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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Agradable examen prostático
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Había ido al baño en mi oficina, cuando tuve un fuerte dolor en el vientre. Me doblé por la cintura y sentí que la parte inferior de mi cuerpo ardía de dolor. Conseguí volver a mi mesa y mi secretaria me preguntó si me encontraba bien. Entonces le dije que me iba a casa por el resto del día.

Al llegar a casa, mi esposa vio mi estado y dijo que iba a concertar una cita de urgencia con un médico en la clínica privada. Dos horas más tarde, estaba en esa clínica.

Estaba un poco nervioso, acababa de cumplir los cuarenta años y todavía era demasiado joven para empezar a preocuparme por cosas de salud; pero mi esposa había insistido y por eso había accedido a ir, para tranquilizarla. Lo peor de todo; podría ser que un viejo doctor me agarrara los huevos y me metiera su dedo lubricado en mi culo.

Cuando me llamaron por mi nombre, una enfermera pelirroja me dio la bienvenida y sonrió mientras me conducía a la sala de examen, pidiéndome que me desnudara. Mientras me ponía de pie sólo con los calzoncillos delante de aquella joven belleza, me midió la altura y el peso. Luego volvió a sonreír y me dijo que esperara.

Antes de dejarme allí, me dijo que muy pronto vendría el doctor para hacerme un examen. Entonces tuve la primera sorpresa agradable del día. El doctor no era un anciano, sino una hermosa mujer de unos treinta años; un cuerpo muy bien formado, bonitas tetas, bonitas nalgas en un bonito culo redondo y piel bronceada. Su sonrisa era sexy cuando me saludó dándome la mano. Sólo llevaba puestos mis bóxers, pero notaba que mi polla empezaba a levantarse.

Aquella hermosa señora se presentó como la doctora Julia Pérez. Y yo estaba muy caliente. Bajo su bata blanca se podían notar sus tetas mientras que sus largas piernas estaban ceñidas a unas sexys y oscuras medias de nylon, y aquella sensual mujer estaba de pie sobre un par de zapatos con tacones de aguja.

Chequeó la información que la amable enfermera me había sacado y volvió a sonreír. Me quedé sin palabras, aquella hermosa y sensual mujer me iba a tocar los huevos y meter su dedo en mi culo.

Entonces me miró con sus increíbles ojos verdes y dijo que todo lo que figuraba en mis papeles estaba bien; que estaba en muy buena forma. Entonces ella sacó un estetoscopio y me auscultó, revisó mi garganta, mis ojos, mis oídos y mi nariz. Me preguntó si solía beber y le contesté que sólo unos cuantas copas semanales. Luego quiso saber si era sexualmente activo y le dije que estaba casado. Ella insistió, preguntando cuántas veces a la semana tenía relaciones sexuales. Le mentí, diciéndole que tenía sexo marital sólo un día a la semana. Entonces pensé que ella había sonreído al oírme.

La doctora me pidió entonces que me quitara los bóxers y me pusiera de pie. Mi corazón empezó a latir más rápido. Me ordenó que me quedara quieto, porque iba a comprobar mi hernia. Entonces cruzó sus largas piernas frente a mí.

Presionó sus dedos lentamente alrededor de mis testículos en mi vello púbico y me pidió que tosiera. Me hizo repetir este proceso una y otra vez. Su brazo incluso rozó brevemente mi polla, que se había endurecido al tocarme. Vi que sonreía.

Terminó mientras yo intentaba mantener mi polla en su lugar. Pero aquella mujer había notado que se me ponía dura mientras me tocaba. La doctora se aclaró un poco la garganta, diciendo que todo estaba bien y se puso de pie frente a mí. Me cogió la barbilla y me dijo muy suavemente que me calmara y me relajara. Me dijo que eso ocurría muchas veces y que no debía preocuparme por tener una erección cerca de una mujer. Yo gozaba de buena salud y realmente debía ponerme duro cuando una mujer como ella tenía mis pelotas en la mano.

Mientras ella se dirigía a su escritorio, me senté de nuevo sobre la mesa de examen con un disimulado gran suspiro de alivio. Pero ahora notaba que mi polla se hinchaba de nuevo.

