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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
En la parte de atrás de una furgoneta
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Llegué muy cansado de la oficina y mi esposa me esperaba en casa con una cena deliciosa. Más tarde, mientras me tomaba un whisky, se me acercó y dijo que estaba muy caliente y que necesitaba una buena polla dentro de ella. También dijo que sabía que yo estaba muy cansado para follar con ella esa noche, así que quería mi permiso para buscar un hombre que la calmara. Añadió que quería que estuviera cerca de ella para vigilar qu eno sucediera nada malo.

Ella quería que la viera separar los muslos y como otro hombre le metía la polla. Tendría una extraña y dura polla entre sus labios, montada, empalada por una polla que entraría en su interior, abriendo sus estrechos agujeros.

Ella quería que yo viera como la polla se movía hacia adentro y hacia afuera, que viera como esa polla dura y ansiosa entraba, hasta las bolas, una y otra vez. Oír sus gruñidos, jadeos y gritos de placer combinados, y sus gritos de orgasmo cuando la polla descargue en lo más profundo de ella, salpicando de semen su cérvix.

Antes de que pudiera contestarle y decirle que estaba bien, corrió a cambiarse de ropa. Quince minutos después volvió deslumbrante. Se había puesto una blusa blanca ajustada, con los botones de arriba desabrochados, dando una vista espléndida de su profundo escote. Llevaba un sujetador de encaje rojo a juego con las bragas de encaje rojo que apenas se ocultaban con su minifalda de cuero negro. Y unos zapatos negros de tacones altos en los pies. Ese atuendo sin duda instaría al afortunado semental a follarla, a follarla bien.

Fuimos a un bar en los suburbios, el lugar era bonito, pero el vecindario parecía un poco peligroso para caminar de noche. En la puerta, mi esposa me lanzó una sonrisa llena de lujuria, y entró.

Esperé un minuto y luego entré ella. La vi sentada en la barra y yo me senté en un taburete muy cerca de ella. En menos de cinco minutos tuvo ofertas más que suficientes, pero las rechazó todas, hasta que un hombre guapo de pelo rubio se sentó a su lado. Pude oír cuando ella le preguntó su edad y se rio, diciéndole que era una mujer casada y que tenía casi el doble de su edad. Pero el joven sonrió y respondió que ella parecía una casada solitaria caliente, que necesitaba un poco de amor y una buena sesión de sexo. Luego invitó la invitó a su mesa, para que conociera a otros dos amigos que esperaban allí.

Observé cómo la llevaba a una mesa donde estaban sentados otros dos tipos, y casualmente me dirigí a una pequeña mesa que estaba más cerca de la suya, fingiendo que estaba esperando a mi cita.

Mi esposa era el centro de atención con esos tres hombres cachondos. Cuando la banda empezó a tocar, el hombre rubio llevó a mi esposa a la pista de baile. Era una melodía lenta y podía ver sus manos bajando, acariciando la espalda de mi esposa respondía empujando sus caderas hacia adelante. Su pelvis presionaba contra la suya, notando sin duda su ya dura polla. Él le apretaba las nalgas con fuerza, y se apretaban uno contra otro. Cuando la canción terminó, vi a mi esposa tirando de él hacia la mesa, sin duda aquella polla estaba ansiosa por más. Cuando se sentaron, vi la mano de ella desaparecer bajo la mesa y el hombre soltó un gruñido de placer.

La banda volvió a tocar otra canción y no pude oír la conversación. Vi que mi esposa estaba hablando con todos ellos. Luego la vi levantarse y dirigirse a los baños. La seguí y en el pasillo me agarró y me llevó a un baño vacío. Se apretó fuertemente contra mí, empujando sus caderas contra mi polla. Me dijo que todos querían dar un paseo en su furgoneta pero que no se sentía cómoda teniendo a los tres hombres al mismo tiempo. Entonces le sugerí que los llevara a la furgoneta, uno a uno, y dejar que se la follaran uno a uno. Sus ojos se iluminaron y aceptó la sugerencia. Mi esposa me besó apasionadamente y se fue. Yo la seguí un minuto después. Cuando regresé, la vi hablando con ellos y asintiendo con la cabeza.

