La Página de Bedri
Relatos prohibidos Compañero de instituto
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Querido Bedri: Hace unas semanas recibí la invitación a una cena de reencuentro de antiguos compañeros del instituto, algo que no me apetecía nada pero ante la insistencia de mi querida amiga Luciana accedí a acudir. Y allí me presenté, la excusa era la celebración del aniversario de nuestro paso por aquel centro de enseñanza, a nadie le importa en qué años. No me agradaba ir porque me recordaba mi adolescencia cuando mi aspecto físico era muy diferente al de ahora, mi cara afectada de acné no me hizo la más solicitada de las chicas de instituto, todo lo contrario, sufrí una dolorosa marginación. Llegué al restaurante con el tiempo muy justito, llegar e ir directamente al comedor. Alguien, evidentemente muy malintencionado, había colocado cartelitos sobre las mesas, distribuyéndonos con un curioso y hasta desagradable criterio. En una mesa estaban los chicos y chicas güais, la gente guapa de aquellos años de instituto. A mí me colocaron con los raros, los marginados. Compartí mesa con “Pitagorín”, de aquella un repelente niño sabelotodo y hoy un hombre educado, agradable y atractivo, con un cierto parecido a un determinado actor de Hollywood de moda no hace mucho. Es un profesor universitario distinguido con varios premios y distinciones por su labor investigadora. Estaba la “Pelos”, una chica con escasa cabellera y hoy una mujer de éxito en el mundo de empresa; sigue con sus problemas capilares que disimula con una peluca de alta calidad, detalle que no nos ocultó. ―Si no tengo pelo lo compro―alegó ufana pero con razón. Estaba también “El Topo”, un joven con una seria discapacidad visual acentuada por los años, pero como siempre, simpático y gracioso, es el primero en reírse de sí mismo. Ahora vive holgadamente de su trabajo como traductor ―Ver no veo un pimiento pero tengo un oído excepcional―. También estaba “Vicentín”, un chico tímido y apocado que si bien seguía callado no era ni mucho menos poco introvertido, todo lo contrario, fue la salsa de la mesa durante un buen rato; en cuanto se sintió cómodo nos deleitó con comentarios sobre quienes se sentaban en la mesa de la “beatiful people”. Estaba “Maripuri”, la chica fácil del Insti, casi todos los chicos se atribuyen haberse acostado en ella. Ahora es una madre de familia, educada, culta, y sobre todo, harta de su rol de chica fácil. Durante la cena confesó que alguna de las cosas era verdad, pero muy pocas, y nos hizo un comentario acerca del tamaño de los atributos viriles del “macho alfa” de la mesa central. El comentario lo apoyó con un gesto de la mano, acercando los dedos índice y pulgar. No podría faltar en esta mesa “Luis Ricardo Cantidubi” aunque su nombre real era solo Ricardo. El cruel mote lo recibió de un personaje de un programa infantil de televisión, una especie de monstruo de Frankenstein pequeñito y que caminaba como un robot. Ricardo, por un problema óseo del crecimiento, usó una serie de elementos ortopédicos para ayudarle a fortalecer los huesos y enderezar su columna. Ahora en un consumado deportista. Luego estaba “Tocino”, un chico obeso y grandote, entonces tímido y reservado con un evidente problema de sobrepeso. Martín, que es un hombre, lo pasó muy mal aquellos años, siempre con dietas y tratamientos y sufriendo las bromas crueles de los presuntos compañeros. Ahora es un experto en informática, posee varias empresas del ramo y viaja por todo el mundo. Físicamente ha crecido aún más y sigue siendo un chico bastante gordito. Finalmente yo, “La Granos”, con mi cara cubierta de acné sufrí las mofas de casi todos mis compañeros, excepto de quienes me acompañaban en la mesa, en eso acertó quien nos dispuso allí. Todos nosotros estábamos demasiado marginados por los demás como para además, martirizarnos entre nosotros. Mi relación con todos ellos era normal, aunque no podríamos considerarnos amigos, pero era con quien me agrupaban en gimnasia o los