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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Cuando el coño manda
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El poder de la vagina es absoluto. Los hombres a lo largo de la historia han hecho estupideces por una vagina. Un par de piernas con una falda corta atraen a un hombre como una llama a una polilla, y muchas veces con los mismos resultados. Si le preguntas a mi mujer te dirá que lo de convertirse en una esposa sensual y cachonda fue idea mía, pero de hecho estoy bastante seguro de que me engañó para que le pidiera que follara. Después de casarnos, siempre se vestía con pantalones cortos muy ajustados y camisetas de algodón, siempre sin sujetador. Incluso cuando mis amigos venían a casa, ella hacía cosas para llamar la atención sobre su pequeño, atractivo y sensual cuerpo.

Sus bikinis son siempre muy pequeños, minúsculos e insinuantes, su piel se broncea perfectamente y le encantaba que los hombres la miren. Una vez le dije que se estaba exhibiendo ante mis amigos.

― No lo creo ―dijo ella.

― Tus pezones son perfectamente visibles con esa camiseta blanca de algodón.

― Si, ya lo sé ―confirmó ella.

― ¿Se te moja el coño cuando los enseñas?

― La verdad es que si, se me moja bastante ―dijo con mirada lasciva.

― ¿Alguno de mis amigos se te insinúa cuando no estoy?

― Por supuesto ―se rió.

― ¿Qué te han dicho?

― Ya sabes, cosas como que me gustaría comerte el coño y que le deje cogerme.

― ¿Qué dices tú? ―pregunté.

― Tengo cuidado de no desanimarlos pero que los rechazo ―dijo.

― La próxima vez no lo hagas.

― ¿Qué no lo rechace? ―preguntó.

― Si, no lo rechaces, deja que el siguiente tenga tu coño ―Le propuse.

Me miró por un momento y dijo que sí.

Una semana después, estábamos tumbados junto a la piscina tomando el sol, ella estaba en topless y tumbada de espaldas. Oímos que alguien entraba, así que ella se incorporó rápidamente y buscó su camiseta, pero yo la cogí primero.

― No ―le dije― te quedas en topless.

Sonrió y volvió a tumbarse. Oí la voz de Tim llamando, le grité que estábamos en la piscina. Me levanté y le dije a mi mujer que iba a por una cerveza y antes de que pudiera decir nada me dirigí hacia la casa llevándome la parte superior de su bikini. Cuando entré, dejé la parte superior en la mesa de la cocina y tomé dos cervezas frías. Me quedé en la puerta del patio para ver qué pasaba cuando Tim la veía en topless. Me sorprendió lo a gusto que estaba, cuando volví a la piscina estaba hablando con Tim y sus pezones estaban duros. Le di una cerveza y pregunté ― ¿Qué pasa, Tim?

― Nada especial, sólo he venido a pasar el rato ― Luego señaló las tetas de mi mujer y dijo― Pero quizás sea mejor si me voy.

― No, no es necesario, de hecho, si te quedas lo suficiente, puedes verle el coño ―le dije a Tim.

Mi mujer me miró y dijo― ¿Ah, sí?

―Dijiste que querías follar con Tim, ¿no?

Él se rió y mi mujer dijo― Bueno, en realidad sí ―y Tim se atragantó con su cerveza.

― Os ha estado mostrando a todos la mercancía durante mucho tiempo con la esperanza de que uno de vosotros se la follara ―expliqué a nuestro amigo.

― ¿A ti que te parece eso? ―preguntó Tim.

― A mí bien, pero quiero verlo.

Apuró su cerveza y preguntó― ¿Cuándo va a pasar eso?

― Ahora mismo si te parece bien―propuse.

Mi mujer estaba sentada con la boca abierta. La miré y le dije― ¿Qué te parece, nena, te apetece que Tim te arree ese coñito tan sexy que tienes?

― Por qué no ―y entonces le dijo a Tim que sacara su polla para que ella pudiera chuparla.

Él se puso de pie y se bajó los calzoncillos, creo que mi esposa y yo nos sorprendimos de lo que apareció. Su polla estaba sólo medio dura y colgando en un ángulo de cuarenta y cinco grados de su cuerpo. Tenía entre 18 y 20 centímetros de largo y era tan ancha como la muñeca de mi esposa.

― ¡Vaya, nena, eso no va a caber! ―Dije.

Ella no le quitó los ojos de encima y dijo― ¡Mierda! voy a tener que hacer que encaje.

Tomó la polla en su mano y me di cuenta de que sus dedos no llegaban a rodearla por completo. Comenzó a trabajar en la cabeza con su boca y en un minuto estaba dura como una roca. Se levantó y, cogiéndolo por la polla, lo llevó al interior de la casa. Yo los seguí.

En cuanto estuvimos dentro me dijo― Te quedaras aquí mientras Tim y yo nos vamos al dormitorio.

Me resistí y dije que quería mirar. Ella dijo que no, que era la primera vez. Tim cerró la puerta del dormitorio y oí el clic del pestillo. Me senté en el estudio y encendí la televisión, pero bajé el sonido para poder oír. No oí nada durante mucho tiempo y luego percibí el chirrido de la cama. Miré el reloj y eran las dos y diez. Eran las cuatro y cuarto cuando se abrió la puerta del dormitorio. Tim entró en el estudio y mis ojos se dirigieron directamente a su polla. Estaba completamente blanda y todavía era más larga que la mía completamente erecta.

― Me dijo que te quería, que me fuera de allí ―dijo con cierto desánimo.

No le respondí, pero me levanté de un salto y me dirigí a la habitación. Cuando entré vi a mi esposa tirada en una cama desordenada. Estaba de espaldas con las piernas cruzadas. Me quedé mirándola. Ella sonrió una gran sonrisa y dijo― ¡Dios mío, ha sido fabuloso!

Fui hasta los pies de la cama y luego me arrastré hasta sus pies. Tomé sus pies en mis manos y le separé las piernas. Los labios de su coño sin pelo se separaron y pude ver que estaban hinchados. Me incliné y puse mi boca justo en su clítoris y se lo chupé. Me agarró del pelo y me apretó más.

― Eres un buen cornudo ―dijo con una voz suave y sensual.

Lamí su agujero recién jodido durante unos diez minutos antes de meterme mi propia polla de una sola vez. Me quedé quieto, disfrutando de la sensación y le dije― No te siento.

― Yo tampoco te siento ―dijo ella.

Me desahogué después de unos pocos empujones y caí a su lado con fuerza.

― Esto va a ser algo habitual ―dijo mirando al techo― Estoy enamorada de la gran polla de Tim.

Gogo

Otro relato ...




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