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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Anita y mi jefe en la oficina
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Esa noche, después de que hice venir a Ana gritando en un orgasmo intenso, me confesó que le encantaría tener sexo con mi jefe.

Honorio tenía más de sesenta años y estaba a punto de jubilarse. Parecía más joven porque se había mantenido en mejor forma incluso que yo. Realmente se veía muy bien para su edad y estaba muy en forma. Y lo más importante para Ana era un gran hombre negro.

Tenía casi el doble de edad que mi amada esposa, pero ella insistía en que quería hacerlo. Yo sabía que al viejo le gustaba ver algo de porno a veces. Lo había descubierto, cuando entré en su ordenador y descubrí que había estado visitando varios sitios pornográficos.

Los días siguientes, Ana y yo discutimos el tema después lo que rápidamente se convirtió en un gran objetivo para ambos. Empecé a pensar cómo podría lograrlo. Sabía que si tan sólo pudiera conseguir que mi esposa y él se enviaran mensajes de texto o chatearan a través de uno de estos sitios pornográficos podríamos conseguirlo. Pero entonces obtuve la solución por accidente. Honorio me llamó a su oficina, diciendo que su computadora estaba muerta. Entonces le dije que no se preocupara; conocía a un tipo que podía resolver el problema. Pero le tomaría por lo menos tres días, así que le ofrecí usar mi propia computadora portátil durante este tiempo. Él lo aceptó agradecido.

Le di mi contraseña y se conectó para que pudiera acceder a su propia dirección de correo electrónico.

En este portátil había escondido una galería con muchas fotos que mostraban a Anita disfrutando del sexo conmigo y con otros de sus amantes, especialmente algunos negros muy bien dotados.

Entonces, si Honorio tenía la suficiente curiosidad, sabría que mi sexy esposa se cogió a otros hombres; a muchos y que yo estaba al tanto de sus aventuras extramatrimoniales.

El fin de semana pasó con pocas noticias y el lunes; tan pronto como llegué al trabajo, Honorio me llamó a su oficina. Se le veía relajado, más que de costumbre y me sonrió― Víctor, encontré una carpeta muy interesante en tu ordenador.

Mi cara se puso como si estuviera en llamas― Bueno, jefe, se suponía que no debías haber mirado ahí ―Me atreví a decir.

― Fue sólo un accidente, pero disfruté el fin de semana viendo esas fotos y videos ―Susurró mientras sonreía― Tu mujercita es una sexy chica sucia.

― Bueno, sí.... a ella le gusta divertirse a veces ―Le dije, pensando en los amantes de Anita.

― Me masturbé varias veces durante el fin de semana, mirándola ―añadió Honorio sonriendo. Luego se puso serio y me dijo que le encantaría conocer a Ana en persona, tan pronto como fuera posible. Le dije que podría ser muy posible. Luego me rogó que le dijera a Ana que debíamos trabajar hasta tarde esta noche y que podía invitar a mi amada esposa para que viniera y nos hiciera compañía.

Al salir de su oficina, llamé a Anita y me dijo que la situación la estaba excitando cada minuto. Dijo que se vestiría sexy y vendría a mi oficina a primera hora de la tarde.

Después de colgar el teléfono, pasé mucho tiempo en el baño; encerrado masturbándome con la idea de que mi jefe y mi esposa follaran durante toda la noche. Me imaginé dónde lo harían.

Cuando los otros empleados se fueron, mi jefe y yo nos quedamos hasta tarde―trabajando en un nuevo proyecto―

Ana apareció unos minutos después de que la última persona se hubiera ido. Se veía muy sexy, con una minifalda negra, unas largas botas de cuero y una camiseta roja sin mangas.

Le presenté a mi jefe y charlaron un rato. La felicitó por los videos con los que se había masturbado y Ana se sonrojó. Luego se sentaron uno al lado del otro frente a mi escritorio, de frente a mí. Mi polla estaba dura como una roca dentro de mis pantalones.

De repente, Honorio le preguntó a Anita― ¿Qué tal si empezamos con una mamada?

