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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Anita y su antiguo compañero de clase
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Mi dulce Ana me llamó esa tarde cuando estaba en la oficina― Cariño, nunca adivinarás a quién he encontrado en el centro comercial después de tantos años.

Realmente no tenía ni idea, pero su voz sonaba emocionada cuando me dijo que había encontrado un antiguo compañero de clase; un hombre negro, un hombre negro guapo y según recuerdo de la declaración de Ana, también está muy bien dotado.

― ¿Vas a dejar que te folle? ¿Me dejarías ver cómo te folla? ―Le pregunté.

Ella respondió muy feliz y excitada― Hicimos planes para esta noche; ya conoces el motel.

Se refería a un motel situado en el lado oeste de la ciudad, en una salida de la autopista, donde a veces solía ir con algunos de sus amantes; normalmente solía ir sola y más tarde me relataba en casa todos los detalles de esas intensas noches de las grandes pollas. Pero esta vez ella quería que yo fuera testigo de cómo ese viejo compañero de clase la follaba de la misma manera que lo hacía cuando eran jóvenes de la universidad. Ana es una maldita perra sexy cachonda.

― La habitación número uno cuatro, ¡que sean las diez en punto! ―Me dijo antes de colgar.

Tuve que trabajar hasta tarde ese día y no podría estar en el motel al menos hasta las once. Finalmente logré escaparme antes y fui directamente al bar situado cerca del motel.

Ana ya estaba allí, llevaba un minivestido blanco de corte muy bajo que mostraba sus hermosos pechos redondos y sus piernas suaves y bronceadas. Sus pies estaban cubiertos por un sexy par de zapatos blancos de largos tacones y, por supuesto, estaba seguro de que no llevaba bragas. Ese vestido sexy no dejaba mucho a la imaginación; parecía estar casi desnuda y llamaba la atención de todos los allí presentes.

Sentado a su lado estaba el infame amigo negro, su viejo semental negro. Estaban disfrutando de unas margaritas, ella me sonrió y me presentó a su amigo, Torre.

Es realmente un gigante; tiene un torso con forma, musculoso y lo peor de todo, sus pantalones apenas podían contener lo que podría ser una pitón negra. Era increíble su cuerpo que no parecía ser el de un hombre de más de cuarenta años.

Ana estaba muy contenta, parecía leerme la mente, porque me susurró al oído que su polla era aún más grande fuera de sus pantalones.

Tomamos otra ronda y luego fuimos directamente a la habitación del motel. Nada más entrar en la habitación, y mientras yo cerraba la puerta, se abrazaron en un largo y apasionado beso y Ana le frotó la polla por encima de los pantalones mientras Torre deslizó sus enormes manos sobre las nalgas de mi esposa. Él tiró de su vestido hacia abajo mostrando sus tetas y sus pezones completamente erguidos. Los hizo girar entre sus dedos y tiró de ellos con fuerza, haciendo que Ana soltara un fuerte gemido de placer.

Le chupó las tetas durante un rato y le metió dos dedos en el coño. Podía ver sus grandes dedos entrando y saliendo de su coño mojado. Empezó a bombear dentro y fuera de ella y Ana de repente explotó en un orgasmo masivo.

Le metió los dedos en la boca a mi esposa y le dijo que los chupara hasta dejarlos limpios, Obediente, ella hizo lo que le dijo. Se desabrochó los pantalones, diciéndole que tenía algo más para ser chupado entre sus labios.

Ana se arrodilló y le bajó suavemente la cremallera de los pantalones, metiendo la mano y sacando una increíble polla casi monstruosa. Me quedé boquiabierto cuando vi el tamaño real de aquella cosa.

Empujó la cabeza de mi esposa hacia abajo, hacia su polla y le ordenó― ¡Perra, chúpame la polla, zorra!

De nuevo ella hizo lo que le dijo y comenzó a lamerle la punta de la enorme cabeza. Luego apenas pudo abrir la boca para meter por completo la enorme masa de carne. A medida que ella metía más y más polla en su boca, él la alentaba― Eso es, perra; chúpame la polla con esa bonita boca blanca que tienes, dime que te encanta.

