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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Aventuras en la granja
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Me sorprendió, sin haber estado nunca en una subasta de caballos, la gran cantidad de caballos que se subastaron. Estaba como un pez fuera del agua, no podía distinguir un caballo bueno de uno malo, pero estaba decidido a conseguir una nueva vida para mi familia. Me senté y observé la subasta con la esperanza de tener una idea para futuras subastas, en las que realmente pujaría por unos cuantos caballos y, con suerte, conseguir los primeros corceles para la granja.

― ¿Eres nuevo aquí, no te he visto en las antes subastas? ―una pequeña mujer que llevaba ropa de trabajo apareció a mi lado sin ser haberla notada antes. Su pelo rubio ondeaba en la brisa mientras me miraba con ojos azules y una bonita sonrisa― Soy Graciela, estoy vendiendo varios caballos aquí hoy.

― Hola, soy Benjamín, quiero comprar unos cuantos caballos, pero me temo que no me siento nada cómodo con esto. Realmente soy una novato, y no tengo ni idea de cómo es un buen caballo ―le confesé mientras la miraba. Ella me lanzó una mirada de evaluación, como si yo fuera uno de los caballos de la subasta. Me moví incómodo y oí al subastador gritando ofertas.

― Ya veo, bueno, no todos los caballos son buenos, y en las subastas, muchos son realmente bastante malas opciones, a menos que sepas qué buscar―y señaló al caballo que se subastaba mientras elevaba su número, aparentemente pujando ― Este, parece haber sido bien criado, pero sólo tiene dos años, en realidad es demasiado joven, tres años o más son los más deseables― Su paleta se agitó de nuevo y la puja continuó hasta que su número fue citado como por el subastador― Vendido al 23.

― Si desea saber algo más, hágamelo saber ―Sonrió y se despidió con la mano mientras iba a pagar el caballo. La observé atentamente mientras se alejaba. Puede que no sepa cómo valorar un caballo, pero esta mujer valía la pena intentarlo. Sus pequeñas nalgas se balanceaban de un lado a otro de manera seductora y tuve que ajustar un poco mi paquete para aliviar la incomodidad de la hinchazón.

Después de más de una hora de ver la subasta, decidí que ya tenía suficiente y me dirigí al estacionamiento. No lejos de mi auto, vi a Graciela cerca de un gran remolque de cuatro caballos, tratando de cargar al potro de dos años en él. El caballo se balanceaba de un lado a otro, resistiendo todos los esfuerzos para atraerlo por la rampa de carga del remolque. Casi entraba, y luego se frenaba y salía de la rampa hacia un lado. Me acerqué y observé unos momentos.

― ¿Puedo ayudarte? ―Le ofrecí y me puse detrás del caballo, empujando su grupa con mis manos mientras ella metía su cabeza en el remolque. Trató de patearme, pero fui lo bastante rápido, me desvié y al mismo tiempo, le di un fuerte manotazo en la grupa. Inmediatamente se metió en el remolque. Ella ató hábilmente la cuerda y salió, cerrando la puerta detrás del caballo.

― ¡Vaya! Gracias. Eres bastante rápido con tus piernas, normalmente no es una buena idea ponerse detrás de un caballo― Me aconsejó sinceramente.

― Lo recordaré la próxima vez ―le dije, mientras volvía a mi coche. Sólo había dado unos pocos pasos cuando me llamó.

― ¿Oye, Benjamín... sería demasiado atrevido por mi parte ofrecerte una cerveza o algo por ayudarme? Mi casa está justo al final del camino y tengo que llevar este caballo al establo antes de que oscurezca, pero tengo una nevera esperando, si quieres seguirme y tomar una. Lo entenderé si dices que no ―Sus ojos estaban fijos sobre mí y había una ligera sonrisa en su cara. Creo que le daba vergüenza haberme pedido que me uniera a ella.

― Huumm… bueno, la oferta suena maravillosa, gracias ―le sonreí ampliamente y dije― Te seguiré.