La doctora se volvió hacia mí, diciendo que era el momento de mi examen de próstata. Se dio cuenta de que mi polla se había hecho aún más grande; pero me hizo inclinarme sobre la mesa de exploración. Apoyé los codos en la mesa mientras ella me palmeaba el culo, indicándome que lo levantara para ella mientras me separaba los pies.

Luego se puso un guante y aplicó una generosa cantidad de lubricante en su dedo índice y me sentí jodidamente excitado. Aquella mujer tan sexy me dijo que relajara los músculos del culo; sería rápido y fácil, añadió, mientras extendía el lubricante sobre mi abertura trasera. Luego noté como ella empezaba a introducir lentamente su dedo índice en mi culo.

Cuando lo introdujo, gemí fuerte contra la mesa y mi dura polla se convulsionó al tiempo que disparaba una ráfaga de semen sobre la cama y en todo mi vientre. Miré por encima de mi hombro a la sexy mujer con su dedo todavía en mi culo. Le dije que lo sentía mucho, pero ella me dijo que no debía preocuparme.

Entonces sacó su dedo y me dio una toalla para que me limpiara la parte delantera. Me puso de pie y miró la mancha que había en la mesa y sonrió un poco. Luego me empujó de nuevo hacia abajo con las nalgas sobresaliendo. Después de coger un nuevo guante, volvió a lubricar lentamente el agujero de mi culo. Su dedo volvió a entrar en mi ano y empezó a masajear diferentes zonas de mi próstata. Mientras su dedo trabajaba dentro de mí, no podía creer que mi polla empezara a endurecerse de nuevo. Estaba avergonzado, pero también excitado al mismo tiempo.

La doctora terminó y empezó a sacar su dedo de mi ano. Casi me decepcioné cuando la sensación de plenitud desapareció. Pero entonces colocó su suave mano en mi perineo y empujó lentamente contra él. Se detuvo de repente y noté que parecía preocupada. Me obligó a levantarme, diciendo que tenía que hacer otro examen. Mientras tanto, intenté ocultar mi polla dura bajo la camisa.

Me ordenó que me tumbara en la mesa y que levantara las piernas. A continuación, exprimió una gran cantidad de lubricante y lo extendió en mi culo con su mano desnuda esta vez. Mi polla palpitaba delante de ella mientras notaba que mi pecho latía con más fuerza. Anunció que iba a masajearme la próstata para poder extraer toda la reserva de esperma que pudiera. Añadió que debía intentar relajarme y disfrutar de ello.

La doctora se quitó la bata blanca y luego se puso otro guante en la mano derecha, cubriendo los dedos con más lubricante. Se acercó a mis piernas abiertas y puso su mano izquierda en mi muslo, directamente junto a mis testículos, para hacer palanca. Noté que mi polla experimentó un ligero espasmo cuando me tocó. Colocó dos dedos en mi agujero trasero y los introdujo lentamente hasta llegar a mi próstata. Grité mientras una onda increíblemente satisfactoria se extendía por todo mi cuerpo. Noté cómo sus dedos se curvaban contra mi sensible próstata. Con cada nuevo empujón y manipulación yo gemía. Mi polla vibraba mientras ella introducía lentamente sus dedos en mi culo. Noté que era incapaz de controlar lo impropio de mi éxtasis sexual.

Miré hacia ella mientras su mano bronceada masajeaba lentamente los dos dedos en mi culo pero pronto dejó de masajear mi próstata. Podía notar cómo sacaba sus dedos hasta el borde de mi culo y luego los volvía a introducir y me gustó mucho. Entonces cuando introdujo un tercer dedo y gemí fuerte al empezar a meterlo y sacarlo. Tuve que girar mis caderas y empujar mi culo hacia atrás para recibir cada nuevo empuje de los dedos de aquella sensual mujer. Ella ronroneaba mientras me decía que me estaba portando muy bien.

Después de que me hubiera metido los dedos durante un rato, noté que salía más semen de mi polla. Tenía muchas ganas de masturbarme pero sabía que ella no me lo permitiría. Llevé mi mano a mi polla dura y tiré de ella un par de veces, pero ella se detuvo y la apartó de un manotazo. Ella dijo que no debía correrme de esa manera.

