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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Ella tiene la decisión
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Poco después de que Andrea y yo nos casáramos, empecé a notar que ella perdía rápidamente el interés por hacer el amor conmigo. Sabía que la causa era mi pene, más bien pequeño, y mi falta de control. Intenté insinuar que podía buscar fuera del matrimonio una pareja sexual más satisfactoria, pero rechazó la idea.

Una noche, después de la cena, estábamos en el estudio, ella buscaba en la televisión algo para ver y yo navegaba por la web en mi teléfono. Había encontrado un nuevo sitio de cornudos y estaba absorto en la lectura de algunas historias excitantes y no me había dado cuenta de que Andrea me estaba siguiendo con atención. Se sentó a mi lado y puso la mano en mi regazo, sintió mi polla dura y la agarró.

― ¿Qué estás leyendo que te ha puesto la polla dura?

Tartamudeé y me quitó el teléfono. Intenté recuperarlo y ella me empujó y me dijo que me quedara quieto. Sentí que me sonrojaba mientras esperaba que empezara a gritarme mientras comenzaba a leer. Después de un minuto se sentó y cruzó las piernas, era obvio que tenía intención de leer toda la historia. Me sentí increíblemente incómodo, así que fingí ver la televisión. Noté que su dedo se movía en la pantalla del teléfono y me di cuenta de que estaba buscando otra historia. Le pregunté si había terminado la primera historia y me dijo que sí. Quise recuperar el teléfono pero dijo que no había terminado, que por qué no me duchaba mientras ella leía. No sabía cómo iba a reaccionar cuando volviera después de la ducha.

Me puse el pijama después de ducharme y volví al estudio. Andrea seguía leyendo así que cogí una cerveza fría y el mando a distancia. Después de un rato, dejó el teléfono en la mesa de y dijo que se iba a duchar. Cuando salió, cogí el teléfono y fui al historial, lo abrí, empecé a mirar las historias que ella había leído. No sabía de cuánto tiempo disponía antes de que volviera, así que me limité a dar con los puntos álgidos de cada historia. Cada historia tenía algo en común, cada una era sobre mujeres casadas teniendo sexo fuera del matrimonio.

La oí en el pasillo, cerré rápidamente la página y empecé a buscar en redes sociales. Llevaba unas bragas y una camiseta de tirantes. Sus pezones estaban duros y se podían ver fácilmente a través de la fina camiseta de algodón. Le pregunté si había tenido una buena ducha. Dijo que muy relajante. No mencionó lo que había leído y yo tenía miedo de que lo hiciera, así que el resto de la noche nos la pasamos viendo la televisión.

En la cama no sabía si debía intentar algo, así que me quedé tumbado en silencio. Andrea fue la primera en hablar― ¿Así que ese tipo de historias te excitan?

Me detuve un momento y dije que sí. Pasó un rato antes de que ella volviera a decir― ¿Te haría feliz que yo tuviera sexo con alguien?

No respondí de inmediato― Bueno... Creo que sí ―logré decir.

― ¿Crees que si o que no…? ―cuestionó ella.

― Quiero decir que sí ―tartamudeé y añadí― Pero sólo si te parece bien.

― Buenas noches cariño ―dijo.

― Buenas noches ―respondí.

El viernes siguiente, cuando llegué a casa, me recibió en la puerta con su falda de tenis plisada y una camiseta de tirantes. Su cuerpo es apretado y esta bellamente bronceado. Le pregunté por qué iba vestida de aquella manera y dijo que había ido a jugar al tenis, pero que se había encontrado con un chico en la pista y no había podido jugar. Mientras dejaba las cosas en la encimera de la cocina le pregunté por qué. Me dijo que su nuevo amigo Tom y ella habían tenido hablado sobre sexo y que nunca habían jugado al tenis.

― ¿Has hablado de sexo con un extraño? ― pregunté.

― Si ―dijo― era muy fácil hablarlo con él.

― ¿Intentó algo? ―le pregunté. Ella sonrió y dijo que no.

Me sentí un poco defraudado y ella debió notarlo en mi cara. Me dijo que ojalá lo hubiera hecho, que tenía una gran polla.

― ¿Cómo sabes eso? ―le pregunté.

― Sus pantalones de tenis le estaban apretados y pude ver que le crecía el bulto.

― ¿Lo provocaste excitándolo? ―pregunté.

― Si, lo hice dijo― noté que me miraba las piernas, así que las abrí accidentalmente unas cuantas veces para permitir que me viera las bragas.

― ¿Y eso te excitó? ―Le pregunté.

― Mi coño estaba muy mojado y que si él hubiera hecho un intento me habría acostado con él.

― Pues hazlo ―le dije.

Me miró con seriedad y preguntó― ¿Podrías soportarlo?

― Te limpiaría el coño con la boca si lo haces.

Gogo

Otro relato ...




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