El viaje fue corto, no más de cuatro kilómetros por un polvoriento camino de granja pasando ante unas cuantas casas. Allí, una casa algo moderna se asomaba entre unos árboles rodeada de varios graneros, algunos de los cuales estaban en mal estado.

Rápidamente descargó el caballo, lo ató dentro de un cobertizo y caminó hasta una nevera, se inclinó para abrirla y sacó dos cervezas. No pude dejar de admirar su trasero de nuevo o la visión de sus pechos asomando por el escote de su blusa mientras se enderezaba y me ofrecía una cerveza.

Nos sentamos en un banco de madera y charlamos un rato. Ella fue lo bastante abierta como para decirme que se había divorciado recientemente de su marido después de que éste la engañara repetidamente con una mujer en el trabajo, y que había conseguido la casa y los terrenos de alrededor en el acuerdo de divorcio. Trabajaba en el hospital como enfermera y apenas lograba tener tiempo para ocuparse de todos los edificios.

Le expliqué que había adquirido una granja. Le dije que en realidad era más bien una especie de club de campo privado con graneros y dependencias, todas ellas diseñadas para los caballos de carreras y sus opulentos propietarios. Ahora no había caballos, pero en mis grandiosos planes estaba comprar algunos y comenzar el alquiler de caballos. El terreno era una mezcla de bosques y campos, perfecto para la equitación en senderos y los campos proporcionaban pastos y forrajes más que suficiente para alimentar a un buen número de caballos.

Ella se levantó repetidamente y traía más cervezas para ambos de cada vez. Noté que los botones de su blusa comenzaban a desabotonarse cada vez que se inclinaba, exponiendo sus pechos cada vez más. Sus palabras se volvían cada vez más difusas y tropezaba un poco cuando volvía al banco y caía sobre mi regazo mientras intentaba sentarse.

― ¡Oh mí...! ―balbuceó y se rió mientras se agarraba a mí para no caerse del banco cuando todos sus botones se soltaron y su blusa se abrió completamente exponiendo su pecho para mí. Se las arregló para poner un brazo alrededor de mi cuello y sostenerse.

Mis ojos contemplaron sus amplios montones de carne con pezones de color de coral claro. Ella se rió de nuevo al verme mirando sus pechos.

― ¿Te gusta lo que ves? ―preguntó mientras movía su trasero en mi regazo de manera seductora― Puede que no conozcas la carne de caballo, pero creo que admiras mi carne ―susurró mientras sus labios buscaban los míos en un apasionado beso. Durante varios minutos nos besamos, y mis manos exploraron sus suaves pechos mientras le besaba las orejas y el cuello. Mordisqueé su hombro y luego besé sus labios una y otra vez.

― Hace mucho tiempo que no tengo a nadie que me bese y me haga sentir como una mujer Benjamín, gracias ―me susurró al oído sin aliento― Me estás excitando como ni te imaginas. Mi cuerpo está siendo consumido por el fuego al tocarme.

― Graciela, yo... creo que las cervezas están alterando tu mente. Debería irme... ―dije en voz baja, sin querer que se comprometiera a algo de lo que se arrepintiera.

― Benjamín, no he estado con un hombre desde hace más de dos años. Sé muy bien lo que estoy haciendo y quiero que me lleves y hagas el amor conmigo. Por favor, te necesito ―dijo casi implorando― ¡Jódeme! ¡Fóllame!, hazme sentir como una mujer, como si fuera tu mujer.

Se acostó de espaldas sobre mi regazo y se desabrochó los pantalones cortos, tirando de ellos hacia abajo revelando una gruesa alfombra de exuberante pelo de coño rubio. Podía ver sus labios vaginales sobresaliendo en medio de la mata peluda mientras pasaba los dedos, tocándose, abriéndolos de par en par mientras sus dedos desaparecían dentro de su coño. Sacó su mano y me la metió en la boca y probé su dulce néctar en los labios y en la lengua. Levantó sus piernas en alto, se movió hacia atrás en el banco, y tiró de mi cabeza entre sus piernas.

