La Página de Bedri
Relatos prohibidos Crucero, segunda parte
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Una limusina con su correspondiente chofer uniformado y, la grata compañía de Lucy, nos llevó hasta un bonito y confortable hotel cercano a la estación marítima. Desde la misma explanada donde nos dejó el coche, se podía ver a no mucha distancia, la imponente y majestuosa obra muerta del crucero al que embarcaríamos al final de la tarde. La recepción, luego fuimos acompañadas por un botones y, nuestra anfitriona hasta el interior de una muy linda suite con vista a parte de la ciudad de Fort Lauderdale y, por supuesto al puerto y horizonte marítimo. Luego de unas últimos detalles sobre horarios, formalidades, documentación de embarque, etcétera, Lucy nos entregó dos teléfonos celulares ya configurados para que cualquier inquietud, problema o lo que fuera, que sólo deberíamos pulsar un botón y comunicarnos directamente con ella, más allá de horarios o circunstancias. Lo primero fue darnos una espléndida ducha, un poco de jacuzzi relajante y, una copa de champagne sin salir de la suite. Ethel quedó literalmente desmayada sobre la gran cama de dos o más plazas con un somier como para elefantes y, yo me encontraba con algo más de energía como para bajar al lobby del hotel y asesorarme para hacer algunas compras según lo programado desde nuestra partida. En este punto del relato, me doy cuenta que puede interpretarse que en la suite la ducha, jacuzzi y champagne tiene sugerencias. Bueno, que cada cual de libertad a su imaginación. De momento, estas cosas prefiero mantenerlas reservadas. Fort Lauderdale es una bonita urbanización, también conocida como la Venecia Americana, por estar plagada de canales artificiales con sus casas a la vera y, la inmensa cantidad de embarcaciones deportivas y particulares que la gente utiliza para trasladarse a otras localidades vecinas. Todo el sur de la Florida está conectada por vías fluviales muy transitadas, como si fuesen avenidas o calles. Hay una calle (seca) llamada Bulevar Las Olas y, toda su longitud es un centro comercial con abundantes restaurantes muy clásicos y estereotipados con la moda de los cincuenta y sesenta del siglo pasado; música, iluminación, estilo de los camareros y camareras, todo eso conforma un sello distintivo que para mucha gente con inclinaciones turísticas significa un importante atractivo de suficiente exclusividad. Luego de recorrer algunas tiendas y comprar algo de ropa de hilo blanca, para mi amiga y yo, me detuve a tomar un trago en un bonito bar con su terraza; de pronto una pareja ya con algunos años más que yo, aunque con todo el glamour encima, pasaron cerca de la mesa y el caballero me saluda casi con un gesto de novela azul, tocándose el ala de un simpático sombrero y, ella me hizo un mohín. Le correspondí y, fue suficiente como para que se acercaran a mi mesa y se presentaran. Parece ser que me vieron en el hotel cuando entré con mi amiga y nuestra anfitriona. Ellos también formarían parte del chárter y, estaban haciendo lo mismo que yo, comprando y paseando un poco por esa calurosa tarde marinera. Compartimos la mesa y charlamos un poco de tonterías triviales como para justificar la temática que vendría luego de unos minutos. Eran argentinos y estaban en el negocio de equipo médico (aparatología e instrumentos); ella se presenta como Diana y, él como Andrés. A Diana se la veía una mujer con voluptuosidades muy expresivas, que seguramente la cirugía plástica hizo algún importante aporte, aunque eso no le restaba algunas características propias de hermosa mujer, él era uno de esos tipos que pudo haber pasado por el hermano de George Clooney sin despertar sospechas. La tarde caía y la hora de volver al hotel estaba a minutos, para cumplir con la cita de nuestros respectivos anfitriones y hacer el traslado al paquebote que nos llevaría a esas curiosidades que, según ellos venían practicando desde hacía años, aunque no en un barco. La charla se fue derivando a la materia que nos interesaba respecto al viaje y, como era de esperar aparece la pregunta insignia que cualquiera hubiera hecho. ― ¿Ustedes son pareja? Explicarlo me llevó unos minutos y, creo que no fui muy convincente. Es que realmente resultaba bastante difícil explicar nuestra