La Página de Bedri
Relatos prohibidos Conociendo a Chelsea
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Chelsea estaba sentada a la mesa dando sorbos a su bebida y contemplando en silencio la actividad del bar. Mientras, la música sonaba a buen volumen y las otras chicas bailaban. Ella se sentó sola como de costumbre y miraba a sus amigas. Era demasiado tímida para intentar relacionarse con los chicos. Nunca se le acercaban ni se fijaban en ella, sobre todo cuando estaban sus amigas. Mientras que todas ellas eran delgadas y guapas, ella era bajita, regordeta y normal. Sabía que no podía mezclarse con ellas aunque siempre la llevaran con ellas. A los veintidós años, Chelsea seguía siendo virgen. Nunca se había besado con nadie. La única vez que había intentado besar a un chico en el instituto, éste se había echado atrás y se había reído. Aquel mal encuentro había arruinado su confianza y herido su autoestima. Estuvo a punto de darse por vencida, pero estaba cansada de estar sola y frustrada sexualmente. Sus amigas la animaron a salir y conocer a algunos chicos. Insistieron en que era atractiva y que a los chicos les gustaría. Pero hasta ahora, ninguno parecía estarlo. Volví a verla sentada sola mientras cruzaba el bar. Venía a menudo y disfrutaba del ambiente, de la música y del desfile interminable de chicas cachondas. Nunca entendí por qué estaba siempre sola, ya que era una chica muy guapa, además de divertida y respetuosa. Siempre me interesó hablar con ella y decidí ver cómo le iba. Cogí dos cervezas y me dirigí hacia su mesa. Vi que sus ojos me seguían y luego se abrieron de par en par cuando me senté a su lado y le puse una cerveza delante. ― Hola Chelsea, ¿te apetece un poco de compañía? ―le pregunté. Ella miró a su alrededor y luego a la cerveza antes de mirarme a mí. Señaló la pista de baile y me dijo que sus amigas estaban allí si las buscaba. ― No, he venido a hablar contigo ¿Cómo te va estos días? Ella bajó la mirada tímidamente y me dedicó una leve sonrisa― Me va bien, supongo. ¿Y a ti? ― Trabajando, pasando el rato, bebiendo... ―Respondí mientras chocaba mi cerveza con la suya― ¿Sigues en la universidad y trabajando en el centro comercial? ― Sí, lo mismo de siempre ―suspiró― La misma vida aburrida y sola, como siempre. ― ¿Sola? ―le pregunté― ¿No sales con nadie estos días? ― ¿Estos días? ―rió― ¿Qué tal ningún día? ― ¿Qué quieres decir? ―le pregunté. ― Ahora estás siendo un imbécil ―dijo en voz baja mientras miraba su cerveza. ― ¿Qué? ―pregunté sorprendido― ¿Por qué soy imbécil, sólo me preguntaba si estás saliendo con alguien? Suspiró y se volvió hacia mí. Estaba a punto de decir algo cuando sus amigas se acercaron a la mesa. Se dio la vuelta y bebió un trago de su cerveza mientras empezaban a charlar. Me excusé y volví al bar a por dos cervezas más. Vi cómo las chicas hablaban con Chelsea y me miraban a mí, evidentemente interrogándola. Volví a la mesa y me saludó Barb, la rubia alta líder del grupo. Me rodeó con el brazo y se inclinó hacia mí, apretándome contra sus grandes pechos. ― Me alegro de verte ―sonrió― Ven a bailar con nosotras. ― Tal vez más tarde ―respondí― Por ahora estoy hablando con Chelsea. Me acerqué y me senté junto a Chelsea mientras ponía la cerveza frente a ella. Ella me miró con una sonrisa mientras las demás me miraban sorprendidas. Se encogieron de hombros y se fueron a la pista de baile. Barb me miró fríamente― Vale, tú te lo pierdes ―dijo mientras se daba la vuelta y seguía a las demás. ― Ahora, ¿por qué soy un idiota? ―pregunté mientras me giraba en el asiento para mirar a Chelsea― Sólo te pregunté si estabas saliendo con alguien. ― ¿Por qué no te fuiste con ellas? ―preguntó― Sé que Barb y tú habéis salido antes. ― Porque vine a hablar contigo, no con ellas ―respondí. Me miró y bebió otro trago antes de decir― No voy a salir con nadie ―suspiró― Nunca he salido con nadie. ― Me cuesta