El primero en irse con ella fue el hombre rubio. Los seguí hasta el aparcamiento y vi a mi esposa abriendo la puerta lateral de nuestra furgoneta y después, ambos entraron rápidamente, cerrando la puerta tras ellos.

Unos segundos después me acerqué, viendo la luz tenue que venía de la parte trasera de la furgoneta. Me asomé cautelosamente a través de una pequeña ventana. Ya estaban desnudos y ella sentada con los muslos abiertos, haciendo un gesto al hombre para que se le acercara. Luego jadeó fuertemente, y al acercársele esa polla, vi que era una enorme salchicha gorda. Mi esposa la estaba recibiendo con un brillo de pasión en sus ojos.

Mi esposa la rodeó con sus labios y rápidamente se la empezó a chupar. Empezó a mover la cabeza, de un lado a otro, hasta que con un ligero giro de la cabeza la trago toda, hasta las pelotas. Luego se echó hacia atrás y dijo― Ahora déjame tener esa polla en mi coño.

El hombre se puso entre las piernas abiertas de ella, con la polla rígida lista para entrarla. Ella levantó las caderas mientras él la penetraba, haciendo que el gemido de placer de mi esposa llenara la camioneta. El hombre comenzó a montar a mi esposa, bombeando rítmicamente en su coño. Le clavó su enorme polla una y otra vez.

Desde mi posición podía ver el coño extendido alrededor de la enorme polla. La sacaba hasta que estaba a mitad de camino, luego empujaba hacia adelante, golpeando con sus grandes bolas en el coño ardiente de mi esposa.

Mi esposa gemía con puro placer en cada empujón. Era muy erótico ver aquella enorme polla que abría el coño de mi mujer, ver aquella descomunal verga curvada abriéndola, una y otra vez. Vi sus piernas apretadas alrededor de su cintura y supe lo que estaba a punto de suceder.

Los gritos de placer orgásmico llenaron la furgoneta, pude ver la gruesa polla estremeciéndose mientras explotaba llenando el coño de mi esposa mientras penetraba profundamente en su ardiente coño.

Mientras él se vestía, mi esposa le pidió que volviera al bar y le pidiera un trago. Quería llamarme, para decirme lo bien que se lo había cogido.

Cuando el hombre se fue, ella se quedó mirándome por la ventana con ojos hambrientos, mientras se limpiaba el semen que fluía de entre los labios del coño. Luego se vistió, se bajó de la camioneta y me dio un intenso eso.

Diez minutos después, el primer hombre volvió otro, un hombre musculoso, que también parecía estar bien dotado. Después de que entraron en la furgoneta, me asomé a la ventana de la portilla y tuve otra vista impresionante. Mi esposa estaba desnuda, de espaldas a mí. El hombre estaba desnudándose y llevaba otra herramienta enorme, más grande que la de su amigo.

El recién llegado le ordenó que se pusiera de rodillas, como una buena perra. Ella aceptó con entusiasmo, con el trasero en alto y listo para ser penetrado. Vi al hombre ponerse detrás de ella y bajó la boca, lamiendo ansiosamente el chisporroteante coño por detrás. Mi esposa gimió de placer.

Después de unos minutos ella se le corrió por toda la cara. Luego se levantó y separando las nalgas de mi esposa empezó a lamerle el culo, añadiendo un dedo a la lengua. Ella gimió con placer por la estimulación bucal. Hasta que le suplicó que se la cogiera, que no podía soportarlo más.

El hombre tiró de sus caderas hasta el borde del asiento. Parado detrás de ella, colocó la dura punta de su verga contra ella, empujándola poderosamente hacia adentro. El grito de placer de mi esposa llenó la furgoneta, mientras él la agarraba de las caderas, clavando su enorme herramienta profundamente, hasta las bolas. Se echó hacia atrás, y comenzó a meterla y sacarla con buen ritmo, dándole a mi esposa un buen polvo al estilo perrito.

Metió y sacó su enorme polla como un pistón, llevándola a un orgasmo total. Ella gritó de placer cuando sintió que estallaba dentro de ella. De repente el hombre rugió como un león; se estrelló manteniendo su polla dentro de ella, enterrada hasta las bolas. Podía ver su cuerpo temblando mientras eyaculaba en lo más profundo del hambriento coño de mi esposa que se giró y me miró, me lanzó un beso y volvió a caer.

