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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Con Andrea y su marido
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Arturo que es de nuestra edad aguantaba mucho más que Carlos, pero éste tenía un lado perverso que Arturo no poseía. El ideal sería una combinación de los dos pero en fin, no se puede tener todo. He compartido este pensamiento con Andrea que luego sugirió― ¿Por qué no juntamos a los dos?

― ¿Crees que resultaría?

―No lo sé pero podíamos intentarlo ―dijo ella.

Por aquellas fechas Carlos estaba muy preocupado por la salud de la esposa por lo que las cosas calmaron bastante en la oficina en lo sexual entre nosotros. Esa ausencia de sexo me tenía muy excitada y a la vez muy incómoda, aunque comprendía perfectamente las razones. También el deseado encuentro con Arturo y Carlos era cada vez más difícil de que se produjera. Era Andrea quien me apagaba el fuego del deseo de tener sexo. Cada vez nos encontrábamos con más frecuencia.

Una tarde, que estábamos las dos en su casa acostadas en su cama, con ella acostada con las piernas abiertas mientras yo le lamía el clítoris y al tiempo le introducía el enorme consolador negro que habíamos comprado juntas. El trasto ese era mucho más grande que las pollas que conocíamos ambas.

― ¡Qué pena que no sea real ― acertaba a decir a Andrea pese al placer que sentía.

Tomé unas corbatas de su marido y le até las muñecas. Luego se separé y las piernas y también se las até a los pies de la cama de forma que Andrea no se pudiera mover mucho.

Me senté sobre su cara para que me pudiera lamer el coño mientras le masajeaba las tetas. No pasó mucho tiempo hasta que empecé a gozar de aquella boquita traviesa y amorosa. Me bajé de encima de ella y empecé a jugar con el consolador negro metiéndomelo y no tardé en empezar a gemir, primero fingiendo pero poco después sintiendo auténtico placer.

―No es justo, me atas y lo que haces es divertirte tu sola, por favor no te olvides de mí ―se quejaba Andrea pero eso era lo que quería, obligarla a verme gozar.

Cuando estaba a punto del orgasmo me incliné sobre ella y le comí a conciencia el apetitoso coñito mientras intentaba introducir mi mano en aquel agujero. Ella gemía y me pedía parar alegando que era muy grande pero a pesar de sus suplicas continué hasta conseguir meter toda mi mano en su coñito. Luego empecé a sacar y meter hasta que ella se corrió.

Estábamos tan absortas con lo que estábamos haciendo que ni nos dimos cuenta de la presencia de Lucas, el marido de Andrea, que desde la puerta del cuarto se masturbaba mirando hacia nosotras. Al darnos cuenta de su presencia avanzó hacia la cama, desnudándose y cuando llegó a nuestro lado ya estaba sin nada de ropa. Besó a su mujer y se colocó de la mejor manera para meterme su polla en mi boca. Mientras yo se la chupaba soltó a Andrea que se unió a mí en la chupadas y lamidas de su polla.

Andrea se aprovechó de mi postura en cuatro y se puso detrás y me metió un tapón en el culo. Luego empezó a follarme por el coño con el consolador negro. Ya tenía llenos todos mis agujeros. Dos por mi amiga y otro por su marido.

―Hummmm ―fue todo lo que quise decir.

Estaba a gusto pero quería más, por lo que me saqué el consolador negro de dentro y me senté encima de Lucas metiéndome su polla dentro y empezando a cabalgarle de manera frenética. Pero Andrea se sentó en la boca de su marido frente a mi y poniéndole el coño en la lengua. Me miró apasionada, dio una palmada en las tetas y me besó enseguida.

Al cabo de algún tiempo Andrea dijo― Ahora es mi turno para atarte querida ―y me ató como antes yo la había atado.

Alegó el derecho de propiedad para chupársela a su chupar al marido encaminándolo después para que nuevamente entrara dentro de mí. En esta posición era él quien me penetraba y Andrea se colocó encima de mí para poder besarse con su marido. Esta posición no era la mejor para mí porque los movimientos de Lucas se frenaron un poco pero no tardó Andrea se sentase en mi boca ofreciendo su coñito a mi lengua.

El Lucas volvió a coger energía y lo hacía lo mejor que podía mientras Andrea que ya gime en mi boca. Pero en vez de correrse en mi boca orinó en mi cara.

―Esto es para que no vuelvas a dejarme mirando mientras gozas ―dijo gimoteando.

Al ver esta escena el Lucas la sacó de dentro de mí y eyaculó me arrojando su semen sobre mis tetas que Andrea a aprovechó para extender bien aquella sustancia densa, cálida y pegajosa calurosa por todo mi cuerpo. Andrea aprovechó para meterse la polla de su marido en la boca y limpiarla. Después le dijo algo al oído que no pude captar pero poco después, al ir al baño con ella. Le llamó y Lucas me dio un buen baño de orina sobre las tetas y la barriga. Él dijo algo que no entendí.

―No, no te preocupes que a Maika le gusta, apuntale el chorro a la boca

Después de ducharnos, Lucas llamó a mi marido para invitarle a venir a cenar, aprovechando el hecho de que yo ya estuviera en su casa.

Besos, Maika.

 

 

Historia de Maika

Maika es una hermosa madrileña morena de cincuenta y dos años que cuenta, en forma de relato, alguna de sus aventuras sexuales de dos décadas atrás cuando descubrió una parte de su sexualidad que desconocía de la que aún disfruta.

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