viajes de estudios. Mi primera noche sola fuera de casa fue en un hotel de la Costa del Sol compartiendo habitación con “La Pelos” y “Maripuri”. Fue una semana muy agradable, solo nos veíamos entre nosotras y lo pasamos muy bien. Lástima que fuera el último curso del Instituto. Nos pasamos la cena riéndonos de nosotros mismos y sobre todo comparándonos con lo que habíamos sido. Me felicitaron por mi cambio físico e hicieron alusión a que estoy muy buena. ¿Y quieres creer que me ruboricé? Ya sé que lo sé pero me agradó mucho oírlo de aquellas personas, todas ellas, como yo, con recuerdos bastante negativos. También nos reímos de los presumidos y envarados ocupantes de la mesa central. Tras la cena se organizó un baile que fue abierto por “el guapo” y “la guapa” de entonces. Él bastante fóndon y ella rígida, quizás por el botox o simplemente por el peso de las prótesis mamarias que lucía con un exagerado escote que dejaba muy poco a la imaginación. Nuestro particular grupo permaneció junto una buena parte del baile. Nos resultó gracioso que muchos de los que entonces nos habían martirizado pasaban por donde estábamos interesándose especialmente por mí. A Martín, era al único al que reconocían con gran jolgorio nuestro, porque aunque era al que usaban como escusa para acercársenos, luego se iban a por Marita, por Purificación o a por mí. Más de uno me tiró los tejos con bastante poco disimulo Cuando me preguntaban quién era, les contestaba con una mal disimulada ironía ―Soy “La Granos”― No debía gustarles porque salían disparados, alguno quedó con cara de asombro mirándome las tetas. Te garantizo que fui vestida muy discretita. Marcos, haciendo gala del fino oído del que presume, nos repitió luego, palabra por palabra lo que me habían dicho ¡Y además en todos los idiomas que conoce! Lo mejor venía cuando Vicente, abandonada su timidez de antaño, nos deleitaba con imitaciones de los aprendices de casanova que se nos habían acercado. Lo mejor fue cuando nos hizo una imitación, gestos incluidos de Carlota, la chica más deseada por los chicos aquellos años. Y no sé qué verían en ella, entonces porque ahora es una rubia teñida, con extensiones, de piernas escuálidas, labios operados, barriga algo más que incipiente, tetas siliconadas absurdamente artificiosas y culo ridículamente plano. Su gracieta conmigo era decir cuando estaba cerca ―Vamos al grano―. Pues bien, mis tetas son naturales, mi barriga es muy discreta, mi culo impresionante y no se puede ni imaginar que tengo un coño espectacular. Nos fuimos pronto, unos porque tenían obligaciones familiares, otros porque tendrían que madrugar para regresar a su casa o regresaban directamente desde el restaurante. Y algunos otros, porque no nos apetecía estar allí con quienes nos habían marginado entonces. Al pasar por el guardarropía, acompañada por Martín, a recoger el abrigo, se aproximó un apuesto y bien parecido excompañero que se identificó como uno de los más cotizados chicos de aquellos años. Era uno de los que nos traían loquitas. A mí también, hubiera dado mi virginidad porque me besara ¡No te digo por un polvo!. No era de los que se mofaban pero tampoco nos defendía y quizás en otra situación hubiéramos acabado follando. No acepté su compañía aunque si su número de teléfono. No puedo decirte el porqué de una cosa ni de la otra, especialmente por la primera. Por la segunda si, está muy bueno y aun le recuerdo como el chico que me enamoró. Al salir, Martín que parecía sorprendido por las calabazas, me recordó que era el chico que me gustaba. De aquella, Martín y yo nos tratábamos mucho y por alguna razón supo de mis ansías por el atlético Eduardito. ―¿Por qué no te has ido con él?― me dijo mientras nos alejábamos del restaurante. ―Porque no me apetece― y añadí ―Puede que ahora sea un poco tarde―. Al poco, Martín me recordó que en el Instituto me abría un par de botones cuando Eduardito estaba cerca y sorprendentemente dijo ―Hoy te hubieras podido acostar con él― Fue decir eso y sentir esa familiar y agradable sensación que me nace entre las piernas y me sube por el vientre metiéndoseme en el estómago. ―Prefiero acostarme contigo― dije mientras me cogía de su brazo y me apretaba contra su cuerpo.