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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Ana regresa a casa bien follada
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Llegué a casa muy tarde ese martes por la noche y encontré algo de comida en la nevera y una nota de Anita, diciéndome que había salido a tomar una copa después del trabajo con algunos de sus compañeros de oficina. Cuando Ana finalmente regresó a casa oí mucho ruido en la puerta principal. Bajé y la ayudé a entrar, porque parecía no poder.

Ana se había ido a trabajar esa mañana con un sexy traje tipo canal pero había llegado a casa con un vestido de verano. Mientras que una de sus tetas era casi visible, la otra directamente estaba a la vista, ya que el frágil material de los tirantes de sujeción se había movido. Mi esposa ni siquiera trató de poner excusas. Me dijo que había disfrutado de una gran noche. Le pregunté por su novia Helena y las otras compañeras de su oficina pero me respondió que había estado con ellos sólo una hora y que después se había ido con otras personas.

Entonces dejó que su vestido se abriera ahora, revelando su cuerpo desnudo. Luego me pidió que me desnudara para ella. Que quería verme la polla dura. Me desnudé en segundos y ella me empujó hacia atrás por el pasillo hasta el sillón, mientras me tumbaba de espaldas. Luego se giró para sentarse a horcajadas― Cómete mi coño ―ordenó.

Alcancé los labios de su coño, mientras ella empujaba su montículo en mi cara.

― Cómeme el coño ―dijo otra vez― Ha sido correctamente follado por un montón de enormes y duras pollas.

Ana me acarició la polla con ambas manos, mientras empezaba a tener un orgasmo salvaje, llenándome la lengua lamiendo su coño caliente.

Mientras gritaba y lloraba de placer, Ana me dijo que se había follado a unos hombres que tenían unas enormes pollas. Ella tenía mucho semen para mí esa noche, que incluso había tomado dos pollas en su coño al mismo tiempo.

Seguí lamiendo su bien follada y caliente vagina y ella tuvo otro orgasmo intenso lavándome la boca con su corrida.

― Prueba el semen de mis amantes negros, cornudo ―me gritó.

Me dijo que no podía dejar de pensar en aquellas pollas enormes y negras que la habían hecho correrse tanto durante toda la noche.

Mi polla ahora palpitaba demasiado fuerte mientras ella se inclinaba para metérsela entera en su cálida boca. Su lengua se movió alrededor de la cabeza del pene hinchado.

Luego se la metió entera en la boca y se atragantó un poco, pero luego me soltó por un segundo y después enterró su boca en mi entrepierna repetidamente. Ana siguió mamándome la polla hasta que me drenó hasta la última gota de semen.

Dándose la vuelta para mirarme, Ana dejó que una masa de esperma y saliva corriera de su boca hacia abajo sobre sus increíbles tetas redondas. Metió cuatro dedos en su coño delante de mí y empezó a masturbarse. Pronto llegó a otro clímax y dejó que sus jugos salieran y me cayeran a chorros por toda la cara.

Luego me llevó a nuestro dormitorio y me ordenó que le diera una buena cogida; porque si fallaba, la próxima vez traería a casa algunos de los hombres con aquellas enormes pollas. Y entonces podría aprender cómo le gustaba a su cachondo coño ser cogido por un hombre de verdad.

Empujé a Ana a cuatro patas y la agarré de sus redondas caderas mientras le metía mi duro pene en su resbaladizo y dilatado coño. Ella lloró de placer y yo le tiré por el pelo rubio rizado.

Ana lloró y gritó, diciendo que mi polla le daba mucho placer dentro de su muy follado coño pero yo sabía que mi zorra y tramposa mujer volvería a follar a algún negro cada vez que tuviera oportunidad.

Ana y Víctor

Otro relato ...




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