creerlo ―dije― Debes de ser muy exigente. ― ¿Qué quieres decir con eso? ―preguntó en tono seco. ― Oh, vamos Chelsea ―respondí― ¿Me estás diciendo que ningún chico te ha pedido salir? Me cuesta mucho creerlo. ― ¿Por qué es tan difícil de creer? ―preguntó. ― Porque eres agradable y atractiva ―respondí― Muchos chicos se fijan en ti. ― No, no lo hacen ¿Me has mirado alguna vez? Me sonrojé un poco ante la pregunta. La había mirado muchas veces― ¡Sí! ― ¿En serio, o sólo estás jugando un poco conmigo? ― De verdad, tienes un buen culo y bonitas caderas. ― ¿Qué…? ― Tienes un buen culo. Tiene buena forma y parece firme. Las nalgas se curvan bien y sobresale lo justo. Te queda muy bien con esos vaqueros blancos que llevas. Se sonrojó y se rió, tomó otro sorbo de cerveza y se volvió hacia mí con una sonrisa― ¿Así que te gusta mi culo? ― Sí, me gusta, también me gustan mucho tus caderas. Bonitas y con curvas, no demasiado anchas. Siempre me he preguntado cómo sería... ―Me detuve y di un trago a mi cerveza. ― ¿El qué? ―preguntó― ¡Venga, cuéntamelo! ― Tienes una gran sonrisa, unos bonitos labios carnosos y también unos bonitos ojos marrones ―añadí― Tu pelo siempre queda muy bien... la forma en que cuelga sobre tus hombros. Y tienes una bonita delantera. Volvió a sonrojarse y se miró el pecho. Luego levantó los ojos hacia los míos. ― Creo que eres muy atractiva sexualmente, Chelsea, al igual que otros chicos ―dije mientras agitaba la mano haciendo un gesto hacia la barra. ― ¿En serio? ―preguntó con suspicacia― ¿Entonces por qué nunca me has tirado los tejos? Nunca tienes problema en ligar con todas esas otras chicas, como Barb. Te he visto. Tomé otro trago antes de contestar. Puse mi mano sobre la suya y la miré a los ojos― Me gustas... mucho. Barb y yo somos amigos. Tus amigas son chicas fiesteras, tú eres más del tipo novia. ― ¿Y? ¿Qué significa eso? ― Significa que no querría perderte como amiga sólo porque quisiera tirarte. Cogió mi mano y la puso sobre su rodilla mientras me miraba a los ojos― ¿Qué decías de mis caderas? ―preguntó con una sonrisa sexy. ― Me gustan. Deslizó mi mano por su muslo mientras hablaba ― Y... ― Y me preguntaba cómo sería agarrarlas mientras te follaba por detrás ―respondí. Me miró fijamente a los ojos mientras movía mi mano entre sus piernas. Apreté suavemente y empecé a acariciarle la cara interna del muslo con los dedos. ― ¿De verdad pensaste en follarme? ―preguntó. ― Muchas veces ―respondí― Pero nunca parecías interesada en mí. Una expresión de sorpresa cruzó su rostro― ¿Qué? ― Nunca parecías interesada. Siempre sonríes o te ríes cuando hablamos, pero nada más. Nunca coqueteas ni nada así que... ―Respondí encogiéndome de hombros. Parecía avergonzada mientras mantenía su mano apretada sobre la mía― Yo... no sé ligar ―admitió― Creo que eres guapo y sexy y... ¿por qué me querrías a mí en vez de a ellas? ― ¿Por qué no? ―respondí. Nos quedamos en silencio un momento. Alargué los dedos y empecé a frotarle el coño a través de los vaqueros. La vi tragar saliva y empezar a temblar mientras mis dedos la masajeaban. Me concentré en la zona del clítoris y obtuve mi recompensa. Su cabeza se inclinó hacia delante y soltó un gemido al llegar al orgasmo, su cuerpo se estremeció mientras mis dedos hacían lo que ella necesitaba. ― Oh, Dios ―suspiró cuando dejó de temblar. ― Chelsea, ¿te gustaría venir a casa conmigo esta noche? ―le pregunté. ― ¡Vamos! ―respondió mientras se levantaba rápidamente. La cogí de la mano y la llevé hacía la puerta. La vi saludar a Barb y a las demás al salir por la puerta. ― Por favor, no hables, sólo conduce ―me dijo mientras entrábamos en el coche. Cuando entramos en mi apartamento, Chelsea miró a su alrededor mientras yo iba por un par de cervezas y me sentaba en el sofá. Se sentó a mi lado y se bebió la mitad de la cerveza antes de mirarme― Soy virgen ―me dijo― Ni siquiera me he enrollado nunca, así que