Mi sensual esposa ni siquiera dudó. Se deslizó de su silla y se arrodilló frente a él. Honorio desabrochó su cinturón mientras sus manos subían y bajaban por su ahora endurecido bulto. Anita tomó la cremallera y se la bajó. Luego le frotó la polla contra la ropa interior. Entonces una gran polla negra y venosa salió de su escondite; era más grande de lo que esperaba.

Ana instantáneamente se la puso en la boca, metiéndosela justo hasta detrás de la punta antes de bajar para lamer todo el miembro. Le encanta hacer mamadas así.

Me imaginé que mi jefe, siendo un hombre negro en forma, tendría más resistencia que otros hombres.

Honorio le pasó la mano por el pelo, los brazos y las redondas tetas que le apretó a través de la camiseta de tirantes antes de meter su mano hacia abajo, por el frente, para tocar sus pezones desnudos.

Ana gimió mientras le retorcía los pezones y mi jefe presionó la cabeza de ella, más abajo, sobre su dura polla.

Me enderecé y vi a mi jefe metiendo su polla profundamente en la garganta de mi dulce esposa con una mano y acariciando sus tetas con la otra mano. Después de un rato, levantó la cabeza y se quitó la camisa. Mi jefe se inclinó hacia adelante y se llevó uno de sus pezones a la boca y se lo chupó.

Ana gimió de placer, una de sus manos agarró su polla y la acarició.

Noté que ella había empezado a gemir más profundamente, me incliné un poco hacia un lado para ver que la mano de Honorio estaba en la parte delantera de la falda de Anita y obviamente él le metía un dedo o dos en el coño mojado.

Estaba seguro de que mi sexy esposa había venido sin ni siquiera una pequeña tanga debajo de su minifalda.

Después de unos minutos de tocarla, Honorio levantó a Anita. Le levantó la pequeña falda, mostrando que yo tenía razón. Pude ver sus labios afeitados brillando en las sombras de la oficina. Estaba de pie desnuda con esas botas de cuero sexy. Entonces, con un impulso, Ana se abrió las piernas y se subió a su regazo.

Entonces, yo tuve una vista perfecta mientras veía el cuerpo de mi esposa hundiéndose lentamente sobre el enorme pene.

Honorio gruñó de placer, Ana gimió también de placer y empezó a rebotar de arriba a abajo. Vi como todo el pene negro desaparecía dentro de ella mientras sus bolas golpeaban las nalgas de Ana. Luego me bajé la cremallera de los pantalones para poder masturbarme debajo del escritorio.

De repente Ana cerró los ojos y gimió, haciéndome saber que se estaba acercando al clímax. Sus ruidosos gemidos ya me estaban enviando al límite y estaba a punto de llegar cuando escuché a Honorio preguntarle― ¿Dónde quieres mi semen, nena?

Vine al instante cuando escuché la respuesta de mi caliente esposa susurrando en voz baja― Acaba en mí, por favor.

Entonces los tres vinimos al mismo tiempo. Yo disparé mi carga sobre la alfombra, Ana se bajó con fuerza sobre la enorme polla negra y mi jefe le llenó el vientre a mi sensual esposa con su semen.

Me sorprendió que mi esposa se quedara allí, lentamente aun moliendo sobre la polla mientras se besaban. Aparentemente mi jefe negro estaba listo para un segundo asalto, así que hizo que Ana se agachara sobre el escritorio.

Mi sensual esposa se enfrentó a mí cuando mi jefe agarró sus caderas y volvió a meter su polla en el coño de Ana, esta vez por detrás. Ana me miró a los ojos mientras mi jefe se la cogía sin signos de cansancio.

Él vino por segunda vez, pero primero le agarró el pelo e hizo que Ana mantuviera sus ojos en los míos mientras ella venía gritando como loca.

Después de acabar, empezó a vestirse, dejando allí a Ana, jadeando y respirando con fuerza, aún agachada sobre el escritorio. De repente sonrió y nos preguntó a mí y a Honorio― ¿Entonces, chicos, cuándo vais a trabajar hasta tarde otra vez?

Los dos nos reímos y mi jefe negro le abofeteó las nalgas desnudas a Ana, diciendo―Mañana, con total seguridad.

Ana y Víctor

Otro relato ...




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