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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Algo con Mary
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Era un típico día de verano y salí haciendo visitas para la empresa en la que trabajaba. Tenía una última cita para alrededor de las cinco de la tarde en una ciudad a poco más de una hora de mi casa. Quería que esta visita fuera la última del día porque estaba en la ciudad de mi vieja amiga y quería pasar y visitarla.

Su nombre es Mary, tiene unos cinco años más que yo y se ha divorciado hace unos cuatro años y, hasta donde sabía, no estaba saliendo con nadie. Tiene ojos marrones oscuros, mide ciento setenta y cinco centímetros y pesa unos cincuenta y cinco kilos. Tiene un buen culo muy redondo y un gran par de pechos de buen tamaño. Es amiga mía desde que éramos adolescentes y la considero como alguien de la familia. A mi esposa no le gusta esta relación tan cercana que tenemos porque nos reímos y estamos mucho juntos e incluso hubo algo de coqueteo entre nosotros. Mi esposa se siente intimidada por su belleza. Aunque Mary y yo somos como una familia, yo siempre tuve un fuerte deseo de estar con ella.

Terminé mi visita y me dirigí al lado de la ciudad donde vive Mary. Cuando llegué, sus dos hijos adolescentes me saludaron cuando estaban a punto de irse con sus amigos. Me dijeron que su madre estaba dentro y que debería entrar y sorprenderla. Entré y ella pensó que era uno de los chicos y cuando se volvió y vio que era yo casi deja caer el plato que estaba lavando y corrió hacia mí y me dio un gran abrazo. Nos dimos un besito pequeño en los labios y nos quedamos allí durante dos minutos abrazados. Aquel no era el típico abrazo que se dan dos amigos.

Iniciamos una charla y me ofreció algo para beber y mostrarme su nueva casa. Comenzamos en la parte delantera y cuando llegamos su cuarto dije en broma que esa debía ser su mazmorra. Ella soltó una risita y me dijo que tendría que ver cuando entramos. Mantenía la puerta cerrada para evitar que sus hijos adolescentes entraran allí cuando ella no estaba casa. Abrió la puerta y me preguntó si estaba listo para verla.

― Seguro, por qué no ―Dije.

Cuando abrió la puerta, me sorprendió ver que tenía espejos en el techo y en una pared. No sabía qué decir, luego exclamé― ¡Guau!

Ella bromeó diciendo que no podía disfrutarlos tanto como le hubiera gustado. Le dirigí una mirada cariñosa y le pregunté cómo era eso. Sin previo aviso me empujó a la cama y se subió encima de mí. No hice nada para detenerla y ella acercó su cara a la mía y comenzó a besarme. Era como si un fuego se hubiera iniciado entre nosotros mientras nos besábamos y nos abrazábamos intensamente. Ella se quitó la camisa para revelar sus hermosos pechos. No podía quitarles los ojos de encima porque siempre había deseado verlos y ahora estaban allí delante de mí. No soportaría tocarlos mientras deslizaba mis manos por sus caderas y agarré un puñado de cada una de sus nalgas. Ella dejó escapar un suave gemido y me preguntó si me gustaba.

Chupé sus endurecidos pezones para mostrarle mi aprobación. Notaba toda la excitación que tenía al sentir mi polla presionando contra mis jeans. Me quité la camisa, la di vuelta y me puse encima de ella. Lentamente besé su pecho hasta los botones de sus jeans y los abrí con mis dientes. Rápidamente deslicé hacia abajo sus pantalones vaqueros y sus bragas para descubrir un montículo de venus bien afeitado. No pude resistirme mientras humedecía mi cara en su coño ya húmedo.

Lo lamí y lo chupé como si fuera el último día del mundo. Su humedad era tan grande que era como si estuviera bebiendo de un pozo que se desbordaba. Ella se movió y se frotó contra mi cara mientras deslizaba mi lengua dentro de ella. No pudo contenerse mucho tiempo y vino fluyendo como un río cuando atraviesa una presa. Gimió y jadeó mientras la lamía vigorosamente y agarró un puñado de mi cabello empujando mi lengua más profundamente dentro de ella. Me rogó que la besara y mientras nos besábamos ella podía saborear su propia dulzura y eso la excitaba aún más.

Me dio la vuelta y me sacó los pantalones vaqueros y los bóxers y tomó mi miembro con su boca. Lamió y chupó mi sexo todo a lo largo hasta que alcanzó mis bolas y dejó escapar un largo suspiro mientras se deslizaba hacia atrás. Abrí los ojos para ver nuestro reflejo en los espejos del techo y eso me excitó aún más. Solo le tomó un par de chupadas más hasta que exploté en su boca. Sin previo aviso, oímos a sus hijos entrar en casa y supimos que nos habían descubierto. Cuando ambos se fueron a sus habitaciones continuamos hacendo el amor.

Hago al menos una visita al mes en su ciudad y siempre la visito para ver si necesita hacer alguna mejora en su habitación.

Ted

Otro relato ...




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