presencia en ese barco sin apelar a el intrincado laberinto de cómo funciona la mente humana conectada a lo fantástico. Diana ponderaba las aptitudes metrosexuales de su compañero, como si estuviese intentando promocionarlo en un mercado de esclavos y, él muy interesado en el uso que yo podía darle a mi ano, además del que su diseñador pensó como parte de mi organismo. Mis respuestas fueron tan ambiguas como esquivas. Miré el reloj y simplemente dije. ― Vamos porque no me quisiera perder el crucero por un coloquio tan interesante. Nos pusimos en marcha, estábamos hospedados en el mismo hotel. Cuando llegue al lobby, Ethel estaba casi en la puerta desesperada porque no conocía mi premura por salir de compras y dejarla descansar sin avisarle. Le expliqué que, de no habernos metido en el jacuzzi y tomar ese rico y oportuno champagne, hubiese estado en condiciones. Pero que ahora se encontraría bien descansada para nuestra primera noche en el crucero. Les presenté a Diana y Andrés quien le clavó la mirada a su hermoso par de tetas bien expuestas y con el decoro que un indiscreto escote muy ex profeso insinuaba tangencialmente. Charlamos brevemente sobre que teníamos muy abierto el apetito y, como de la nada, fueron apareciendo otras parejas y mujeres sueltas que, evidentemente por la indumentaria, formaban parte del mismo colectivo. Llegaron tres combis (mini bus) y, cada una con una anfitriona de la empresa de viajes. Nos invitaron a abordarlas y, alguien mencionó que era hora de comer algo, porque con el descanso propuesto en el hotel luego del viaje en avión, se nos olvidó almorzar. En realidad la idea era que tengamos un sueño de dos o tres horas y, luego almorzáramos en el mismo hotel, pero nadie cumplió con esa previsión y, pienso que cada pareja, hizo uso del jacuzzi y el somier hasta el agotamiento. Hasta tengo la impresión de que en alguna suite hubo una suerte de reunión entre algunos integrantes del pasaje a modo de training previo. Lucy nos pidió un poco de paciencia con la languidez, ya que en una hora tendríamos toneladas de manjares a nuestra libre disposición. A medida que fuimos subiendo al minibús fuimos ocupando lugares sin ninguna pretensión o elección en tres hileras de cuatro asientos. A mi lado se sentó Andrés, luego Ethel y, a su lado Diana. Luego dos parejas y, por último Lucy y, otro coordinador de la agencia. Al final el conductor. ― Esto va a ser un trayecto de diez minutos hasta la estación de embarque. Entre ustedes hay algunos que no han tenido experiencias anteriores, hasta donde se me ha informado. Lucy micrófono en mano como si estuviésemos en un estadio de futbol. Esto es tan estúpido como típico de los estadounidenses. ― Por lo que me encantaría darles los últimos “tips” para que el crucero sea realmente feliz y confortable en plenitud. Cuando embarquemos, sugiero que nos reunamos en la cabina asignada a Ethel y Rosa, unas amigas argentinas. Allí podré responder las preguntas que hayan quedado pendientes de hacerme y, daré algunos consejos. Van a haber reglas de decoro y convivencia específicas, que a no ser por las características de este tipo de chárter, difícilmente existan en cruceros familiares. Todos los pasajeros nos miramos entre sí sonrientes. Yo me sentí la pelotuda más importante del coro de imbéciles, porque seguramente, mi gesto y mis facciones deberían mostrar no solo que era una debutante degenerada, sino que además no entendía a que se podría referir alguien con “reglas de decoro” en un barco, donde se supone que todo el mundo embarca para matarse follando con toda la otra mitad. Mientras, en apariencias, todos estábamos atentos a las instrucciones de la anfitriona, sorpresivamente, noto la mano de Andrés sobre la parte interna de mi muslo izquierdo. Afortunadamente llevaba unos pantalones blancos y, dada las circunstancias, hice la que no notó el desliz. Pero en cualquier otra circunstancia, seguramente le propinaba una bofetada, un feroz insulto y hasta probablemente hubiera armado un escándalo de proporciones épicas. Me asomé un poco para mirar a mi amiga como para hacerle una seña, sobre lo que estaba aconteciendo en mi pierna sin que aún hayamos embarcado en ese orgiometro romano. Pero fue inútil el intento; Diana se estaba haciendo cargo de su muslo derecho y Ethel, parecía