Por primera vez Torre me miró mientras yo estaba sentado en una esquina, en un sofá. Yo apenas podía fingir que le sonreía a medias y él me mostró los pulgares hacia arriba, mientras que la boca de Ana tragaba se dura verga.

Me miró de nuevo y con los pulgares nuevamente en alto me dijo― Eres un bastardo con suerte; tu mujerzuela es la mejor chupapollas que he conocido en muchos años. No era tan buena cuando éramos jóvenes en la universidad.

Ella se sacó la polla de la boca y le dijo que nunca le había le chupado la polla cuando eran más jóvenes. Él se rió y le agarró de la cabeza con las dos manos, empezando a tirársela por la boca.

Mi esposa estaba haciendo ruidos de nauseas hasta que él la detuvo y la puso de pie. Luego la empujó a la cama, haciendo que se inclinara sobre el borde poniéndola cabeza abajo y con el culo en el aire. La volvió a agarrar de la cabeza y le dijo en a su hermosa cara― ¿Te gusta lo duro, pequeña zorra blanca, no? Pues lo haré lo suficientemente duro para ti.

Ana no le contestó, así que él gritó― ¿No? ―y le dio una palmada en las nalgas.

― ¡Sí, sí! ―le gritó ella― ¡Fóllame fuerte, Torre, te lo ruego, por favor!

― A partir de ahora tu coño blanco me pertenece, perra. Cada vez que lo quiera, vendrás corriendo hacia mí con tu coño listo para ser follado por mi polla negra, ¿no?

Ella asintió con la cabeza y en susurros le rogó de nuevo que se la cogiera con esa serpiente negra gigante. Torre tiró de una de sus piernas sobre la cama y de la otra sobre el suelo; luego la empujó hacia adelante. Le dio una fuerte bofetada en el culo― Ruega por mi gran polla negra, perra ¿Qué tienes que decir antes de que te folle? ―le preguntó.

― No, por favor, no me hagas decirlo, no delante de mi marido ―rogó Ana, casi llorando.

― ¡Dilo, dilo, perra, o no te follaré! ―Gritó Torre mientras le daba una fuerte palmada en el culo de nuevo.

― Por favor, que jodas a mi coño blanco con tu gran polla negra ―suplicó.

Él frotó su polla monstruosa alrededor de sus labios mojados de coño― Más alto o esto es todo lo que obtendrás.

― Por favor, cógeme con tu gran polla negra ―volvió a suplicar, más fuerte y sollozando.

Él se rió e insertó su polla en su coño sin esperar a más prolegómenos. Mi esposa soltó fuertes gemidos mientras él se la iba metiendo más y más profundo. Le dio una bofetada en el culo y pronto me di cuenta de que aún estaba tres cuartos por fuera del coño de ella.

― ¿Podré meter toda mi polla negra dentro de tu pequeño y apretado coño blanco? ―Grito nuevamente Torre.

Mi esposa, Anita, apenas podía hablar, pero se las arregló para jadear― No lo sé.

― Vamos a averiguar si tu coño es tan profundo como tu boca ―Dijo entonces él agarrando sus suaves caderas con ambas manos y empujando el resto de su polla hasta el fondo de su vagina.

Ana soltó un fuerte gemido y casi en menos de diez segundos tuvo otro orgasmo masivo. Torre lo notó y dejó que mi esposa recobrara el aliento, mientras descansaba sobre su espalda por un rato, con su pene gigante y duro aun profundamente enterrado en su mojado coño.

De repente, Anita empezó a mover el culo. Él se rió y le preguntó― ¿No te estoy follando lo suficiente? Bueno, entonces hazlo tú, puta, fóllame ―Él le dio una bofetada en el culo de nuevo y ella empezó a moverse de un lado― ¡Más fuerte! ―ordenó. Entonces ella empezó realmente a empalarse en su polla. Mi dulce Ana se lo estaba follando con fuerza, botando sobre la polla y luego deslizándose lentamente antes de empalarse a sí misma una y otra vez.

