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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Belu, Zaira y el Grandullón
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Llegó a mi casa nuestra amiga Belu cuando me encontraba sólo. Cuando entró noté que ella venía con el deseo de contarme algo. Algo acontecido el fin de semana anterior.

Después de escucharla y comentarlo entre ambos, hemos decidido compartir lo vivido por ella.

Mi amiga es una chica lesbiana que también disfruta del sexo con hombres. Mide 1,53y pesa unos 58 kilos. Es de piel muy blanca, de cabello corto oscuro, con senos grandes y un culo hermoso.

Belu comenzó contando:

― El sábado por la noche, que me encontraba sola en casa, fui a una discoteca de encuentro solo para mujeres. Después de aburrirme bastante, debí ir al baño. Allí, conocí a Zaira que también había ido sola. Es una mujer alta, de piel trigueña y cuerpo proporcionado. Me confesó que le gustan las chicas blancas y pequeñas. Yo me reí pero íntimamente me gustaba oírla.

Por mi parte, le aclaré que me agrada tanto un encuentro con chicas como así también con hombres.

― Coincidimos ― dijo Zaira― también me agrada el sexo con hombres. Mi compañero está en mi casa a la espera que regrese luego de divertirme.

Fuimos a la pista y bailamos tomadas de las manos, compartiendo el bailar y algún trago. Nos contamos mutuamente de todo sobre nosotras. Cuando me invitó a su casa no dudé en aceptar.

Sabía ya que estaría su compañero, que se llama Román y le gusta presenciar los encuentros lésbicos de Zaira. Y a veces pide participar del encuentro

Cuando llegamos, nos recibió Román que es un hombre robusto con barba candado. Un grandullón con mucha estatura y formidable peso. Con sonrisa ingenua en sus labios gruesos. Me pareció buen tipo.

Ambos eran muy amables.

Zaira me miraba con deseo mientras hacíamos un brindis por habernos conocido. Luego, tomándome de la mano me condujo a su habitación― Esta será nuestra habitación ―Dijo. Después me indicó el amplio baño y juntas nos higienizamos.

Zaira deslizó una toalla por mi cuerpo y me dio un beso largo y profundo. Trayéndome a su cuerpo desnudo, mis tetas se apoyaron en su vientre. Ejerció presión sobre mi cabeza, indicando que llegara con mis labios a su vagina tan depilada como la mía.

Dos minutos así y luego caímos sobre la mullida cama. Estábamos un poco ebrias. Zaira tendida sobre la cama, yo sobre ella.

Me chupó las tetas con tanta vehemencia que llegaron a dolerme los duros pezones. Luego un sesenta y nueve con no menos fuerza. Jalaba de los labios de mi vagina como si fuera una perra enfurecida.

Yo le succionaba los labios carnosos y calientes de su sexo y mi lengua hacía círculos en su clítoris. Zaira se retorcida y yo también gozaba de sus caricias cuando oí la voz de Román pidiendo a ella le permitiera mirarnos.

― Quiero masturbarme, no resisto más oírlas chillar de placer ― Dijo ella.

Zaira retiró un momento su boca de mi vagina y respondió― Puedes entrar y quedarte en un rincón ―Luego su boca volvió a mi sexo mientras el grandulón ingresaba lentamente al dormitorio. Lo miré y lo vi desnudo en un rincón frotándose la verga. Con todo su cuerpo muy poblado de pelos.

Zaira gemía y suspiraba, el temblor dé su cuerpo me mostraba que estaba siendo sacudida por un orgasmo. Su estado me llevó también al punto de no poder contenerme y un orgasmo gigante bajaba desde mis entrañas.

Cuando nos serenamos y bajaron nuestros latidos, Zaira, había girado de tal manera que yo ya no veía a Román. Pero ahora ella podía verlo por el costado de mi cuerpo.

En todo momento permanecí sobre ella con mis piernas abiertas y su cara entre ellas. Ella apretaba mis nalgas con sus manos al tiempo de meter su lengua en mí. Mis manos también tomaron fuertemente su culo a fin de corresponderle.

