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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Caro y el jardinero en casa
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Después de haber dejado en claro nuestra relación y atracción entre el jardinero y yo, y luego de haber dado rienda suelta a todos mis deseos en el tremendo encuentro sexual, el fuego quedó encendido dentro de mí. No pude dormir pensando en todas las locuras que hice por culpa de mis hormonas. Acostada en mi cama, me reprochaba a mí misma mi propio comportamiento, a la vez que no dejaba de acariciarme pensando que mis manos eran las suyas recorriendo mi cuerpo. Esperaba con ansias que amaneciera y saber del regalito que me había prometido para que lo usara para cuando me entregara nuevamente a él.

Ni bien amaneció, me bañé, perfumé y me puse linda; sobre mi cuerpo, solo una batona de tela suave y ligera. Dejé entrar a la señora de la cocina, le ordené que me preparara el desayuno y que se fuera después de que dejara entrar al chico del jardín, para que reciba el mensaje de que estaríamos solos. 

Me molestó mucho que él llegara un poco tarde, mi cuerpo estaba en resonancia emocional, estaba alterada y nerviosa, no sabía cómo debería actuar al verlo. Salí y al verme sonrió, se me acercó y me entregó unas flores que había cortado para mí, a la vez que me entregaba el regalito que me había ofrecido; lo recibí con una sonrisa, pero le hice saber que estaba un poco ocupada y un tanto enojada; me quiso abrazar, pero lo rechacé y me metí a la casa

Desde mi habitación lo vi trabajando y haciendo movimientos bruscos, como si estuviera enojado. Sonreí, y dije para mis adentros― Ahora sufre por haberme hecho esperar. .

Saqué su regalo de la fundita y me encontré con un baby doll negro de dos piezas; una chaquetilla negra y transparente que me llega a la altura del pubis, y un minúsculo hilo dental del mismo color, de esos que son solo hilo, que no cubren nada, es más, se pierde entre las nalgas y el pliegue de mis labios vaginales.

Al ver eso, mi imaginación voló, la libido y el morbo aumentaron, mis pezones y vulva se hincharon, y el enojo desapareció. Corrí al vestidor a probármelo, me veía espectacular; me puse la batona sobre esas prendas, calcé unos zapatos rojos de tacón alto, y salí llevándole un vaso de jugo de fresas como si nada pasara. 

Él, aparte de estar enojado, e intrigado por mi comportamiento displicente, me lo agradeció y pidió que se lo dejara en una mesa con parasol sin ni siquiera mirarme. Avancé a la mesa al tiempo que le decía que ese era el regalo para él. Aprovechando que no me miraba, me saqué la batona, adopté una pose muy provocativa, abrí la chaquetita para dejar expuestas mis tetas hinchadas y puntiagudas y le insistí que por lo menos aceptara el jugo que le había llevado. Cuando él se viró para verme, yo toda coqueta y con movimientos insinuantes, mojé dos dedos en el jugo al tiempo que lo masajeaba en forma circular sobre mis pezones.

El jardinero sonrió de oreja a oreja, sus ojos se desorbitaron, y su pantaloncillo estaba a punto de estallar. Se acercó al tiempo que me decía lo linda que me veía, y que sabía que ese momento llegaría, así como se lo había imaginado. Se agachó, chupó mis pezones, estrujo mis tetas y me dio otro beso tan apasionado como el del día anterior. Me llenó de besos que me dejaron los labios hinchados y yo a él casi sin lengua. Me pidió que caminara para él de forma provocativa y sensual por los senderos del jardín, y yo obediente lo hice.

Cuando llegué a él, abrí los brazos y le dije― Este cuerpo es tu regalo, tómalo, disfrútalo y haz con él lo que quieras ―Acto seguido, me levantó, me sentó en la mesa frente a él, me sacó el hilo con sus dientes, me acostó, abrió mis piernas y me bañó con el jugo, para luego ponerse a lamerlo;. Cuando hubo terminado de dejarme limpia, la fresa que adornaba el vaso, la metió varias veces en mi vagina, y cada vez que la sacaba, la lamía diciendo que ahora si podría decir que yo le había dado jugos de mi fruta prohibida, jeje.

Tuvimos sexo de mil maneras, jugamos por todos los exteriores de la casa; mi excitación era tanta, que al jugar como la niña malcriada con su papá, él me ponía boca abajo sobre sus piernas y le permití que me diera muchas nalgadas hasta dejarme rojas las nalgas; cosa que nunca me ha gustado, pero que ese día lo disfruté por el morbo de verme en una escena así. Jugamos a la damisela que rechaza a su hombre ansioso de poseerla y que termina violada en el momento que la agarrara; y de este modo, terminé violada en el garaje, en la entrada de la casa, en la lavandería y revolcada en el césped.

Terminado nuestro encuentro, como el día anterior, nos bañamos, el a mí y yo a él, salí desnuda a la calle a despedirlo con un beso apasionado de horas, mientras dejaba que se deleitara acariciándome toda con sus grandes y fuertes manos. Es que exhibirme y que me pillen es una aventura prohibida tan excitante que me vuelve loca y depravada.

En el restante de mis días de vacaciones, otra semana más, fui mermando los encuentros; mi esposo regresaría justo después de esa semana y no quería que me viera marcada de tantos moretones, mordidas y chupetones en todo mi cuerpo, en especial mis tetas, cuello y nalgas; pero que, aun así, duraron hasta su regreso.

Él contrato se le acabó al mes, o sea, una semana después de mis vacaciones, pero por cuestiones de mis viajes, ya no pudimos vernos. Ahora tengo que confesar que él es mi amante preferido, y que siempre estoy dispuesta cuando me necesita, lo mismo que él para mí.

Saludos, Caro.

 

 

Caro y el sexo

Caro es una mujer dedicada a su esposo y a su hogar, cuando él está en casa. Es una reconocida profesional con un cargo importante donde trabaja y con una gran responsabilidad en su trabajo donde goza de gran confianza. Pero también  es una  mujer libidinosa, llena de morbo, un tanto exhibicionista, soñadora, que gusta mucho de bailar, y yo diría que hasta ninfómana. Su marido sospecha que tiene aventuras, como ella también sospecha que él las tiene, pero se respetan y tienen una premisa, que todo lo que hagan, lo hagan bien y siempre lo terminen.

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