Cinco minutos después, el tercer hombre estaba llamando a la puerta de la furgoneta. Mi esposa lo desnudó rápidamente y dio un grito de asombro cuando le vio la polla. Le preguntó qué tan grande era y él respondió que era de unos 28 centímetros.

Luego le dijo que pusiera en el asiento y se sentó a horcajadas sobre él, lista para meterse la enorme polla. Luego empujó contra él y pude verle los rosados labios de coño presionando contra la polla. Ella empujó hacia abajo y lentamente, muy lentamente se metió la polla, emitiendo chillidos y gritos de placer. Lentamente, muy lentamente, hasta que ella empujó hacia abajo con fuerza, y dejó salir un gemido de placer, metiéndose la mitad de la enorme polla dentro. Se mantuvo en esa posición, diciéndole que tenía una polla enorme y que necesitaba un tiempo para acomodarla. Un poco más tarde se levantó, y luego se empujó de nuevo hacia abajo, dejando escapar gemidos de placer.

Mi esposa comenzó lentamente a montarlo su polla, levantándose unos centímetros para luego bajarse de nuevo. A medida que las paredes internas de su vagina se ajustaban, comenzó a montarlo más rápido, levantándose más y luego dejándose ir hacia abajo. Sus jadeos mezclados y sus gemidos de placer llenaron la furgoneta. Enseguida ella estaba levantándose hasta dejar solo la cabeza de la polla dentro y después empujando hacia abajo, metiéndose toda la polla dentro de su vagina. Iba rebotando sobre el regazo del hombre, y pude ver que su cuerpo empezaba a temblar. Y yo ya sabía muy bien que se avecinaba.

Mi esposa estaba en medio de un orgasmo que retorcía su cuerpo, sus gritos de placer llenaban la furgoneta, mientras el hombre la agarraba de las caderas y la empujaba fuerte contra él, ansioso de sentir su ajustado coño exprimiéndole la polla en toda su longitud. Dio cortos empujones mientras su polla estallaba dentro del coño de mi esposa.

Empujó hacia ella por última vez y luego se dejó caer de nuevo mientras ella, jadeando, se estiraba encima de él. Estuvieron juntos durante unos minutos, mientras el semen empezaba salir de entre los labios del coño de mi esposa.

Después de que el tercer hombre abandonara la furgoneta, me acerqué a mi esposa, que seguía tirada boca abajo. Ella levantó la cabeza y me dijo que todavía estaba caliente y me rogó que la llevara a casa para continuar allí con una buena sesión de sexo. Cuando llegamos, prácticamente corrió hacia el dormitorio con la ropa volando mientras corría. Una vez allí, se volvió hacia mí, con su cuerpo desnudo temblando de deseo.

Mientras virtualmente me arrancaba la ropa, me agarró la mano y se la llevó al coño, pidiéndome que se lo palpara. Pude notar la resaca de su coño bien follado que estaba goteando y gimió mientras yo metía dos dedos dentro de ella. Luego me empujó por el pecho y me llevó a la cama. Dijo que se había reservado el culo para mi polla, porque aquellos tres desconocidos estaban demasiado bien dotados para intentar follarle el ano.

Entonces, se colocó sobre sus manos y rodillas y me rogó que la sodomizara. Le metí la polla en el culo, de un solo empujón. Mi esposa gruñó con placer mientras yo se la metía profundamente. Luego seguí follándome su culo una y otra vez, sintiendo el calor abrasador. De repente, sus gemidos de placer llenaron la habitación mientras su culo me apretaba la polla, sujetándola en lo profundo de su cuerpo.

Todavía estaba lanzando en mi semen, cuando soltó un chillido al ser asaltada por un primer, luego un segundo, un tercer orgasmo. Después de llenar su apretado culo con mi semen, ambos nos derrumbamos sobre la cama. Ella se había corrido como loca y luego se desmayó en mis brazos.

Por la mañana, mi esposa despertó con una hermosa y brillante sonrisa en su rostro. Me dijo que el chico rubio le había dado su número y le había preguntado si le gustaría echar unos polvos con los tres. Me preguntó si podía mirarlos o incluso unirme al grupo. Que los tres estaban de acuerdo en eso. Sonreí y dije que pensaba que eso se podía arreglar.

El mirón

Otro relato ...




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