casi agradecida. Por lo tanto, le dediqué una sonrisa a mi compañero de viaje e hice un tibio comentario. ― Aun no embarcamos, eso es hacer trampa. Se limitó a responderme con una sonrisa entre galante y socarrona y, caballerosamente retiró su mano ya muy cercana a la puerta del cielo. Llegamos por fin a destino. Descendimos en orden inverso a como habíamos subido, quedando yo última, aunque Andrés me invitó a pasar delante, pero me negué, porque me imaginé la mano del símil de George Clooney metida en la raja de mi culo delante de todo el mundo. Entregamos nuestros sobres a Lucy y, luego ella misma nos condujo por una pasarela que serpenteaba y terminaba en una especie de manga cerrada como la que se usan en los aeropuertos para embarcar en los aviones. Solo que en esta ocasión, al final del túnel plástico había un barco y, dos azafatas con muy poca ropa y muchos dientes blancos y perfectos nos sonreían, al tiempo que nos colgaban coronas de flores en nuestros cuellos, otras nos daban folletería, y publicidad de locales de compra, caramelos y, no sé cuántas otras atenciones de welcome on board mas. Lucy, delante y el resto detrás de ella, caminamos por pasillos atestados de gente en nuestra misma situación, subimos alfombradas escaleras interiores, mas pasillos, cruzamos un lobby y, en fin… Recorrimos medio barco hasta llegar a la otra banda y tres cubiertas hacia arriba. Por fin, nos encontramos frente a la puerta de nuestra cabina, donde se llevaría a cabo la improvisada reunión de asesoramiento, respuestas y tips de nuestra anfitriona. Fue una agradable sorpresa descubrir que era una hermosa y amplia suite con un balcón con vista al mar. Por la módica suma de treinta y siete mil dólares estadounidenses pasearíamos en un hotel flotante de cinco estrellas durante cuatro días y cinco noches, en las cálidas aguas del caribe. Pensé que con unos dólares más se podría comprar un apartamento en Buenos Aires para evitar la peregrinación hotelera, que es algo que realmente me molesta y, me incomoda. Pero, gustos son gustos y, ese realmente era prometedor. Claro. El resto de nuestros circunstanciales compañeros de tertulia, habían hecho otro tipo de compra e, incluso el matrimonio más joven (Gloria y Eduardo), tenían una de las cabinas económicas que ni siquiera son exteriores, sino que están en el centro del barco y no tienen una ventana para que entre el aire de mar. Todos se quedaron maravillados con la cabina y, hasta hubo una, que sentenció. ― Aquí me parece que vamos a tomar más de un Martini con las chicas. ¿Cierto? Bien, vino el ping pong de preguntas y respuestas por parte de Lucy, y luego nos leyó un breve folletín que estaba distribuido por todos los rincones del barco. Mientras estoy escribiendo esto, lo tengo delante porque lo conservé como un suvenir muy gracioso:
Cada punto que Lucy leía, era comentado con bromas o con algún agregado ocurrente por parte de las ocho personas que estábamos en la cabina. Cuando finalizó su explicación, lectura y respuestas a algunas preguntas como la que hizo Gloria, respecto a si las reglas de la comunidad swinger funcionaban a pleno. Lucy, le respondió inteligentemente. ― Las reglas para este estilo de vida, siempre se hallan vigentes, no importa el lugar ni la situación. Es fundamental que sean respetadas. Creo que ya todos las conocen ¿Cierto? Todos asentimos, por supuesto. Ana y Esteban eran una pareja de unos cuarenta años, muy atractivos ambos. Esteban preguntó acerca del uso de condones y, Lucy le respondió. ― Hay toneladas, en este barco hay más condones que panecillos y, tenemos tres panaderías a bordo funcionando las veinticuatro horas. Hubo otras preguntas y respuestas más o menos del mismo tenor, que no aportaban absolutamente nada novedoso al resto. Andrés, le preguntó a Lucy, si contaríamos con su presencia durante el crucero y, de ser así, en calidad de qué. Claro que Lucy pescó la intención de la pregunta más que la pregunta en sí y, mirándolo a los ojos con una mirada que, hasta a mí me dieron ganas de morderle la boca. ― Yo estaré todo el tiempo dando vueltas como anfitriona, pero no planeo aburrirme. De pronto, nos saludamos y nos despedimos con un hasta luego, o luego nos vemos por ahí, etc. Cuando la cabina se vació de extraños, Ethel soltó una carcajada