― ¡Cómeme el coño, por favor! Ha pasado ya tanto tiempo… ―Gimió mientras sus manos agarraban puñados de mi pelo guiándome hacia su coño.

Mi lengua entraba y salía de su sabroso coño, saboreando los jugos que manaban de ella. Mis manos estaban sobre sus pechos, apretándolos, sintiendo la carne moldearse en mis manos. Sus pezones se habían endurecido y con mis dedos índices y mi pulgar, se los pellizqué suavemente. Ella gimió seductoramente, agarrándose aún más a mi cabeza.

Noté como sus manos me soltaban el pelo y empezaban a buscar mi cinturón y mi cremallera, abriendo mis pantalones y liberando mi dura polla. Sus manos la rodearon, la agarraron y jadeó de nuevo, comprobando mi circunferencia y mi longitud, y mi dureza. Se sentó y su boca devoró mi polla, sus labios y su boca la atravesaron de punta a fondo, lamió mis bolas, chupándolas con su boca con facilidad, y todavía jugando con mi polla en sus manos.

― Es tan celestial, tu polla... ―Me dijo cuándo empezó a lamerme de nuevo la punta, sus labios se abrieron y chupó la punta, sus labios se cerraron en ella, mientras su lengua se movía a largo de ella― Es tan grande y gorda, Benjamín―Dijo jadeando y empezó a metérsela más y más profundamente a la boca entre gruñidos y gemidos haciéndome vibrar hasta la médula. Ella continuó moviéndose hacia arriba y yo podía notar que me estaba preparando para correrme en su boca y rápidamente la saqué queriendo correrme en su vagina.

La empujé sobre la espalda, abrí sus piernas y apunté a su coño. Dejé que la punta de mi polla se hundiera un poco, frotándola de arriba a abajo, frotándola sobre su clítoris, disfrutando de la sensación de su humedad. Ella gemía de placer, agarrándose a mis nalgas, tratando de meterme en su coño más profundamente. Lentamente la dejé deslizar un poco y la saqué, viendo su cara mientras se relamía los labios y observaba como entraba y salía. Tomándome mi tiempo, disfrutando del calor de su coño apretado en la punta de mi polla, continué metiéndosela no dejándola entrar más de un par de centímetros antes de sacarla repetidamente.

Sus caderas estaban levantadas hacia arriba tratando de meterme más profundamente en ella hasta que noté su cuerpo temblar y vi grandes chorros de su néctar verterse alrededor de mi polla, cubriéndola completamente. Mientras se mecía convulsivamente en mi polla, se la metí profundamente dentro de ella, nuestros vellos púbicos se mezclaron mientras la embestía con energía, sintiendo que la punta de mi polla golpeaba la apertura del cuello del útero, y descargué profundamente mi esperma en su interior. Chorro tras chorro de semen salieron disparados de mi polla mientras continuaba embistiendo y empujando al ritmo de sus convulsiones.

Me acosté encima de ella, manteniéndome profundo de su interior bastante tiempo después de que dejé de eyacular, esperando que ella dejara de llegar al clímax. Cada vez que me movía, ella parecía convulsionar de nuevo y más de su jugo salía a chorros alrededor de mi polla y corría por sus piernas. Cuando finalmente se detuvo, debía haberse corrido seis veces. Tenía una mirada más que satisfecha en su cara y me empujó hacia ella hacia abajo y me besó una y otra vez, alabándome por lo bien que la había jodido.

Cuando por fin salí, ella me lamió la polla hasta dejarla limpia, chupándola y lamiendo, probando nuestros jugos combinados, hasta que no hubo más. Yo estaba muy satisfecho.

― Benjamín, este es el mejor momento de sexo que creo que he tenido. Estoy tan feliz de que hayas venido a la subasta hoy que cuando quieras ayuda para pujar por un caballo, estaré allí para aconsejarte... y follar y chupártela después, tantas veces como quieras.

Veterano

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