―Soy “Tocino”― y continúo enumerando todos sus defectos. ―Llévame a tu hotel y después de follar hablamos de lo feo que estás― dije melosa. Entré en su habitación nerviosa como pocas veces. Pasé por el baño a asearme el coño, me gusta oler bien. Salí y le pedí que me desnudara lo que hizo con extrema delicadeza y sorprendente habilidad. Cogió toda mi ropa y la depositó cuidadosamente doblada en una silla. Luego me pidió que le desnudara ―Te toca a ti― Lo hice nerviosa y torpe. ¡Quién lo diría! Cuando llegué a los calzoncillos me sorprendió el asombroso tamaño del pene, todo un pollón. Le hice una mamada bastante torpe y no sabría decir cuál fue la razón. Me tragué todo su semen y muy delicadamente dijo que no era necesario hacerlo. Debí darle impresión de ser inexperta en las prácticas sexuales. ¡Como si no tuviera práctica en esas cosas! Luego me tumbó sobre la cama, me separó las piernas y me comió el coño como pocas veces me han hecho. No había pasado medio minuto cuando mis jadeos indicaban que me estaba corriendo. Me hizo una de las mejores comidas de coño de las que he disfrutado y me ha comido el coño mucha gente. Se tumbó de espaldas en la cama y me pidió que me pusiera encima. Yo dije que no, que fuera él quien lo hiciera. Me recordó sus más ciento noventa centímetros y sus más de ciento treinta kilogramos para no hacerlo así pero insistí y claudicó. Se puso encima y noté que realmente pesa mucho pero eso me excitó, más aún cuando sentí entrar la polla entre los labios de este coño mío que tanto hace gozar. Fue correrme una y otra vez. Fue jadear, mascullar, resoplar y hasta gritar mientras mantuvo aquel pollón moviéndose dentro de mi vagina que solo sacó para correrse dejando que el semen me salpicara con generosos goterones de leche en torno a mi ombligo.―Podías haberte corrido dentro― Le susurré mientras lo atraía para besarlo. ―Me hubiera gustado―. Es curioso pero es lo mismo que nos pasó a nosotros la primera vez que follamos. Nos quedamos tumbados de lado, cara con cara, besándonos y acariciándonos hasta que nos dormimos. Mi sueño fue muy dulce. Al despertar, me abrazaba y sentía en mis nalgas la dureza de su polla. Le pregunté suavemente si estaba despierto y al responderme afirmativamente me volví, le besé, le hice tumbarse de espaldas y me subí sobre él. Me coloqué en el sitio adecuado, cogí su polla y me la metí. ¡Una gozada! Tuve la misma sensación que cuando aquel jugador de baloncesto me folló en el pasillo de su casa. Sentí la masa de la polla dentro de mí mientras empezaba a cabalgarle. Primero despacio y con suavidad, luego más rápido y más profundo. Muy profundo. Sabes que si estoy en buena disposición me corro rapidísimamente, esta vez fue de las que me superé. ―Acaríciame las tetas― le pedí gimiendo como una gata en celo. Ronroneo mucho cuando me echan un buen polvo y este fue de los excepcionales. Es un hombre muy grande, alto y con sobrepeso; y yo, soy más bien menudita, por lo que hay una evidente desproporción de cuerpos. Se esto porque me vi en el espejo del cuarto ¡Y me excité muchísimo más! Me retorcía sobre Martín, ensartada en aquella polla grande, dura y maravillosa. Mientras, mi gordito follador, hacía esfuerzos por mantener la compostura y mantener bien cogidas mis tetas enredando sus dedos en torno a mis pezones duros como piedras. Solo me las soltó para sujetarme bien fuerte por la cintura mientras se corría desparramándose dentro de mí. Pocas veces sudé tanto y pocas veces mi pareja sudaba más que yo. Me dejé caer hacía delante, mientras me dejaba abrazar. Martín me apretaba contra su corpachón, mientras me besaba suavemente y acariciaba la espalda con delicadeza. ―Soñé muchas veces con este día― me susurró al oído y yo me sorprendí al responderle que también me pasaba lo mismo. No puedo