no esperes mucho, ¿vale? ― Bueno, ¿cómo te gustaría que fueran las cosas? ―le pregunté mientras le apartaba el pelo de la cara y la acariciaba suavemente. ― ¿Qué quieres decir? ―preguntó. ― ¿Cómo te gustaría que fuera? ¿Suave, lento y romántico? ¿O rápido y salvaje? ― ¿Puede ser las dos cosas? ― dijo riendo. ― Las dos cosas ―respondí mientras acercaba su cara a la mía y la besaba suavemente. Empezamos a besarnos despacio, pequeños besos seguidos de otros más profundos y largos. Le acaricié el pelo y le froté el muslo mientras nos besábamos. Le besé la barbilla antes de pasar al cuello. Suspiró cuando la besé suavemente a lo largo del cuello y me detuve a mordisquearle la oreja. Soltó una risita cuando seguí bajando por su cuello hasta la clavícula. Echó la cabeza hacia atrás y ofreció su garganta a mis labios. Recorrí su clavícula hasta el pequeño punto blando de la base de su garganta con unos cuantos besos y un suave movimiento de lengua. Me acarició el pelo con los dedos y me retuvo un momento. Me separé y me levanté, tendiéndole la mano. Ella me cogió la mano y se levantó. La abracé con fuerza y la besé. Sus manos recorrieron mi espalda y bajaron por mi culo mientras yo recorría sus costados y le acariciaba los pechos. Con un gemido me apretó con fuerza. La llevé de la mano al dormitorio, una vez allí, encendí dos velas en la cómoda y aparté la funda del edredón antes de girarme hacia ella. Cogí sus manos y las coloqué sobre mi pecho, utilizando sus dedos para desabrochar los botones de mi camisa. Cuando terminó, subió las manos por mi pecho hasta los hombros. Me quitó la camisa y la dejó caer al suelo mientras sus manos recorrían mi pecho y mi vientre. Cogí sus manos y las deslicé hasta mis vaqueros, poniendo sus dedos en el botón. Desabrochó el botón y bajó lentamente la bragueta mientras ambos observábamos sus manos. Levanté los pies, de uno en uno, y me quité los calcetines. Luego bajé los vaqueros y los calzoncillos por las caderas y me los quité. Vi cómo sus ojos se abrían de par en par cuando me incorporé y mi polla erecta apareció entre nosotros. Extendió ambas manos y me tocó suavemente. Mi polla se estremeció y saltó al contacto. Soltó una risita y sonrió mientras rodeaba mi grueso pene con sus manos y empezaba a acariciarlo. Me miró buscando la aprobación, sonreí y le aparté las manos. Me incliné hacia y la besé mientras empezaba a desabrocharle los botones de la blusa. Se la levanté por los hombros y la dejé caer al suelo. Me incliné y le besé bajo la garganta y entre sus pechos turgentes antes de desabrocharle el sujetador que cayó al suelo, liberando sus hermosos pechos. Eran grandes y firmes, con grandes pezones hinchados. Me incliné y los besé, llevándome los pezones a la boca y chupándolos uno tras otro. Sus manos sujetaban mi cabeza con fuerza mientras chupaba y apretaba los carnosos montículos que llenaban mis manos. Bajé las manos y desabroché el botón de sus vaqueros. La besé mientras tiraba de la cremallera y bajaba los vaqueros hasta el suelo, por encima de sus curvilíneas caderas. La ayudé a quitárselos y me arrodillé frente a ella. Le puse las manos en las caderas y se las pasé por el culo. Su carne firme era suave como la seda y estaba tersa. Incliné la cara hacia delante e inhalé la almizclada fragancia mientras besaba alrededor y por encima de su coño. El sedoso tejido de sus bragas estaba empapado cuando mi boca las rozó. Ella gimió mientras yo empujaba la lengua contra el material. Le bajé suavemente las bragas y la ayudé a quitárselas antes de volver a acercar mi boca al mechón de pelo que había sobre su húmeda raja. Me levanté y la besé mientras la llevaba a la cama. Me tumbé a su lado y acaricié su cuerpo mientras nos besábamos. Cuando mi mano recorrió los pliegues de su vientre, intentó detenerme. Seguí palpando y pasando la mano por su cuerpo mientras nos besábamos hasta que bajé y chupé sus