría que desvirgaras mi hijo, puedo traer casi cualquier mujer pero quisiera tener el honor de que fueras vos.

No le contesto porque depende que sienta después; me niego a su jugosa paga y ante ello me amenaza con que no me llamara más. Tomo el dinero esperando el remis y trato de besarla para despedirme pero no se deja…veamos dice tal vez todo terminó hoy. Subo al remis con el sinsabor de no haber logrado su beso de despedida. Llego a casa y mi marido ya está ahí preguntándome como fue.

—Y más o menos es un poco arrogante pero paga bien.

Lo veo y lo quiero pero pensar en la cama con él me resulta aburrido.

ADRO

 

 

A donde fue a parar

Estos relatos de Adro narran las aventuras sexuales de una joven mujer casada, masajista de profesión y su relación una hermosa mujer madura, su hijo y unos amigos de avanzada edad.

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