Entonces Zaira me dijo al oído, luego de hacerme cambiar de posición― ¿Dejamos participar a Román? ¿Quieres?

No podía negarme, me ardía la vagina y hacia un momento tenía la visión de la verga de Román.

― Quiero que se sume ― Respondí casi susurrando.

Un gesto con un movimiento de una mano de Zaira bastó para que él viniera hacia nosotras. No lo vi llegar porque estaba de espaldas a su posición. Sentí el roce de su vientre peludo apoyándose en mi espalda. Y a su pene, entre mis piernas, desde atrás llegando hasta la boca de Zaira pasando entre mis labios vaginales, cual una flauta traversa. Ella lo engullía con desesperación. Duro a punto de estallar cuando se escapaba de su boca, golpeaba con el glande mi vagina ya con los labios separados y muy mojada.

Cuando no pudo aguantar más la presión de tanto semen en sus testículos, Román, se derramó entre la boca de Zaira y mi vagina. Luego dejó caer todo el peso de su cuerpo sobre mí que no podía moverme.

Zaira se quejó― me están matando.

Él se volteó hacia un lado y respiró profundo.

― ¡Vamos! continuemos jugando en el living sobre la alfombra ― Sugirió ella.

Sobre la alfombra beige de pelo largo Román se puso en cuatro patas.

― A él le gusta hacer de caballito, que una lo monte y otra lo masturbe ―Dijo Zaira.

Y se sentó a horcajadas sobre la ancha y peluda espalda de él. Mientras Román se movía en círculos debí tirarme al piso y masturbarlo. Su verga había cobrado tal tamaño en largo y grosor que había llegado al punto de sorprenderme.

Luego de una vuelta completa sobre el lomo del caballito imaginario. Zaira se bajó y me pidió montarlo.

Fue muy agradable sentir el contacto de los pelos de su espalda entre mis piernas, muy abiertas para poder rodearlo. Mi sexo estaba literalmente goteando sobre su lomo. Y Zaira, tendida en la alfombra, boca arriba, introducía en su boca todo cuanto podía del enorme falo. Terminada la vuelta montada sobre él, me bajé y me dejé caer sobre a la alfombra.

― Ahora que las dos estamos muy mojadas, juguemos a los perritos. A Román le encanta ―Dijo Zaira

Ambas caminábamos arrodilladas, moviendo el culo cual si fuéramos perritas en un parque. Román, el perro macho se desesperó al ver y olfatear las perras en celo. Rápidamente estuvo junto a mí e hizo lo que hacen los perros, metió su nariz entre mis nalgas y me dio lengüetazos en el ano y la vagina. Y lo mismo hizo con Zaira que se apoyó sobre los codos para brindarle mejor acceso a su concha mojada y abierta. Él fue posicionándose sobre su cuerpo hasta poder penetrarla desde atrás. Una vez, y luego la saco haciendo movimientos de pegarse a su vientre.

Luego se volvió a mí con lengüetazos largos que comenzando sobre mi conchita terminaban babeándome el ano. También me apoye sobre los codos imitando a Zaira, mientras Román me cubría con su cuerpo. Mi cabeza pérdida bajo su pecho y su verga procurando entrar en mí desde atrás. Eran tan fuerte sus empujones que mi cuerpo se hundía casi tocando con mi cara en el piso. Entonces, Zaira, colocó un almohadón bajo mi vientre. El grandullón la metía sin pausas, sacándola toda y vuelta a entrar haciéndome gritar y tener orgasmos que me iban desmoronando. Hasta que empujó clavando la cabezota en mi culo, pero únicamente la cabeza. Y grité desesperadamente y lloré.

Román se apartó dejando caer semen sobre mis nalgas. Me pidió perdón pero el daño ya estaba hecho y ahí se terminó todo el juego.

― ¿Alguna vez te aconteció algo así? ―preguntó Belu, finalizando su relato.

Rober

Otro relato ...




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