grandes pezones. Metí una mano entre sus piernas, notando como las separaba mientras mis dedos llegaban a los húmedos pliegues de su coño. Mi dedo recorrió su raja y rodeó los grandes labios hinchados mientras ella gemía y acercaba mi cabeza a su pecho. Mi dedo se deslizó entre los pliegues y penetró en su apretada abertura. Lo introduje lentamente en su interior, acariciándola con suavidad y haciéndolo girar mientras entraba y salía. La aparté y froté su clítoris mientras gemía y se contoneaba. Volví a bajar la mano e introduje dos dedos en su interior, sintiendo cómo sus caderas subían para recibirlos y empezaban a moverse con ritmo. La noté temblar mientras gemía y alcanzaba el clímax con mis dedos dentro de ella. Me sujetó la cabeza con fuerza mientras disfrutaba de un orgasmo que la inundaba. Cuando terminó, me levantó la cabeza y me dio un beso largo y profundo. Retiré la mano y me puse de rodillas. Mi dura polla sobresalía a su lado mientras cogía su mano y la colocaba sobre mi pene. No tardó en poner las dos manos en mi polla. Le aparté las manos y me coloqué entre sus piernas. Apoyado en las rodillas, me acaricié la polla un par de veces antes de frotarla a lo largo de su raja. Ella gimió mientras mi polla se pasaba arriba y abajo, rozando su clítoris y entre sus pliegues. La alineé y empujé suavemente la cabeza hinchada de mi polla en el estrecho canal. La abertura cedió lentamente a medida que mi polla se introducía en su húmeda vagina. La moví suavemente de un lado a otro dentro de ella, procurando ir despacio. Ella empezó a mover las caderas y a empujarme más adentro. Pronto, toda la longitud de mi pene estaba dentro de su caliente y sedoso canal del amor. Hice una pausa y me aseguré de que estaba bien antes de empezar a follarla lentamente. Gimió y jadeó mientras mi polla entraba y salía lentamente. Mantuve un ritmo lento, permitiéndole disfrutar plenamente mientras la penetraba. Cuando noté que estaba lista, aceleré el ritmo y empecé a ir cada vez más fuerte. Sentí que sus piernas me rodeaban por la cintura y que sus manos me agarraban los brazos. ― ¡Oh Dios, fóllame! ―gimió― Lo deseo tanto. Miré su hermoso rostro y sus grandes pechos que rebotaban mientras me la follaba. Había pensado en esto muchas veces, pero la realidad que tenía ante mí superaba con creces las fantasías. Sentí que llegaba el clímax y que se me hinchaban las pelotas mientras le metía la polla en su horno caliente. ― ¡Oh, joder! ―gemí― Me voy a correr. ― ¡Oh, yo también... yo también! ―gimió con fuerza. Mi polla entró en erupción dentro de su apretado agujero virgen, rociando sus entrañas con mi semen. Enterré mi polla profundamente dentro de ella mientras me vaciaba, haciendo que mi pene se estremeciera con cada chorro. Ambos gemimos mientras el orgasmo nos inundaba y su coño se llenaba con el contenido de mis huevos. Sus piernas me rodearon con fuerza y se levantó para besarme cuando las últimas ondas de placer se desvanecieron. Nos besamos profundamente mientras me recostaba sobre su pecho y movía suavemente mi polla dentro de ella. Me puse de lado, con la polla dentro de ella y su pierna sobre mi cadera. Nos besamos y acariciamos mientras nos relajábamos. Mi polla salió lentamente, me agaché y nos tapamos con las mantas mientras nos acurrucábamos a la luz de las velas. ― Gracias ―susurró. Le levanté la cara y vi que una lágrima le corría por la mejilla. Se la enjugué ― ¿Estás bien? ―le pregunté. ―Sí, es que estoy contenta. ― Yo también, ha sido... increíble… ― ¿Podemos repetirlo otro día? ―me preguntó con cara de esperanza. ― Hagámoslo otra vez esta noche, y por la mañana... y por la tarde si quieres quedarte. ― ¿De verdad? ¿No sólo una vez? ― De verdad. Descansa un poco y ya verás- ― Esto ha sido la hostia― dijo con una risita. ― Espera a que nos pongamos rápidos y salvajes ―bromeé. Dejó escapar una risita y puso su mano en mi pecho y empezó a