casi hasta las lágrimas. Sorprendida le pregunté qué pasaba y, me respondió que Diana le pidió un polvete en privado y, le dijo que su marido, Andrés estaba fascinado por metérmela por detrás, el hombre enamorado de mi culo desde el primer momento. ― ¿Qué le respondiste? Le pregunté a mi amiga respecto al polvete con la anciana. ― Que luego lo hablábamos entre los cuatro, porque aquí se viene a compartir no a glotonear. Casi me muero infartada. Todavía no nos habíamos sacado los zapatos y ésta ya estaba organizando una orgía sin ver lo que había por ahí, porque yo le pegué una ojeada a unos bombones de primera categoría. Nos asomamos al balcón, que daba hacia el lado opuesto al muelle de embarque y realmente la vista era preciosa. Ethel cubrió el amplio ventanal con unas cortinas que permitían el paso de la luz natural y, se puso en bolas para probarse la bata. Luego vimos las pulseritas de colores y, nos dimos cuenta que nadie le preguntó a Lucy que significaba cada uno, pero entre la folletería vimos un prospecto que tenía las indicaciones en cinco idiomas, junto a la foto de cada pulsera plástica. - Verde hetero - Rosa gay - Amarillo bisexual Esos colores se combinaban con otras pulseras, con lo cual esas señales venían bastante explicitadas con las preferencias de cada persona o pareja. - Azul compartimos pareja - Blanca aceptamos tríos MHM (mujer hombre mujer) - Naranja (lo inverso a lo anterior dos hombres para una mujer) - Tricolor (los tres anteriores): grupal o gang bang (una modalidad tipo Fuente Ovejuna) Por último y, como broche de identificación de preferencias sexuales, unos brazaletes en color dorado, negro y plateado, con los siguientes significados. - Negro, soft (sin penetración aunque aguanta algo de sexo oral o manitos) - Dorado full (lo que venga se acepta y se ofrece) - Plateado (full pero va con la pulsera azul, o sea lo que venga pero vamos juntos) Me quedé un momento sentada en el borde de la cama mirando el explicativo y meditando acerca de que eso debíamos incluirlo en la cabaña de cría de bovinos a modo de cucarda en los desfiles de las exposiciones. Realmente no podía creer que nos pasearíamos por ahí entre decenas o, cientos de personas con un cartel diciendo lo que estábamos dispuestas a dar y ofrecer en materia neta y explícitamente sexual. Ethel hizo un par de comentarios horribles que, lo único que logró fue inhibirme más de lo que ya estaba; dijo. ― No está la pulserita que diga, me gusta por atrás o en cuatro patitas o, me encanta de parado sobre la baranda del barco o, quiero chupársela a ese rubio de melena que la tiene inmensa ¿No? ― Ethel, yo no me voy a poner ninguna cucarda como si fuera una vaca en celo. Estoy temblando y, no se siquiera si voy a salir de esta cabina con esa bata que se me van a ver hasta los pelitos del chocho, aunque me los he depilado prolijamente antes de salir de casa. ― Entonces, vamos vestiditas a cenar, porque a las seis comienzan a dar los turnos para los distintos comedores, vamos, miramos, hacemos ojitos si hay algo que nos guste y, luego vemos. ¿Estás de acuerdo?. ― Ethel, yo te sigo a vos y, sé que esa no fue una buena idea al venir aquí. Pero ya estamos y, no voy a hacer papelones. ― No te lo perdonaría en toda la vida.
Diario Personal de Rosa AzulEstos son los relatos que integran el Diario personal de Rosa azul, donde no hace llegar algunas de sus vivencias. Desde la vivida junto a Juan, hasta las fabulosas aventuras junto con su amiga en un crucero swinger. Además, nos hace la narración de un largo viaje en el que conoció a una enigmática chica. Poco a poco, cada vez hay más relatos porque poco a poco os vais animando a escribirlos y a enviarlos para compartirlos. A lo mejor, tienes cosas que contar y que te apetece compartir, pues este es el sitio. Si lo deseáis, puedes enviar tu relato a la dirección que figura en este enlace enviar relatos prohibidosY si lo que quieres es copiar algún relato y compartirlo en tu sitio, o en otro, no olvides copiar y pegar también el enlace de donde lo has obtenido. y el nombre del autor, no cuesta nada y es de justicia.Y si estás interesado en adquirir esta página, debes de saber que está en venta. Si tienes interés, puedes contactar con nosotros aquí. |
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