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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Carta a un cornudo
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Entro en la habitación y la encuentro preparada como te pedí. La luz de las velas parpadea y en sus tenues sombras me fijo en la cama pulcramente hecha que has preparado para que te muestre cómo se merece ser follada tu mujer, y la admiro. Está de pie, orgullosa, casi desafiante, a los pies de la cama. Laura está envuelta en una bata que la cubre, pero apenas oculta su suave cuerpo desnudo. La oscuridad de sus pezones se hace patente al endurecerse bajo la tela.

Tú estás arrodillado a su lado, también de cara a la puerta. Estás desnudo, con la cabeza inclinada como se te ha indicado, con los ojos en el suelo. Tus manos están cruzadas en tu regazo, cubriéndote la polla.

― Tu mujer me dice que la follas como una zorrita, esa no es forma de tratar a tu bella esposa ¿Verdad?

― No ―susurras.

― ¿Perdón?

― No señor ―respondes más fuerte.

― ¡Entonces mírala, marica! Mira lo caliente que está, de pie aquí, madura para la cogida.

Le agarro por el pelo de la parte superior de la cabeza, levantándole y girándole para que vea a su zorra en su gloria, a punto de ser bien follada y adecuadamente jodida.

― He oído que no te ha atendido como es debido, ¿es eso cierto? ―Al soltarte, me vuelvo hacia ella que asiente dulcemente con una sonrisa en la cara― Qué desperdicio es eso, te mereces algo mucho mejor que esto.

― Voy a hacerte un favor, voy a mostrarte cómo esta hermosa mujer debe ser follada.

Le acaricio una mejilla y ella apoya su cara en mi mano, agradecida por la atención. Vuelvo a acariciarla, esta vez con más firmeza, casi con brusquedad y mientras mí mano desciende, le quito la bata del hombro, dejando al descubierto un costado. Bajo la mano y doy un rápido golpe en la humedad que ya se está formando entre sus piernas y me detengo en la dureza de su clítoris. Llevo la mano hacia mi cara y aspiro su dulce aroma― ¡Qué bien! ―le digo.

―Gracias ―dice ella, y sus mejillas enrojecen de vergüenza al darse cuenta de lo excitada que está.

Me acerco y le quito la bata del otro hombro que cae alrededor de sus tobillos. Sigues arrodillado junto a ella, con la cabeza junto a sus caderas y frente a las mías.

― Si voy a follar contigo, probablemente deberías empezar por bajarme la cremallera de los pantalones.

La agarro del pelo y la empujo para que se arrodille, y ahora Laura está a tu lado, en el suelo. Laura está arrodillada frente a mí, tú estás a mi lado. Puedes sentir su caliente cuerpo desnudo junto a ti, excitado por lo que está por llegar.

Laura se levanta, me desabrocha el cinturón, me desabrocha los pantalones y empieza a bajar la cremallera de mi bragueta buscando mi polla ya erecta ante la perspectiva de llenar su dulce coño. Laura pasa su suave mano alrededor de mi polla y veo que se coloca para rodeármela con sus labios, para saboreármela.

― Espera ―le digo.

― Tú, dame tu mano.

Extiendes tu mano y yo reemplazo la de ella por la tuya alrededor de mi polla. Te encoges, nunca habías tocado la polla de otro hombre, y mucho menos sostenido una mientras se ponía rígida, a punto de ser introducida en la ansiosa boca de tu mujer.

Repulsivo y fascinado, observas cómo tu mujer se inclina hacia delante para lamer la cabeza de mi polla, ya mojada.

Levantas mi polla hacia arriba, hacia la boca de tu esposa. Yo tengo una mano en la parte posterior de su cabeza y la otra fuerza para abrirle la boca. Doy varios empujones largos y lentos en su boca con tu mano manteniendo mi polla firme mientras controlo la cabeza, entrando profundamente en su garganta. Disfruto viendo cómo sus labios se deslizan por mi polla hasta encontrarse con tu mano, y una mezcla de jugos y saliva sale de su boca, va goteando por mi polla hasta tu mano.

― ¡Tú, sit!

Y quito tu mano de mi polla, despidiéndote para sentarte y ver todo lo que va a pasar a continuación.

La pongo de pie, dándole la vuelta, acariciándola, pasando mis manos por toda ella, violándola, amasando sus pechos llenos, presionando mi polla aún resbaladiza de saliva entre sus nalgas.

La inclino, separando sus nalgas, mostrando su coño

― Me voy a follar a tu mujer, y tú vas a mirar. Vas a aprender de la follada que le daré, y vas a ayudar como buen cornudo.

Agarrándote por el hombro, te tiro encima, con tu cabeza justo al lado de mi polla moviéndose detrás de su trasero abierto.

― ¿No querrá que la folle en seco, verdad? ¿Deslizar una polla menos lubricada dentro de ella? Por supuesto que no. ¿Pero cómo podemos solucionar eso?

No dices nada, pero sabes exactamente lo que te estoy diciendo que hagas. Te mueves para volver a poner tu mano alrededor de mi polla y te mueves de mala gana para tomar mi polla en tu boca.

―Mira cómo tu esposo chupa la polla que te va a follar.

Laura mira hacia atrás desde donde está agachada para ver la cara de su marido siendo follada con largos y duros movimientos por la misma gruesa polla que estaba en su propia boca hace solo unos pocos momentos. Una sonrisa perversa se dibuja en su rostro al ver el espectáculo de cómo te utilizan como a una zorrita.

― Mucho mejor, ahora será mejor que pongamos esa polla donde haga algún bien, ¿eh?

Te la saco de la boca y la empujo en su coño abierto. Primero la cabeza, que aparentemente es más grande que tu propia polla ya que su gemido bajo se rompe con un chillido agudo, y luego centímetro a centímetros, lentamente hasta que mi polla completa está dentro de ella desde detrás.

― Mejor que se acerque ―y te obligo a ponerte de espaldas entre nuestras piernas, mirando hacia arriba, pero no por mucho tiempo.

La agarro del pelo y tiro hacia atrás, arqueando su espalda y haciendo moverse sus caderas hacia delante en tu cara. Su clítoris llega hasta tu boca y mis pelotas golpean contra tu barbilla, mis duros y crueles envites la hacen moverse mientras me deslizo dentro y fuera.

El néctar de su coño empieza a correr por mis pelotas― ¡Zorra! ¿Qué estás haciendo ahí abajo? ¡Es mejor que no dejes caer nada de eso! ―y noto su lengua lamiéndome las pelotas.

― Qué coño tan dulce, apretado y húmedo tiene tu mujer y qué desperdicio que no sepas qué hacer con él ―Marco cada palabra con un empujón extra fuerte, clavándola en su coño y la guio a tu cara.

― Mira como tu mariquita gira la cabeza para verte, inmovilizado debajo de nosotros ―dijo para continuar―En poco tiempo, vaciaré mi semen dentro de ella, explotando mientras tú gimes debajo de nosotros, con tu propia polla dura en la mano mientras me follo a tu mujer.

― ¡Qué buena cuca! ―susurra ella entre gemidos.

― ¡Ahora límpiala! ―te ordeno.

Entre los dos te sujetamos mientras ella se pone en cuclillas sobre tu cara, su agujero abierto goteando mi semen y su propia dulzura.

Espero saber de ti.

Cojedor

Otro relato ...




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