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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
Empalado en la piscina
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Durante esas conversaciones que mantengo diariamente con mis amigos recibí una invitación de Víctor para pasar una tarde de esparcimiento en la casa de un señor conocido por él. Este disponía de una casa con piscina en una zona próxima a Buenos Aires. Acepte gustoso la idea de concurrir con él. Me encanta nadar y compartir en un espacio nudista, prometía ser una linda experiencia.

Luego de viajar durante cuarenta minutos con Víctor en su automóvil llegamos a la casa quinta en cuestión. Mi equipaje se limitaba a una toalla, malla de baño, elementos de higiene, perfume y calzado. Iba vestido con chomba naranja y bermuda color natural, gorro con visera y anteojos oscuros. Eso era todo.

Nos recibió Bruno, el dueño de casa. Un hombre robusto, de cabello negro con abundantes pelos en el torso y brazos. Sonriente al abrir el portón, nos indicó donde estacionar.

Cuando descendemos del auto; nos tomó de los hombros luego de saludarnos con un beso y darnos la bienvenida.

― Todo esto es para que disfrutéis la naturaleza en forma natural ―dijo señalando a una hermosa piscina protegida de la vista de los escasos vecinos.

Y agregó luego― Estoy a la espera de otros dos amigos, pónganse cómodos y disfruten del agua. Yo iré pronto junto a ustedes.

En el vestidor, Víctor me indicó que deberíamos ir desnudos hasta la piscina. Con cierto pudor acaté su indicación y únicamente mantuve puesta visera y los lentes de sol.

Nos aplicamos aceite bronceador, yo a Víctor y él a mí. Luego salimos al exterior. Bruno nos miraba desde un lugar a la sombra.

Ingresamos al agua poniéndonos en movimiento recordando estilos y formas practicadas en el club B T.

Por momentos se me ocurría que posiblemente esta invitación se transformaría en sexo grupal. Algo que no me agrada. Víctor, no me había adelantado palabra alguna...

Transcurrido algún tiempo dentro del agua, comencé a rozar el cuerpo de mi amigo cada vez que nos cruzábamos. Varios minutos más....únicamente ambos. Y Bruno que nos miraba a la distancia. Continuamos chapoteando y arrojándonos desde el borde de la piscina hacia la parte más profunda. Sin percibir que Bruno estaba junto a nosotros.

― Estoy con ustedes, fallaron los amigos ―Dijo con una toalla grande atada a su cintura y de pie. Luego se la quitó, la extendió junto al borde y se sentó con los pies colgando dentro del agua.

Continúe nadando... Me encanta que observen mi cuerpo en movimiento. Desde el extremo opuesto de la pileta, Bruno arrojándose agua sobre sobre los hombros me llama― ¿Rober, te gusta?

Me acerqué para responderle― ¡Me encanta!

― ¿Y esto? ―Agregó; llevando una mano a su pene flácido, oscuro y de importante porte.

Sonreí... no contesté.

Víctor, permanecía en el Angulo opuesto y miraba hacia otro lado

Bruno; robusto, con la piel de bronceado parejo que decía de su condición nudista. Más de un metro ochenta centímetros de estatura, noventa kilos de peso. Muy peludo y con un importante paquete entre sus piernas, contrastaba conmigo. Blanco. Casi lampiño; poco más de uno sesenta… y bronceado desparejo.

Mi cara quedaba a la altura de su entrepierna. Tomándome de una mano me aproximó a él, incline mi cabeza y besé un glande que comenzaba a crecer.

Te miraba y me gusta lo menudo que eres. Chupas muy bien.... ―Decía experimentando el gozo de mi succión.

Al tiempo, su miembro crecía superando ya los cinco centímetros de diámetro. Tomándome de los brazos me ayudo a subir junto a él. Me besó introduciendo su lengua ancha en mi garganta al punto de no poder respirar. Una mano acariciaba mi culo y presionaba mi ano con un dedo.

Me indicó ponerme en cuatro y saltó dentro de la piscina. Cuando lo hizo, vi sus grandes bolas gordas pobladas de pelos, balanceándose. Tomándome de la cintura giró mi culo hacia él y comenzó a jugarlo con su lengua. Que delicia experimenté en ese momento.

Busque con mi vista a Víctor y no lo hallé. Ya no importaba tanto eso, Bruno me estaba haciendo gozar como una perra en celo. Me aplicaba una combinación de masajes con su lengua, dedos y algún lubricante. Y ya introducía su pulgar en mi culito sin que sintiera dolor. Mordía mis nalgas mientras me decía en voz baja―Te voy a llenar de leche.....me gustas mucho, hembrita mía.

Con un envión estuvo nuevamente junto a mí. Aproximó mi cabeza a su pubis mientras introducía dos dedos de su manasa en mi orificio. El tamaño de su miembro era simplemente gigante. Sentí temor, deseaba que se corriera mientras se lo chupaba y mi lengua jugaba con su glande caliente y duro.

Poniéndome de rodillas sobre una reposera sentía correr el aceite lubricante por mi entrepierna. Dos o tres dedos entrando y girando. Mis mil suspiros y algún quejido. Luego, el falo de Bruno presionando para ingresar a mí. Un pequeño empujón y sentí que me partía. Por mi gesto de dolor; se retiró un poco, aplicó aceite y volvió a empujar. El ardor aumentaba y me latía el esfínter. Deseaba escapar lo que era imposible estando de rodillas sujetado por los hombros.

Bruno se movía lentamente, no se cuanto lo introdujo en mí. Cuando lo sentí eyacular estaba con lágrimas en los ojos. Sin sacarla con la verga ya blanda me pego a su pubis metiéndola toda.

Me indicó que estirara las piernas acostándome. Él se mantuvo sobre mi cuerpo. Mordiendo mi cuello y orejas. Su verga comenzaba a crecer nuevamente y yo sentía una sensación de llenura pero era tolerable.

Cuando su verga estuvo rígida comenzó a moverse y me dijo―Te lo puse toda... ¿te gusta así?

― ¡Siii! ―Respondí

Se movió en un mete y saca acompasado, pellizco mis glúteos. Resoplando y con un gruñido me aplicaba profundamente la segunda dosis de semen.

Víctor nos esperaba en la vivienda, sentado cómodamente mirando tele.

El sabía a lo que me había llevado y se lo recrimine. Y por un tiempo no tuvimos encuentros íntimos.

Rober

Otro relato ...




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