Entonces dijo que teníamos que cambiar a algo un poco más grande. La vi tirar de un gran dispositivo blanco con forma de polla unido a unas correas. La doctora pasó sus piernas a través de las correas y lo enganchó alrededor de su cintura y de sus muslos de modo que el dispositivo quedara ajustado contra su propia entrepierna. Después aplicó entonces una gran cantidad de lubricante a esa enorme cosa.

Se ató el pelo en una coleta y alineó esa cosa lubricada con mi culo y la introdujo lentamente en mi cuerpo. Volví a gemir fuerte y mis manos se agarraron a los lados de la mesa mientras empezaba a sentirme cada vez más excitado. La doctora empezó a empujar más dentro de mí con el aparato mientras me sujetaba firmemente los muslos para hacer palanca. Metió y sacó lentamente el aparato de mi culo mientras me oía gemir.

Me encantaba cómo se sentía la herramienta en forma de polla cada vez que empujaba en mi culo. Luego empujó la polla con correa hasta el final, muy profundamente. Mientras tanto, me decía que era un buen chico; pero ahora usaba un tono voz totalmente diferente, tipo dominatrix. Me golpeó suavemente los testículos mientras aumentaba su ritmo dentro de mi ano. La doctora me dijo entonces que sonaba como ella cuando la follaban. Y tenía razón; entonces reconocí mis propios gemidos. Eran los mismos que daba mi esposa cada vez que la follaba por el culo.

Pero la zorra de Julia continuó con su duro asalto a mi pobre culo. Se reía y decía que yo era una completa y total. Puta. Mientras decía esa última palabra, introdujo el juguete profundamente con un movimiento de sus caderas, frotándolo por mi próstata en la parte posterior de mi culo. Gemí con fuerza y la zorra volvió a penetrarme. Se rió y me preguntó qué era. Gemí fuerte y le dije que era una puta total.

Entonces noté que mi polla goteaba más semen y pedía ser acariciada. Ella se dio cuenta de eso y me advirtió que no podía tocar mi polla; mientras sus caderas se agitaban contra mi culo que colgaba del borde de la mesa.

La doctora bajó sus manos y jugó con la piel de alrededor de la cabeza de mi polla mientras me follaba como una perra poseída. Su propia piel bronceada empezó a brillar con una lámina de sudor gracias a los fuertes empujones que me estaba dando. Pronto empecé a sentir otro orgasmo brotando dentro de mí. Entonces gemí que me iba a correr.

La doctora me empujó hacia atrás, saltó sobre la cama y se arrodilló entre mis piernas; colocando la correa en mi culo y me penetró de nuevo. Envolví mis piernas detrás de ella mientras ella seguía empujando con toda fuerza manteniendo su ritmo y volví a gemir. Finalmente no pude aguantar más y mi semen empezó a salir. Gemí mientras ella me follaba sin piedad de la misma manera que yo había sodomizado a mi esposa tantas veces antes.

Justo cuando estaba a punto de correrme, Julia bajó su mano a la base de mi polla y la utilizó para masturbarme con firmeza al ritmo de sus caderas. Los primeros chorros estallaron en los labios rojos de mi doctora que ahora me estaba chupando la polla mientras sus caderas seguían rebotando contra mi culo.

Grité como un loco, mientras mis temblorosas caderas volvían a bajar y ella dejaba que mi ablandada polla cayera lentamente de su boca. Sacó su lengua cubierta de semen, antes de tragar lascivamente.

Me sonrió y muy lentamente, deslizó el dispositivo con forma de polla hasta sacarlo de mi culo y se levantó de la mesa mientras yo me quedaba aturdido. La doctora se abotonó la camisa y me miró a los ojos. Dijo que debíamos programar una nueva cita para la próxima semana. Asentí con la cabeza mientras me ponía la ropa. Entonces mi doctora me besó en la mejilla. Le di las gracias de nuevo y me dirigí a la puerta. Pero me detuvo y se acercó, presionando mi espalda contra la pared mientras me agarraba del cuello. Me dijo al oído con una voz muy suave que para nuestra próxima cita, debería llevar unas bragas suaves de mi mujer. Añadió que sería mejor para aliviar la tensión en mi polla. Luego me dio un beso prolongado en el cuello y me dejó ir.

Paciente

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