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La Página de Bedri
Relatos prohibidos
En unos baños
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Al subir al autobús busqué un buen sitio para sentarme. Vi a Dana cerca de la parte de atrás y me senté a su lado.

― ¿Te importa si te acompaño? ―pregunté con una sonrisa.

― En absoluto... siéntate ―me respondió sonriendo.

Dana y yo trabajábamos para la misma empresa, pero en áreas diferentes. La había visto de vez en cuando y la buscaba siempre que iba a su oficina. En todas las ocasiones habíamos coqueteado y notado la tensión sexual que irradiaban nuestros encuentros. Nunca había tenido la oportunidad de invitarla a salir.

La empresa adquiere entradas para algunos partidos y realiza sorteos entre los empleados que quieran asistir. Tuve la suerte de que me tocara a mí. Organizaron un autobús para que pudiéramos despreocuparnos por lo que bebiéramos. Me encantó ver que Dana también acudiría.

Cuando el autobús echo a andar, saqué una botella de licor de canela que llevaba en el bolsillo del abrigo y se la ofrecí.

― Me encanta ―dijo con una risita mientras cogía la botella y le daba un buen trago al whisky de canela.

Me reí cuando tosió un poco y me devolvió la botella. Le di un trago y observé cómo se la pasaban por el autobús. Me devolvieron la botella con sólo un trago. Se la ofrecí a Dana.

Al llegar al estadio, nos acompañaron a un palco privado. Las vistas eran magníficas. La sala tenía unas cuantas mesas altas con sillas, una fila de taburetes en un mostrador frente a la cancha y dos filas de cómodos asientos en el frente. Había una nevera llena de combinados, un bar bien surtido y numerosas botellas de vino enfriándose.

La fiesta empezó enseguida y me quedé cerca de Dana mientras bebíamos y veíamos el primer periodo del partido. Me coloqué detrás de ella en la barra, con mi cuerpo suavemente apretado contra el suyo. La noté apretarse contra mí.

― ¿Quieres otra copa? ―le pregunté mientras me apretaba contra ella.

― Sí, quiero ―dijo apoyando la cabeza en mi pecho.

Le preparé otro vodka con naranja y lo dejé delante de ella. Me dedicó una gran sonrisa mientras su mano tomaba la mía. Sus dedos acariciaron suavemente los míos mientras se giraba hacia mí.

― Gracias ―me dijo― Eres un encanto.

― La verdad es que no ―respondí con una leve sonrisa― Aunque tengo mis momentos.

― ¿Estás intentando emborracharme para aprovecharte de mí después del partido? ―susurró mientras su mano recorría mi pecho.

― Tal vez ―respondí― ¿Crees que funcionará?

Se limitó a sonreír y se volvió hacia la cancha cuando empezó el segundo periodo. Me coloqué detrás de ella y le puse las manos en las caderas. Apretó el culo contra mí y se contoneó ligeramente. Mi polla se endureció rápidamente y bajé la mano para colocármela mientras se hinchaba dentro de los vaqueros. Moví sus caderas hasta que mi polla erecta se acomodó entre sus firmes nalgas.

Mientras jugaba, ella empujaba hacia mí, moviendo el culo contra el bulto. Subí mi mano derecha hacia arriba, por debajo de la camiseta, hasta que le cogí un pecho. Apreté suavemente y pasé un dedo por el pezón endurecido. De repente me agarró del brazo y sacó mi mano de debajo de su camiseta. Cogió mi mano y la llevó a la parte interior de su muslo.

Pasé la mano entre sus piernas y dejé que mis dedos recorrieran la tela que le cubría el coño. Sentí que se movía mientras mis dedos la acariciaban y frotaban, su culo empujaba hacia mí mientras la humedad se filtraba a través del tejido.

― Ven conmigo ―le susurré al oído mientras la cogía de la mano.

La llevé fuera del palco por el pasillo hasta los aseos. Miré rápidamente a nuestro alrededor y la dirigí al baño del fondo. Cerré la puerta y tiré de ella hacia mí.

Nuestras bocas se entrelazaron en un beso lujurioso, nuestras manos recorrían el cuerpo del otro mientras intentábamos desabrocharnos los pantalones. Nos los bajamos y los apartamos de un puntapié. Ella se dio la vuelta, se agarró al mostrador y empujó su culo hacia mí.

― Fóllame ahora mismo ―susurró mientras me miraba por encima del hombro.

La agarré de la cadera con una mano mientras guiaba mi polla gorda y dura con la otra. Estaba empapada y gimió cuando la penetré. La agarré por las caderas y empecé a acariciarla despacio hasta que toda mi polla quedó envuelta por su cálida vagina. Hice una pausa para disfrutar de la celestial sensación de estar dentro de ella antes de empezar a follarla.

Empezamos a follar cada vez más rápido y más fuerte, con mi polla empujando profundamente en cada embestida. Me abracé a ella y le agarré los pechos con ambas manos, apretándolos y masajeándolos suavemente mientras la follaba.

Le solté los pechos y metí la mano derecha entre sus piernas. Mi dedo encontró su clítoris y lo frotó suavemente mientras tiraba de ella hacia mí. Un fuerte gemido me recompensó cuando alcanzó el clímax. No pude contenerme y mi polla estalló y la llenó con una enorme y humeante eyaculación desde mi interior. Dejé de moverme y me estremecí cuando me vacié dentro de ella; las rodillas me temblaban mientras el clímax me recorría la parte inferior del cuerpo.

Nos desplomamos hacia delante, con su cabeza apoyada en la encimera y mis manos sujetando sus caderas mientras recuperábamos el aliento. Le besé la nuca mientras mi polla, cada vez más blanda, se salía. La siguió un reguero de semen que goteó y dejó un pequeño charco en el suelo.

Me aparté y la ayudé a levantarse. Se volvió hacia mí y sonrió mientras empezaba a ponerse los vaqueros.

― Ha sido un buen comienzo ―dijo guiñándome un ojo.

― Estoy de acuerdo ―respondí― ¿Crees que te durará hasta que nos deje el autobús?

― ¿Me estás ofreciendo llevarme a casa? ―preguntó con una sonrisa socarrona.

― Sí.

― Bien ―sonrió― Porque no tengo coche.

Nos reímos, nos dimos un beso rápido y volvimos al palco.

MJ

Sexo en el trabajo

Todo comienza con un error en la nómina, le ingresan una cantidad muy superior a la habitual y le ofrecen una excitante oportunidad que no puede dejar pasar.

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