decir si eso era cierto en el Instituto, pero en ese preciso momento si lo era. Me sentí muy satisfecha y no solo en lo sexual. No estoy enamorada pero este gordito delicioso ha logrado que vuelva a sentir mariposas en el estómago. Me sentía cómoda a su lado, como si toda la vida hubiera estado desnuda a su lado sobre una cama después de un polvo sin condón. Como había que irse, y ducharse antes de irse, nos duchamos juntos y follamos. De píe, bajo el chorro, me volví a sentir deliciosamente empalada. La sensación maravillosa, el agua caliente, los abrazos. El metesaca, los besos, mis continuos orgasmos, mis intensas corridas y su corrida final dentro de mi cuerpo como apoteósico final del más maravilloso polvo que hubiera podido imaginar con uno de mis antiguos compañeros de estudios. Pasó un buen rato hasta que dejamos de besarnos y abrazarnos y salimos de la ducha. Luego, con cierta premura nos vestimos y dejamos la habitación. Al salir del hotel, nos sorprendió ver a Carlota con Eduardito, que como nosotros, abandonaban el mismo hotel. No puedo decirte cual fue nuestra cara, pero la de ellos fue una mezcla de estupor y de vergüenza, tal que si les hubiéramos sorprendido follando. ¡Como si nosotros hubiéramos hecho lo otra cosa! Bajábamos por las escaleras de la entrada del hotel cuando me acerqué a Martí, y le solté ―Con poco disimulo, baja la mano hasta mi culo y apriétalo bien que lo vean esos dos presumidos―. Lo hizo tan fuerte que me hizo daño pero me gustó. Y lo siguió haciendo hasta que llegó mi taxi y nos despedimos con un intenso beso y un fuerte abrazo después de haber concertado otro encuentro. Le veré el día de su cumpleaños, el próximo sábado, en su casa. Pasaré todo el fin de semana con él. Follaremos, es evidente. Al entrar en el taxi, pude ver la cara asombrada de Carlota y Eduardito que nunca se hubieran imaginado que “Tocino” y tan cambiada “Granos” hubieran estado follando en el mismo hotel que ellos. Y ni mucho menos que “La Granos” esté tan requetebuena. Lo que tampoco saben es que follo mucho y bien. Tampoco saben que soy un zorrón. Así que es posible que me folle un día a Eduardito solo para verle la cara cuando desparrame mis corridas sobre su polla. Iba en el taxi pensando esas cosas y debí poner cara placentera porque el taxista me hizo un comentario afirmando que tenía aspecto de haber pasado muy buena noche. ―No lo sabe usted bien―. Los ojos del conductor chispearon en el retrovisor mientras intentaba sonsacarme. Le dije que simplemente era un antiguo novio al que había reencontrado. Pareció satisfecho y yo también. Llegué a casa y me acosté, esta vez sola, y no cogí el teléfono que insistentemente sonó toda la tarde. Soñé despierta con el próximo día que veré a Martín. Hace mucho tiempo que no me pasa eso. Confieso que Martín demostró unas maneras propias de un gran follador. Voy a comprobar hasta donde es capaz de llegar este gordito de gran polla. Lo único que lamento de la cita que me espera es que con anterioridad, había previsto irme al pueblo, a casa de mi tío, a follar mucho y bien. Tendré que llamarle para posponer mi fin de semana de monja. Ahora que lo pienso detenidamente, estos dos, Martín y mi tío me follan de una manera muy parecida. En fin, debe de ser que vuelvo a mojar las braguitas por haberte escrito esta carta.
Cartas de QQ es un amiga que nos cuenta su ajetreada vida sexual en forma de cartas, periódicamente nos envía una para darnos a conocer su intensa vida sexual. Discreta como pocas, es una mujer que disfruta del sexo intensamente practicándolo de forma entregada y libre. Dispone de un amplía lista de compañeros de juegos y también de compañeras. Desde sus sobrinos, tío, vecino, amigas, hijos de sus amigas, en definitiva, cualquiera que sea capaz de cumplir sus exigencias sexuales. Van dispuestas según se han ido recibiendo, la más antigua arriba y la más moderna al final, aunque cronológicamente no sigan el orden establecido.
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