pasármela por el estómago― Nunca me había dado cuenta de lo bueno que estás ―susurró― Estás tan firme por todas partes. ― Camino y hago ejercicio con regularidad, gracias ―le contesté― Podrías acompañarme si quieres. ― ¿De verdad? ―preguntó ―Quiero, pero no sola. No sé... ― Por qué no, me gustaría tener compañía, sobre todo para pasear. ― Tal vez ―suspiró. Le pasé la mano por la cadera y le apreté el culo― Ya estás firme, no hará falta mucho ―Me burlé ―Incluso te recompensaré después. ― ¿Recompensarme? ―Soltó una risita― ¿Con qué? La puse boca arriba y empecé a besarle el cuello y los hombros. Le apreté el pecho y tomé un pezón entre el dedo y el pulgar, pellizcándolo suavemente mientras le chupaba el otro. Gimió suavemente y me acarició el pelo mientras yo empezaba a besarla lentamente por todo el cuerpo. Le besé el vientre y le pasé las manos por los costados y el estómago, ignorando sus protestas por tocarla allí. Subí y la besé suavemente. ― No te preocupes, eres tú y me gusta tocarte. Separé sus piernas mientras me ponía entre ellas y besaba sus muslos. Besé y pasé mi lengua por su húmeda raja asegurándome de pasarla por todas partes antes de pasar mi lengua entre sus pliegues. ― ¡Oh, Dios! ―gimió. Rodeé sus muslos con los brazos y pasé la lengua por su jugoso y húmedo coño mientras ella gemía y se retorcía. Chupé su clítoris, lamí sus pliegues y moví la lengua dentro de ella mientras sus manos tiraban de mi pelo y sus caderas se movían y se agitaban. La oí jadear cuando introduje un dedo y acaricié su interior mientras tomaba su clítoris entre mis labios. De repente, se sacudió violentamente y soltó un gemido desgarrador al llegar al clímax. Se estremeció y gimió al tener su primer orgasmo oral. Sus muslos me apretaban la cabeza y sus dedos me tiraban del pelo mientras se agitaba y temblaba. De repente se quedó callada y su cuerpo se relajó. Me levanté y observé la tranquila sonrisa de su rostro. Tenía los ojos cerrados y respiraba con normalidad. La besé e introduje la lengua en su boca y sentí cómo respondía. Me devolvió el beso y nuestras lenguas bailaron juntas. Me aparté y le acaricié el pelo. ― Sabes muy bien, Chelsea ―susurré mientras me lamía los labios. ― Ha sido increíble ―gimió. ― ¿Qué te parece eso como recompensa? ―Me reí― ¿Estarás suficientemente motivada? ― Joder, voy a caminar y hacer ejercicio todos los días ―rió. ― Ahora es tu turno de recompensarme― dije con una sonrisa. Me tumbé boca arriba y comencé a acariciarme la polla mientras ella miraba. ― Ponte entre mis piernas ―le pedí. Se puso entre mis piernas y me miró mientras acariciaba lentamente mi pene endurecido― Empieza con tus manos ―le dije― Acarícialo, siéntelo, aprende lo que le hace bien. Sonrió mientras sus manos envolvían mi polla y comenzaba a acariciarme. Se tomó su tiempo, observando mi rostro y mis reacciones mientras me acercaba al orgasmo. Observó cómo latía y se contraía mientras sus dedos se deslizaban por la parte inferior y empezaba a gotear. Con la punta con el dedo probó el líquido que brotaba de la punta grande e hinchada. ― Está bien ―gemí― Haz que me corra y mírame explotar. Con los ojos muy abiertos, agarró mi polla y comenzó a bombear. ― ¡Oh, joder...! eso es... sigue así... ¡aquí me corro! ―Jadeé. Mi polla explotó con chorros de líquido nacarado disparados hacia arriba y por toda mi cadera y estómago. El semen salió como lava cubriendo su mano mientras ella seguía bombeando. Mi orgasmo fue enorme. Lentamente me acarició la polla mientras miraba la enorme carga de esperma que me cubría. ― ¡Mierda! ―se rió― ¿Siempre te corres así? ― No ―gemí― Eso fue por tu culpa. ― ¡Guau... simplemente jodidamente guau! ―se rió mientras acariciaba suavemente mi polla que se ablandaba. Me senté y la besé suavemente― Vuelvo enseguida ―dije mientras me bajaba de la cama. Fui al baño y me limpié antes de ir a la cocina por dos grandes vasos de agua. Estaba