Esta web utiliza cookies, puedes ver nuestra la política de cookies, aquí Si continuas navegando estás aceptándola
Política de cookies +
La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Comportándose como una verdadera prostituta callejera
ADVERTENCIA: Esta página contiene textos, imágenes o enlaces que pudieran ser considerados no apropiados para personas menores de la edad legal. Por eso se hace esta advertencia. El contenido de los mismos es evidentemente "para adultos" y de contenido explícitamente sexual por lo que, hecha esta advertencia, si finalmente decides continuar, lo haces bajo tu única y exclusiva responsabilidad. No se obliga a entrar, es más, se recomienda que aquellas personas que puedan sentirse molestas, o incluso ofendidas, con el contenido de lo que aquí aparece, que se abstengan de hacerlo.

Pocos meses después de casarnos, mi esposa confesó una fantasía que tenía, dijo que quería que la recogiera en la calle como si fuera una prostituta.

Acordamos hacerlo y ese día se puso un vestido negro muy ajustado, una pequeña tanga y unos zapatos con tacones muy altos. Se veía hermosa, lista para ser bien cogida en la calle.

Nos fuimos en auto y la dejé sola en una calle poco iluminada, donde sabíamos que normalmente había pocas prostitutas. Hice un par de rondas en mi auto y me sorprendí al ver que varios autos se detenían y algunos hombres le preguntaban a Ana. Pero mi nena los rechazó a todos, esperando que yo me acercara más.

Me acerqué a ella y le hice algunas preguntas; le dije que quería una mamada húmeda y follarla sin condón. Ana se subió al asiento del pasajero nos dirigimos a un estacionamiento cercano. Ella estaba excitada y muy mojada; me dijo que unos hombres le habían pedido que hiciera una penetración anal y doble.

Se levantó el vestido para mostrarme su tanga empapada. Yo podía percibir el olor a sexo dentro del coche; Ana necesitaba que la follaran de verdad.

El estacionamiento estaba vacío pero Anita me pidió ir a algunos bares; para poder practicar más su comportamiento de zorra. Se sacó su tanga húmeda y la puso en mi bolsillo.

Una vez en el primer bar nos tomamos unas cervezas y Ana se hizo notar por todos los hombres del lugar. Cruzó y abrió las piernas mientras estábamos sentados, mostrando a todos sus muslos lisos y su montículo afeitado. Fui al baño y al regresar, encontré a mi esposa charlando con algunos hombres que pensaron que mi esposa era una prostituta callejera y querían tener una oportunidad de sexo con ella.

Finalmente dejamos el bar y volvimos al estacionamiento. Ana me bajó los pantalones y me sacó la polla.

Empezó a acariciármela y pronto sentí sus cálidos labios rojos envueltos fuertemente alrededor de mi cabeza de pene. Estaba en el cielo; Ana parecía una verdadera prostituta callejera. Tenía tantas ganas de follar que se puso a horcajadas y me echó sus propios jugos en la punta de mi polla. Me miró a los ojos mientras se deslizaba para empalarse en mi polla endurecida.

Mientras se movía arriba y abajo, gimiendo muy suavemente, miré por el espejo retrovisor y vi un coche de policía acercándose. Ana también lo vio y tuvo el tiempo justo para desmontarse de mí y volver a ponerse en el asiento del pasajero.

El coche de la policía se detuvo cerca de nosotros y dos policías salieron. Un gran policía negro tocó el vidrio de la ventana con su linterna. Bajé el vidrio y me preguntó si no era demasiado tarde para estar ahí con una prostituta. Me hablaba a mí pero sus ojos estaban fijos en el escote de Anita que tenía los pezones completamente endurecidos por la excitación. El hombre añadió que era un delito grave estar follando en las calles.

Luego se dirigió a mí y me dijo que seguro que había tomado tanto alcohol y que no podía conducir con seguridad de vuelta a casa en mi estado.

Sabía que la multa sería enorme; así que traté de convencerlo si había otra manera de arreglar estos problemas. Lo malo, era que no tenía suficiente dinero conmigo. El hombre sonrió, ordenándonos que saliéramos del coche.

Yo me quedé detrás, cerca del maletero, pero Ana estaba sentada entre ellos en el asiento trasero. Vi a ambos policías bajarse la cremallera de sus pantalones y ordenarle a mi esposa que se la chupara. Anita me miró brevemente; sonrió a los hombres y tomó las dos pollas en sus manos. Empezó a chupar la polla negra, que era enorme.

Su compañero le subió el apretado vestido a Ana y comenzó a tocarle con los dedos su ya empapado coño. Le comentó al otro que mi esposa estaba muy mojada.

Una vez que ella puso las dos pollas duras como piezas de acero con su suave boca mojada, arrastraron a mi esposa fuera del coche. Anita quedó inclinada sobre el capó y su vestido levantado hasta la cintura. Me ordenaron que me acercara para poder ver el tratamiento policial que se le daba a alguien que estaba infringiendo la ley.

El rubio dijo que él iría primero, Le agarró las caderas a Ana y le metió la polla en el coño mojado de mi mujer. Ella gimoteó un poco; pero luego me sonrió haciéndome saber que se estaba divirtiendo.

Ese hombre no podía aguantar demasiado y gruñó y se corrió en el vientre de mi esposa. Se retiró, dándole su lugar al otro que se puso detrás de Ana. Sabía que tenía una polla más grande que su compañero y Ana abrió la boca y gritó de dolor mientras él entraba en su coño. Folló a mi esposa fuerte y rápido hasta que se corrió profundamente en el coño de mi sexy Anita. Ambos se vistieron de nuevo y me advirtieron que la próxima vez debería ir ante el juez.

Anita volvió al coche y su mojado coño rezumaba semen fresco. El olor a sexo invadió nuevamente el espacio interior de nuestro coche. Mi esposa parecía como borracha; pero yo sabía que estaba satisfecha.

Mientras conducía a casa, Ana me instó a ir más rápido. Ambos hombres la habían cogido duro pero ella no se había corrido todavía. Ella quería que yo terminara el trabajo en nuestra cama matrimonial. Añadió que incluso estaba de humor para algo de sexo anal.

Ana y Víctor

Otro relato ...




Poco a poco, cada vez hay más relatos porque poco a poco os vais animando a escribirlos y a enviarlos para compartirlos. A lo mejor, tienes cosas que contar y que te apetece compartir, pues este es el sitio. Si lo deseáis, puedes enviar tu relato a la dirección que figura en este enlace enviar relatos prohibidos

Y si lo que quieres es copiar algún relato y compartirlo en tu sitio, o en otro, no olvides copiar y pegar también el enlace de donde lo has obtenido. y el nombre del autor, no cuesta nada y es de justicia.

Y si estás interesado en adquirir esta página, debes de saber que está en venta. Si tienes interés, puedes contactar con nosotros aquí.