Mientras tanto, él le daba algunas órdenes como ella y después de un tiempo la detuvo y se sacó la polla. Luego se sentó en el borde de la cama y la atrajo hacia él, la hizo dar la vuelta, así que ella estaba frente a él ―Monta mi polla negra, nena ―dijo. Anita agarró su polla, se levantó y se bajó sobre él. Vi como más y más de la polla desaparecía dentro de su coño. Cuando tocó fondo, gimoteó y tuvo otro orgasmo.

Ella descansó un momento, pero él gritó― ¿Te dije que dejaras de joderme, perra?

Después de recibir unas palmadas en las nalgas, Ana empezó a rebotar fuerte sobre la polla. A veces se elevaba hasta el punto en que casi se salía y luego se hacía a sí misma hasta el fondo haciendo entrar en su cuerpo miembro duro como una roca. Ella gritó en otros dos orgasmos salvajes antes de que él le dijera que venía y le ordenó que se preparara porque quería acabar en su boca. Ella se bajó y arrodillándose ante él se la chupó. Su coño abierto rezumando sus jugos estaba expuesto a mí y nunca lo había visto tan estirado.

La apartó y luego se paró sobre ella empujando su cabeza hacia atrás con una mano. Ella abrió los labios de par en par mientras él le metía la polla en la boca y se corría. Ella lo chupó y no pasó mucho tiempo antes de que él se retirara de nuevo y le disparara una gran carga por toda la cara.

― Puta de mierda ―Dijo y me miró diciendo― Tu mujerzuela es la mejor cogiendo que he tenido nunca.

Me levanté y acerqué a Ana al borde de la cama. Inserté mi pene hasta atrás con un movimiento rápido. Empezó a chupar la polla de Torre de nuevo, tratando de hacer que recuperara su condición dura y erecta. Cuando por fin se puso duro, preguntó por el culo de Anita.

― Me matarías con ese tamaño dentro de mi ano ―dijo ella asustada por el tamaño de la polla.

― ¿No crees que tu cornudo esposo merezca un trato especial? ―Preguntó. Ana estuvo de acuerdo.

Saqué mi polla del coño de mi esposa mientras Torre se acostaba en la cama y hacía que Ana se bajara sobre su pene nuevamente duro. Cuando ella estaba dentro, me dijo que me cogiera su buen culo. Froté una mezcla de su esperma y los jugos de ella en mi polla. Poco a poco inserté mi polla en su apretado trasero. Mi dulce Ana giró la cara y me besó mientras yo le llegaba hasta el fondo con la polla. Podía notar el sabor salado del semen de Torre en su boca.

Ella vino varias veces siendo follada al unísono por nosotros dos. Finalmente exploté profundamente en su culo y entonces sentí que el semental negro liberaba toda su carga de esperma en su coño.

Sacamos las pollas y ella se quedó ahí tirada goteando por los dos orificios. Se veía preciosa tumbada allí, bien follada y totalmente agotada.

― Voy a joder a tu perra cuando quiera; ¿lo entiendes, hombre? ―Me dijo con voz enfadada. Asentí con la cabeza― Sí, por supuesto―Seguro que será su dueño y podría cogerse a Ana por el culo cuando quisiera.

Torre se puso su ropa y me dio las gracias por dejarle follar con mi mujerzuela. Le dio una última bofetada en las nalgas, diciéndole que nunca había soñado con cogerse a su antigua compañera de clase Ana como había cogido hoy―Me perteneces, perra, nunca lo olvides.

Ana me sonrió cuando nos quedamos solos, preguntándome si había disfrutado del sexo salvaje y la sesión de sexo que Torre le había dado a su coño. Antes de que yo le pudiera responder, continuó― ¿Alguna vez te dije que había otro amigo negro en mi clase?

Ana y Víctor

Otro relato ...




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