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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Con Andrea
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Cada día que pasaba mi marido Simón se revelaba como toda una sorpresa como yo nunca había imaginado. Respondía de la mejor manera posible a cada provocación por mi parte aumentando mi grado de excitación. Nuestras noches eran cada vez más excitantes. Me gustaba este nuevo Simón que siempre me conseguía sorprender y mucho era mucho más atrevido.

Algunos viernes dejábamos a los niños con sus padres para poder salir por la noche o sencillamente cenar con algunos amigos. Una de esas noches que fuimos a cenar, nos reunimos cinco personas en casa de una pareja amiga. Además del matrimonio estaba un amigo soltero. Como otras veces decidí ir sin nada debajo de la falda. También en un alarde me arriesgué y tampoco me puse el sujetador dejando libres a mis tetas por debajo de la camiseta. A Simón no le dije nada y tampoco se dio cuenta porque cuando me vio ya llevaba me había puesto el chaquetón.

Cuando llegamos a casa de nuestros amigos, un chalecito en una urbanización de las afueras, Arturo ya estaba allí. Nada más llegar y tras unas rápidas presentaciones, ya nos conocimos, me fui a la cocina a ayudar a Andrea a terminar los preparativos de la cena y fue allí donde me despojé del chaquetón. Cuando volví al comedor llevando una bandeja de entremeses los tres se quedaron estupefactos al verme. La camiseta que me había puesto me quedaba bastante ajustada y se me marcaban los pezones endurecidos por el roce de la ropa.

 La cena transcurrió muy normalmente dedicándome con disimulo a pasar la mano por encima de la abultada bragueta de Simón. Ese aumento de tamaño no pasó inadvertido a mi que una de las veces en que fuimos a la cocina me preguntó si aquella erección era consecuencia de la ausencia de sujetador en mis tetas.

―¿Por qué no lo haces? ―le propuse animándola a que experimentara lo mismo― estás en tu casa.

― Ven conmigo ―dijo ella

Fuimos juntas a su habitación donde ella se quitó la blusa y me pidió ayuda para quitar el sujetador.

Andrea es mi mejor amiga desde los tiempos del colegio y además, una mujer muy bonita, con unos senos más grandes que los míos, de piel morena y pelo corto marrón oscuro.

Le solté el sujetador y la acaricié las tetas y sorprendentemente para mí gimió al sentir mis manos en sus pechos. Me gustó la sensación de sentir unas tetas en mi mano y apreté un poco los pezones. Andrea volvió a gemir suavemente.

― No es justo Maika, también quiero tocar las tuyas.

Me levantó la camiseta y me acarició las tetas. Agachó un poco y me chupó los pezones y me encantó. Dejé escapar un gemidito y me miró a los ojos para ver mi reacción. Yo también la miré y pude ver que sonreía complacida. Cerré los ojos para aprovechar el momento pero unos golpes en la puerta nos indicaron que nos había echado en faltar.

―¿Os falta mucho? ― Preguntó Lucas.

Nos recolocamos la ropa y recompuestas bajamos desilusionadas por el encuentro interrumpido. El resto de la velada de desarrolló con intercambios de miradas entre Andrea y yo. Nos fuimos pronto a casa porque Simón estaba cansado.

A la semana siguiente Andrea me llamó a invitarme a comer e inmediatamente acepté. Quedamos en un restaurante cerca de mi oficina y como era bastante habitual, no llevaba bragas y por las prisas no me había quitado el patón del culo. Como también era inevitable, acabamos hablando de lo que pasó en la cena y ella me confesó azorada que le gustaría estar conmigo a solas.

Después de comer y como es normal entre amigas fuimos juntas al baño. Me levanté la falda y me agaché para enseñarle lo que tenía dentro del culo.

―Mira que tengo aquí ―le dije señalándome el objeto que tenía metido en el ano.

―Pero… ¿Caminas así por la calle? ―preguntó asombrada mientras miraba detenidamente en medio de mis nalgas y tocaba en el dedo la parte que quedaba fuera.

―Si, claro, es acostumbrase.

―¿Y si te sucede algo …?

Por toda respuesta me encogí de hombros.

Ella curiosa y atrevida me lo retiró con extrema precaución ―¡Oooooooohhhhh― exclamó asombrada mientras me lo volvía a colocar.

Nos besamos y salimos, seguras de que nuestro próximo encuentro sería maravilloso.

El viernes de esa misma semana, quedé con Andrea utilizando la excusa con nuestros maridos de que íbamos a ir de compras juntas. Simón me dejó delante del chalecito con mi amiga esperándome a la puerta. Nos dimos un besito en los labios tras cerrar la puerta y nos fuimos a su habitación. Nos desnudamos mutuamente y nos acostamos. Andrea no perdió el tiempo y comenzó a besarme y chupetearme las tetas.

―¿Ha sido cosa de Simón mandarte al trabajo con esa cosa en el culo? ―me preguntó mientras apoyaba su cara en una de mis tetas y me pellizcaba el pezón con una mano.

Entre ambas siempre hubo mucha sinceridad y confidencias ―Ha sido cosa de mi jefe ―acabé pro confesarle entre gemidos mientras sus deditos delicadamente frotaban mi clítoris. Me corrí dos veces de continuo. La primera consecuencia directa de mi confesión y la segunda por sus caricias que se aceleraron ya con dos dedos dentro de mi coño. Su boquita se comió la mía y su lengua entró hasta mi garganta.

Le pedí que me dejara lamerla también lo que ella y aceptó ―¡Oh si! Pero espera un momento yo también tengo … ―Y se levantó dirigiéndose a buscar un vibrador que tenía en un cajón de la cómoda bajo unas prendas. Me lo dio y yo lo lamí para lubricarlo un poco mientras la miraba con mucha lascivia. No me conformé con lubricarlo y comencé a jugar con el consolador en mi boca como si fuera una polla y metiéndolo hasta el fondo de mi garganta. Era un trasto hermoso, de buen tamaño, de forma de pene estilizado y con unas rugosidades en forma de anillos alrededor de una buena parte de su longitud. Me coloqué entre sus piernas abiertas y le introduje el consolador ya encendido mientras le besaba y chupaba el clítoris. . Ella gemía y cada gemido intensificaba mis movimientos. Creo que estaba disfrutando más que Andrea que se corrió en mi boca. Lo que me encantó aún más.

Nos abrazamos para besarnos tiernamente y mientras yo le conté todas mis aventuras recientes. Quedó encantada con lo que le confesé y me hizo prometerle que me contaría siempre esas cosas cuando estuviéramos juntas y que es algo que luego sucedió muchas veces.

Poco después y casi a la vez llegaron nuestros mariditos que riéndose preguntaron si habíamos gastado mucho dinero en las compras.

―Somos muy tacañas ― respondió a Andrea mientras yo dejaba escapar una carcajada.

Besos Maika

 

 

Historia de Maika

Maika es una hermosa madrileña morena de cincuenta y dos años que cuenta, en forma de relato, alguna de sus aventuras sexuales de dos décadas atrás cuando descubrió una parte de su sexualidad que desconocía de la que aún disfruta.

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