sentada en la cama con las piernas cruzadas cuando regresé. Bebimos dejando los vasos vacíos antes de mirarnos y reírnos. Me incliné y la besé. ― Escucha ―le dije― Necesitamos hablar de las cosas para que ambos estemos bien. ― No te preocupes ―se rió― No estoy enamorada de ti, de tu polla tal vez, pero de ti, no. Me reí y fingí angustia poniendo mi mano sobre el corazón y haciendo una mueca― Está bien, pero nuestra primera caminata es a la tienda mañana por la mañana para comprar un Plan B. Ella sonrió― No, está bien, estoy tomando la píldora, no es un problema. ― Mientras estés segura ―agregué― Lamento no haber preguntado antes... ― ¡Oh, te lo hubiera dicho! No te preocupes―se rió. Nos reímos y nos metimos debajo de las sábanas. Nos quedamos dormidos mientras acariciaba sus caderas firmes y curvas. Cuando me desperté fui y agarré un poco de jugo y fruta del refrigerador y lo llevé a la cama. Estaba sentada y sonreía brillantemente― ¿Desayuno en la cama? Tal vez te amo. Tomamos el desayuno y discutimos la idea de que ella caminara conmigo y viniera al gimnasio. Hicimos nuestros planes y acordamos un horario. Le recordé la recompensa por hacer el seguimiento cada semana. Llevé los platos a la cocina y regresé al dormitorio. La saqué de la cama y la besé antes de llevarla al baño. Abrí la ducha y le dije que volvería para reunirme con ella. Ella miró hacia abajo y se sonrojó. ― Te guste o no, quiero verte y tocarte ―sonreí― A mí también me gusta que me enjabones. Esperé unos minutos antes de volver para encontrarla en la ducha. Se sonrojó cuando entré y miró hacia abajo mientras trataba de cubrirse. Puse mis manos en su cintura y la atraje hacia mí. Mientras nos besábamos comencé a enjabonarla y a lavar su cuerpo. Ella empezó a enjabonar el mío y pronto nos reíamos mientras acariciaba mi erección en toda regla. Le di la vuelta y enjaboné sus grandes y firmes tetas y las masajeé mientras mi polla se frotaba entre sus tersas nalgas. La incliné hacia delante y le dije que apoyara las manos en la pared. Luego me puse detrás y alineé mi polla con su abertura húmeda. Introduje mi polla lentamente y comencé a mover mis caderas. Luego agarré sus caderas y observé mientras la follaba con fuerza. Mi polla estaba profundamente dentro de ella cuando llegó mi orgasmo. La oí gemir cuando descargué mi semen en ella y seguí bombeando furiosamente hasta que mi polla se ablandaba nuevamente. Me paré sobre las piernas temblorosas mientras recuperaba el aliento y disfrutaba la sensación del agua corriendo sobre mí. Pronto mi polla se salió y ella se volvió hacia mí y me abrazó mientras nos besábamos. Terminamos de lavarnos y secarnos antes de regresar a la cama. Nos abrazamos y nos quedamos dormidos de nuevo. Cuando desperté, ella se había ido. Dejó una breve nota de agradecimiento y diciendo que me enviaría un mensaje de texto más tarde porque tenía cosas que hacer. Aunque me decepcionó, me fue bien. Durante los siguientes meses, caminamos e hicimos ejercicio juntos. Y cada vez terminábamos el día en la cama. Aprendió a hacer buenas mamadas, probamos numerosas posiciones y descubrimos que disfrutaba del sexo anal. A veces, en nuestras caminatas, echábamos un polvo rápido entre los arbustos o ella me la chupaba. Unas cuantas veces follamos en el coche en un parking. Adelgazó y se puso en forma. Me volví más y más cercano a ella a medida que pasaban los meses. Su confianza creció y sentí punzadas de celos cada vez que me contaba de otra cita con alguien nuevo. Un día quedamos para almorzar y me dijo que había conocido a alguien especial. Ya no podría venir conmigo a caminar o hacer ejercicio. Estaba feliz por ella pero también decepcionado y un poco celoso. Era una gran persona y muy especial para mí. Le deseé lo mejor y nos separamos. Volví a caminar solo y volví al bar una vez más. Otro relato ... 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